Sesi¨®n antiestr¨¦s junto al mar

Nada mejor para combinar nudismo y naturaleza, tradici¨®n y sabrosa gastronom¨ªa como los parajes vecinos de Llanes: acantilados salvajes, playas id¨ªlicas y aguas frescas se alternan en un paisaje hermos¨ªsimo no tocado a¨²n por la voraz especulaci¨®n. Son las playas de oriente de Asturias.

Tres d¨ªas disfrutando de estos parajes relajan tanto como una semana en cualquier spa de moda. Arenas fin¨ªsimas, aires limpios, sol acariciante, gastronom¨ªa deliciosa, olas masajeantes, paseos rurales, aguas vivificantes, ducha de nubes y sobredosis de paz.

Si se busca el sol, el ba?o y arenas blancas de pel¨ªcula, dos playas, las reinas de la zona, ubicadas en Niembro, a ocho kil¨®metros de Llanes. Las dos se escriben con T: Toranda y Torimbia. La primera, m¨¢s familiar y accesible; la segunda, m¨¢s lejana, agreste, tolerante y dise?ada por la naturaleza para perderse, solo o en buena compa?¨ªa, hasta que el sol se pone.

Dos playas asturianas, Toranda y Torimbia, son el punto de partida de una ruta entre el azul del Cant¨¢brico y el verde de un paisaje campestre, junto a huertas y aperos de labranza.

Toranda, conocida por los lugare?os como playa de Niembru, con unos 350 metros de longitud y 72 de ancho con la pleamar, es la hermana peque?a de Torimbia. Flanqueada por el cabo Prieto y la punta la Boriza, decorada con diseminados islotes y en medio de un entorno agr¨ªcola, el aparcamiento y el restaurante pr¨®ximos la convierten en un lugar ideal para acudir en familia, hacer volar cometas o dejar que los ni?os alimenten su creatividad en el ¨¢rea de las construcciones con arena.

A la izquierda, mirando al mar, un camino de tierra comunica esta playa con su hermana mayor. El trayecto, seg¨²n la premura del visitante, puede durar entre 15 y 30 minutos. Mas vale la pena recorrerlo, bordeando el mar, disfrutando de esas rocas que, como barcos abandonados, adornan la costa asturiana. As¨ª, se llega hasta el mirador que nos descubre la rutilante magnitud de Torimbia. Desde aqu¨ª mostr¨® do?a Leticia al pr¨ªncipe Felipe, el pasado mes de agosto, tan rom¨¢ntico lugar... pero no bajaron a la arena.

Tambi¨¦n se puede acceder en coche, por una v¨ªa de grava, hasta la parte superior de la playa, desde donde se ofrece una panor¨¢mica global y fabulosa de este enclave, una playa tallada como con machete por una mano sobrenatural, sobre la verde monta?a, con esa forma de concha -de medio kil¨®metro de longitud y 75 metros de anchura-, su arena blanca y sus rompientes aguas, todo ello de una elegancia perturbadora. Tanta, que sedujo a Jos¨¦ Luis Garci hasta el punto de utilizarla como plat¨® natural de su pel¨ªcula El abuelo. Un paseo por Torimbia, por esos charcos que deja la marea al retirarse, nos devuelve a ese momento infantil de sentir el l¨ªquido cosquilleando entre los dedos de los pies. Un paisaje para recargar las pilas, para so?ar u olvidar.

Si volvemos la vista tierra adentro, dando la espalda al oc¨¦ano, los bosques y las monta?as nos regalan el contraste, la dualidad de una tierra bendecida por la madre naturaleza. Esta nada exagerada afirmaci¨®n se puede corroborar desde el mirador situado despu¨¦s de Llanes, direcci¨®n Cu¨¦, entre las playas de la Ballota y la de Andr¨ªn. El panorama es ah¨ª sobrecogedor, con acantilados horadados por grietas, el hilo musical de las gaviotas alborotadas y los nobles Picos de Europa a su espalda, presidiendo el horizonte. Otro cineasta, Gonzalo Su¨¢rez, rod¨® aqu¨ª una de las secuencias iniciales de El detective y la muerte, protagonizada por Javier Bardem.

Y si los placeres de las dos playas que empiezan por T no fueran suficientes, hay otras cercanas que no le van a la zaga: Poo, en la carretera de Celorio a Llanes, ofrece la peculiaridad de un mar que se cuela entre prominencias calizas provocando curiosas pleamares. All¨ª el ambiente es familiar, con chavales echando un partido sobre la suave arena, propiciado por la cercan¨ªa del pueblo y varios bares que desparraman sus terrazas sobre la playa. Otras joyas cercanas son Cu¨¦, San Mart¨ªn y Tor¨®, salpicada por cientos de piedras, como si hubiera habido s¨®lo all¨ª una lluvia de meteoritos.

Sabores sublimes

En el trayecto, concentrado de verdor donde reinan las hortensias y los h¨®rreos, gobernada por las mansiones de los indianos que se trajeron sus palmeras allende los mares. Si a todo lo anterior le a?adimos los sabores del cocido monta?¨¦s, la fabada o el arroz con leche, el placer puede alcanzar niveles casi escandalosos.

Mas el viaje no estar¨ªa completo sin una visita al epicentro del concejo: la ilustre ciudad de Llanes. Perderse por sus calles vetustas resulta delicioso, culminando en los coloridos Cubos de la memoria, del escultor Agust¨ªn Ibarrola. Pero el deleite de los sentidos no se agota ah¨ª: continuando el litoral se llega a la playa el Sabl¨®n, la family beach de Llanes, donde se encuentra el restaurante-bar del mismo nombre, perfecto para hacer escala antes de iniciar la excursi¨®n de m¨¢s de un kil¨®metro por el paseo de San Pedro.

Desde esta alfombra verde, elevada unos 50 metros sobre el mar, el espect¨¢culo emociona: a un lado, el bravo acantilado; al otro, la ciudad, espl¨¦ndida; detr¨¢s de ¨¦sta, la Sierra de Cuera, a continuaci¨®n se intuye el semidesconocido Valle Oscuro y, al fondo, reinando, los Picos de Europa. Con la cambiante luz oto?al, el decorado parece acercarse o alejarse, suavizarse o endurecerse.

Finalmente, para bucear entre los verdes mutables de los bosques asturianos, se puede tomar el camino de Llanes a Pancar, pocos kil¨®metros de estrecha carretera que conviene hacer a pie: bosques y prados lo franquean formando un pasadizo natural hermoso y muy relajante. De regreso, un descanso en el c¨¦ntrico caf¨¦ El Pin¨ªn, un final perfecto para esta estimulante incursi¨®n en el universo de la Asturias m¨¢s oriental.