El cine callado de Kim Ki-Duk
Hijo de campesinos, Kim Ki-Duk (Bonghwa, Corea del Sur, 1960) fue pintor, alba?il y escultor antes que cineasta. Considerado como uno de los directores m¨¢s personales e imaginativos del momento, Ki-Duk descubri¨® relativamente tarde su vocaci¨®n como cineasta: "Decid¨ª hacer cine despu¨¦s de un viaje de dos a?os que hice por Europa. Algo cambi¨® sobre mi percepci¨®n de la vida, empec¨¦ a cuestionarme muchos prejuicios con los que me hab¨ªan criado. Al volver a Corea empec¨¦ a rodar". "Para hacer pel¨ªculas", a?ade Ki-Duk, "lo importante es vivir la vida. Para m¨ª ha sido la mejor escuela".
Ki-Duk ha recibido en San Sebasti¨¢n el premio de la Asociaci¨®n Internacional de Cr¨ªticos por Hierro-3. Ayer, en la secci¨®n de Zabaltegui Perlas de otros festivales, se present¨® su nuevo trabajo: El arco. El filme narra la historia de amor de un anciano y una adolescente que, secuestrada por ¨¦l desde ni?a, vive recluida en un barco de pesca. La llegada de un joven estudiante a la embarcaci¨®n acabar¨¢ con el sue?o del anciano, que durante a?os ha esperado a que la ni?a crezca para casarse con ella. "No, no. Mi punto de vista no es el del hombre joven", advierte Ki-Duk. "Yo soy el anciano. Soy el hombre que no quiere perder su juventud y se aferra a toda costa a ella".
Segunda oportunidad
Acompa?ado en todo momento por su traductora, vestido con unos vaqueros y siempre cubierta su cabeza con una gorra, Ki-Duk no para de romper en mil pedazos un papel que sostiene entre sus manos. Su cine encierra una extra?a violencia sexual. Un humor tan inocente que resulta perverso. Un cine contenido que, seg¨²n ¨¦l, est¨¢ lleno de secretos. Ahora prepara una pel¨ªcula sobre una mujer muy bella que quiere a toda costa perder su belleza. Con la mirada seca Ki-Duk responde: "No creo que mis pel¨ªculas sean especialmente intransitables. Si no se entiende algo quiz¨¢ es que debe verse una segunda vez. Si la segunda vez tampoco ha quedado claro, dele una nueva oportunidad. Todas las pel¨ªculas encierran secretos y esos secretos se van descubriendo poco a poco".
Como ocurre en otras de sus pel¨ªculas, en El arco apenas hay di¨¢logos: "En el cine de hoy sobran palabras. Creo que para expresar lo que quiero no necesito que se hable mucho. Son los gestos lo que me importa. Preg¨²ntese qu¨¦ prefiere, ?una caricia en la mano o que le repitan diez veces te quiero? Yo tengo claro lo que prefiero".
Para el director de Primavera, verano, oto?o, invierno... y primavera es el p¨²blico europeo el que mejor entiende su cine y sus singulares historias de amor. "Supongo que las grandes producciones son una tentaci¨®n para muchos directores. No es mi caso, yo quiero preservar mi idea del cine y aceptar un gran presupuesto significar¨ªa asumir una serie de condiciones que no me interesa aceptar. Prefiero trabajar con medios limitados".
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