La fascinaci¨®n del buen cine de Europa

La gordita que se refugia en un extra?o poblado del desierto de Bagdad Caf¨¦; el Shakespeare que escribe cartas de amor; el perverso Valmont; el alucinado drogadicto de Trainspotting; los intr¨¦pidos desempleados de Full Monty; el decorado pintado en el suelo con tiza de Dogville; la afici¨®n contra natura del ni?o bailar¨ªn Billy Elliot; la broma pesada de La cena de los idiotas; el soberbio alegato pol¨ªtico de En el nombre del padre; el amor silenciado de Cyrano de Bergerac; los tres colores de Kieslowski; la perseverancia de la chica paquistan¨ª de Quiero ser como Beckham; el sofisticado asesinato de 8 mujeres; el divertido conflicto de Italiano para principiantes; los enredos amorosos de Love actually; las virguer¨ªas culinarias de El fest¨ªn de Babette; las buenas obras de Amelie; los indignados padres de la chica embarazada de Caf¨¦ irland¨¦s; el tierno amor de El marido de la peluquera; las ingeniosas argucias de Good bye, Lenin; el monstruo carn¨ªvoro de El pacto de los lobos; las tribulaciones de la joven reina Elizabeth; la imaginer¨ªa de El cuarto protocolo...

El cine europeo ha tomado conciencia de su identidad propia frente al coloso americano

El cine europeo sigue en alerta tratando de defender su terreno. Muchas veces lo logra con pel¨ªculas espl¨¦ndidas

El cine italiano no se hizo grande hasta que comenz¨® a hablar de su propia realidad

Son ejemplos de un cine europeo que ha tomado conciencia de su identidad propia frente al coloso americano. Hay varios s¨ªntomas de este resurgir: entre otros, el programa Media, las ayudas a la producci¨®n, promoci¨®n y exhibici¨®n, la batalla actual por reconocer la excepcionalidad cultural del cine y dejar de considerarlo exclusivo producto de mercado... sin olvidar la creaci¨®n en 1988 de la Academia Europea de Cine y sus premios anuales (en la primera edici¨®n, por cierto, fueron galardonadas Mujeres al borde de un ataque de nervios y la actriz Carmen Maura; en la edici¨®n de este a?o -cuya gala se celebrar¨¢ el pr¨®ximo 3 de diciembre- est¨¢n nominados ?lex de la Iglesia, Luis Tosar y M¨®nica Cervera; el premio de honor ser¨¢ para Sean Connery).

El cine europeo parece estar de moda. Baste recordar la reciente Palma de Oro del Festival de Cannes a la pel¨ªcula belga L'enfant, de los hermanos Dardenne; la ultim¨ªsima Concha de Oro de San Sebasti¨¢n a la checa Stesti (Algo parecido a la felicidad), de Bohdan Sl¨¢ma; o el gran premio del festival de Montreal a Off screen, del holand¨¦s Pieter Kuijpers.

Cuentan que los hermanos Lumi¨¨re, inventores del cinemat¨®grafo, cre¨ªan que el suyo era "un invento sin futuro", una simple atracci¨®n de barraca de feria que acabar¨ªa cansando a los espectadores. Obvio es decir que se equivocaron. En poco tiempo el cine se propag¨® como uno de los espect¨¢culos m¨¢s atractivos, y no s¨®lo en Francia.

En Estados Unidos, Thomas Alva Edison decidi¨® por su cuenta que hab¨ªa sido ¨¦l el inventor del nuevo prodigio, y se impuso en el mercado por la fuerza. Edison no se andaba con chiquitas. No era tan ingenuo como los documentalistas Lumi¨¨re ni pose¨ªa la imaginaci¨®n creativa de Georges M¨¦li¨¨s, que fue el primero en contar historias con im¨¢genes en movimiento. Pero Edison ten¨ªa abogados, sicarios y armas, y no dud¨® en utilizar tan convincentes poderes para aniquilar a sus competidores. "Quien controle la industria cinematogr¨¢fica, controlar¨¢ el medio m¨¢s potente de influencia sobre el p¨²blico", dec¨ªa, y no tuvo remilgos en practicar cualquier fechor¨ªa para ser ¨¦l quien lo gobernara.

Respecto a las pel¨ªculas francesas o inglesas que comenzaban a verse en su pa¨ªs, le bast¨® con irlas copiando fotograma a fotograma, mejor¨¢ndolas en ocasiones. Sin embargo, no alcanz¨® su objetivo de monopolizar el cine: no le fue posible quitar de en medio a todo bicho viviente, otros productores fueron surgiendo.

A?os m¨¢s tarde, con una Europa arrasada tras el desastre de la I Guerra Mundial, estos nuevos productores norteamericanos aprovecharon la ocasi¨®n para imponer sus pel¨ªculas en el viejo continente. Los arruinados pa¨ªses no estaban en situaci¨®n de ofrecer el entretenimiento que el p¨²blico ped¨ªa con avidez. Y luego, cuando poco a poco comenzaron a florecer nuevos talentos en Europa, a Hollywood le bastaba con comprarlos y llev¨¢rselos a su terreno.

Fuga de talentos

El nazismo puso su granito de arena provocando una gran fuga de talentos en las ciencias y en las artes. Hubo escritores de peso que se vieron por un tiempo participando en la escritura de guiones para los grandes estudios. Parecidos derroteros siguieron directores, actores y actrices como, por ejemplo, la sueca Greta Garbo o la alemana Marlene Dietrich, pasando por el director ingl¨¦s Alfred Hitchcock, el h¨²ngaro Michael Curtiz, los alemanes Ernst Lubitsch y F. W. Murnau, el vien¨¦s Eric von Stroheim, el alsaciano William Wyler... hasta una larga lista de genios que se fueron sumando a la propia del cine de Estados Unidos. De ah¨ª que haya quien opine que su cine cl¨¢sico fue en realidad obra de europeos.

M¨¢s adelante, con la llegada del cine hablado, y antes de que se inventara el doblaje, los productores de Hollywood contrataron a las figuras cinematogr¨¢ficas m¨¢s populares de cada pa¨ªs para que hicieran sus pel¨ªculas en estudios americanos: desde el argentino Carlos Gardel al franc¨¦s Maurice Chevalier pasando por las espa?olas Imperio Argentina o Raquel Meller... Incluso hubo casos de artistas contratados a alto precio que no llegaron a rodar pel¨ªcula alguna: a los competidores americanos les bastaba con que no las hicieran en sus pa¨ªses de origen y dejar libre el mercado para las suyas.

L¨®gico era, pues, que desde Europa se tratara de imitar al cine americano. Ah¨ª est¨¢n para la memoria los fastuosos decorados de las pel¨ªculas italianas o espa?olas de los a?os treinta, la imitaci¨®n de sus galanes, de sus vestidos... y de sus tel¨¦fonos. Comedias de tel¨¦fono blanco se apod¨® en Italia a las pel¨ªculas que de tanto imitar el cine estadounidense inclu¨ªan elementos inexistentes en la vida real como los tel¨¦fonos aludidos.

El cine italiano no se hizo grande hasta que comenz¨® a hablar de su propia realidad. El neorrealismo surgi¨® como un vendaval lleno de verdad. Ya no se imitaba a Estados Unidos sino que se hablaba de las dificultades propias, de las miserias de la posguerra. Y poco tiempo despu¨¦s, con humor saludable. Puede que la comedia italiana haya marcado el momento ¨¢lgido del cine europeo.

Otros pa¨ªses comenzaron igualmente a hablar de s¨ª mismos en sus pel¨ªculas. Los brit¨¢nicos, con el llamado free cinema; los franceses, con la nouvelle vague; los espa?oles, con el nuevo cine espa?ol..., rompimientos est¨¦ticos, b¨²squeda de lenguajes diferentes, cr¨®nicas de la realidad. Los espectadores que s¨®lo disfrutaban con el lenguaje cl¨¢sico del buen cine americano encontraban aburridas estas pel¨ªculas europeas. Bergman, Antonioni, Saura... eran reconocidos en festivales, en cineclubes pero no siempre concitaban el inter¨¦s de la audiencia. En algunos casos a¨²n perdura este distanciamiento.

En cualquier caso, la eclosi¨®n del cine europeo no dej¨® indiferente a Hollywood. Desde 1956 decidi¨® conceder uno de sus Oscar a una pel¨ªcula de habla no inglesa. El primero fue para La strada, de Federico Fellini, que repiti¨® premio al a?o siguiente con Las noches de Cabiria; a¨²n lo obtendr¨ªa en otras dos oportunidades: Fellini 8 1/2 (1963) y Amarcord (1974), y, salvo en cuatro ocasiones, todos los oscars a la mejor pel¨ªcula extranjera han reca¨ªdo en filmes europeos. Algunos de ellos figuran en esta colecci¨®n de EL PA?S: la danesa El fest¨ªn de Babette (1987), de Gabriel Axel, premiada igualmente en el Festival de Cannes; la italiana Mediterr¨¢neo (1990), de Gabriele Salvatore, merecedora igualmente de tres premios David de Donatello; la francesa Indochina (1993), de Regis Wargnier, que tambi¨¦n logr¨® varios premios Cesar y el Goya espa?ol; la brit¨¢nica Shakespeare enamorado (1998), de John Madden, ganadora asimismo de otras seis estatuillas y con otras tantas nominaciones...

The Full Monty (Peter Cattaneo, 1997) obtuvo el Oscar a la mejor m¨²sica y tres nominaciones m¨¢s; Elizabeth, la reina virgen (Shekhar Kapur, 1998) logr¨® siete nominaciones y gan¨® el Oscar al mejor maquillaje; Cyrano de Bergerac (Jean-Paul Rappeneau, 1990) logr¨® el Oscar al mejor vestuario; Trainspotting (Danny Boyle, 1996), el de mejor gui¨®n...

Y fueron nominadas The Commitments (Alan Parker, 1981); Bagdad Caf¨¦ (Percy Adlon, 1987); Billy Elliot (Stephen Daldry, 2000); En el nombre del padre (Jim Sheridan, 1993) con siete nominaciones; Love actually (Richard Curtis, 2003); Valmont (Milos Forman, 1989); El diario de Bridget Jones (Sharon Maguire, 2001); Amelie (Jean-Pierre Jeunet, 2001), con cinco nominaciones; El oso (Jean-Jacques Annaud, 1988); Cuatro bodas y un funeral (Mike Newell, 1994), con dos nominaciones; Rojo (Krzysztof Kieslowski, 1994); El amante (Jean-Jacques Annaud, 1992)...

No significa esto que se haya fumado la pipa de la paz. El cine europeo sigue en alerta tratando de defender su terreno. Muchas veces lo logra con pel¨ªculas espl¨¦ndidas. Y entonces su p¨²blico le responde.