La herida innombrable de ?frica
ADDIS ABEBA (Etiop¨ªa). "Lleva ocurriendo desde el principio de los tiempos. Sabemos de un pergamino hallado junto a una momia en Egipto que hac¨ªa referencia a esta lesi¨®n. Pero las mujeres que la sufren viven escondidas. Se averg¨¹enzan de ella, as¨ª que no salen ni se hacen visibles a la sociedad. Sufren en silencio y no se quejan".
A sus 80 a?os, la australiana Catherine Hamlin sigue operando diariamente a pacientes v¨ªctimas de esa herida inmencionable.
Lo lleva haciendo desde que ella y su esposo, el difunto Reg Hamlin, ginec¨®logo y cirujano como ella, llegaron a Etiop¨ªa en 1959 y, sobre todo, desde que ambos fundaron en 1975 el ¨²nico hospital en el mundo que se ocupa en exclusiva de la llamada f¨ªstula obst¨¦trica, una de las lesiones m¨¢s devastadoras y desconocidas, pese a que, seg¨²n estimaciones consideradas bajas, la sufren dos millones de mujeres.
Desde que abri¨® sus puertas hace 30 a?os, el hospital de F¨ªstulas de Addis Abeba ha curado a m¨¢s de 24.000 j¨®venes. La media actual es de 1.200 operaciones al a?o
Durante el resto de su vida, Tirunesh tendr¨¢ que llevar consigo una bolsa conectada a su cuerpo en la que se depositar¨¢ la orina
?Sobrevivi¨® el ni?o? -No, naci¨® muerto. Fui muy infeliz. Sola todo el d¨ªa. Goteaba todo el rato. -?Cu¨¢ntos a?os tienes? -Quince.
La joven no puede tener una vida normal, as¨ª que le construyen una caba?a en la que vive aislada y marginada, sin saber quiz¨¢ que puede ser curada
"Los milicianos robaron a todos y dijeron al ch¨®fer: 'Nos quedamos con estas cinco'. Llegamos a unas caba?as y se turnaron para violarnos toda la noche"
La OMS estima que hay dos millones de mujeres en el mundo viviendo con esta dolencia. Otras organizaciones creen que la cifra es demasiado baja
La f¨ªstula se produce como consecuencia del parto con complicaciones, cuando la mujer trata de dar a luz durante d¨ªas sin asistencia m¨¦dica y no puede expulsar al beb¨¦, debido a que su pelvis es peque?a y no permite el paso de la criatura, o a que ¨¦sta est¨¢ mal colocada.
En su lucha por salir al mundo, el beb¨¦ presiona durante d¨ªas y deja sin riego sangu¨ªneo los tejidos atrapados entre su cabeza y los huesos p¨¦lvicos. Los tejidos sufren necrosis y dan lugar a un agujero, o f¨ªstula, entre el cuello vaginal y la vejiga o el ano. A partir de ah¨ª, la orina o las heces, o ambos, se cuelan sin control por la vagina.
"Los partos con complicaciones ocurren en todo el mundo. El 5% de las mujeres necesita ayuda para alumbrar al beb¨¦", dice la doctora. Pero en Occidente, la mayor¨ªa acude a dar a luz a un hospital y, si se presentan problemas, se les practica una ces¨¢rea.
Sentada en la sala de reuniones del hospital de F¨ªstulas de Addis Abeba, Hamlin prefiere no entrar en tecnicismos m¨¦dicos. Quiere contar una historia basada en la experiencia de miles de pacientes que han pasado por sus manos en casi cinco d¨¦cadas.
"Digamos que es una chica de 16 o 17 a?os", explica. "Nadie le ha dicho qu¨¦ debe esperar del parto, as¨ª que llega a ¨¦ste con cierta aprensi¨®n, espera que sea r¨¢pido, s¨®lo est¨¢n las mujeres del pueblo para ayudarla. Pasan los d¨ªas y el beb¨¦ no sale, ella est¨¢ exhausta y desesperada. Finalmente, el ni?o muere y, una vez muerto, se contrae, los huesos se ablandan y la joven consigue expulsarlo. As¨ª que ha perdido a su deseado beb¨¦ y piensa: 'Bueno, quiz¨¢ pueda tener otro'. Est¨¢ agotada y se va a dormir. Pero despierta a un horror incluso mayor y quiz¨¢ desea haber muerto con el ni?o. Encuentra la cama encharcada en orina, quiz¨¢ en heces, y se da cuenta de que no puede controlar los desechos de su cuerpo. Piensa que quiz¨¢ si se queda muy quieta, al d¨ªa siguiente todo acabe, pero no es as¨ª. La casa comienza a oler. Su marido regresa del campo y pregunta por qu¨¦ huele mal, y ella le explica que no puede controlarlo. ?l se mantiene a su lado, probablemente la ama, pero despu¨¦s de unas semanas concluye que no lo soporta y la devuelve a su familia. ?sta tambi¨¦n la quiere, porque es su hija, pero se encuentran con el mismo problema. Tienen otros hijos y vecinos que vienen a tomar caf¨¦, no pueden llevar una vida normal, as¨ª que finalmente le construyen una caba?a en alg¨²n lugar de su peque?a parcela y esta joven vive all¨ª sola. Ah¨ª se quedar¨¢, marginada, hasta que pueda ser curada, si es que averigua que puede ser curada".
Los Hamlin llegaron a Etiop¨ªa tras responder a un anuncio de la revista m¨¦dica The Lancet que solicitaba especialistas en obstetricia para montar una escuela de matronas en Addis Abeba. El contrato era por tres a?os. Nunca regresaron a Australia.
Desde que abri¨® sus puertas hace 30 a?os, el hospital de F¨ªstulas de Addis Abeba ha curado a m¨¢s de 24.000 j¨®venes. La media actual es de 1.200 operaciones al a?o. Hay 60 camas hospitalarias y otras tantas para pacientes en espera. "Siempre est¨¢ lleno", afirma Hamlin.
El hedor tan temido por las pacientes apenas se nota. Hay muchas plantas, una escrupulosa limpieza. Algunas ni?as portan un cat¨¦ter. Pero en algunos pasillos s¨ª se observan las huellas de unos pies mojados o peque?os regueros de orina que dibujan un min¨²sculo r¨ªo al deslizarse despacio por la rampa para sillas de ruedas.
Tsehay est¨¢ en la cama, en la sala de preoperatorio. Lleva all¨ª 20 d¨ªas. "Vine para recibir tratamiento cinco meses despu¨¦s de dar a luz". ?Sobrevivi¨® el ni?o? "No, naci¨® muerto". ?C¨®mo fueron esos meses? "Muy infelices: estaba sola todo el d¨ªa, no pod¨ªa hacer nada, goteaba todo el rato". ?Cu¨¢ntos a?os tienes? "Quince".
Hay j¨®venes que pasan meses en el hospital. La f¨ªstula no es su ¨²nica herida. En un 60% de los casos, la presi¨®n del beb¨¦ tambi¨¦n da?a los nervios que mueven los m¨²sculos de las extremidades y, como consecuencia, la mujer no puede caminar correctamente. Otras no pueden andar porque han pasado a?os acostadas. Sus piernas se han anquilosado. Necesitan rehabilitaci¨®n y fisioterapia.
"Hay clases de alfabetizaci¨®n. Estar sentada esperando sin hacer nada no es bueno", dice Ejigayehu Wolde, jefa de las matronas. "As¨ª, cuando salen del hospital saben leer y escribir. Tambi¨¦n aprenden punto y se ense?a la Biblia".
El primer hospital de f¨ªstula existi¨® en Nueva York en 1850. Entonces se daban casos en todo el mundo. Pero en Europa y Estados Unidos estos centros desaparecieron a principios o mediados del siglo pasado, paralelamente a la mejora de la atenci¨®n sanitaria. Hoy, la lesi¨®n sigue prevaleciendo en pa¨ªses pobres, especialmente en ?frica Subsahariana, y en algunos pa¨ªses de Asia.
En ?frica, la proporci¨®n de partos con complicaciones es grande. Toda una serie de factores contribuyen a ello. Para empezar, las mujeres son casadas -y procrean- mucho m¨¢s j¨®venes, a menudo cuando son todav¨ªa ni?as y su cuerpo no est¨¢ preparado para tener hijos.
Su pelvis puede ser peque?a a causa de un par¨®n del crecimiento ocurrido en su infancia, como consecuencia de la malnutrici¨®n o de una enfermedad, como la poliomielitis o la tuberculosis. Ambas son viejas conocidas en ?frica.
A todos estos factores se a?ade el bajo nivel de educaci¨®n de las mujeres y su situaci¨®n de sumisi¨®n. "Son ni?as analfabetas, que no entienden lo que les ha pasado, creen que es una maldici¨®n de Dios", dice Hamlin. Y a?ade: "En el campo, una mujer no vale nada, es una ciudadana de segunda clase y no tiene voz sobre su vida, no puede decidir que no quiere casarse, o que desea recibir educaci¨®n".
Tampoco puede decidir si quiere o no tener hijos o en qu¨¦ momento, y una vez embarazada, ser¨¢ el marido o la familia quienes decidir¨¢n por ella si debe acudir a un hospital.
Probablemente opten por dar a luz en casa, pues no pueden costearse el tratamiento m¨¦dico. Pero incluso si pudieran, ?a cu¨¢ntas horas andando est¨¢ el ambulatorio m¨¢s cercano? Y ?tiene el centro personal cualificado para hacer una ces¨¢rea, el ¨²nico modo de prevenir la muerte del beb¨¦ y la consiguiente f¨ªstula?
El coste de reparar la lesi¨®n oscila entre los 75 y los 300 euros, y el 90% de las operaciones concluye con ¨¦xito. Pero no todos los casos pueden ser curados. Tirunesh, por ejemplo, yace en otra de las camas. Su vejiga, explica la matrona, ha quedado destrozada y no puede reconstruirse. "Era mi primer parto y ven¨ªan gemelos", dice la joven de 24 a?os. "Mi marido me abandon¨®. A las tres semanas se volvi¨® a casar. Tambi¨¦n mi padrastro dej¨® a mi madre porque no quer¨ªa vivir conmigo".
Durante el resto de su vida, Tirunesh tendr¨¢ que llevar consigo una bolsa conectada a su cuerpo en la que se depositar¨¢ la orina. Es muy probable que sea transferida, si ella lo desea, a Desta Mender, que en idioma amh¨¢rico significa Aldea de la Alegr¨ªa. Este poblado de 10 caba?as, construido en 2000 a 12 kil¨®metros del hospital, acoge a pacientes de larga duraci¨®n o incurables. Las mujeres que all¨ª viven van a la escuela, fabrican artesan¨ªa y se mantienen a s¨ª mismas. Una huerta y una granja en la misma parcela proveen al hospital con algunos alimentos.
El hospital de Addis Abeba se ha convertido tambi¨¦n en la instituci¨®n l¨ªder en formaci¨®n de m¨¦dicos para tratar esta dolencia. M¨¢s de 100 ginec¨®logos y cirujanos que trabajan en Nigeria, Sud¨¢n, Malaui, Tanzania, Kenia, India, Pakist¨¢n o Bangladesh han pasado por aqu¨ª.
Tom Raassen es uno de ellos.
El marat¨®n del doctor Raassen
GARISSA (Kenia)
. Treinta mujeres esperan en silencio a la entrada del quir¨®fano del hospital provincial de Garissa, en el este de Kenia. Por los corredores al aire libre que comunican las distintas alas del centro pulula y berrea una cabra que ha debido de colarse a trav¨¦s de alg¨²n agujero en la valla del centro. Una a una, las j¨®venes van pasando para que el doctor Raassen las examine, antes de decidir los casos m¨¢s urgentes que ser¨¢n operados al d¨ªa siguiente.
"?Cu¨¢l es la historia de esta ni?a?", pregunta Raassen, que trabaja desde 1990 con la Fundaci¨®n para la Medicina y la Investigaci¨®n en ?frica (AMREF en ingl¨¦s), una de las ONG m¨¦dicas de mayor envergadura en el continente. "Musilima, de 20 a?os, dio a luz en casa, a los seis d¨ªas fue llevada a un hospital y expuls¨® un beb¨¦ muerto. Desde entonces tiene fiebre alta e incontinencia", le responde un asistente leyendo la ficha m¨¦dica.
"Veamos", dice Raassen. "Tiene da?os importantes". Y le pide en suajili a la chica que tosa.
"Kohoa, kohoa", y ella tose.
"Ah¨ª est¨¢ la f¨ªstula. ?Puedes verla ah¨ª arriba?".
Desde que en 1992 se especializ¨®, Raassen visita al a?o 80 hospitales en el este africano, dentro de un programa de AMREF de asistencia a centros m¨¦dicos situados en lugares remotos. ?stos son alertados con antelaci¨®n y tienen a las v¨ªctimas preparadas. En dos d¨ªas de marat¨®n quir¨²rgico, la mitad de las casi 30 mujeres de Garissa ve su lesi¨®n reparada.
La Organizaci¨®n Mundial de la Salud estima que hay dos millones de mujeres en el mundo viviendo con una f¨ªstula. Pero el Fondo de la ONU para la Poblaci¨®n (UNFPA) considera que las estimaciones "son demasiado bajas, ya que se basan s¨®lo en el n¨²mero de pacientes que solicitan tratamiento m¨¦dico, mientras que la gran mayor¨ªa que padece esta lesi¨®n la sufre en silencio".
Dos millones. Si una cifra tan desorbitada de j¨®venes la padece, ?por qu¨¦ entonces esta lesi¨®n es tan poco conocida? Raassen es bastante tajante: "Creo que se debe fundamentalmente a que es un problema de la mujer. Las enfermedades de transmisi¨®n sexual son tambi¨¦n un problema del hombre, porque tambi¨¦n se contagia, y claro, son bien conocidas y se est¨¢n tomando medidas. Otras enfermedades, como la tuberculosis o la malaria, afectan a toda la comunidad. La f¨ªstula es algo que afecta s¨®lo a la mujer que la sufre, y otra gente a su alrededor no siente que le concierna".
Este cirujano holand¨¦s, que comenz¨® a trabajar en ?frica en 1969, reconoce que, en cuanto a cifras de muertos, "los n¨²meros, por supuesto, son mucho mayores en afectados por el sida, la malaria o la tuberculosis". Pero hace observar que, si se considera s¨®lo el ¨¢mbito de la salud reproductiva, los n¨²meros de casos de f¨ªstula son bastante importantes, y m¨¢s teniendo en cuenta sus desoladoras consecuencias.
"Las organizaciones internacionales han tardado bastante en darse cuenta de este problema. S¨®lo en 2002, UNFPA puso este asunto en su agenda. Si piensas que los Hamlin comenzaron a operar f¨ªstulas en 1959...".
Garissa est¨¢ situada a unos 400 kil¨®metros de Nairobi, cerca de la frontera con Somalia, y la mayor¨ªa de sus habitantes son ¨¦tnicamente somal¨ªes, por lo que practican la mutilaci¨®n genital femenina. Me pregunto si el hecho de que las mujeres hayan sido mutiladas influye en algo en la aparici¨®n de esta herida.
"No, la f¨ªstula no est¨¢ relacionada con la mutilaci¨®n genital", responde Raassen. "El parto con complicaciones suele ocurrir cuando la pelvis es muy peque?a, y la mutilaci¨®n genital no afecta a los huesos p¨¦lvicos, sino a los labios vaginales y al cl¨ªtoris".
Sin embargo, Raassen apunta otras causas extremas: "Puede ocurrir como consecuencia de la violaci¨®n, especialmente de violaciones en grupo, o cuando durante ¨¦sta se introducen objetos con fuerza. Deber¨ªas ir a Congo".
"Me violaron seis hombres"
GOMA (Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo).
El 11 mayo de 2003, Alice, de 19 a?os, se dirig¨ªa a Masisi, en la provincia de Kivu Norte, para comprar patatas y venderlas en su pueblo.
El cami¨®n en el que viajaba, repleto de pasajeros, fue atacado por un grupo de milicianos. "Robaron a todos y le dijeron al ch¨®fer: 'Vete, que nos quedamos con estas cinco'. Andamos mucho por un bosque, hasta llegar a unas caba?as, y ah¨ª comenzaron a violarnos. Hicieron turnos toda la noche. Me violaron seis hombres".
Cuenta Alice que ya esa noche notaba algo raro entre las piernas. "No sab¨ªa si era esperma que sal¨ªa o qu¨¦, pero al d¨ªa siguiente nos escapamos y, mientras corr¨ªa, sent¨ªa que el agua se colaba y que estaba mojada".
Examinada en un centro de salud, los m¨¦dicos comprobaron que no hab¨ªa contra¨ªdo enfermedades de transmisi¨®n sexual. Pero respecto a la incontinencia urinaria, le dijeron que no sab¨ªan curarla. "Me fui pensando que para m¨ª todo hab¨ªa acabado y tendr¨ªa que quedarme as¨ª. Pas¨¦ un a?o aislada, lav¨¢ndome todo el rato, hasta que nos dijeron que exist¨ªa este hospital y me trajeron".
Alice ingres¨® en el hospital que la organizaci¨®n Doctors on Call for Service (DOCS) tiene en Goma, en la frontera con Ruanda. La tasa de ocupaci¨®n del centenar de camas es del 135%.
"Hace dos a?os que tratamos f¨ªstulas", explica Lyn Lusi, la encargada. "Una amiga nos habl¨® de una mujer en un hospital cercano que hab¨ªa sido violada en grupo y padec¨ªa una f¨ªstula. Nunca imaginamos que cosas as¨ª pudieran ocurrir. Nos abri¨® los ojos e intentamos buscar modos de ayudar".
En dos a?os, DOCS ha realizado m¨¢s de 500 reparaciones de f¨ªstula. Del total de 1.087 cirug¨ªas realizadas en 2004, 355 eran f¨ªstulas.
Pero Lusi afirma que esa cifra "es s¨®lo la punta del iceberg, si se piensa que nuestras asistentes sociales han identificado a m¨¢s de 2.500 v¨ªctimas de violaciones". Y todav¨ªa muchas zonas permanecen fuera del acceso humanitario.
"Congo se ha convertido en un caso extremo", dice esta brit¨¢nica de 55 a?os que lleg¨® al entonces Zaire en 1971 y est¨¢ casada con Jo Lusi, el m¨¦dico congole?o que fund¨® y dirige el hospital.
"Hay una actitud de tolerancia hacia la violencia acumulada a lo largo de muchos a?os. Cuando miran a su enemigo no ven a un ser humano, sino a un animal. No puedo pensar en otra explicaci¨®n".
Un informe de Amnist¨ªa Internacional del pasado octubre, titulado Rep¨²blica Democr¨¢tica del Congo: Violaci¨®n masiva. Tiempo de soluciones, conclu¨ªa que al menos 40.000 mujeres hab¨ªan sido violadas desde que en 1998 comenz¨® la guerra.
La firma de la paz en 2002 trajo una fr¨¢gil estabilidad y, de la mano de un mayor acceso humanitario a las v¨ªctimas, centenares de casos comenzaron a aflorar, a ser identificados.
Tusabe, por ejemplo, pas¨® dos a?os con incontinencia antes de que una asistente social facilitara su ingreso en el centro de DOCS, donde ha pasado otros dos a?os y ha sido operada cinco veces.
"Estaba en casa con mi marido y hubo un ataque. Hu¨ª con ¨¦l. Estaba a punto de parir. En la carretera me alcanzaron. Eran seis, de uniforme, abusaron de m¨ª durante toda la noche. Perd¨ª el beb¨¦. Era el primero. Enseguida vi que ten¨ªa incontinencia", recuerda la joven, de 26 a?os.
"Mi marido me rechaz¨® porque no pod¨ªa soportar una mujer que moja las s¨¢banas todo el d¨ªa. Ya tiene otra mujer. Me fui con mi familia. La gente no se me acercaba. Viv¨ªa sola en una caba?a y lavaba sin parar la ropa para quitar las heces. S¨®lo mi madre se apiadaba de m¨ª y me tra¨ªa comida".
Pese al te¨®rico cese de los combates y el establecimiento de un Gobierno de transici¨®n, un informe de Human Rights Watch del pasado marzo afirma que las mujeres siguen siendo atacadas por grupos armados, y tambi¨¦n por el Ej¨¦rcito.
En los ¨²ltimos dos a?os, M¨¦dicos Sin Fronteras ha incluido en casi todos sus proyectos en el pa¨ªs la asistencia a v¨ªctimas de violencia sexual. A los centros no s¨®lo est¨¢n llegando casos de f¨ªstula antiguos, sino tambi¨¦n recientes.
"Hubo un breve periodo de esperanza", dice Lyn Lusi, "pero en el ¨²ltimo a?o la situaci¨®n se ha vuelto a desmadrar. En esta regi¨®n, la violencia contra las mujeres es peor que nunca".
El peor sitio para ser madre
LA REP?BLICA DEMOCR?TICA DEL CONGO y Etiop¨ªa figuran entre los 10 peores pa¨ªses del mundo para ser madre, seg¨²n un ¨ªndice de 110 pa¨ªses que elabora anualmente la organizaci¨®n Save The Children. Kenia s¨®lo anda treinta puestos por arriba.
A largo plazo, la prevenci¨®n de la f¨ªstula obst¨¦trica s¨®lo puede venir como resultado de una reducci¨®n de la pobreza que derive en una mejora de la atenci¨®n sanitaria -m¨¢s hospitales, m¨¢s cerca y mejor preparados- y en un aumento del nivel educativo femenino.
"Espero que un d¨ªa la educaci¨®n se extienda y las ni?as puedan ir al colegio y decidir que no quieren casarse hasta ser m¨¢s mayores. Pasar¨¢n a?os, pero es la forma de prevenir la f¨ªstula", dice Catherine Hamlin.
Mientras ese d¨ªa llega, la doctora contin¨²a poniendo en marcha servicios que puedan contribuir a reducir su incidencia. Su ¨²ltimo proyecto pasa por construir salas con 20 camas y quir¨®fano propio en hospitales provinciales ya existentes. La primera se ha abierto ya, y hay cuatro m¨¢s previstas en otras ¨¢reas.
"Desde ellas esperamos hacer mucho trabajo preventivo, salir al campo e informar de que esta lesi¨®n se puede evitar. Y a la vez facilitar que las mujeres de esas zonas puedan ir a estos centros a operarse la f¨ªstula o a dar a luz mediante ces¨¢rea si lo precisan".
Con multitud de premios en su estanter¨ªa, el ¨²ltimo concedido en 2004 por el Fondo de la ONU para la Poblaci¨®n, y una nominaci¨®n al Premio Nobel de la Paz en 1997, esta mujer profundamente cristiana considera un regalo de Dios y un privilegio el haber podido dedicar 48 a?os de su vida a las "peregrinas de la f¨ªstula", como las llamaba su marido Reg: "Nos quedamos no por el pa¨ªs, sino por las pacientes, son estas mujeres que te tocan el coraz¨®n. Si las vieras y fueras capaz de curarlas, sabr¨ªas que es algo que realmente merece la pena. Lo m¨¢s incre¨ªble es verlas marchar hacia una nueva vida. Porque realmente empiezan de nuevo, porque sabes que si no son curadas, llevar¨¢n una existencia solitaria y marginada. ?se es el atractivo de este trabajo: crear una nueva vida para una joven".
Es cierto que, pese a lo que han sufrido, las v¨ªctimas ya curadas en el hospital de DOCS se deleitan contando lo que ahora pueden hacer. "Puedo llevar la ropa de la ma?ana a la noche, puedo ir a la iglesia, me siento muy bien", dice Alice. Algo tan sencillo como usar ropa interior, que antes no ten¨ªa sentido, supone una gran alegr¨ªa. Son esas peque?as cosas las que dan una idea de lo que la reparaci¨®n de la f¨ªstula significa para ellas.
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