Las Espa?as
Posiblemente cometiera un error de precipitaci¨®n Zapatero asumiendo antes de ser presidente el reto de aceptar el nuevo Estatuto de Catalu?a con la ¨²nica condici¨®n de que ¨¦ste surgiese con una mayor¨ªa cualificada, ampliada posteriormente con la que el texto fuera constitucional. Quiz¨¢s no esperase extralimitaciones como la f¨®rmula de concierto econ¨®mico finalmente aprobada, o una justicia m¨ªnimamente conectada con el sistema judicial espa?ol, o el blindaje de las competencias, pero si que parec¨ªa asumir, desde tiempo atr¨¢s, la declaraci¨®n de naci¨®n por tratarse en su opini¨®n de una cuesti¨®n de nominalismo.
Pero tambi¨¦n es posible pensar, de ser sincero el ¨¦nfasis que pone en el tema identitario de las diferentes comunidades, que considere una oportunidad toda esta situaci¨®n de reforma e incluso se considere protagonista de la misma. De sus primeras declaraciones se puede deducir que no observa el nuevo Estatuto como un problema para su acci¨®n de gobierno, sino, m¨¢s bien, como todo un hito en la nueva organizaci¨®n pol¨ªtica, que de seguir por la v¨ªa identitaria y particularista, y no tanto, como sus predecesores, por los c¨¢nones del igualitarismo y de la descentralizaci¨®n, su impulso va a tener tintes revolucionarios. Revolucionario en el sentido, salvando las distancias, en el que en los a?os sesenta una juventud rebelde cre¨ªa que Espa?a era una unidad en la opresi¨®n y que el progreso social se un¨ªa indefectiblemente a la secesi¨®n pol¨ªtica de cada entidad perif¨¦rica.
Ese era el pensamiento, entre otros, de ETA, y ahora muy n¨ªtidamente tambi¨¦n de ERC. Sin duda alguna, de seguir por estos derroteros, se tratar¨ªa de una enorme transformaci¨®n del sistema pol¨ªtico, tan grande como para pasar a la historia, puesto que detr¨¢s vendr¨¢ Euskadi y todos los dem¨¢s en el proceso interminable hacia la confederaci¨®n. A los dos d¨ªas el Gobierno balear, regido por el PP, reclama la misma financiaci¨®n que la aprobada en el nuevo Estatuto catal¨¢n. Es de esperar que la apuesta del presidente por el encauzamiento y la reflexi¨®n sobre la propuesta catalana suavicen los escollos para encajarla, aunque con f¨®rceps, en el ordenamiento actual.
Encauzamiento con problemas, porque a pesar de todo lo que pueda suponer de salto adelante la propuesta aprobada por el Parlament, el l¨ªder de ERC ya ha anunciado la disposici¨®n adicional que los nacionalistas vascos pusieron de moda: el nuevo Estatuto no es una meta sino el medio de alcanzar la secesi¨®n. Sea o no nominalista el enunciado de naci¨®n ya se puede apreciar que para algunos de sus promotores es el paso para erigir un estado, y, por tanto, los exagerados niveles de la autonom¨ªa para parte de estos impulsores tiene un fin hoy en d¨ªa que, se apruebe o no en el Congreso de los Diputados, aparece m¨¢s cercano. Pudiera ser que el nuevo modelo que se anima ante tanta reforma estatutaria sea el confederal, similar al del Antiguo R¨¦gimen espa?ol, no en vano el mismo Maragall utiliza el t¨¦rmino tan caro al absolutismo regionalista, el de los carlistas, para referirse a Espa?a antes de que ¨¦sta fuera naci¨®n: las Espa?as. Y es muy posible que esta vuelta al XVIII muchos lo consideren progreso.
El tratamiento en el Congreso de los Diputados va a ser adem¨¢s de duro largo. La mayor¨ªa gubernamental conseguir¨¢ que se acepte su tramitaci¨®n, como ocurriera con el plan Ibarretxe, a pesar de sus posible car¨¢cter de reforma constitucional. La mayor¨ªa lo aceptar¨¢ en el pleno para dar paso a su tramitaci¨®n, larga, de enmiendas parciales, dejando a la opini¨®n p¨²blica en una espera de preocupaci¨®n y produciendo sin duda alguna una crisis con la oposici¨®n y otra m¨¢s soterrada entre miembros del propio partido del presidente. En otro momento hist¨®rico las consecuencias hubieran sido fatales, pero ahora gozamos de un alto nivel de bienestar y de una despreocupaci¨®n por la pol¨ªtica por parte de la sociedad nunca conocida, quiz¨¢s producida por ese bienestar.
La crisis se va a notar entre nuestros representantes pol¨ªticos especialmente, m¨ªnimamente en la sociedad que tiene de momento otras preocupaciones. No va a pasar nada, al menos aparentemente. La cohesi¨®n econ¨®mica y cultural, por encima de las obsesiones identitarias, seguir¨¢ actuando. Otra cosa es que a medio plazo no tenga consecuencias, y tanto este estatuto reci¨¦n aprobado en Catalu?a como el plan Ibarretxe sigan presionando abrumadoramente salvo soluciones traum¨¢ticas que no son de esperar. En eso si nos diferenciamos del pasado, y todo gracias a una Constituci¨®n tan poco apreciada en la actualidad.
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