Las caras de Maeso
La sospecha de una adicci¨®n a los opi¨¢ceos se escond¨ªa tras el prestigio del m¨¦dico acusado del contagio de hepatitis C en Valencia
Estaba en los papeles. S¨®lo hab¨ªa que mirar. Y Ram¨®n Border¨ªa lo hizo atentamente. Es un testigo muy especial de los casi 600 del sumario del contagio del virus de la hepatitis C a 276 personas entre 1988 y 1998 en cuatro hospitales valencianos. En enero de 1998, fecha en la que se encontraba al frente de los servicios m¨¦dicos de Telef¨®nica en Valencia, advirti¨® que tres trabajadores hab¨ªan contra¨ªdo hepatitis C despu¨¦s de pasar por los quir¨®fanos de la cl¨ªnica Casa de Salud. Id¨¦ntica situaci¨®n fue detectada por el m¨¦dico de Iberdrola. Los avisos a la Consejer¨ªa de Sanidad activaron la investigaci¨®n. La hermana Luc¨ªa, responsable del hospital cat¨®lico, dio un nombre antes siquiera de que Sanidad hubiera tomado cartas en el asunto, como recoge la instrucci¨®n. "Quiz¨¢ un anestesista sea el foco del contagio". Tres meses m¨¢s tarde, en abril de 1998 estallaba el esc¨¢ndalo. El entonces responsable de la sanidad valenciana, Joaqu¨ªn Farn¨®s, apuntaba al anestesista m¨¢s prestigioso de Valencia como responsable del brote epid¨¦mico: Juan Maeso.
La gerente de Casa de Salud ya se?al¨® a un anestesista antes de iniciarse la investigaci¨®n
El m¨¦dico ten¨ªa entonces 56 a?os. Estaba en la cumbre de su carrera profesional. Compatibilizaba la jefatura de servicio de anestesia y reanimaci¨®n del hospital maternal de La Fe con el ejercicio de la sanidad privada en la Casa de la Salud. Su prestigio era tal que sus compa?eros le buscaban. Pasaba por ser de precisi¨®n indiscutible en las epidurales. Receloso con sus t¨¦cnicas, pero dispuesto al trabajo, pr¨®ximo al paciente, "siempre ten¨ªa una palabra amable para el enfermo, les hablaba, les quitaba el miedo", afirma una enfermera.
Su imagen se hizo pedazos en instantes. Empez¨® a escribirse otro relato. ?Por qu¨¦ era el que m¨¢s trabajaba? ?Por qu¨¦ siendo jefe hac¨ªa guardias sin parar? ?Usaba ¨¦l m¨¢s anest¨¦sicos que los dem¨¢s? ?Por qu¨¦ le acusan de drogadicto? ?Pudieron permitirse pr¨¢cticas irregulares? Las respuestas a ¨¦stas y otras preguntas se desgranan en el tribunal de la secci¨®n segunda de la Audiencia de Valencia presidido por el magistrado Jos¨¦ Andr¨¦s Escribano Parre?o. Un hombre con un porte bien distinto al de sus a?os dorados de anestesista se enfrenta a una petici¨®n de pena de 2.214 a?os de c¨¢rcel. Maeso niega la mayor. "No soy un drogadicto", ha afirmado. Rechaza de plano que se pinchara los opi¨¢ceos de las anestesias y despu¨¦s, con las mismas jeringuillas, inyectara a los pacientes. Pone en duda todos los informes. Ha llegado a decir: "No s¨¦ si tengo hepatitis C". Y ha aludido a una especie de confabulaci¨®n en su contra que denomina "emanaci¨®n dirigida".
Sin embargo, el informe epidemiol¨®gico que encarg¨® la Consejer¨ªa de Sanidad deja claro que Maeso es portador del virus de la hepatitis C genotipo 1a, "con una secuencia de nucle¨®tidos que agrupa monofil¨¦ticamente con la secuencia de los casos", es decir, que su virus es el mismo que tienen los afectados. Pero adem¨¢s sugiere respuestas a los interrogantes planteados. "Hay indicios de una adicci¨®n a opi¨¢ceos", recoge el estudio, as¨ª como "una mayor probabilidad de infecci¨®n entre las personas expuestas a su actividad profesional".Juan Maeso llevaba un alto tren de vida. Casado, luego separado, con tres hijos, se permit¨ªa aficiones nada baratas: rallys en Mali, motos y coches de gran cilindrada, viajes al otro lado del mundo. El sueldo de La Fe, por muchas guardias que hiciera, no pagaba eso. Como responsable m¨¢ximo de su servicio, se lleg¨® a asignar hasta 10 y 12 guardias -lo normal son tres o cuatro- y se volc¨® en la medicina privada. A m¨¢s guardias, m¨¢s libranzas y m¨¢s tiempo para operar en centros privados, a los que facturaba a trav¨¦s de la firma Asistencia Anest¨¦sica y Cuidados Intensivos, SL. Enlazaba guardias de fin de semana con operaciones lunes y martes en cl¨ªnicas. Pese a ello, no daba s¨ªntomas de fatiga. Al preguntarle en el juicio c¨®mo era capaz de trabajar 144 horas seguidas, presumi¨® de poder hacerlo "con caf¨¦ o sin caf¨¦".
Ah¨ª es donde, para la acusaci¨®n, entra la adicci¨®n a estupefacientes: como ant¨ªdoto al cansancio. Una vez contagiado de hepatitis C, los enfermos se habr¨ªan infectado a mayor ritmo cuantas m¨¢s intervenciones privadas hizo, especialmente a partir de 1996. La secuencia para la acusaci¨®n es clara. De los 276 afectados, 46 fueron intervenidos en La Fe, 228 en la Casa de Salud (la mayor¨ªa de mutuas), uno en la Quir¨®n y uno en la Virgen del Consuelo.
Como responsable de su servicio nadie le recrimin¨® el elevado n¨²mero de guardias, ni ninguna otra cuesti¨®n. Tampoco un presunto consumo anormal de opi¨¢ceos u otras sustancias. "?Qui¨¦n le iba a decir que no cogiera esto o aquello?", afirma una enfermera que coincidi¨® con ¨¦l en la UCI. En 1995 los rumores de su adicci¨®n llegaron a la direcci¨®n, aunque tras un descanso se dio por zanjado el tema. En la Salud las cosas eran m¨¢s f¨¢ciles. "A diferencia del hospital Maternal de La Fe, donde existen sistemas de registro de informaci¨®n hospitalaria, ¨¦stos presentan insuficiencias", recoge el informe epidemiol¨®gico.
La Consejer¨ªa de Sanidad considera imposible otro caso Maeso. "Las incompatibilidades se han reforzado y hay m¨¢s control". A¨²n as¨ª, no se puede obligar a un m¨¦dico a hacerse pruebas. Se conf¨ªa en su responsabilidad.
La sombra de la Dolantina
Dolantina o Fentan¨¦s. Cualquiera de esos dos opi¨¢ceos sint¨¦ticos formaba parte de las sustancias que Maeso administraba en quir¨®fano. El Fentan¨¦s, seg¨²n el procesado, puede llegar a administrarse varias veces en una intervenci¨®n. Presuntamente, Maeso lo hac¨ªa sin cambiar la aguja. Llevaba la jeringuilla encima, en la bata, incluso cuando sal¨ªa de quir¨®fano. ?Pudo administrarse microdosis y despu¨¦s pinchar al paciente? ?Pudo hacerlo cuando iba a la habitaci¨®n del enfermo? Las acusaciones creen que s¨ª. Nadie admite haberlo visto.
El rosario de sospechas de la adicci¨®n del anestesista a los opi¨¢ceos fue investigado por la polic¨ªa por orden judicial. En los interrogatorios, los agentes encontraron referencias en el hospital Militar y en La Fe. A partir de ellas fijaron tres periodos en la vida profesional de Maeso relacionadas con "uso irregular de t¨®xicos": a principios de los ochenta, a finales de esa d¨¦cada y a primeros de los noventa. El coronel Bustamante, superior de Maeso en el hospital Militar de Valencia en los ochenta, confirm¨® los rumores sobre la prescripci¨®n abusiva de Dolantina: "Entonces, [a Maeso] se le impusieron restricciones en el acceso a t¨®xicos".
En La Fe, el silencio y la desmemoria enterraron muchas afirmaciones. Una auxiliar de quir¨®fano, liberada sindical, record¨® a la polic¨ªa una queja de dos compa?eras en la que dijeron: "Alg¨²n d¨ªa va a pasar algo. Ese se?or es un drogadicto". Los rumores forzaron una reuni¨®n de la direcci¨®n de La Fe con Maeso. Hubo gritos. Maeso lo neg¨®. Pero despu¨¦s del encuentro estuvo cuatro meses fuera. "F¨ªsicamente, est¨¢ mejor", dijeron a su vuelta los compa?eros de servicio a los responsables. ?D¨®nde estuvo?
En una reuni¨®n sobre las quejas de las enfermeras respecto a Maeso, la gerencia dijo que "ser¨ªa sometido a una cura de desintoxicaci¨®n", seg¨²n el informe policial. No consta acreditado. Son indicios.
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