Una acci¨®n de gracias
?En qu¨¦ anaquel de la teor¨ªa de los g¨¦neros encajan aquellos libros que hablan de libros? Dentro de la taxonom¨ªa literaria no hay ubicaci¨®n para algo que no es cr¨ªtica, manual te¨®rico o disciplina r¨ªgida, algo que no es metaliteratura y, sin embargo, trata de lo escrito, sin pontificar ni diseccionarlo, sin usar ni embotar su parte de creaci¨®n absoluta. ?D¨®nde se colocan los libros que hablan enamoradamente de otros libros con la humildad escueta de se?alarlos, con la honesta gratitud de nombrarlos solamente? A una modalidad del inventario o de la acci¨®n de gracias podr¨ªa pertenecer la biograf¨ªa intelectual y el cuaderno de viajes que, bajo el t¨ªtulo El mago de Viena, quiere numerarnos cu¨¢ntos libros am¨® Sergio Pitol y qu¨¦ vinieron a ense?arle.
EL MAGO DE VIENA
Sergio Pitol
Pre-Textos. Valencia, 2005
271 p¨¢ginas. 18 euros
Sus ensayos y fragmentos se disponen en el simpl¨ªsimo gesto demostrativo, en la amorosa deixis de lo que se admira. Ir m¨¢s all¨¢ en el comentario -hasta desentra?ar la novela o el poema frecuentados- ser¨ªa como explicar qu¨¦ se ama; ser¨ªa como destripar las razones de la querencia y depreciarla en lo que tiene de ¨²nica e inextricable. Por eso, el estilo empleado por Pitol en su discurso evocativo es de una limpidez sorprendente para lo que, mago de la ficci¨®n neobarroca, del relato esperp¨¦ntico, ¨¦l nos acostumbra.
El libro es y no es falsamente biogr¨¢fico. Est¨¢ Pitol ah¨ª -el mejor, el m¨¢s sincero-, pero ese Pitol que aparece no lo ser¨ªa sin los libros que lo formaron as¨ª, con tal habilidad de evocarlos y servirlos. Si en su caso "se vive para leer", el repaso de la vida no puede consistir sino en el repaso de lo le¨ªdo. Pitol resulta el mago del t¨ªtulo, un hombre con una capacidad fant¨¢stica para borrarse, para plegarse a sus ratos de lecturas compulsivas. Volverse invisible -el milagro que de ni?o m¨¢s le atra¨ªa- es el don por excelencia de la magia y el estado necesario que una buena lectura induce: estado de anulaci¨®n en el que lo otro le¨ªdo, el sujeto de la lectura, se hace visible a trav¨¦s y "a costa" de la biograf¨ªa de ese sujeto "Pitol" que lo invoca. Por su parte, la obra "recuperada" funciona como garant¨ªa de toda la empresa recuperadora dentro de un circuito sancionador, por el cual una escritura espont¨¢nea, enso?ada, subraya otras escrituras de una calidad que justifique sobradamente dicha restauraci¨®n. Lo interesante, sin embargo, es que los libros reivindicados por Pitol se encuentran muy lejos de las consensuadas n¨®minas al uso. De hecho, ¨¦l se atreve a reunir, en dispareja proximidad, a Shakespeare y Flann O'Brien, a Ch¨¦jov y Eudora Welty, a Kafka y Eug¨¨ne Sue.
Romper con listas oficiales
para proponer un canon individual y una redistribuci¨®n escandalosa de la tradici¨®n, m¨¢s que de la tendencia posmoderna y desacralizadora, proviene de una visi¨®n muy mexicana y ecum¨¦nica del archivo cultural. Alfonso Reyes, con su famoso "todo lo sabemos entre todos", inauguraba una especie de tolerante pante¨ªsmo en el que Pitol milita. La verdadera cultura no tiene fronteras, tampoco prohibiciones, jerarqu¨ªas ni solemnidades. La verdadera cultura es intuitiva, org¨¢nica, emocionante y certificada precisamente por esta convivencia ¨ªntima, sangu¨ªnea, apasionada, con lo hecho por otros. Cierta frase de Conrad, que Pitol cita, define la palabra escrita como "la tarea de hacer o¨ªr, hacer sentir y hacer ver"; lo que explicar¨ªa que el mago de la calle de Viena, en el Coyoac¨¢n del DF, no trate de encontrar los significados de lo que lee y persiga otro tipo de contenidos. Su lectura no busca tanto un suplemento significante como sensitivo, pura tarea interior y emocional, que no quiere dar a entender, sino dar a sentir.
As¨ª pues, vida y biblioteca son sin¨®nimos. El recuerdo del libro le¨ªdo y de los hechos biogr¨¢ficos que rodearon su lectura se producen a la par. En este punto, Pitol se detiene para reivindicar una peculiar teor¨ªa de la relectura y la revisi¨®n, en las que radica el proyecto de leer. La segunda vez de lo le¨ªdo a?ade al conocimiento madurado del texto las peripecias que acompa?aron la primera y adem¨¢s la evoluci¨®n, la distancia que median entre una y otra. En una visi¨®n diacr¨®nica y comparatista de esta acci¨®n, si la lectura es biograf¨ªa, la relectura es historia. Igualmente, toda escritura es anamnesis, "un pensamiento hacia atr¨¢s remont¨¢ndose", un peregrinaje sin retorno y sin salidas, porque el autor recuerda justo lo que ha extraviado -el tiempo feliz e irrecuperable leyendo-. El trabajo evocador de Pitol no deja de producir un discurso fantasma, espejismo a su vez de otros discursos, forjado a partir de una lejan¨ªa con aquellos textos que convoca a su prodigiosa mesa mesm¨¦rica. Por ello, El mago de Viena es tambi¨¦n un libro del deseo: qu¨¦ es leer sino colocarse en una situaci¨®n de anhelo, cuando en cada p¨¢gina se intuye la antesala de un descubrimiento. La autobiograf¨ªa libresca de Pitol lucha por atrapar algo que tuvo una vez, un momento de belleza arrancado a la lectura y un instante de dicha que ahora permanece continuamente diferida. Los libros que hablan sobre libros son as¨ª, retrospectivos, imposibles, nost¨¢lgicos y ut¨®picos.
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