"No aguanto a mi hijo"
Mi ¨²nico hijo, Daniel, es como si tuviera doce ni?os en casa". "El m¨ªo es como un saltamontes". "Pues el m¨ªo, una lagartija". "Yo voy a hablar claro ahora: no aguanto a mi hijo".
"Jorge es un destroz¨®n, un verdadero torbellino. Pero cuando est¨¢ de buenas y arrepentido es el mejor ni?o del mundo". "Mi hijo lleva el demonio dentro". "El m¨ªo es una verdadera moto, y un rabietas". "Yo me hago continuamente una pregunta: ?sobrevivir¨¦ a la adolescencia de mi ni?o? Este pensamiento es el que m¨¢s desasosiego me produce". "A m¨ª me da terror que le inviten a un cumplea?os". "Yo tengo en casa a alguien que pasa de ser el Doctor Jekyll a Mister Hyde en minutos".
La historia de las madres con hijos hiperactivos empieza casi siempre con esta secuencia de sensaciones. Sorpresa, incredulidad, p¨¢nico, desesperaci¨®n, depresi¨®n, coraje, cansancio, m¨¢s coraje... Y mucho amor. Una dedicaci¨®n y un amor infinitos a ese peque?o saltamontes, a esa lagartija amorosa u odiosa, seg¨²n cu¨¢ndo, que acapara sus vidas y, muchas veces, trastorna la relaci¨®n con los otros hijos y con toda la familia. As¨ª es casi siempre. Pero, adem¨¢s, las madres se enfrentan tambi¨¦n, con la incomprensi¨®n del exterior (parientes, colegio, la calle), donde los ni?os con el s¨ªndrome llamado cient¨ªficamente trastorno por d¨¦ficit de atenci¨®n con o sin hiperactividad (TDAH) son percibidos como chicos temibles, insoportables, maleducados; en fin, como un peligro p¨²blico.
"Con Daniel, mi ¨²nico hijo, es como si hubiera 12 ni?os en casa. No entiendo c¨®mo alguien puede tener tanta energ¨ªa a las siete de la ma?ana"
"Es muy duro que te gusten los ni?os, que los tengas propios y que tengas que plantearte: ?por qu¨¦ yo no puedo disfrutar de mis hijos como cualquier otra madre?"
"Me di cuenta de que hab¨ªa un ruido especial; mejor dicho, no hab¨ªa ruido. Me la com¨ª a besos, se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Ten¨ªamos ya un camino"
Treinta y dos madres con ese problema han reunido su voz para llamar la atenci¨®n de la sociedad y arrumbar t¨®picos y malentendidos. "Para que nos comprendan todos". Convocadas por Medialuna Comunicaci¨®n y la Asociaci¨®n de Ni?os con S¨ªndrome de Hiperactividad y D¨¦ficit de Atenci¨®n (ANSHDA), sus testimonios en Madres con hijos hiperactivos resultan desgarradores porque "son el consuelo, el desahogo de un diario escrito a mano y en soledad", dice Mercedes Pescador, fundadora de Medialuna y autora del pr¨®logo.
Si, como dice un poeta, el primer verso te lo dan los dioses, a estas mujeres es la maternidad la que sembr¨® sus textos de ternura. Pero hay tambi¨¦n, en estas voces, coraje y valor, fuerza y rabia, desesperaci¨®n. "Al fin y al cabo, es nuestra historia, no la de nuestros hijos. Tenemos derecho a contarla. Y se trata de un libro, no de una c¨¢mara de televisi¨®n que busque el morbo. Necesitamos que se enteren todos: m¨¦dicos, profesores y nuestras propias familias".
"Te quiero, mama".
As¨ª titula Manoli Serrano Mart¨ªnez (Madrid, 1964) su relato sobre la vida que vive junto a su hijo Daniel. Como las buenas historias, ¨¦sta empieza por el principio: "Son las 7.30 y suena el despertador. Daniel hace rato que est¨¢ despierto. Viene corriendo, sube de un salto a la cama y empieza a hablar deprisa sobre lo que va a hacer o lo que ha so?ado. Demasiado ruido para m¨ª tan pronto. Mientras se viste hace ruiditos con la boca, canta y emite todo tipo de sonidos mientras alucino. No entiendo c¨®mo alguien puede tener tanta energ¨ªa a estas horas. Sale de la habitaci¨®n con la ropa a medio poner y empieza a prepararse el desayuno: derrama la leche, se le cae la cuchara... Mientras calienta la leche, sale de la cocina, se mete en el ba?o a lavarse la cara. Vuelve a la cocina. Se acuerda de algo y vuelve al ba?o. Es como si hubiera doce ni?os en casa".
Daniel tiene ocho a?os y est¨¢ diagnosticado como hiperactivo desde los cuatro. "Nunca se entreten¨ªa con ning¨²n juguete m¨¢s de cinco minutos. En el parque no se relacionaba bien con los otros ni?os porque era muy impulsivo y a veces pegaba o empujaba. Recuerdo un d¨ªa de agosto a las doce de la ma?ana con un calor horrible. Tuvimos que salir al parque (estaba vac¨ªo y los columpios quemaban) porque no hab¨ªa qui¨¦n le aguantara en casa. Sospech¨¢bamos que algo no andaba bien, pero como yo ten¨ªa una tienda y ¨¦l pasaba las tardes con una cuidadora, nos resultaba imposible ponerle unas normas adecuadas".
La alarma salt¨® cuando empez¨® el colegio. "Un d¨ªa en el comedor la se?orita le dijo que no se pod¨ªa levantar de la silla si no hab¨ªa terminado de comer, y, en un ataque de ira, le clav¨® el tenedor en la oreja a un ni?o. Casi me da algo. La verdad es que el colegio suaviz¨® las cosas con el padre del otro ni?o. Se portaron muy bien, aunque nos dijeron que ten¨ªamos que tomar medidas. Si mi hijo hubiese sido m¨¢s mayor, le hubieran echado del colegio".
Daniel fue a peor. Se sent¨ªa rechazado y culpable, lo que le hac¨ªa comportarse de una manera m¨¢s agresiva. Un psiquiatra infantil le diagnostic¨® a los 15 d¨ªas "trastorno oposicionista desafiante", y Manoli Serrano, perpleja, fue de psic¨®logo en psic¨®logo. Le medicaron. "Por un lado, me alegraba de no poder pasar las tardes con ¨¦l, por atender a la tienda; por otro, me sent¨ªa culpable. Es muy f¨¢cil perder los nervios con un ni?o hiperactivo y yo los perd¨ªa constantemente. Cuando ¨ªbamos a alg¨²n sitio, sab¨ªa que no podr¨ªa controlarle y me justificaba: 'Comprendan que es hiperactivo'. Pensaba: 'Si yo no le aguanto, los dem¨¢s menos a¨²n'. No pod¨ªamos ir a comer a ning¨²n restaurante sin que montara un numerito y procur¨¢bamos no ir a casa de nadie. En resumen, ten¨ªa nuestra vida condicionada".
Un d¨ªa, Manoli Serrano tom¨® la determinaci¨®n de "coger el toro por los cuernos". "Dej¨¦ la tienda para poder dedicarme a Dani y pasar las tardes juntos". Tambi¨¦n ella fue al psic¨®logo, "con un resultado de f¨¢bula": aprendi¨® a relacionarse con su hijo: a entenderle y aceptarle como es. "Al ponerle l¨ªmites, con cari?o, tanto nuestra relaci¨®n como el comportamiento del ni?o dieron un vuelco". Resume, con emoci¨®n: "S¨ª, Daniel es hiperactivo. Pero adem¨¢s es morenito, tiene los ojos claros, es cari?oso, sensible, inocente. Me he propuesto hacerle la vida m¨¢s f¨¢cil y no rega?arle cuando tire la leche, porque ya s¨¦ que los hiperactivos tienen dificultad manual. Ni molestarme cuando va de un sitio a otro y parece que hay doce ni?os en casa, porque es su forma de moverse. Y procuro tener paciencia cuando se viste y se pone un calzoncillo encima de otro, porque s¨¦ que es por su falta de atenci¨®n. Y no le hago callar cuando habla y habla y habla, porque entre todo el desorden de palabras se est¨¢ intentando expresar, que es lo verdaderamente importante. Todos los esfuerzos y tiempo que le dedico est¨¢n compensados cuando llega la noche y se mete en la cama: despu¨¦s de una lucha, me da cien besos y me dice que me quiere".
"Candela".
La historia de ?ngeles Peinado Fuerte (Madrid, 1958) con Candela, el nombre de su hija hiperactiva y el t¨ªtulo de su cari?oso relato, es como tantas otras. "Hemos pasado por ¨¦pocas de gran confusi¨®n porque Candela no ven¨ªa con un cartelito avisando que ten¨ªa un trastorno. Cuando nos dimos cuenta, hab¨ªamos desarrollado un sentimiento intenso de malos educadores, que se agrav¨® cuando la llevamos al primer colegio".
El d¨ªa que naci¨® Candela, ?ngeles Peinado ten¨ªa ya 36 a?os; su marido, 41, y la hija mayor de ambos, 11. Para colmo, la comadrona coment¨®: "?Qu¨¦ mala pinta tiene, qu¨¦ guerra te va a dar!". Es que Candela lleg¨® al mundo ansiosa, comi¨¦ndose los pu?os y con los ojos muy abiertos. "Fue aterrador. Realmente los mantuvo abiertos casi tres a?os. En un ratito ella recargaba las pilas y volv¨ªa al ataque. A su padre, a su hermana y a m¨ª nos ten¨ªa exhaustos".
Lo del primer colegio fue peor. "A los quince d¨ªas nos llam¨® su profesora para advertirnos del tipo de ni?a que ten¨ªamos: no atend¨ªa, desobedec¨ªa, hablaba mal, era inmadura, y todo generado, seg¨²n ella, por falta de cari?o. Aunque no est¨¢bamos de acuerdo con esa opini¨®n, pas¨¦ el d¨ªa llorando, porque Candela realmente era as¨ª". Las observaciones de la maestra sirvieron para que empezase pronto el peregrinaje por los m¨¦dicos.
El diagn¨®stico era evidente: TDHA. "Candela ten¨ªa un perfil de libro", recuerda su madre. Despu¨¦s fue el l¨ªo de la medicaci¨®n. "La famosa pastillita, que a los padres, al principio, nos produce mucha aprensi¨®n. Recuerdo, como si fuera hoy, el primer d¨ªa que la tom¨®. Hab¨ªamos acordado comenzar en domingo para poder observar las reacciones. Mientras cada uno realizaba sus labores en la casa me di cuenta que hab¨ªa un ruido especial; mejor dicho, no hab¨ªa ruido. Me acerqu¨¦ a su habitaci¨®n pensando que se habr¨ªa quedado dormida y all¨ª estaba ella, a sus cinco a?os, haciendo solita un puzzle de pocas piezas que le hab¨ªan tra¨ªdo los Reyes cuando ten¨ªa tres. Me la com¨ª a besos, todav¨ªa se me ponen los pelos de punta al recordarlo. Por fin hab¨ªamos encontrado el camino".
"Sangre fr¨ªa, coraz¨®n abierto".
"Es muy duro que te gusten los ni?os, que los tengas propios, buscados y deseados, y que tengas que plantearte: ?por qu¨¦ yo no puedo disfrutar de mis hijos como cualquier otra madre?, ?por qu¨¦ tengo que estar siempre llorando por las esquinas, reprendi¨¦ndole cada dos por tres?, ?por qu¨¦ mi familia m¨¢s allegada me dice que mi hijo es un maleducado y le llaman el terrorista", dice Mercedes del Fresno (Madrid, 1964), esposa, empresaria y madre, sobre su tormentoso hijo peque?o, Jorge, hiperactivo, y sobre las atenciones al hijo mayor, Rodrigo, con d¨¦ficit de atenci¨®n. Se cas¨® en Vigo, tuvo los hijos y, despu¨¦s de un "divorcio tortuoso", Mercedes del Fresno vive ahora en Madrid y se ha vuelto a casar con un hombre que "ha puesto toda la carne en el asador, lo que tiene su m¨¦rito".
A veces piensa que no sabe c¨®mo ha podido sobrevivir. "Me considero una mujer muy fuerte, as¨ª que me puse el mundo por montera, dispuesta a luchar como un bucanero con cuchillo entre los dientes". Una vez, la situaci¨®n de Jorge en el colegio se hizo insoportable, con los padres de alumnos y el profesorado en contra del chico, humill¨¢ndolo y castig¨¢ndolo con severidad. "La tutora de mi hijo tuvo la genial idea de convocar a todos los padres y madres, menos a nosotros, para hacer vox p¨®puli el caso de Jorge: informe psicopedag¨®gico, situaci¨®n familiar, medicaci¨®n y dosificaci¨®n, etc¨¦tera, a?adiendo comentarios de cosecha propia y consiguiendo as¨ª activar la alarma entre una pandilla de padres hist¨¦ricos de por s¨ª. O linchaban al ni?o o nos linchaban a nosotros. As¨ª que entre mi marido y yo optamos por lo segundo, sin tener claro que lo primero nunca pasar¨ªa".
Lo que hizo Mercedes del Fresno fue, nunca mejor dicho, "una denuncia p¨²blica". Acudi¨® a un programa de Televisi¨®n (Madrid directo, en Telemadrid) para desvelar "c¨®mo se trata a los ni?os hiperactivos desde la sanidad y los centros educativos". Mano de santo. "Desde aquel d¨ªa parece que las aguas, aunque revueltas, no ten¨ªan remolinos ni corrientes. La directora del centro desempe?¨® el papel de humillados y ofendidos por lo que yo hab¨ªa dicho ante las c¨¢maras, pero sobre todo porque lo hab¨ªa visto todo el mundo y era la comidilla del momento. Pero a partir de entonces la jefa de estudios se ocupaba personalmente de comprobar la situaci¨®n de Jorge". Llegada a ese punto, Mercedes del Fresno se hizo la promesa de que, mientras ella pudiera evitarlo, "har¨ªa lo posible para que ning¨²n ni?o sufriera lo que Jorge". Decidi¨® rodearse de profesionales y abrir un gabinete psicopedag¨®gico desde el que poder ayudar a su hijo y a los ni?os como ¨¦l.
"Ya te echo de menos".
Josefa Ayuso Soler (Madrid, 1959) se cas¨® a los 34 a?os y a los 35 tuvo a Jorge, "un ni?o muy deseado" que de reci¨¦n nacido "no daba guerra y com¨ªa bien". Pronto empez¨® a morder cuando se pon¨ªa nervioso, y a destrozar cuanto ca¨ªa en sus manos. El relato de sus correr¨ªas (hoy tiene 11 a?os) es tan enternecedor como estremecedor: ped¨ªa caramelos a gritos en el autob¨²s, interrogaba al conductor, se desnudaba en p¨²blico, no hab¨ªa manera de apartarlo de la televisi¨®n o el ordenador, reclamaba que se le comprase de todo -"?a ver, dame diez razones convincentes por las que no me puedas comprar un chicle!"-, forcejeaba hasta el agotamiento, volv¨ªa furioso del colegio y no quer¨ªa hacer la tarea... "El salir a dar un paseo se convert¨ªa en un suplicio, no hab¨ªa forma de que nos diera la mano, as¨ª que al menor descuido sal¨ªa corriendo hasta que lo perd¨ªamos de vista".
Resume Pepa Ayuso: "Ahora en casa s¨®lo se ve la televisi¨®n los fines de semana y ya no tenemos ordenador porque cuando se rompi¨® decidimos no reemplazarlo hasta que lo necesite para el colegio (?un enemigo menos con que luchar!). Cost¨® meses conseguir que no pidiera televisi¨®n al llegar a casa, hoy ni se acuerda que existe. Lo mejor es que me siento ya como las otras madres, estoy muy orgullosa de mi hijo, disfruto mucho de su compa?¨ªa y le echo de menos cuando no est¨¢ conmigo".
"Si he llegado a ser una persona 'normal'..."
TERESA MORAS C¨ªtores tiene 51 a?os y era una provinciana ("de Palencia, que tambi¨¦n existe", dice) hasta que con 19 a?os -trabajaba desde los 14- decidi¨® buscarse una vida mejor en Madrid, en una ¨¦poca en la que la mayor¨ªa de edad llegaba a los 21 a?os y las mujeres no pod¨ªan tener, ni siquiera a esta edad, una cuenta corriente en el banco sin permiso del padre, el tutor o el marido. Ahora, Teresa Moras, hiperactiva, de familia humilde y la segunda de cinco hermanos ("la rebelde y la ineducable", se autodefine), tiene dos hijos de 24 y 22 a?os, el peque?o con hiperactividad, es enfermera especialista en psiquiatr¨ªa y, empujada por su conciencia social, preside la Asociaci¨®n de Ni?os con S¨ªndrome de Hiperactividad y D¨¦ficit de Atenci¨®n (ANSHDA), que fund¨® ella misma hace seis a?os con una decena de amigas. S¨®lo en Madrid son 400 socios, y ya hay en Espa?a otras 32 organizaciones, la mayor¨ªa federadas.
Autora del ep¨ªlogo del libro Madres con hijos hiperactivos (JdeJ Editores), y su inspiradora junto a la empresaria Mercedes Pescador, Teresa Moras dice que es "una chica con suerte", y no quiere criticar a su hijo, ni a los profesores, ni al padre, ni al hermano... "Quiero criticarme a m¨ª misma como madre. Lo que yo hubiera debido entender era que mi hijo me necesitaba, en lugar de esperar de ¨¦l que cumpliera mis deseos. Soy el vivo retrato de mi hijo. Me he reconocido en ¨¦l. No estoy diagnosticada, pero no hace falta. Si he llegado a ser una persona 'normal', y adem¨¢s me da tiempo a hacer muchas cosas, entre ellas ayudar a otras familias, no me importa padecerlo o haberlo padecido".
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