El magnetismo econ¨®mico
Por definici¨®n, la atracci¨®n entre polos opuestos se traduce en una necesidad mutua que en ocasiones conlleva una pasi¨®n sin precedentes. La pasi¨®n, tendente a la irracionalidad, puede traducirse en confusi¨®n. La relaci¨®n entre China y EE UU no es pasional en el sentido estricto de la palabra, pero a lo largo de los ¨²ltimos a?os su magn¨¦tico y confuso concubinato ha testimoniado continuos cambios.
Las relaciones bilaterales han estado condicionadas por los grupos de presi¨®n internos -v¨¦anse los lobbies del textil y del acero en EE UU y, en China, la corriente izquierdista del Partido Comunista y el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Popular-; por los mensajes transmitidos por las autoridades pol¨ªticas estadounidenses -mientras que en la Administraci¨®n de Clinton la relaci¨®n bilateral era tildada de "estrat¨¦gica", en la de Bush las etiquetas han variado entre el recelo, la amenaza, la competencia, hasta llegar a una relaci¨®n "franca, constructiva y cooperativa", seg¨²n un mensaje reciente de la Casa Blanca; y, finalmente, por el contexto global: lucha contra el terrorismo, estrategias regionales, amenaza nuclear, control del petr¨®leo, etc.
Las econom¨ªas de China y EE UU albergan una relaci¨®n de competencia e interdependencia
La complejidad de las relaciones bilaterales no pasa inadvertida. Al contrario. Si bien la visita del presidente chino, Hu Jintao, a Nueva York a mediados de este mes no ha sido tan sonada como se esperaba, es muy posible que el encuentro con el presidente de EE UU tenga un impacto en la relaci¨®n pol¨ªtico-estrat¨¦gica, aunque quiz¨¢ no tanto en la econ¨®mica.
El di¨¢logo entre ambos se centr¨® en consolidar su cooperaci¨®n con respecto a la problem¨¢tica nuclear de Corea del Norte, as¨ª como en recuperar la p¨¦rdida de confianza mutua ligada a varias cuestiones: la creciente fortaleza militar de China; su coqueteo con pa¨ªses no precisamente afines a Estados Unidos como Ir¨¢n, Sud¨¢n y Libia, o la penetraci¨®n de China en Am¨¦rica Latina, concretamente en Cuba y Venezuela; la creciente presencia militar de EE UU en Asia Central; y la firma de tratados de seguridad bilaterales con Jap¨®n, Singapur, Filipinas y Taiwan.
Si bien el respeto de los derechos de propiedad intelectual constituy¨® un tema prioritario en las conversaciones -algo in¨¦dito, teniendo en cuenta que fue una iniciativa del propio presidente Hu- y China se comprometi¨® a evitar excesivos desajustes en las exportaciones hacia EE UU, no hubo demasiadas novedades en el ¨¢mbito comercial, a pesar de que: a) China haya preferido no comprometerse en la cuarta ronda de negociaciones sobre el contencioso textil, despu¨¦s de la decisi¨®n de Estados Unidos de limitar las importaciones de sujetadores y materiales sint¨¦ticos; b) el presidente Hu haya esperado de Bush el reconocimiento de China como una econom¨ªa de mercado y el consecuente cese de la aplicaci¨®n de medidas anti-dumping; c) la presi¨®n estadounidense sobre el ajuste del yuan siga latente despu¨¦s de la t¨ªmida revaluaci¨®n del 2,1% frente al d¨®lar, el pasado mes de julio; y d) las dos potencias sigan intentando asegurarse el aumento de sus fuentes de producci¨®n de petr¨®leo, pero hayan preferido evitar m¨¢s tensiones, dada la reciente retirada forzosa de la mayor compa?¨ªa de petr¨®leo y gas de China -CNOOC- en la compra de la empresa californiana Unocal.
Aunque no se produjeron avances significativos en el di¨¢logo econ¨®mico esta vez, esto no quiere decir que deba ignorarse el magnetismo econ¨®mico real entre ambas potencias, sobre todo en lo que respecta a las relaciones comerciales y a la competencia por el petr¨®leo, ambas estrechamente relacionadas con el valor del yuan.
Por ejemplo, si bien en 2004 la Uni¨®n Europea sustituy¨® a Estados Unidos como el primer socio comercial de China, con un volumen total de 175.000 millones de euros en la cuenta comercial, la dependencia comercial entre China y EE UU sigue siendo crucial. Despu¨¦s de todo, se ha producido un aumento del 97% en las exportaciones del textil chino a EE UU desde el levantamiento de las cuotas, en enero de este a?o, con lo que el d¨¦ficit comercial de Estados Unidos es imparable: aproximadamente 162.000 millones d¨®lares USA (135.000 millones de euros). Este dato no resulta sorprendente teniendo en cuenta que Estados Unidos apenas cuenta con una tasa de ahorro interno y absorbe las tres cuartas partes del total del comercio global. Para evitar tal desproporci¨®n, ser¨ªa oportuno incentivar el ahorro y frenar la especulaci¨®n inmobiliaria actual, y no tanto cerrar las puertas a los productos chinos, ya que podr¨ªa tener como consecuencia una desaceleraci¨®n generalizada del crecimiento econ¨®mico global. No deja de ser ir¨®nico que despu¨¦s de que EE UU haya presionado durante a?os a China para que abriera sus mercados, ahora sea este pa¨ªs el que abogue por el libre comercio.
Resulta muy dif¨ªcil definir la pol¨ªtica monetaria de Estados Unidos como resultado del brusco aumento en los precios del petr¨®leo consecutivo al hurac¨¢n Katrina, as¨ª como los efectos de una previsible desaceleraci¨®n econ¨®mica y del debilitamiento del d¨®lar. Este nuevo contexto podr¨ªa condicionar la respuesta efectiva de China ante el aumento a 70 d¨®lares el barril, traducida recientemente por la disminuci¨®n en la importaci¨®n de petr¨®leo refinado. Sin embargo, las dos potencias seguir¨¢n compitiendo en la b¨²squeda de mercados de petr¨®leo alternativos. El creciente y r¨¢pido desarrollo macroecon¨®mico de China constituye un elemento de nerviosismo a?adido para Estados Unidos. Efectivamente, si bien la reciente revaluaci¨®n del yuan puede vincularse a las presiones norteamericanas, en realidad ha sido el resultado de dos factores muy concretos: la preocupaci¨®n de las autoridades chinas por evitar un nuevo sobrecalentamiento de la econom¨ªa y una presi¨®n inflacionista excesiva, al preverse un aumento del IPC interanual del 2,8% al 4% en el ¨²ltimo semestre; y, sobre todo, la satisfacci¨®n de sus necesidades de petr¨®leo, algo que preocupa a las autoridades estadounidenses.
Es posible que Hu Jintao carezca del carisma de sus predecesores Deng Xiaoping y Jiang Zemin, que ni cortos ni perezosos se integraron en la cultura del sombrero tejano y del canto de karaoke en tierras estadounidenses. Su primera visita como presidente ha permitido entrever la falta de qu¨ªmica entre ambos mandatarios, que quiz¨¢ deban trabajar de aqu¨ª a noviembre, cuando Bush viaje a Pek¨ªn. A pesar de lo que podr¨ªa tildarse como un desencuentro, existe el reconocimiento t¨¢cito de la interdependencia y de la competencia que ahora alberga el complejo magnetismo econ¨®mico entre una econom¨ªa estadounidense cada vez m¨¢s debilitada y una econom¨ªa china cada vez m¨¢s influyente.
Leila Fern¨¢ndez-Stembridge es profesora de Econom¨ªa de China en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.