Planolandia
Atenci¨®n, llegan a nuestras vidas los televisores tridimensionales. Agua que parece que va a salpicarnos, balones que podr¨ªamos devolver de una patada si fuesen de verdad, p¨¢jaros que pasan sobre nuestras cabezas como si estuvi¨¦ramos dentro de la pel¨ªcula de Hitch-cock. Ya no tendremos que ponernos esas gafas especiales que nada m¨¢s apoyarlas en la nariz marcan la frontera entre lo que se puede tocar y lo que no, lo que es y lo que parece. Esas gafas son como el traje espacial para los astronautas, nos obligan a no olvidarnos de qui¨¦nes somos y d¨®nde estamos. Pero a partir de que esa pantalla salga al mercado la irrealidad ser¨¢ cada vez m¨¢s real y todo m¨¢s confuso. De pronto, un toro de la Feria de San Isidro aparecer¨¢ en el sal¨®n. O Bel¨¦n Esteban saldr¨¢ de su portal atraves¨¢ndome como un esp¨ªritu. O en el sof¨¢ aparecer¨¢n dos o tres cad¨¢veres del tsunami, del Katrina, de Irak o de ni?os hambrientos. No s¨¦, da un poco de miedo. Aunque a todo acabamos acostumbr¨¢ndonos. Los que disfrutan con las pelis de Freddy Kruger o de Chucky se pondr¨¢n las botas, y los anuncios no puedo ni imagin¨¢rmelos. La casa llen¨¢ndose de microc¨¢psulas de detergente o de chorros de b¨ªfidus activo. Se producir¨¢n escenas espectrales en que las mesas de plat¨® de David Cantero y Manu Carre?o se fundir¨¢n con la mesa de mi comedor y ser¨¢ como si estuvi¨¦semos comiendo juntos.
Y ?para cu¨¢ndo el olor? El olor puede ser el paso siguiente, pero tal vez no lo podamos resistir. En Navidad resultar¨ªa insoportable el aroma de un perfume tras otro. Cada cual acompa?ado de esa susurrante y babosa voz en off, siempre en franc¨¦s pornogr¨¢fico, que parece que est¨¦ diciendo, qu¨ªtate la ropa despacio. Tampoco ser¨ªa bien recibida una fabada humeante a media tarde. Woody Allen, por poner un ejemplo, del mismo modo que siempre es doblado por la misma voz, tambi¨¦n podr¨ªa oler siempre a jabones hipoalerg¨¦nicos naturales salpicados de algas machacadas. Y Paco Mart¨ªnez Soria, por poner otro ejemplo cl¨¢sico, a Var¨®n Dandy.
Las posibilidades son infinitas, el futuro ya est¨¢ aqu¨ª. Y lo veo llegar con enorme nostalgia, porque cuando algo se pierde, aunque sea para mejor, queda un cierto vac¨ªo. Quiz¨¢ por eso conserve la primera televisi¨®n que tuvieron mis padres, una Philips en blanco y negro coronada por su correspondiente aparato UHF. Est¨¢ en el garaje encima de una estanter¨ªa marcando el paso del tiempo. Y es de lo m¨¢s inquietante porque cuando uno asoma por all¨ª a buscar algo y se ve reflejado en su pantalla verdosa y espesa como un lago venusiano parece que se vea reflejado en la cuarta dimensi¨®n. Que ?c¨®mo es esta cuarta dimensi¨®n? Nuestro cerebro no puede visualizarla, as¨ª que mejor es dejar las cosas como est¨¢n. Ahora mismo estoy completamente liada con el asunto de las dichosas dimensiones.
Puede que el gran ¨¦xito de la televisi¨®n desde que se invent¨® hasta hoy radique precisamente en que nos permite contemplarnos en una realidad bidimensional, plana, desde nuestro sof¨¢ tridimensional, supuestamente m¨¢s complicado y rico. Es como si nos vi¨¦semos a nosotros mismos en un mundo m¨¢s simple y limitado, donde parece que nos sentimos bastante c¨®modos. Digamos que la pantalla pertenecer¨ªa a Planolandia y nuestro sof¨¢ a Espaciolandia. Planolandia es el t¨ªtulo de un librito original, intuitivo y genial de un tal Edwin A. Abbott, escrito hace un siglo y que se viene utilizando regularmente para acercar a los chicos de forma sencilla a las matem¨¢ticas. Y lo hace como si fuese un cuento, en que los personajes son figuras geom¨¦tricas. Los puntos y rayas de Linelandia son incapaces de imaginar los cuadrados, c¨ªrculos, tri¨¢ngulos, de Planolandia, que tienen lados y pueden moverse en m¨¢s direcciones. Y a su vez estos habitantes no pueden concebir un mundo dotado de altura y profundidad, que ser¨ªa Espaciolandia, donde existen cuerpos como la esfera. Hay que imaginarse a la esfera penetrando en Planolandia y revelando que existe un mundo en tres dimensiones. O al cuadrado siendo abducido y llevado a Espaciolandia donde se encontrar¨ªa mareado, aturdido y no podr¨ªa comprender nada hasta que sus facultades se fuesen haciendo a la nueva realidad. La conclusi¨®n que sacamos es que la realidad puede ser tan simple o compleja como seamos nosotros. Bush, por poner un tercer ejemplo cl¨¢sico, que nos deja perplejos con sus decisiones y comportamientos. No creemos que lo haga con mala intenci¨®n, simplemente puede suceder que desde Planolandia se vean las cosas de otra manera. No todos podemos ser Picasso, que era capaz de ver a una mujer desde muchas perspectivas al mismo tiempo. ?Ay!, como creo que alguna vez dijo Mafalda, por terminar con un cuarto ejemplo cl¨¢sico, cu¨¢nto avanza la tecnolog¨ªa y qu¨¦ poco las intenciones.
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