Pedro y el lobo
En 1971, por primera vez desde 1945, Estados Unidos registr¨® un d¨¦ficit comercial. En los 11 a?os siguientes altern¨® ligeros super¨¢vit de cuenta corriente -seis a?os- con d¨¦ficit moderados, para a partir de entonces asentarse sostenidamente en los n¨²meros rojos: salvo en 1991, 23 ejercicios en los que EE UU necesit¨® apelar al ahorro del resto del mundo. Probablemente este a?o el desequilibrio externo llegar¨¢ al 6% del PIB, un nuevo r¨¦cord. Las consecuencias financieras de estos d¨¦ficit externos son contundentes: a partir de 1989 EE UU pas¨® de acreedor internacional a deudor internacional neto, o lo que es lo mismo, a que el valor de sus activos sobre el resto del mundo sea inferior al valor de los activos que los inversores y ahorradores del resto del mundo tienen sobre el pa¨ªs. El ¨²ltimo dato situaba esta posici¨®n internacional en unos pasivos netos equivalentes al 25% del PIB norteamericano.
Lo que sobra en el mundo es ahorro; lo que falta son activos tan l¨ªquidos, rentables y seguros como hasta ahora han sido los americanos
Un problema que aunque no sea novedoso, ahora tiene perfiles imponentes que justifican un debate sobre el origen, la "sostenibilidad" y potenciales consecuencias de una eventual correcci¨®n del desequilibrio externo norteamericano. El FMI acaba de sancionar la postura "pol¨ªticamente correcta": desmayadamente aseverar que el d¨¦ficit es insostenible, para inmediatamente a?adir que el ajuste ser¨¢ gradual y no tendr¨¢ consecuencias letales para la econom¨ªa mundial.
Hay otras opiniones m¨¢s excitantes. Una vez que se ha llegado a d¨¦ficit comercial tan abismal, el ¨¢lgebra exige que las exportaciones tengan que crecer el doble que las importaciones tan solo para mantener el tama?o de la brecha. Y con ello no bastar¨ªa para estabilizar en el 6% el d¨¦ficit corriente, ya que EE UU tendr¨¢ que dedicar cada vez m¨¢s recursos a pagar su deuda hist¨®rica. Para rematar, con el 6% de d¨¦ficit corriente, en la mayor¨ªa de los escenarios imaginables, la deuda internacional americana sigue creciendo.
El corolario es simple: creerse que el "d¨¦ficit es insostenible" conlleva la necesidad de asumir que las autoridades norteamericanas van a identificar como objetivo prioritario de su pol¨ªtica econ¨®mica la reducci¨®n de su demanda dom¨¦stica y la depreciaci¨®n efectiva del d¨®lar. Edwin Truman ha estimado que el coste directo de ese ajuste rondar¨ªa el 5% de la renta per c¨¢pita, unos 2.350 d¨®lares por americano. Y la "peculiaridad" que supone el hecho de que los pasivos internacionales americanos est¨¦n denominados en d¨®lares -?para eso son la moneda internacional por excelencia!- implica que una depreciaci¨®n del 25% del d¨®lar conlleve un bill¨®n de d¨®lares de p¨¦rdidas patrimoniales para los inversores internacionales.
En ambos casos, mucho. Debe haber pocos pol¨ªticos en el mundo dispuestos a imponer ese coste a sus votantes a instancias de unos economistas que llevan entre cuatro y seis a?os anunciando la inmediatez de la llegada del lobo. Augurando una rebeli¨®n de los pagadores internacionales a seguir haci¨¦ndose cargo de la cuenta de los excesos del consumidor americano. Y el lobo no ha acabado nunca de llegar. Quiz¨¢ porque lo que sobra en el mundo es ahorro -en Alemania, en Jap¨®n, en China, en Latinoam¨¦rica, en los pa¨ªses productores de petr¨®leo- y lo que falta son activos financieros y reales tan l¨ªquidos, rentables y seguros como hasta ahora han sido los americanos. Ahora que si alguna vez llega... pese al FMI nos vamos a acordar de Pedro. Y del lobo.
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