Historia de dos maestras
Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s fue un d¨ªa maestra de Carmen Castro Card¨²s. Y con el correr del tiempo, la alumna se convertir¨ªa tambi¨¦n en profesora y luego en carcelera franquista. As¨ª fue la vida de dos mujeres enfrentadas por culpa de la Guerra Civil y las ideolog¨ªas.
Se conocieron en 1927 en las aulas de la Escuela Normal de Maestros de Huesca. La profesora se llamaba Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s y hab¨ªa nacido en 1889. La alumna, 20 a?os m¨¢s joven, se llamaba Carmen Castro Card¨²s. Ninguna de las dos pod¨ªa entonces imaginar que, 12 a?os despu¨¦s, sus vidas volver¨ªan a cruzarse en circunstancias bien distintas. Ocurri¨® en la madrile?a c¨¢rcel de Ventas. Al t¨¦rmino de la Guerra Civil, Carmen Castro era la directora de la prisi¨®n y Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s una m¨¢s de las miles de mujeres que hab¨ªan sido encerradas en ella por las autoridades franquistas.
Pero comencemos la historia por el principio. O, al menos, por uno de los posibles principios, que nos hace retroceder a una tarde de septiembre de 1915 en la que, paseando por Madrid, Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s se encontr¨® con una antigua compa?era de estudios. ?sta llev¨® a Mar¨ªa al Museo Pedag¨®gico, y all¨ª asisti¨® a una conferencia que le cambi¨® la vida. El conferenciante era Manuel Bartolom¨¦ Coss¨ªo, y la joven maestra no tard¨® en comprender que el tipo de escuela que aquel hombre propugnaba era el mismo con el que ella siempre hab¨ªa so?ado: una escuela en la que los ni?os disfrutaran y tuvieran m¨¢s comodidades que en su casa, y en la que, como ha escrito el profesor V¨ªctor Juan Borroy, "hubiera maestros satisfechos de serlo, amigos de los ni?os, fervientes amadores de la escuela". Esa nueva relaci¨®n entre alumnos y maestros constitu¨ªa, de hecho, uno de los pilares de la reforma educativa promovida por la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, de la que Coss¨ªo era la figura m¨¢s representativa.
Comenzaba la posguerra y proliferaban las represalias. No pas¨® mucho antes de que Mar¨ªa fuera a la c¨¢rcel
Cansada de ocultar su condici¨®n de religiosa, Carmen Castro pas¨® a la llamada zona nacional en julio de 1937
Para Mar¨ªa debi¨® de ser toda una sorpresa encontrarse al frente de la c¨¢rcel a una antigua disc¨ªpula
La Instituci¨®n defend¨ªa para la sociedad espa?ola un proyecto de regeneraci¨®n que pasaba necesariamente por la sustituci¨®n del viejo sistema educativo por uno nuevo, basado en la tolerancia, la fe en el progreso, el respeto a la libertad, valores todos ellos que Mar¨ªa compart¨ªa. No puede, por tanto, extra?ar que su vida quedara desde aquel d¨ªa estrechamente ligada a la Instituci¨®n. O a entidades dependientes de ¨¦sta: a la Escuela Superior de Magisterio, en la que estudi¨® entre 1916 y 1919; a la Residencia de Se?oritas, en la que se instal¨® despu¨¦s de que le fuera concedida una modesta beca; al Instituto-Escuela, en el que hizo sus pr¨¢cticas? Su matrimonio con Manuel Onta?¨®n y Valiente, hijo de un conocido profesor de la Instituci¨®n, no har¨ªa sino fortalecer ese v¨ªnculo.
En 1920, el mismo a?o de su boda, obtuvo Mar¨ªa una plaza de profesora en la Escuela Normal de La Laguna, y seis a?os despu¨¦s tom¨® posesi¨®n de una plaza similar en la de su ciudad natal. La Escuela Normal de Huesca no estaba ya en el convento de Santa Rosa en el que ella misma hab¨ªa estudiado, sino que se hab¨ªa trasladado al n¨²mero 9 de la calle del Padre Huesca: fue en este edificio donde por primera vez Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s y Carmen Castro coincidieron. Permaneci¨® aqu¨¦lla en la ciudad aragonesa hasta que, concluido el siguiente curso (el 1927-1928), opt¨® por regresar a Madrid, donde aprobar¨ªa unas oposiciones a la direcci¨®n de Grupos Escolares. Curiosamente, su primer destino como directora fue un centro de reciente creaci¨®n al que hab¨ªan puesto el nombre del fundador de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza, Francisco Giner de los R¨ªos.
Segu¨ªa al frente de ese Grupo Escolar cuando, en julio de 1936, el Ej¨¦rcito se rebel¨® contra el Gobierno republicano. Por las anotaciones que Mar¨ªa fue haciendo en su diario (que se publicar¨ªa en M¨¦xico en 1961) sabemos que el 8 de noviembre cay¨® una bomba sobre uno de los torreones de la escuela. Eso oblig¨® a ni?os y maestros a desalojar el edificio, que poco despu¨¦s ser¨ªa ocupado por milicianos de la columna Durruti que acababan de llegar a la capital para contribuir a su defensa. Pero los alumnos no pod¨ªan quedarse sin escolarizar, y Mar¨ªa consigui¨® la autorizaci¨®n para continuar las clases en la sede de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. A finales de marzo de 1939, las tropas de Franco entraron en Madrid. Las nuevas autoridades ordenaron que fueran ocupados los locales que los republicanos hab¨ªan abandonado en su huida.
La Instituci¨®n hab¨ªa sido declarada opuesta al Movimiento Nacional "por sus notorias actuaciones contrarias al Nuevo Estado", y Jos¨¦ Manuel Onta?¨®n, hijo de Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s, recuerda que la ma?ana del 30 de marzo se present¨® en la sede un grupo de falangistas (entre los que, curiosamente, hab¨ªa un antiguo alumno de la Instituci¨®n, hijo de alemanes de origen jud¨ªo). Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s se arm¨® de valor y, alegando que el edificio albergaba un centro oficial, trat¨® de impedirles la entrada. Pero los falangistas no hab¨ªan ido all¨ª para escuchar sus razonamientos y, tras expulsarla sin ning¨²n tipo de contemplaciones, se aplicaron a la labor de destruir cuanto hallaron a su paso: talaron los ¨¢rboles, destrozaron los muebles, quemaron los libros. El viejo sue?o de Giner de los R¨ªos de avanzar hacia una Espa?a m¨¢s culta y m¨¢s libre qued¨® en pocas horas sepultado bajo un mont¨®n de desechos y cenizas.
Comenzaba la posguerra, y en aquel Madrid del llamado A?o de la Victoria proliferaban las represalias contra los vencidos. Considerada desafecta al nuevo r¨¦gimen, no pas¨® mucho tiempo antes de que Mar¨ªa fuera a parar a la c¨¢rcel de Ventas, donde se produjo el reencuentro con su antigua alumna de la Escuela Normal de Huesca, que, en palabras del periodista Carlos Fonseca, dirig¨ªa la prisi¨®n "con mano de hierro".
?Qui¨¦n era Carmen Castro? Tercera de los siete hijos de un alto funcionario del Ministerio de Hacienda, acaso lo m¨¢s llamativo de su historia familiar es que su hermano Julio Alejandro, dos a?os mayor que ella, acabar¨ªa, en el exilio mexicano, escribiendo con Luis Bu?uel los guiones de cl¨¢sicos como Nazar¨ªn, Viridiana, Sim¨®n del desierto o Tristana. Sobre Julio Alejandro han escrito novelistas como Manuel Vicent, Vicente Molina Foix o Ant¨®n Castro, y por la biograf¨ªa que Rom¨¢n Ledo acaba de dedicarle sabemos que su padre manten¨ªa relaciones de amistad con los poetas Manuel y Antonio Machado y que la familia pertenec¨ªa "a la estirpe de la 'Espa?a l¨²cida', hijos de su tiempo, tangencialmente emparentados con el ideario de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza". De hecho, los dos hijos mayores del matrimonio, Santiago y Julio Alejandro, tuvieron como preceptor a Jes¨²s Abad, que en 1927 coincidir¨ªa con Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s en el claustro de profesores de la Escuela Normal de Huesca (y que durante la Segunda Rep¨²blica ser¨ªa alcalde de la ciudad y director de esa escuela). Y en 1915, cuando los Castro, siguiendo al cabeza de familia a su nuevo destino profesional, abandonaron Huesca para instalarse en Madrid, la peque?a Carmen estudi¨® dos a?os en la Instituci¨®n, antes de ser matriculada en las Escolapias.
Los expedientes de Carmen Castro depositados en los archivos de la Direcci¨®n General de Instituciones Penitenciarias e Hist¨®rico Provincial de Huesca, as¨ª como el testimonio de su hermana Matilde, que ahora tiene 90 a?os, permiten reconstruir su trayectoria. Tras concluir el bachillerato, estudi¨® Farmacia en Madrid y se orden¨® teresiana. Siguiendo instrucciones de la congregaci¨®n, en 1927 se matricul¨® en Huesca de las asignaturas que le faltaban para terminar Magisterio. Durante los a?os siguientes tuvo, pues, que viajar con frecuencia a su ciudad natal, en la que en 1932 obtuvo el t¨ªtulo de maestra nacional. Entretanto, trabaj¨® como inspectora farmac¨¦utica municipal y como maestra en la localidad madrile?a de Villanueva de la Ca?ada, y en 1935 gan¨® unas oposiciones para ingresar en el Cuerpo de Prisiones como maestra de instrucci¨®n primaria.
Tras el estallido de la Guerra Civil trabaj¨® como farmac¨¦utica en el hospital de sangre que las mujeres de Manuel Aza?a y de Santiago Casares Quiroga organizaron en la sede del Instituto Oft¨¢lmico, hospital en el que tambi¨¦n colaboraron su hermana Matilde y una jovencita llamada Mar¨ªa Casares que con los a?os se convertir¨ªa en una conocida actriz. La familia Castro, aunque de hondas convicciones religiosas, nunca hab¨ªa ocultado sus simpat¨ªas por el partido de Aza?a, Izquierda Republicana, y debido a ello pudo esconder en su casa a varios amigos de ideolog¨ªa derechista que se sent¨ªan perseguidos.
A las actividades de Carmen Castro durante la guerra se refiere Carlos Fonseca cuando, en su libro Trece rosas rojas, dice que "desde el primer momento colabor¨® con la Quinta Columna organizada por la Falange clandestina en la capital para ayudar a los militares insurrectos". Su contacto era el alem¨¢n Felix Schlayer, por aquel entonces c¨®nsul de Noruega y poco despu¨¦s autor del libro Diplom¨¢tico en el Madrid rojo, acaso el principal de los testimonios escritos que documentan la matanza de Paracuellos de Jarama.
Despu¨¦s de colaborar en el hospital de sangre, Carmen Castro se incorpor¨® como funcionaria de prisiones a un edificio de la plaza de las Comendadoras habilitado como c¨¢rcel de mujeres; all¨ª se las arreglaba para administrar clandestinamente la comuni¨®n entre las presas y, cada vez que una monja era excarcelada, avisaba a Schlayer para que enviara un veh¨ªculo del consulado a recogerla a la prisi¨®n y de este modo le ahorrara posibles encuentros con milicianos exaltados.
Cansada de ocultar su condici¨®n de religiosa, Carmen Castro pas¨® a la llamada zona nacional en julio de 1937, y cuatro a?os despu¨¦s el propio Schlayer dar¨ªa testimonio de los servicios que durante ese a?o hab¨ªa prestado a la causa nacional, entre los que destaca "el haber impedido que se efectuase en la prisi¨®n de Conde de Toreno una 'saca' para fusilar a un grupo de damas de Espa?a". Hasta la conclusi¨®n de la guerra, Carmen Castro trabaj¨® sucesivamente en las prisiones de San Sebasti¨¢n, Saturrar¨¢n y Santander. Fue en esta ciudad donde, poco antes de la entrada en Madrid de las tropas de Franco, se le notific¨® que el jefe del Servicio Nacional de Prisiones, M¨¢ximo Cuervo, la hab¨ªa nombrado directora de la c¨¢rcel de Ventas.
Con el advenimiento de la Rep¨²blica se hab¨ªa puesto en marcha un plan de modernizaci¨®n penitenciaria que buscaba facilitar la reinserci¨®n social de las reclusas. El de Ventas, inaugurado en 1933, era uno de los centros pioneros de ese plan, seg¨²n el cual cada una de las internas deb¨ªa disponer de una celda individual. Su capacidad m¨¢xima era de 450 personas. Para el verano de 1939, el n¨²mero de internas superaba ya las 10.000, y al hacinamiento hab¨ªa que a?adir problemas de falta de higiene, insalubridad y subalimentaci¨®n que convert¨ªan aquella c¨¢rcel en un aut¨¦ntico infierno.
En la prisi¨®n exist¨ªa una secci¨®n especial para las presas m¨¢s j¨®venes. Ocupaba una sala de algo m¨¢s de 100 metros cuadrados, y en ella hac¨ªan su vida cerca de un centenar de chicas, que por la noche extend¨ªan sus petates en el suelo para dormir y durante el d¨ªa trataban de burlar la vigilancia de su cuidadora, una funcionaria de prisiones apodada La Zapatitos. La octogenaria Mari Carmen Cuesta, que en la actualidad reside en Valencia, fue una de las chicas que vivieron en esa secci¨®n, y recuerda c¨®mo aprovechaban la menor distracci¨®n de La Zapatitos para salir a las galer¨ªas de la c¨¢rcel y encontrarse con sus amigas mayores, a las que intentaban entretener con improvisadas sesiones de claqu¨¦.
Mari Carmen Cuesta, que entonces ten¨ªa 15 a?os, hab¨ªa sido detenida junto a su amiga Virtudes Gonz¨¢lez. ?sta, de 18, fue una de las que m¨¢s tarde ser¨ªan conocidas como las Trece Rosas, 13 j¨®venes que en agosto de 1939 fueron condenadas a muerte y ejecutadas por el simple hecho de haber militado durante la guerra en las Juventudes Socialistas Unificadas. En la secci¨®n de menores de la prisi¨®n convivi¨® Mari Carmen Cuesta con tres de las Trece Rosas (Martina Barroso, Anita L¨®pez Gallego y Victoria Mu?oz), y recuerda la consternaci¨®n y rabia que sinti¨® cuando vio c¨®mo una guardiana las despert¨® a medianoche para conducirlas junto a las otras diez hasta las tapias del cementerio del Este, donde fueron fusiladas.
?C¨®mo vivi¨® aquello Carmen Castro, a la que Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s y otras como ella hab¨ªan tratado de transmitir los ideales de la Instituci¨®n, su fe en la construcci¨®n de un mundo m¨¢s libre y m¨¢s justo? Por testimonios de antiguas reclusas sabemos que Carmen Castro declin¨® hacer compa?¨ªa a las 13 chicas mientras escrib¨ªan sus cartas de despedida en la capilla de la c¨¢rcel. Seg¨²n cuenta la socialista ?ngeles Garc¨ªa-Madrid en R¨¦quiem por la libertad, esa ausencia pudo deberse a su precario estado de salud: su d¨¦bil coraz¨®n dif¨ªcilmente habr¨ªa soportado "aquel engendro de justicia". La directora de la prisi¨®n no estaba pasando, en todo caso, una buena temporada: no mucho tiempo antes, su madre hab¨ªa muerto de bronconeumon¨ªa en una residencia de religiosas en Zaragoza.
La propia Garc¨ªa-Madrid recuerda unas palabras supuestamente pronunciadas por Carmen Castro a prop¨®sito de una ejecuci¨®n anterior, la de dos hermanas acusadas de haber denunciado a un falangista. "Yo misma las he colocado esta ma?ana en el pared¨®n. Los delitos de sangre hay que ahogarlos en sangre", habr¨ªa dicho. Sin embargo, seg¨²n su hermana Matilde, fueron las propias condenadas las que le suplicaron que las acompa?ara en sus ¨²ltimos momentos, en los que "quer¨ªan ver una cara amiga", y aquel d¨ªa Carmen Castro regres¨® a la casa familiar en un estado de desolaci¨®n absoluta. Bendijera o no la pol¨ªtica de venganza adoptada por las nuevas autoridades, lo cierto es que Carmen Castro no tuvo valor para mirar a los ojos de esas 13 inocentes que estaban a punto de ser asesinadas. Pero acaso lo m¨¢s oscuro de este episodio sea que Carmen Castro ni siquiera lleg¨® a tramitar las solicitudes de conmutaci¨®n de la pena capital para las condenadas. La sentencia se conoci¨® el 3 de agosto, y hasta el 13, ocho d¨ªas despu¨¦s del fusilamiento, no llegaron las peticiones de clemencia al cuartel general de Franco, que se limit¨® a anotar en sus m¨¢rgenes la E de "Enterado".
Aunque, seg¨²n algunas fuentes, Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s estaba ya en Ventas cuando se fusil¨® a las Trece Rosas, lo cierto es que su ingreso en la prisi¨®n no se produjo hasta mediados de septiembre. Para Mar¨ªa debi¨® de ser toda una sorpresa encontrarse al frente de la c¨¢rcel a una antigua disc¨ªpula. Una disc¨ªpula, por otro lado, que no dejaba de reconocerle cierta autoridad moral. Seg¨²n el testimonio de una reclusa recogido por Tomasa Cuevas, a Carmen Castro "le impresion¨® ver all¨ª a aquella mujer, con lo que val¨ªa y la labor que hab¨ªa hecho toda su vida".
Al parecer, la directora de la prisi¨®n ofreci¨® a su ex profesora la posibilidad de convertirse en una reclusa de confianza, lo que habr¨ªa aliviado la dureza de sus condiciones de vida. Mar¨ªa (o do?a Mar¨ªa, como aluden a ella quienes la conocieron en Ventas) rechaz¨® la oferta y, a cambio, pidi¨® que se habilitara una zona de la c¨¢rcel para las mujeres que viv¨ªan con hijos peque?os y que se convirtiera la secci¨®n de menores en una escuela para las presas j¨®venes. Carmen Castro accedi¨® a ambas peticiones, y la propia do?a Mar¨ªa, ayudada por una maestra llamada Rafaelita, se encarg¨® de dirigir la que fue bautizada como Escuela de Santa Mar¨ªa. A finales de ese septiembre, tras medio a?o de detenci¨®n, ingres¨® en la c¨¢rcel de Ventas la comunista Matilde Landa, que durante la contienda hab¨ªa colaborado activamente con el Socorro Rojo Internacional. Aunque era quince a?os m¨¢s joven que do?a Mar¨ªa, las estrechas vinculaciones de ambas con la Instituci¨®n Libre de Ense?anza hab¨ªan hecho que surgiera entre ellas una buena amistad, hasta el punto de que, cuando estall¨® la guerra, tres de los hijos de do?a Mar¨ªa estaban pasando una temporada en una playa gallega junto a la hija, cuatro sobrinos y una hermana de Matilde.
Las ejecuciones de presas de Ventas no cesaron tras el fusilamiento de las Trece Rosas. Seg¨²n Fernando Hern¨¢ndez Holgado, llegaron a alcanzar la cifra de 78, y bastantes de ellas fueron compa?eras de Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s y de Matilde Landa durante los meses que permanecieron recluidas. En su biograf¨ªa de Matilde Landa, David Ginard i F¨¦ron afirma que el hecho de que no se hubieran tramitado a tiempo las solicitudes de conmutaci¨®n de las Trece Rosas fue lo que le hizo concebir la idea de crear dentro de la prisi¨®n un peque?o departamento de apoyo legal a las condenadas. La "oficina de penadas", que empez¨® a funcionar pese a las iniciales reticencias de Carmen Castro, estaba situada en la celda de la propia Matilde, y su ¨²nico mobiliario lo constitu¨ªan unos cajones de madera y una m¨¢quina de escribir. En aquella celda se asesoraba a las condenadas para que pudieran elevar recursos y solicitar avales, y entre la media docena de internas que desde el primer momento colaboraron con Matilde Landa estaba, c¨®mo no, Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s, que dedicaba a esa actividad el tiempo que le dejaba libre su labor al frente de la Escuela de Santa Mar¨ªa.
La oficina sigui¨® en funcionamiento hasta que, en agosto de 1940, se traslad¨® a Matilde Landa a la prisi¨®n de Palma de Mallorca (donde fue sometida a tales presiones que acab¨® suicid¨¢ndose). La colaboraci¨®n de Mar¨ªa S¨¢nchez Arb¨®s hab¨ªa cesado con su excarcelaci¨®n, en diciembre de 1939. Dos a?os despu¨¦s fue absuelta por un tribunal militar, pero tambi¨¦n expulsada del magisterio, y no ser¨ªa rehabilitada hasta julio de 1952, al parecer gracias a las gestiones de un hombre pr¨®ximo al r¨¦gimen a cuyo hijo daba clases particulares. Muri¨® en 1976.
En cuanto a Carmen Castro, fue nombrada en 1940 inspectora central de Prisiones, y muchas de las mujeres que la hab¨ªan conocido en Ventas se reencontraron con ella en sus posteriores destinos penitenciarios: Mari Carmen Cuesta la recuerda en Girona, dando instrucciones a las monjas de la c¨¢rcel para convertir el huerto en una cancha de baloncesto. Cuando, en enero de 1948, muri¨® con s¨®lo 38 a?os, era la responsable de la Secci¨®n de Redenci¨®n de Penas por el Esfuerzo Intelectual.
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