Fotos que hacen historia
Hace cincuenta a?os, un grupo de periodistas holandeses decidi¨® galardonar la mejor foto publicada en prensa. Naci¨® as¨ª uno de los premios m¨¢s prestigiosos, el World Press Photo. Una exposici¨®n en Amsterdam muestra ahora ese medio centenar de im¨¢genes convertidas en iconos de nuestra historia m¨¢s reciente.
Hace m¨¢s de un siglo que los seres humanos hemos dejado de ser capaces de concebir nuestra existencia sin la fotograf¨ªa. ?Imaginan la propia vida sin im¨¢genes? En nuestros ¨¢lbumes familiares asoman los rostros severos de los abuelos e, incluso, de los bisabuelos: hombres circunspectos de bigotes puntiagudos, con camisas de cuello duro y alfiler de corbata; mujeres seriotas, peinadas con mo?o alto, ce?idas por corpi?os y vistiendo blusas cerradas con camafeos bajo un cuello estirado que recuerda al de las gallinas. ?lbumes en los que luego aparecen nuestros padres y al fin nosotros: ni?os y m¨¢s tarde j¨®venes y despu¨¦s adultos y ya con hijos, y algunos hasta con nietos. Toda una vida unida a muchas otras vidas anteriores y posteriores.
Pero esas fotos no bastan, sin embargo, para explicarnos el conjunto de nuestra existencia. Y debemos a los fot¨®grafos de prensa, sobre todo, las im¨¢genes que completan el paisaje global de nuestro recorrido vital, porque lo que ha sucedido alrededor, en la proximidad o en la lejan¨ªa del mundo, condiciona sin pausa nuestra forma de sentir y de pensar, nuestra sonrisa del ¨¢lbum familiar y nuestro gesto de des¨¢nimo. De modo que esas cincuenta fotograf¨ªas que completan el cat¨¢logo de cincuenta a?os del World Press Photo, el m¨¢s prestigioso premio de fotograf¨ªa period¨ªstica del mundo, forman en buena medida el paisaje de nuestra existencia particular. No son un imaginario, sino una suerte de p¨¢lpito com¨²n a los hombres y mujeres de hoy. Todos hemos visto estas fotos, todos sabemos lo que significan, ellas han caminado a nuestro lado durante medio siglo y nos han hecho emocionarnos y con frecuencia estremecernos. Son historia, s¨ª; pero tambi¨¦n la historia particular de cada uno de nosotros.
Seguramente, los humanos somos una especie dotada de un unamuniano sentido tr¨¢gico de la vida. Muy pocas de las fotos de World Press, al menos entre las que aparecen en estas p¨¢ginas, nos mueven a la sonrisa. Aqu¨ª est¨¢n retratados los conflictos b¨¦licos, el dolor de los civiles pillados en la contienda, la suerte de los adversarios tomados prisioneros, los desastres naturales, las plagas de tintes b¨ªblicos, la miseria, la emigraci¨®n, la desigualdad, el totalitarismo y la intransigencia religiosa. En el cercano siglo XX y en lo que va del XXI es probable que los seres humanos hayan sufrido en la misma medida que sufrieron los siglos anteriores. Pero no estaban las im¨¢genes que retrataban el dolor. Hoy nos sobran. Y aunque ya sean pasado, no por ello dejan de sobrecogernos.
La II Guerra Mundial concluy¨® en 1945. Fue el fin de un periodo terrible en el que el genocidio cabalg¨® sobre los lomos de Europa, de ?frica y de Asia, y la sangre aneg¨® las tierras y los oc¨¦anos. Se grit¨® entonces "?Nunca m¨¢s!", y en 1948 fue proclamada con orgullo la Carta Universal de los Derechos Humanos. Poco dur¨® la fiesta. Y tan s¨®lo diez a?os despu¨¦s, World Press Photo comenz¨® a retratar de nuevo el rostro del espanto.
No encontramos en esta selecci¨®n muchos de los escenarios del drama: Ulster, Ruanda, muro de Berl¨ªn, Chern¨®bil, 11-S y 11-M, Palestina, Irak?, por poner tan s¨®lo unos pocos ejemplos. O sea, que no est¨¢n todas las im¨¢genes que son. Pero s¨ª que son todas las que est¨¢n. Todas unidas formar¨ªan, ya digo, la biograf¨ªa de medio siglo.
Esa ni?a, Phan Thi Kim Phuc, que huye desnuda y mordida por el napalm norteamericano en los aleda?os de una aldea vietnamita, nos mostr¨® algo que ya sab¨ªamos pero que quiz¨¢ no hab¨ªamos sentido en toda su hondura: que las guerras de hoy procuran a la estad¨ªstica una cifra abrumadoramente mayor de v¨ªctimas civiles que la de los muertos uniformados. Y el tiro disparado por el jefe de la polic¨ªa survietnamita, un tal Nguyen Ngoc, en la sien de un prisionero del Vietcong sin nombre nos explicaba con sencillez que las guerras de hoy son cualquier cosa menos heroicas, suponiendo que alguna vez lo fueran. Vietnam nos cambi¨® a todos, puso en su sitio al S¨¦ptimo de Caballer¨ªa y a la gallard¨ªa de h¨¦roes de Hollywood como Errol Flynn. Muchos estadounidenses quemaron entonces su propia bandera sin que nadie en el pa¨ªs pidiera su cabeza, algo que ahora mismo, en la Am¨¦rica de Bush, ser¨ªa impensable, a pesar de Irak y del Katrina.
No es dolor, sino orgullo, lo que nos hizo sentir ese hombre peque?o, entrado en a?os y tan valeroso como el an¨®nimo fot¨®grafo que lo retrat¨®. Me refiero a Salvador Allende, en cuya carne todos sufrimos por Chile y cuyo ¨²ltimo mensaje nos hizo renovar la fe en el coraje humano. Por eso, como contraste, nos produce cierta risa el rostro feroz del payaso Tejero, cuya cobard¨ªa vestida de uniforme capt¨® con tanta certeza mi amigo Manolo Barriopedro en nuestro nefando 23-F de 1981.
Me reconcilia con mi humana condici¨®n y sonr¨ªo al ver a esa chica negra, marchando orgullosa junto a su padre, en septiembre de 1957, hacia una high school de un Estado del racista y profundo sur de Estados Unidos, Carolina del Norte. Era una de los primeros j¨®venes negros que rompieron las barreras de la intransigencia racial entrando en las escuelas. La foto recuerda su nombre y no el de los j¨®venes blancos que le hacen burla y que, quiz¨¢ sin comprenderlo bien, se hund¨ªan en las cavernas del pasado para siempre.
Pero a partir de ah¨ª se esfuman de nuevo las sonrisas. Al ver la manita tendida del ni?o ugand¨¦s de Karamoja, la mano del hambre sobre los gruesos dedos de un misionero blanco. O ese gesto de impotencia en el enfermo de sida de San Francisco. O el lamento inconsolable e in¨²til de la mujer india que ni siquiera parece suplicar la ayuda de un dios, junto al cad¨¢ver de una v¨ªctima del tsunami, el pasado mes de diciembre.
Un hombre solo, sin chuler¨ªa, con aire fatalista, desaf¨ªa a los carros de combate en la plaza de Tiananmen y pensamos en lo inerme del valor individual frente a la fuerza de la tiran¨ªa. ?Por qu¨¦ ese empe?o en seguir gritando libertad? Su gesto nos hace mantener nuestra convicci¨®n de que la dignidad humana podr¨¢ ser destrozada, asesinada, hecha cenizas?, pero nunca vencida.
Una mujer llora y grita, con el alma hecha pedazos, a la puerta de un hospital en donde se encuentran los heridos y los muertos de la masacre perpetrada por fundamentalistas argelinos, en la aldea de Bentalha, el a?o 1997. Aterrar a la poblaci¨®n civil fue otro de los grandes descubrimientos estrat¨¦gicos de los guerreros del siglo pasado: en las matanzas campesinas de Argelia o de Per¨², en los genocidios de Bosnia o de Ruanda, en las desapariciones de Chile o Argentina.
Otra c¨¢mara, en el a?o 2000, retrata la desolaci¨®n de una familia expatriada, en este caso mexicanos inmigrados a Tejas, cuya ¨²nica forma de ganarse la vida es fabricar pi?atas. ?Ha calculado alguien cu¨¢ntos millones de seres humanos desplazados de su tierra natal viven en los pa¨ªses del llamado Primer Mundo?, ?cu¨¢ntos millones de almas, empujados por la miseria, han debido de huir de sus hogares familiares de ?frica, Am¨¦rica del Sur, Asia y el este de Europa?
Y en fin, ese colosal y al tiempo pat¨¦tico retrato de Isabel Mu?oz, que fotograf¨ªa en 2004 a un "ni?o de la guerra", un chaval et¨ªope de la etnia surma. Desnudo y bello como s¨®lo alcanzan a serlo los ni?os imp¨²beres, sosteniendo una ametralladora que le viene grande, pintado ritualmente de los pies a la cabeza, la criatura mira a la c¨¢mara con un gesto de seguridad y tristeza. ?Es un ¨¢ngel o un demonio?
El World Press Photo no nos pinta un paisaje hedonista y positivo del mundo humano, sino m¨¢s bien desesperanzado y a menudo tr¨¢gico. Pero pienso que es preferible conocer el mal que ignorarlo. ?sa es la primera manera de intentar combatirlo.
El libro 'Las cosas como fueron. Fotoperiodismo desde 1955' ha sido editado por Chris Boot y World Press Photo con ocasi¨®n de la exposici¨®n en Amsterdam (del 8 de octubre al 7 de diciembre) que celebra los 50 a?os del premio.
El ojo del mundo, por MANUEL FALCES
Un motorista despedido de una moto, tumbado en el suelo entre nubes de polvo, es el punto de partida de los premios de fotograf¨ªa con los que sue?a cualquier fot¨®grafo. La instant¨¢nea, tomada por el dan¨¦s Mogens von Hagen en 1955, fue el primer premio de una larga serie. Han pasado 50 a?os y el World Press Photo se ha convertido en un referente para el fotoperiodismo. Durante medio siglo se han alzado con el galard¨®n im¨¢genes que hoy ya se han convertido en iconos de nuestra historia m¨¢s reciente. Fotograf¨ªas que nos hablan de guerras, desastres o conquistas humanas. Son retratos de un mundo convulso, y por ello muchos de ellos son a menudo de una crueldad intolerable, algo que en numerosas ocasiones ha provocado controversias acalladas luego ante el hecho de que el World Press Photo es el concurso con mayor credibilidad en el fotoperiodismo. En cualquier caso, son fotograf¨ªas tomadas muchas veces anteponiendo el derecho a la informaci¨®n a la integridad f¨ªsica del reportero.
La Fundaci¨®n World Press Photo es una organizaci¨®n independiente, sin ¨¢nimo de lucro, concebida para difundir la fotograf¨ªa de prensa a escala internacional. Cada a?o, desde su creaci¨®n, otorga una serie de prestigiosos premios, concedidos a diversos apartados fotogr¨¢ficos -en total 16 y con la diversidad tem¨¢tica m¨¢s potente del fotoperiodismo-. Un jurado independiente, formado por personalidades internacionales, es el encargado de seleccionar las fotograf¨ªas. En el jurado, formado por nueve miembros, figuran fot¨®grafos, editores, periodistas, escritores y directores art¨ªsticos. Son ellos quienes inician el proceso de evaluaci¨®n en sus diversos apartados. Clasifican y califican miles de fotos publicadas en prensa, remitidas por reporteros fotogr¨¢ficos.
?Cu¨¢l ser¨¢ su futuro ante una pluralidad de medios absolutamente nuevos y evolutivos, vertiginosamente mutantes? La respuesta se nos escapa de las manos. Lo digital arrasa hoy por hoy. Del ma?ana no sabemos lo que viene, tan s¨®lo que seguir¨¢ existiendo un ojo humano, y este certamen, bajo una f¨®rmula u otra, seguir¨¢ existiendo con la misma vitalidad con la que un grupo de fot¨®grafos en la plenitud del fotoperiodismo del pasado siglo lo cre¨®, o mejor, invent¨®.
El n¨²mero de participantes ha ido aumentando progresivamente con cada nueva edici¨®n. Por ejemplo, en 1992 se presentaron al World Press Photo 18.428 fot¨®grafos. Fue en esa edici¨®n cuando obtuvo el primer premio con un dur¨ªsimo registro James Nachtwey (de la agencia Magnum). La fotograf¨ªa de Nachtwey, que public¨® el diario franc¨¦s Lib¨¦ration, recog¨ªa el momento de dolor de una madre con el cad¨¢ver de su ni?o en una s¨¢bana -en ning¨²n momento se ve¨ªa el rostro del peque?o-, en mitad de un desierto.
Pero las contradicciones que tiene en su seno este prestigioso premio vienen no de las im¨¢genes duras y desgarradoras, sino de su propia financiaci¨®n. El World Press se ha sustentado econ¨®micamente de empresas multinacionales, cuenta con el patrocinio de las l¨ªneas a¨¦reas holandesas KLM o de la firma Kodak -que, dicho sea de paso, cantan las excelencias de sus productos patrocinando las fotos.
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