La epopeya de limpiar la plaza de Catalunya
La brigada de limpieza trabaja a destajo mientras algunos inc¨ªvicos orinan en la calle pese a tener cerca v¨¢teres p¨²blicos
Las dos de la madrugada de ayer. Suenan los ¨²ltimos acordes en el escenario principal y la plaza de Catalunya sigue bastante llena. La fiesta va decayendo, pero sus consecuencias quedar¨¢n en el pavimento. Es hora de empezar a limpiar el suelo, los bancos y los recovecos del gran centro neur¨¢lgico de Barcelona. "Esto ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil que una noche de fin de a?o, sobre todo desde que a alguien se le ocurri¨® celebrar el a?o nuevo rompiendo botellas", dice uno de los supervisores de la brigada de limpieza municipal.
Las botellas pueden averiar el cami¨®n escoba, un eficiente veh¨ªculo que aspira r¨¢pido y bien, pero que no puede con los trozos grandes de vidrio. Sin embargo, no hay problema. Por la noche predominan las latas de cerveza: 15 metros c¨²bicos de cilindros de aluminio chafados yacen esparcidos por la plaza de Catalunya. Y ser¨¢n recogidos. "En general, por la noche, todo el mundo bebe". Y no con moderaci¨®n. Coinciden por unos d¨ªas los turistas europeos -escandalosos, hombres y mujeres, algunos ya maduros- y los inmigrantes andinos que han hecho del escal¨®n que rodea el monumento a Maci¨¤ su bar particular. Y la juventud que sale a celebrar la Merc¨¨.
"Dejar los escombros en el suelo, sin esforzarse en ir hasta un contenedor, es lo f¨¢cil. Esas latas no se reciclar¨¢n", dice con l¨¢stima otro supervisor municipal. "Lo triste es que ese comportamiento de no tirar las cosas a la basura sea visto como normal por mucha gente". Pero los vendedores de latas, generalmente paquistan¨ªes, baten r¨¦cords durante las fiestas de la Merc¨¨. El gran problema -para los barrenderos- es que all¨ª donde hay abundancia de cerveza tambi¨¦n la hay de orines. "Es desesperante. ?Pero si tienen cabinas de v¨¢ter enfrente!", dice un trabajador que ya ha desinfectado tres veces la base del grupo escult¨®rico de Subirachs, de la que emana mal olor.
Los 35 trabajadores -dos son mujeres; el resto, hombres- ya han limpiado con decisi¨®n la periferia y el centro de la plaza, entrando por cuatro lados. Insisten all¨ª donde algunos siguen tirando las latas al suelo. Un t¨¦cnico de campo, transmisor en mano, hace funcionar la orquesta. "Barre m¨¢s aqu¨ª. Mete m¨¢s presi¨®n de agua all¨ª". Trabajan en grupos de cuatro, reparti¨¦ndose el terreno. Cuando acaban, todos confluyen en un punto: al sur de la plaza, en la acera contigua al bar Z¨²rich.
Es la primera fase de limpieza. La m¨¢s dif¨ªcil, puesto que la gente juguetea con los camiones y bromea, aunque una menuda y joven trabajadora, escoba en mano, no se deja amilanar. La plaza se va vaciando paulatinamente. "Nunca hay problemas. Respetamos a la gente, pero tenemos que cumplir nuestro turno de 6 horas y 40 minutos. El ritmo es fuerte y vamos muy cansados". La segunda fase consiste en un riego intensivo con agua fre¨¢tica. El suelo, antes pegajoso, queda limpio. Algunos vuelven a sentarse para beber, pero el entorno ya es agradable. Son las cuatro de la madrugada y el t¨¦cnico de la brigada de limpieza reflexiona: "La sociedad genera demasiados escombros. Antes tambi¨¦n se beb¨ªa en la calle, pero las botellas las devolv¨ªamos al bodeguero". El vidrio est¨¢ de capa ca¨ªda.
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