Neocarlistas
?Est¨¢ naufragando la estrategia gubernamental? Cuando Zapatero gan¨® por sorpresa las elecciones del 14-M, tuvo que dise?ar un programa de gobierno cargado de promesas desmedidas por dos motivos. Uno era la dudosa legitimidad de su victoria, obtenida gracias al atentado del 11-M, lo que aconsejaba cargarse de razones a?adidas para demostrar su derecho a gobernar. El otro era su debilidad parlamentaria, que le obligaba a pactar su investidura con aliados tan inc¨®modos como los independentistas catalanes. Por eso improvis¨® una estrategia quijotesca, que empezaba por la retirada de Irak y segu¨ªa por el reconocimiento de m¨²ltiples derechos civiles y sociales. Pero sin duda la estrella polar de esa estrategia, destinada a llenar de sentido la legislatura entera, era la reforma del Estado de las Autonom¨ªas, cifrada en la doble refundaci¨®n del Senado y el Estatuto catal¨¢n.
Pues bien, pese al optimismo profesional de que Zapatero hace gala, esa gran reforma auton¨®mica parece a punto de fracasar. As¨ª pudimos verlo la semana pasada con el evidente fiasco de la II Conferencia de Presidentes, que termin¨® como el rosario de la aurora como no pod¨ªa ser de otra forma, dada la chapucera precipitaci¨®n con que se improvis¨®: no s¨®lo hubo que multiplicar por tres la oferta de financiaci¨®n estatal con cargo al contribuyente (igualando el precio pedido por la oposici¨®n popular), sino que tal bajada de pantalones ni siquiera sirvi¨® para comprar el consenso auton¨®mico, que no se pudo lograr.
Y lo mismo parece a punto de suceder con la reforma del Estatuto, que si alguien no se echa atr¨¢s amenaza con irse a pique. Todo ello como consecuencia no querida de las alegres promesas del presidente, que dio carta blanca para cualquier aventurerismo federal. Y muchos se lo han tomado tan al pie de la letra, reclamando preconstitucionales derechos hist¨®ricos (como esa delirante expropiaci¨®n del Ebro por la Corona de Arag¨®n), que parece estar resucitando el foralismo carlista. Y si ciertas bromas sin gracia pueden ser piadosamente olvidadas, no sucede lo mismo con el obcecamiento de los catalanes, que contradiciendo el seny demostrado desde la Transici¨®n, hoy parecen empe?ados en echarlo todo a rodar, arrastrando con ellos al propio Zapatero. De ah¨ª que ¨¦ste, para no dejarse ahogar por el naufragio catal¨¢n, est¨¦ cambiando de apuesta estrat¨¦gica en beneficio del di¨¢logo por la paz.
?A qu¨¦ viene tan extempor¨¢neo neocarlismo catal¨¢n, que pretende desbordar la Constituci¨®n para que su Estatut parezca constituyente de un Estado-ficci¨®n, blindado por antidemocr¨¢ticos derechos hist¨®ricos? Esto tiene mucho de oportunismo, sin duda, pues dada la patente debilidad de Zapatero, ninguna ocasi¨®n como ¨¦sta para obtener de las Cortes actuales lo que el Estado espa?ol no puede dar. Pero ¨¦sa es la consecuencia perversa de la aritm¨¦tica electoral, que otorg¨® al partido bisagra de Carod Rovira un omn¨ªmodo poder arbitral. Por eso juega con dos barajas, manteniendo al mismo tiempo dos pactos incompatibles entre s¨ª: el oficial de Gobierno con el tripartito que preside nominalmente Maragall, y el extraoficial con la oposici¨®n, convalidando desde el Parlament el maximalismo de Artur Mas. Todo para seguirle el juego a CiU, que no est¨¢ dispuesta en absoluto a otorgar su consentimiento al nuevo Estatuto, y por eso busca el desbordamiento de la Constituci¨®n para hacerlo as¨ª pr¨¢cticamente imposible.
Pero si Artur Mas se carga el Estatuto, es posible que Carod se cargue el tripartito por la misma raz¨®n ¨²ltima que ambos comparten: para no perder la batalla por el mercado del voto nacionalista. En Catalu?a s¨®lo hay sitio para un solo partido nacionalista con voluntad de poder, no para dos, pues el resto del electorado est¨¢ cubierto por el PSC. As¨ª es como CiU y ERC se enfrentan en un juego de suma negativa (como el dilema de los prisioneros) en el que todos los bandos pueden salir perdiendo. Y esto significa que Catalu?a no es una naci¨®n, desgarrada como est¨¢ por particularismos tan sectarios que prefieren que el barco se hunda antes que perder su parte del pasaje.
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