En las entra?as de Toledo: un universo subterr¨¢neo de termas romanas, pozas isl¨¢micas y ba?os jud¨ªos
Los vecinos del centro hist¨®rico abren los s¨®tanos de sus casas para que 200.000 visitantes se sumerjan cada a?o en las distintas urbes que subsisten bajo el suelo
¡°Si llevan un par de horas en Toledo, se habr¨¢n dado cuenta de que no van a descubrir esta ciudad en un d¨ªa¡±. En la c¨¦ntrica plaza Amador de los R¨ªos, mientras varios j¨®venes se turnan al piano interpretando mel¨®dicas y reconocibles partituras de Ludovico Einaudi ¡ªse celebra el programa Pianos en la calle¡ª, una gu¨ªa de turismo rebaja las expectativas de un grupo de visitantes, hasta ese mismo instante ansiosos por comerse (tur¨ªsticamente hablando) la antigua capital imperial de un solo bocado. En absoluto lo van a conseguir. Y no ya porque la metr¨®poli, patrimonio de la humanidad desde 1986, disponga de un centenar de edificios protegidos en su casco hist¨®rico. La verdadera raz¨®n es que los toledanos les han reservado un cr¨ªptico regalo, una sorpresa dif¨ªcil de intuir.
¡°Antes la gente se iba de Toledo sin conocerla al completo¡±, apunta la arque¨®loga Soledad S¨¢nchez-Chiquito. Porque lo que ignoran los inocentes forasteros es que, mientras escuchan atentamente a su cicerone, bajo los pies ¡ªa cuatro o cinco metros de profundidad¡ª yacen los restos p¨¦treos de las antiguas termas imperiales romanas, que se extienden por m¨¢s de 3.000 metros cuadrados. Y este es solo un ejemplo de las distintas urbes que subsisten ah¨ª abajo.
En una esquina de la plaza, a unos pocos pasos, comenzar¨¢n a palpar esa otra realidad arqueol¨®gica, semioculta, en un espacio oportunamente musealizado por el Consorcio de la Ciudad de Toledo. Para seguir explorando el fragmentado balneario pueden visitar la reciente excavaci¨®n practicada en el oratorio de San Felipe Neri, justo al lado. Pero si quieren continuar la ruta y recorrer, por ejemplo, los inquietantes pasadizos del espacio Thermae (donde se aprecian los conductos por los que faenaban los operarios, los esclavos¡), deber¨¢n introducirse en las casas de los vecinos. S¨ª, entrar en el portal del vecindario, descender y recorrer los s¨®tanos.
¡°Toledo es un yacimiento arqueol¨®gico: lo que la hace diferente es que la gente vive en ¨¦l¡±, revela S¨¢nchez-Chiquito, directora de gesti¨®n patrimonial del citado organismo, que ha revolucionado las entra?as toledanas en las ¨²ltimas dos d¨¦cadas, haciendo emerger un subsuelo (hoy visitable) donde el pasado convive con el presente. Donde carpetanos, romanos, visigodos, musulmanes, jud¨ªos y cristianos cohabitan en un id¨¦ntico plano temporal. Donde cada monumento es, sostiene, ¡°una lecci¨®n de historia¡±.
Apenas a dos minutos a pie, recorriendo el callej¨®n de San Gin¨¦s, aguardan las populares Cuevas de H¨¦rcules. En realidad, m¨¢s all¨¢ del aura mitol¨®gica que le otorga el nombre, se trata de un antiguo dep¨®sito que abastec¨ªa de agua potable a la Toletum romana. ¡°Actualmente, el agua que bebemos procede de los pantanos y est¨¢ verde. Por eso, la pasamos por unos filtros y sabe a cloro. ?Eso los romanos no lo admitir¨ªan! El agua corriente durante el Alto Imperio, cuando se utilizaban pozos decantadores para purificarla, ten¨ªa incluso m¨¢s calidad que la actual¡±. El entusiasta apunte corresponde a Juan Manuel Rojas, arque¨®logo natural de Sonseca formado entre las profundidades toledanas, director del c¨¦lebre yacimiento de Guarrazar (a 13 kil¨®metros de la capital). Al interior de la cisterna accede un constante goteo de turistas, descendiendo por una angosta escalera met¨¢lica en forma de caracol. Ah¨ª abajo les aguarda una apasionante lecci¨®n pr¨¢ctica sobre la avanzada t¨¦cnica constructiva de los romanos: c¨®mo dotaban al dep¨®sito de sillares gigantes (opus quadratum) para retener el agua, revest¨ªan sus paredes con una mezcla de piedras y cal (opus caementicium) e impermeabilizaban el estanque con un fin¨ªsimo cemento (opus signinum).
Mastod¨®nticos espejos cubren los vanos de los rotundos arcos de granito que dividen la cisterna. Tal y como sostiene Rojas, siguiendo un modelo que se repetir¨¢ constantemente en los subterr¨¢neos, la estructura se levant¨® para soportar los cimientos de un templo paleocristiano, que luego fue mezquita y finalmente, tras la Reconquista, una iglesia dedicada a san Gin¨¦s. Ante los cristales, m¨¢s de un visitante sucumbe a la tentaci¨®n de hacerse un selfi aprovechando su propio reflejo. Ni siquiera se atreven a imaginar, en cambio, que al otro lado del vidrio podr¨ªan encontrarse una bombona de butano, un brasero o, amarilleando, antiguos apuntes de primero de carrera que se acumulan en un s¨®tano particular.
Aunque parece inveros¨ªmil, el arquitecto Jes¨²s Corroto corrobora esta paradoja mostrando en su tableta electr¨®nica una fotograf¨ªa que ilustra el caos propio de cualquier trastero privado. Este, eso s¨ª, entre muros romanos. En una amplia y moderna sala de reuniones, el gerente del Consorcio de la Ciudad de Toledo hace pedagog¨ªa de los logros de esta instituci¨®n, cuyo cuartel general se sit¨²a, c¨®mo no, en el centro hist¨®rico. Un entorno donde ¡°antes, los vecinos tapaban los restos arqueol¨®gicos que encontraban en las viviendas; ahora, en cambio, los destapan¡±, resume.
El organismo naci¨® en 2001, precisamente, para impulsar un cambio de paradigma: recuperar los espacios arqueol¨®gicos en los edificios del casco hist¨®rico mediante intervenciones y ayudas, y ponerlos a disposici¨®n del p¨²blico adquiriendo propiedades privadas, o a trav¨¦s de convenios con los titulares. ¡°Cuando hace m¨¢s de 20 a?os un vecino quer¨ªa rehabilitar su casa, exist¨ªan ciertas reticencias a descubrir ese patrimonio desconocido; hoy, nosotros, desde la arqueolog¨ªa, la restauraci¨®n o el patrimonio, desde la confianza y la gesti¨®n, lo ayudamos¡±, describe el responsable del consorcio, en el que tienen participaci¨®n las administraciones estatal, auton¨®mica, provincial y local.
¡°Hace semanas apareci¨® un arco del siglo XI en el callej¨®n de San Pedro y no se tap¨®: la propietaria llam¨® r¨¢pidamente a nuestros t¨¦cnicos para que la ayud¨¢ramos en la gesti¨®n¡±, explica. Ajenos al ruido de la c¨¦ntrica plaza de Zocodover, los espacios recuperados componen hoy un itinerario que serpentea, bajo tierra, por s¨®tanos, cuevas y pozos. Las rutas Patrimonio desconocido no solo atraen a cerca de 200.000 personas al a?o, sino que incluso tienen un impacto mayor en el visitante que los recorridos convencionales. ¡°Ah¨ª abajo desaparece la cobertura, entras en otro mundo, en otra ¨¦poca: ese universo desconocido es como buscar nuestras propias ra¨ªces¡±, cuenta Corroto.
A su lado, la responsable de gesti¨®n patrimonial ¡ª?quien reconoce que jugar de ni?a entre las ruinas del circo romano determin¨® su dedicaci¨®n profesional a la arqueolog¨ªa¡ª apunta a una de las claves de la riqueza del subsuelo de la capital multicultural. ¡°Tenemos unos antepasados que han sido muy considerados con los anteriores, aprovechando las estructuras que se encontraron para seguir construyendo encima¡±.
El resultado es lo que Soledad S¨¢nchez-Chiquito denomina ¡°patrimonio residencial¡±, un legado ¡°tan excelente como el que podamos encontrar en un museo¡±. Se refiere a los toledanos que contin¨²an viviendo en patios de cinco o seis siglos, y tambi¨¦n a quienes trabajan en casas isl¨¢micas del siglo XII, donde una mano de F¨¢tima inmortalizada en una columna los ¡°protege¡± cada d¨ªa, o incluso a quienes ponen a disposici¨®n del p¨²blico, a modo recreativo, antiguas mazmorras del siglo XV en perfecto estado de revista.
¡°Hemos llegado a tiempo¡±, corrobora el arquitecto Jes¨²s Corroto. Porque los habitantes de hoy optan por restaurar las viviendas heredadas de los abuelos ¡ªasegura¡ª en lugar de venderlas a fondos de inversi¨®n para construir pisos tur¨ªsticos, con tal de que los ni?os sigan jugando y dando vida al casco hist¨®rico. Y a?ade: ¡°En ¨¦l se levantan escuchando el sonido de las campanas de los conventos, y no el intenso tr¨¢fico de una gran urbe¡±. Quiz¨¢ sean ellos, en efecto, los m¨¢s beneficiados de ese cambio de paradigma que apuntaba el gerente de la entidad: ¡°Aqu¨ª los j¨®venes, cuando visitan las obras de recuperaci¨®n de unas yeser¨ªas del siglo XII, preguntan qu¨¦ hay que estudiar para hacer ese trabajo; prefieren ser restauradores a youtubers¡±.
¡°Esta ciudad es fruto de miles de a?os de evoluci¨®n, con un modelo en el que los elementos se han ido superponiendo: cosas que estaban al nivel de la calle pasaron, en un determinado momento, a estar en el subsuelo¡±. Sentado en un banco a la entrada del Museo del Greco, donde anta?o lo hicieron Einstein o Picasso, el arque¨®logo Jes¨²s Carrobles define en pocas palabras la compleja evoluci¨®n de la localidad y c¨®mo se ha ido desarrollando, bajo tierra, toda una trama de cuevas y b¨®vedas que ha llegado ¡ªpr¨¢cticamente congelada¡ª hasta nuestros d¨ªas.
¡°Sobre una gran urbe romana se levant¨® la corte de los reyes visigodos; despu¨¦s lleg¨® la cabeza de un reino taifa para construir la primera ciudad de Oriente en Occidente; m¨¢s adelante tuvo lugar la Toledo de la Reconquista, los traductores y la cultura, y finalmente llegaron los Trast¨¢mara, Carlos V, los conventos¡ y el turismo¡±, enumera el director de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Hist¨®ricas de Toledo. El experto atribuye precisamente parte del m¨¦rito de la conservaci¨®n de calles, edificios y subterr¨¢neos a la instituci¨®n que preside, creada en 1916, ¡°cuando todav¨ªa no exist¨ªan las leyes de patrimonio¡±.
La otra porci¨®n del m¨¦rito descansa en ¡°el orgullo c¨ªvico de los toledanos por su tierra¡± y en circunstancias afortunadas como la llegada de un personaje capital: el marqu¨¦s de la Vega-Incl¨¢n, promotor del Museo del Greco. Unidos, explica el arque¨®logo, convirtieron una capital hist¨®rica ruinosa y decadente ¡ªmuy del gusto de los viajeros rom¨¢nticos de la ¨¦poca¡ª en ¡°un destino tur¨ªstico equiparable a Brujas o Venecia¡±. Gracias a ese esp¨ªritu de respeto por el pasado, hoy se puede descender por unas escaleras y observar la espectacular b¨®veda de ladrillo de un pozo isl¨¢mico del siglo XII en la plaza de El Salvador. O colarse en casas particulares para caminar por la sala templada o la caliente (e, incluso, por los vestuarios) de alguno de los ocho ba?os de cronolog¨ªa andalus¨ª que han sobrevivido hasta nuestros d¨ªas: los del Caballel, los del ?ngel o, muy especialmente, los del Cenizal, donde hasta taquillas y letrinas se han atrevido a desafiar al tiempo.
En este punto, Jes¨²s Carrobles nos remite a Am¨¦rico Castro: ¡°Espa?a es el ¨²nico pa¨ªs que no puede explicarse sin lo sem¨ªtico¡±. En un territorio donde ¡°hubo convivencia¡±, en la que ¡°unos y otros se soportaban¡±, el director de la academia subraya la huella ¨¢rabe, pero tambi¨¦n la hebrea. ¡°Aqu¨ª se gener¨® una de las grandes juder¨ªas europeas del siglo XII, una potent¨ªsima comunidad que pervivi¨® hasta el XIV¡±, apunta. Cuando esa convivencia torn¨® en persecuci¨®n, llegaron los conversos y los criptojud¨ªos. ?Qu¨¦ mejor espacio para preservar una fe prohibida que las construcciones soterradas de las casas? Fruto de toda una vida dedicada a la arqueolog¨ªa, Juan Manuel Rojas ha llegado a la conclusi¨®n de que el ser humano se mueve por dos motivos: la necesidad de sobrevivir y sus creencias.
En los bajos de la est¨¦tica Casa del Jud¨ªo, Rojas identifica, casi en cuclillas, un sorprendente mikv¨¦, un ba?o ritual jud¨ªo. ¡°?Qu¨¦ pretenden los antepasados cuando construyen bajo tierra? Las famosas b¨®vedas sirven para buscar el nivel de calle, pero ya que tienen estos espacios, los utilizan. Es un sentido pr¨¢ctico. As¨ª, si necesitan un lugar por sus creencias, construyen un mikv¨¦¡±, argumenta el director de Guarrazar, quien ha logrado identificar, hasta ahora, entre seis y siete de estas instalaciones de car¨¢cter privado en la zona antigua.
Dicen que esta tierra es el resumen de Espa?a. Que, si alguien quisiera conocer la historia de este pa¨ªs y solo tuviera 24 horas, deber¨ªa recorrer su trazado. En realidad, es una ciudad de ciudades. Algunas son invisibles, pero est¨¢n ah¨ª. De otras, apenas nos han llegado evidencias materiales. ?C¨®mo podemos, entonces, rastrear la capital del antiguo reino visigodo? M¨¢s all¨¢ de algunos detalles dispersos (relieves, capiteles), para observar un edificio en pie, habr¨¢ que desplazarse unos 50 kil¨®metros al suroeste. En la sobrecogedora e ¨ªntima nave de la iglesia visigoda de Santa Mar¨ªa de Melque aguarda uno de los mayores divulgadores actuales de esta civilizaci¨®n tan injustamente olvidada. ¡°Igual que el Imperio Romano ten¨ªa su motor en Roma o el bizantino en Constantinopla, en otro punto del Mediterr¨¢neo hay un remedo de estas grandes capitales hist¨®ricas: es Toledo, donde est¨¢ la simiente de Espa?a¡±, sostiene Daniel G¨®mez Aragon¨¦s, autor del libro Toledo. Biograf¨ªa de la ciudad sagrada (La Esfera de los Libros, 2022). ¡°All¨ª estuvieron los reyes godos, se desarrollaron los grandes concilios toledanos, surgieron obispos que luego fueron grandes referentes, las bas¨ªlicas donde Recaredo practic¨® la conversi¨®n al catolicismo¡ Hablar de Toledo es hablar de cada uno de nosotros¡±, enfatiza.
Y, sin embargo, nada. Ni un solo edificio, ni una sola estructura. ¡°La condici¨®n de capital del reino visigodo y centro religioso exig¨ªa una infraestructura, pero ?d¨®nde est¨¢? Yo soy de los que apuestan a que el complejo palatino se situar¨ªa abajo¡±. G¨®mez Aragon¨¦s sostiene que en la Vega Baja ¡ªuna zona arqueol¨®gica acosada a?os atr¨¢s por la fiebre urban¨ªstica¡ª se levantar¨ªan edificios como las bas¨ªlicas de los ap¨®stoles Pedro y Pablo o Santa Leocadia, o el palacio real. De ah¨ª que, m¨¢s all¨¢ de recuperar e integrar los restos que est¨¢n apareciendo en esta zona junto al antiguo circo romano, el investigador propone la creaci¨®n de un centro de interpretaci¨®n donde poder ¡°imaginar¡± el pasado visigodo. Entretanto, para sentir la arquitectura de este gran reino ignorado, Aragon¨¦s remite a otras iglesias visigodas de la Pen¨ªnsula, o al indeleble prerrom¨¢nico asturiano. O quedarnos en la monumental Santa Mar¨ªa de Melque, escuchando el antiguo canto visig¨®tico moz¨¢rabe, viajando en el tiempo al lejano siglo VII. ¡°Los visigodos quisieron dejar algo para la posteridad, y ese algo est¨¢ aqu¨ª¡±, sentencia.
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