Para entender mejor 'El Quijote'
Un hidalgo, de los de lanza en astillero o cortesano, no ten¨ªa por qu¨¦ rebajarse a saber de ciencia. En el carro de Espa?a la rueda de la ciencia, como dijo Cajal, siempre fall¨®, y Alonso Quijano no es una excepci¨®n. Don Quijote, sin embargo, ha de ser maestro en diversas ciencias y no pocos artes, puesto que "ha o¨ªdo" la ciencia de la caballer¨ªa "tan buena como la de la poes¨ªa, y a¨²n dos deditos m¨¢s". Adem¨¢s, ha de saber la ciencia de la guerra, la de las estrellas (ciencia que tambi¨¦n aprendi¨® Sancho "cuando era pastor"), la poes¨ªa "milagrosa ciencia" y la farmacopeica capaz de alumbrar el b¨¢lsamo de Fierabr¨¢s. Todas ellas se las explica don Quijote a don Lorenzo, el hijo de don Diego, el Caballero del Verde Gab¨¢n, en el cap¨ªtulo XVIII de la Segunda Parte. Un caballero andante ha de ser jurisperito, te¨®logo, m¨¦dico, herbolario y astr¨®logo, y adem¨¢s ha de saber matem¨¢ticas, "porque a cada paso se le ofrecer¨¢ tener necesidad dellas", nadar, herrar a un caballo y aderezar la silla y el freno, adem¨¢s de "otras menudencias", "porque vea vuesa merced, se?or don Lorenzo, si es ciencia mocosa lo que aprende el caballero que la estudia y la profesa".
LA CIENCIA Y EL QUIJOTE
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron (director)
Cr¨ªtica. Barcelona, 2005
290 p¨¢ginas. 24 euros
Saber, por tanto, lo que Cervantes sab¨ªa de ciencia es crucial si se quiere entender su obra. Est¨¢ toda ella tan llena de referencias concretas que con frecuencia resulta dif¨ªcil entender no las palabras sino su sentido. No lo que dice, lo que quiere decir. Quince expertos de diversas ¨¢reas presentan en este libro la ciencia de la ¨¦poca, los conocimientos que sobre navegaci¨®n, astronom¨ªa, miner¨ªa y medicina, entre otras ¨¢reas, eran sabidos en la ¨¦poca, para tratar de entender, en palabras del director de la obra, "qu¨¦ idea del mundo se ten¨ªa entonces".
Se trata de un friso que per
mite "conocer cu¨¢l era la situaci¨®n de esos mundos cient¨ªficos, m¨¦dicos y tecnol¨®gicos en la Espa?a de los siglos XVI y XVII". As¨ª, se pasa revista a la geograf¨ªa, a la astronom¨ªa, a la ciencia del mar y de la navegaci¨®n, tierras y cielos, caminos, matem¨¢ticas, historia natural, medicina, alimentaci¨®n, molinos, miner¨ªa, aderezos de las cabalgaduras e incluso el l¨¦xico cient¨ªfico. Despu¨¦s de leer este libro uno entiende mucho mejor la novela de Cervantes, la ¨²nica, seg¨²n Augusto Monterroso, que se puede leer sin parar, porque uno "lee el ejemplar de la sala, luego el del dormitorio, el del cuarto del ba?o, el de la oficina y, en el metro, uno recita los trozos que se sabe de memoria".
Se trata, sin duda, de una buena manera de honrar este cuarto centenario de la publicaci¨®n de la novela de Cervantes. Haci¨¦ndola m¨¢s compresible en lo que quiere decir, una vez que el texto, lo que dice, ha sido ya suficientemente aclarado tras los sucesivos trabajos de Francisco Rico. Tras la lectura de La ciencia y el Quijote uno est¨¢ m¨¢s armado para disfrutar de la novela.
No se trata s¨®lo de saber qu¨¦ eran los famosos duelos y quebrantos, que en la edici¨®n de Rodr¨ªguez Mar¨ªn ocupan no una nota sino un ap¨¦ndice, sino de saber c¨®mo era la alimentaci¨®n de don Quijote, y sobre todo de Sancho, y c¨®mo hac¨ªa para saciar el hambre, la mejor salsa, en su tiempo. Si los fiambres de los que se provee Panza para saciar el apetito escuderil eran habituales en otras novelas de caballer¨ªas, la ideolog¨ªa y la cultura en torno a la alimentaci¨®n y, en definitiva, todo lo que Cervantes nos dice cuando habla de comida, y lo hace muchas veces, y que hoy no entendemos porque hemos perdido las referencias de la ¨¦poca. Por supuesto, es bueno saber si don Quijote cuando ve los molinos ve algo raro, poco habitual en La Mancha de 1600, o formaban ya parte del paisaje, como hoy forman parte de nuestro paisaje los aerogeneradores y hace s¨®lo 20 a?os eran impensables. O saber que "si el lenguaje marinero de Lope de Vega es atl¨¢ntico, el de Cervantes es mediterr¨¢neo": l¨®gico, puesto que fue en este mar en el que naveg¨®; de hecho, "la precisi¨®n y oportunidad de cada detalle n¨¢utico es, a menudo, extrema". Y, tambi¨¦n, es bueno saber sobre los aperos del caballo, desde el estribo, "el objeto tecnol¨®gico m¨¢s importante sobre el que se asienta la nueva sociedad feudal de la Edad Media", del metaf¨ªsico Rocinante, hasta la esencia de Clavile?o el Al¨ªgero, "cuyo nombre conviene con el ser de le?o y con la clavija que trae en la frente".
Y como de todo hay en esta
novela absoluta, tambi¨¦n hay ciencia natural, naturaleza por los cuatro costados. De "las valientes encinas" hasta los fieros leones, pasando por murci¨¦lagos, que Miguel de Cervantes clasifica como aves sin que eso sea un error, puesto que "el concepto de ave en el siglo XVI era sencillamente 'animal que vuela', sin atender a otros rasgos. Hoy las aves son 'vertebrados con plumas' sin importar si vuelan o no".
Se trata, en definitiva, de un libro que sirve de gu¨ªa para adentrarse en el mundo del Quijote. Un mundo tan rico, tan variado, tan universo en s¨ª mismo, que son necesarias m¨²ltiples y diversas gu¨ªas para poder atravesarlo con seguridad, reconociendo el terreno, para distinguir los caminos de los senderos, para comprenderlo mejor, para disfrutar a¨²n m¨¢s la ¨²nica novela que mejora con cada lectura.
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