Dejar de no ver
El Gobierno catal¨¢n ha promovido una regulaci¨®n legal de la prostituci¨®n que evite la explotaci¨®n de las mujeres que se dedican a ella. El problema es bien real, aunque se tienda a ignorarlo. En Espa?a hay unas 300.000 mujeres que ejercen la prostituci¨®n, y m¨¢s de 600.000 espa?oles mayores de 18 a?os reconocen recurrir a sus servicios con frecuencia.
El fen¨®meno est¨¢ adquiriendo niveles de sordidez, explotaci¨®n y humillaci¨®n que permite hablar de esclavitud encubierta. Miles de extranjeras son obligadas a prostituirse en condiciones de sometimiento y vejaci¨®n por bandas criminales que las han secuestrado en sus pa¨ªses y las tienen prisioneras de sus redes. El hecho de que sean muy pocas las que se acogen a la posibilidad legal de obtener la residencia legal si denuncian esas redes indica el insoportable nivel de coacci¨®n a que son sometidas.
Se plantean dos opciones, ambas con argumentos s¨®lidos, de acuerdo con los dos modelos hasta ahora probados: el sueco, que proh¨ªbe la prostituci¨®n y castiga con penas de hasta seis meses de c¨¢rcel la compra de servicios sexuales (no la venta), y el holand¨¦s, que ha regulado las condiciones socio-laborales en que puede ejercerse. Los grupos prohibicionistas argumentan que legalizar la prostituci¨®n significa legalizar la violencia contra las mujeres. Tienen raz¨®n en la medida
que s¨®lo el 5% de las que la ejercen lo hacen voluntariamente.
Pero no est¨¢ claro que la opci¨®n prohibicionista tuviera los efectos deseados. Seguramente la prostituci¨®n disminuir¨ªa, como ha ocurrido en Suecia, pero es muy posible que creciera una pr¨¢ctica clandestina con efectos tan perniciosos o m¨¢s que los de la actual alegalidad. Quiz¨¢ fuera m¨¢s adecuado intentar encontrar un punto alcanzable, lo m¨¢s cercano posible al objetivo de la erradicaci¨®n. De acuerdo con una sentencia del Tribunal de Justicia de Luxemburgo de 2001, que reconoci¨® la prostituci¨®n como una "actividad econ¨®mica" siempre que se ejerza por cuenta propia, una eventual regulaci¨®n legal deber¨ªa garantizar la total libertad de las mujeres, de manera que su ejercicio no sea en ning¨²n caso forzado; impedir el aprovechamiento por parte de terceros de esta actividad y endurecer las penas con que se castiga a los proxenetas. Y no deber¨ªa permitirse en las calles, como no se permiten otras muchas actividades.
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