El chico del piano
Jamie Cullum es la ¨²ltima historia de ¨¦xito surgida del mundo del jazz. Se trata de un exuberante cantante y pianista brit¨¢nico que seduce al p¨²blico con sus alborotados directos y con un repertorio que abarca desde George Gershwin hasta Jimi Hendrix.
Hace su entrada con bermudas y camiseta multicolor, como un turista despreocupado. A primera vista, nadie dir¨ªa que Jamie Cullum es la joya de la corona en la divisi¨®n de cl¨¢sico y jazz de Universal. Al menos eso se deduce de la actitud de los representantes espa?oles de la discogr¨¢fica, que deciden quedarse como vigilantes en el camerino madrile?o donde se desarrolla esta entrevista. Hay que proteger nuestra inversi¨®n, deben de pensar. Una inversi¨®n millonaria: se especula que Universal se asegur¨® los servicios de Cullum tras desembolsar entre 1 y 1,8 millones de libras esterlinas, lo que le coloca en cualquier Guinness como el artista m¨¢s caro de la historia del jazz. ?Jazz? Luego veremos si ese traje le cabe.
"Suelo interpretar un n¨²mero de 'My fair lady', y hay quien cree que habla de tomarse un ¨¦xtasis y no parar de bailar"
El hecho de que tengamos compa?¨ªa tambi¨¦n puede derivar de que Cullum, con sus 25 a?os, luce a ciertos ojos como un cr¨ªo necesitado de protecci¨®n. Hay gestos de exagerada preocupaci¨®n cuando los disqueros oyen que ha entretenido la ma?ana callejeando solo por el Madrid tur¨ªstico: "Deber¨ªas habernos llamado, hay muchos robos por esa zona". Cullum puede haber vendido mundialmente 2,5 millones de copias de su Twenty something, pero no cree que necesite guardaespaldas: "Por ahora: las chicas no se abren la blusa para que firme en sus pechos".
Jamie juega la carta de la picard¨ªa: su nuevo disco se titula Catching tales (Atrapando historias), que se pronuncia pr¨¢cticamente lo mismo que Catching tails (Atrapando mujeres). Nada que ver con la realidad, insiste en aclarar: "Mi novia es brasile?a, y ?echa fuego si est¨¢ celosa! Es la t¨ªpica atracci¨®n de los opuestos. Por ejemplo, Isabella odia el clima de Londres, y yo he escrito una canci¨®n, London skies, donde explico que hasta el peor tiempo es grato si andas enamorado. All¨ª toco percusiones que ella me trajo de Brasil. Adem¨¢s, Londres necesita canciones positivas tras el horror de los atentados".
Por sus cifras, Cullum puede ser considerado una estrella, pero no se comporta como tal. En su pa¨ªs negocia con los promotores para que las entradas a sus recitales sean accesibles: "Prefiero recortar mis ingresos y crear afici¨®n en vez de tocar s¨®lo para gente que puede permitirse pagar 25 libras. En el Oak Room, en el Algonquin Hotel, en Manhattan, verme costaba un m¨ªnimo de 100 d¨®lares. ?Te imaginas si encima invitas a una chica?".
Curioso que la primera canci¨®n que Jamie populariz¨® fuera I want to be a popstar, donde compara la suerte de los concursantes en el Operaci¨®n Triunfo brit¨¢nico con la de un jazzman de a pie: "Tocando desde las siete hasta la medianoche, / sobreviviendo con calderilla, / vendiendo discos por docenas, / empe?ando su saxo tenor para grabarlos / con portada dise?ada por su hermano / y texto de presentaci¨®n de su madre". Aunque ¨¦l no toca el saxo, all¨ª hay autobiograf¨ªa: su madre canta en un coro de nivel y le defiende a muerte, su hermano trabaja con ¨¦l.
Recordemos su historial profesional. Estudiaba cine en la Universidad de Reading cuando unos bolos como cantante-pianista le descubrieron que aquello daba un dinerillo y atra¨ªa al sexo femenino. Se autoprodujo un CD que vend¨ªa en las actuaciones, que hoy recuerda como "pura basura, las peores versiones de standards que existen". Con los ahorros y la bendici¨®n familiar se larg¨® a Londres, donde grab¨® un disco atractivo, Pointless nostalgic, editado en 2002 por Candid, peque?o sello jazz¨ªstico de gran prestigio.
Despeg¨®, y los medios encontraron irresistible su trayectoria. Tabloides y televisiones amontonaron los ditirambos: "El Leonardo DiCaprio del piano", "El David Beckham del jazz". Hubo una puja entre Universal y Sony por sus servicios, que gan¨® la primera. Asegura Jamie que no ha visto mucho dinero del mill¨®n largo de libras que, dicen, recibi¨®. "Como en los fichajes del f¨²tbol, el equipo original se queda con el traspaso. Oye, no me quejo: Candid confi¨® en m¨ª cuando era un don nadie". Y cierra con un alarde de modestia: "Me gusta que mi dinero sirva para grabar a artistas que tal vez lo merecen m¨¢s que yo, como esa chica que han pillado, Mina Agossi".
Superada la envidia inicial, los c¨ªrculos del jazz brit¨¢nico se congratularon porque su m¨²sica moviera tales fortunas. Pero quiz¨¢ no haya tanto que celebrar: la fiebre de fichajes jazz¨ªsticos se olvida de los instrumentistas y se centra en los cantantes (a ser posible, rubias con piernas largas, modelo Diana Krall). Adem¨¢s, el dinero comporta servidumbres: se rumorea que los discos de Jamie Cullum son escrutados por Universal como si fueran los del ¨²ltimo cantante pop, para lograr el producto perfecto; que la libertad expresiva, supremo atributo de los jazzmen, es una utop¨ªa en su caso (Universal, susurran, hasta us¨® la tijera para recortar solos de piano).
Si se escucha Catching tales sin aviso previo, nadie dir¨ªa que aquello es jazz. ?Correcto, Jamie? "?Uf!, creo que, si prestas atenci¨®n, ver¨¢s que all¨ª hay alguien con una sensibilidad de jazzman. Yo trato las canciones pop como si fueran jazz, y los temas de jazz como si fueran pop". De paso, manda gui?os a su p¨²blico. Uno de los puntos ¨¢lgidos de sus shows es la excitada lectura de I get a kick out of you: donde muchos cantantes eliminaban la referencia de Cole Porter a la coca¨ªna, Jamie incluso hace como si esnifara. Una gracieta, insiste: "Las drogas recreativas son parte de la vida, sobre todo los fines de semana, aunque sabemos que pueden transformarse en una fuerza incre¨ªblemente destructiva. Pero el problema est¨¢ en la actitud de la sociedad, que no es coherente. Millones de personas sufrieron c¨¢rcel por fumar un porro; ahora, todo lo m¨¢s te ponen una multa. Eso te hace dudar de lo que hoy te recomienden funcionarios que igual no han probado m¨¢s que la nicotina y el alcohol".
Cullum vuelve a la carga con el dilema de si lo que hace es jazz o no: "Yo me veo en la tradici¨®n del jazz. El disco parte de tres tipos mir¨¢ndose a los ojos y tocando a la vez: piano, bajo y bater¨ªa. ?se es el coraz¨®n de Catching tales; de hecho, hasta hemos dejado errores que quedaban naturales. Lo esencial se grab¨® r¨¢pido, en tres semanas. Los vocalistas de jazz sol¨ªan sumar cuerdas y metales; yo prefiero meter guitarras, un poquito de ¨®rgano, algo de sintetizador. Supongo que ah¨ª se nota la m¨²sica con la que he crecido. Pero, en el fondo, es el tr¨ªo de jazz de siempre". Un formato que, para sus o¨ªdos juveniles, resultaba casi tan ex¨®tico como el de una orquesta de gamelan indonesio. "La primera m¨²sica que me conmovi¨® fue Nirvana. La energ¨ªa cruda, la emoci¨®n, la ira de Kurt Cobain marcaron a nuestra generaci¨®n. Cuando yo era estudiante me aprend¨ª todas las canciones de Nevermind a la guitarra, y as¨ª me hice muchos amigos. Adem¨¢s, me qued¨¦ fascinado con el rap; las producciones de Public Enemy o Kanye West son asombrosas. Pero un compa?ero me hizo escuchar A love supreme, de John Coltrane, y eso me abri¨® la mente al jazz".
Jamie entr¨® en ese nuevo mundo sin prejuicios. El canon del jazz, esos standards que cualquier m¨²sico toca con los ojos cerrados, se le quedaba corto. Por tanto, incorpor¨® temas como High and dry, de Radiohead. "Yo no creo que se dejaran de hacer canciones bonitas cuando muri¨® Irving Berlin. El inconveniente de muchos standards es que cuentan con melod¨ªas fant¨¢sticas, pero sus letras suenan cursis. Lo que debes buscar es la canci¨®n que refleje una situaci¨®n eterna, que funcione ahora igual que en 1945. Suelo interpretar I could have danced all night, un n¨²mero de My fair lady, y hay quien cree que habla de tomarse un ¨¦xtasis y no parar de bailar. Pues mira, si eso es lo que piensas, t¨² mismo".
Aunque Jamie compone -solo o junto a mercenarios como Guy Chambers, que trabajaba para Robbie Williams-, la b¨²squeda de canciones ajenas es una obsesi¨®n: "Las buenas canciones tienen m¨¢s de siete vidas. Los grandes autores no se dejaban encerrar. Ahora las canciones se hacen pensando en un mercado determinado: las adolescentes, los yuppies, lo que sea. Y tienen fecha de caducidad, ya que el ¨ªmpetu de su creaci¨®n est¨¢ comprometido por consideraciones comerciales. Yo prefiero la sensibilidad de los cantautores, que no tienen miedo de tratar cosas ¨ªntimas. Y cuestiones pol¨ªticas: los de mi edad nos hemos radicalizado al ver los horrores que se hacen en nuestro nombre; hablo de Irak".
A Cullum, algunos periodistas le han agrupado en el batall¨®n de los Sinatra, esos cantantes que parecen querer evocar el universo de Las Vegas en los a?os cincuenta, una ciudad de placeres al servicio del famoso rat pack (la pandilla de golfos que dirig¨ªa Frank Sinatra). Hace un moh¨ªn ante tal encasillamiento: "No soy el nuevo Michael Bubl¨¦, por favor; Michael me cae bien, pero lo suyo tiene mucho de nostalgia. Yo no quiero sonar a Sinatra. En el nuevo disco hemos recortado graves para que mi voz no parezca la de una persona mayor. No tengo nada contra ellas, pero no soy un crooner para se?oras maduras".
No, no lo es. De hecho, los que van a verle en directo esperando ser arrullados por un vocalista rom¨¢ntico, salen temblando, seguros de que en el escenario se ha colado un hooligan. "Me gusta eso: ?el hooligan del jazz! Lo m¨ªo es un asunto de adrenalina. Me ha ocurrido llegar a Estambul sin haber dormido, y, ?zas!, ponerme a tocar y recuperar toda la fuerza, convertirme en un salvaje". Jamie es el terror de las empresas que alquilan pianos de cola, que ¨¦l convierte en instrumentos percusivos. "Son herramientas, nada m¨¢s. Adem¨¢s, ?hay que dar trabajo a los afinadores de pianos! Yo no me atrever¨ªa, pero entiendo que Jimi Hendrix quemara su guitarra para llamar la atenci¨®n".
Jamie se considera un adicto al directo. En sus primeros tiempos londinenses compatibilizaba el jazz con el rock, tocando teclados en una banda llamada Taxi, "y tambi¨¦n hice de dj. Puede que sea m¨¢s dif¨ªcil pinchar discos que actuar; al menos, la gente est¨¢ predispuesta a atender a alguien que sale a un escenario. Una pista de baile se puede quedar vac¨ªa, y t¨² te angustias, no sabes lo que has hecho mal". De vez en cuando, Jamie llama a los promotores que le contrataron en 2001 y se ofrece a tocar esa noche en un club diminuto, con publicidad boca a boca: "Es mi agradecimiento por echarme un cable cuando era un desconocido. Voy con mis m¨²sicos, pero igual invitamos a que se nos una alguien. Hacemos lo que se nos ocurre, y hasta temas que nos pide la gente y que igual nunca hemos tocado. Es como tirarte a la piscina cuando no sabes nadar. El que nos vea en uno de esos locales, nunca dudar¨¢ de que somos m¨²sicos de jazz".
'Catching tales' (UJC / Candid) est¨¢ distribuido por Universal.
Catching tales' (UJC / Candid) est¨¢ distribuido por Universal.
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