Chantaje etarra
El atentado de ?vila pone de manifiesto que ETA mantiene en pie su chantaje, con la estrategia de avisar antes para evitar muertes, aunque resulta obvio que nadie puede descartar ese resultado cuando los criminales colocan 15 o 20 kilos de explosivos en un pol¨ªgono industrial donde, entre otras cosas, se imprime un peri¨®dico -que no conoce de fines de semana- o hay instalada una empresa de mensajer¨ªa urgente. El argumento deber¨ªa servir para cercenar cualquier posible tentaci¨®n de atribuir cierta caritativa bonhom¨ªa a los pistoleros. ETA viene operando as¨ª porque sabe, sin atisbo de duda, que un atentado con v¨ªctimas liquidar¨ªa en este momento cualquier expectativa de di¨¢logo con el Gobierno. Y con ella, entre otras cosas, la posibilidad de legalizaci¨®n de su rama pol¨ªtica, Batasuna, algo crucial en la estrategia terrorista de cara a las elecciones municipales de 2007.
ETA se mantiene plenamente operativa, como ha repetido en ocasiones el ministro del Interior, Jos¨¦ Antonio Alonso, y la cloratita que ha causado grandes destrozos en las afueras de ?vila es una nueva amenaza sobre los espa?oles. La lectura obvia de una explosi¨®n que, en boca de un alto funcionario, "no iba contra nadie", es que los terroristas podr¨ªan no haber avisado. Y esta decisi¨®n, la de no comunicar previamente el emplazamiento de sus explosivos, est¨¢ permanentemente a su alcance y es el elemento central de su chantaje.
Por eso, el nuevo atentado de ETA hace si cabe m¨¢s palmaria para el sistema democr¨¢tico la exigencia del abandono absoluto y definitivo de cualquier tipo de violencia por parte de la banda terrorista. Esa renuncia previa e incondicional a la expresi¨®n armada, de acuerdo con el mandato parlamentario, debe ser la condici¨®n sine qua non de cualquier proceso de interlocuci¨®n con el Gobierno, p¨®ngasele el nombre que se prefiera. As¨ª lo quieren los ciudadanos, seg¨²n la encuesta que hoy publica este diario. Y la decisi¨®n nada tiene que ver con una supuesta tregua. Una tregua hace imposible el inicio de un di¨¢logo digno de tal nombre porque la propia discusi¨®n est¨¢ condicionada por la amenaza de ruptura de la pausa terrorista.
No basta con que ETA deje de asesinar. Su renuncia formal y verificable a la lucha armada es la ¨²nica garant¨ªa de que no hay bombas o pistolas bajo la mesa. El abecedario de cualquier negociaci¨®n pol¨ªtica con visos de futuro establece que no puede hacerse bajo amenazas. Y la voladura del s¨¢bado por la noche en ?vila representa precisa y exclusivamente una formidable intimidaci¨®n contra la colectividad y el sistema democr¨¢tico que la ampara.
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