Sergio Pitol: ¡°La novela es un g¨¦nero que lo acepta todo¡±
El escritor habla sobre su gusto por mezclar g¨¦neros literarios, su atracci¨®n por los autores raros y de la pol¨ªtica mexicana
El mago de Viena, la recopilaci¨®n de ensayos, notas y breves fabulaciones es, en la obra de Sergio Pitol, otra muestra del g¨¦nero acu?ado o perfeccionado por ¨¦l, que combina el ensayo o la cr¨®nica con la irrupci¨®n de relato brev¨ªsimo y vi?etas de iron¨ªa y asombro. En esa l¨ªnea se encuentran El arte de la fuga y El viaje, contribuciones de primer orden de Pitol a la decisi¨®n "posmoderna" de no creer en g¨¦neros literarios sino en textos donde el recuerdo personal¨ªsimo, en apariencia ajeno al tema del ensayo o la cr¨®nica, a fin de cuentas resulta ser un testimonio indispensable y el aviso de un g¨¦nero. No obstante su diversidad de asuntos, El mago de Viena es un libro org¨¢nico cuya unidad deriva del entusiasmo por la literatura y por el ars combinatoria donde un goce o una decepci¨®n conduce a otros similares y en donde nada es m¨¢s decepcionante que la descripci¨®n textual. As¨ª, Faulkner lleva a Bu?uel, Thomas Bernhard a Roberto Bola?o, el gran actor polaco Joseph Tura (de To be or not to be, el prodigio sat¨ªrico de Ernst Lubitsch) a las nuevas sensibilidades literarias. De esto converso con Sergio Pitol.
CARLOS MONSIV?IS. Entre otros textos, El mago de Viena contiene la s¨ªntesis de la novela del mismo t¨ªtulo, que narra la conspiraci¨®n que localiza herederas amn¨¦sicas y las pone a la disposici¨®n de gigol¨®s internacionales, de nacionalidad estrictamente pri¨¢pica. A la red siniestra lo mismo pertenecen futbolistas que pol¨ªticos, figuras de sociedad que financieros. Es s¨®lo una sinopsis. Me gustar¨ªa leer la novela en su jubilosa integridad, y debo resignarme a enterarme de algo. ?Por qu¨¦ esa invenci¨®n de tramas que al apenas bosquejarse frustran al lector?
SERGIO PITOL. El mago de Viena iba a ser un conjunto de art¨ªculos, de pr¨®logos y textos de conferencias. Pero al ordenarlos en un ¨ªndice me pareci¨® muy fastidioso. Comenc¨¦ a retocarlos, buscar una estructura narrativa, hacer de esos materiales algo como una novela o una narraci¨®n autobiogr¨¢fica, con un tono celebratorio y levemente extravagante. Mis viajes, mis lecturas, mi escritura, mis amigos y aun personas que conozco casualmente se me convierten en personajes.
C. M. Nadie como Pitol en la tarea de desenmascarar a sus personajes. Recuerdo ahora lo que me refiri¨® Margo Glantz de un viaje que hicieron a Cadaqu¨¦s: Sergio la convenci¨® de que dos dulces viejecitas que administraban un hotel eran una pareja de monjas h¨²ngaras que hab¨ªan huido del convento por el temor a amanecer un d¨ªa convertidas en santas. Y en ese mismo viaje Pitol concluy¨® del traj¨ªn de los meseros de un restaurante decadente su pertenencia a una organizaci¨®n secreta que a la medianoche le rend¨ªa homenajes po¨¦ticos a la comida indigerible, la que le preparaban a los clientes ya tan perdidamente adictos que se quedaban a vivir en Cadaqu¨¦s para siempre. Evocado lo anterior, pregunta: ?qu¨¦ son para ti los exc¨¦ntricos?
"En mis a?os en Polonia y la URSS ser raro era un camino a la libertad"
S. P. En mis libros abundan los exc¨¦ntricos, quiz¨¢s en demas¨ªa, pero es natural. Recuerda, Carlos, nuestra adolescencia y ver¨¢s que nos movimos entre ellos. Nuestro amigo Luis Prieto, el rey de los exc¨¦ntricos, nos condujo a ese mundo. Habl¨¢bamos un lenguaje que poca gente entend¨ªa. Y en mis largos a?os en Europa, sobre todo en Polonia y la Uni¨®n Sovi¨¦tica, mi mundo era ¨¦se. Las dictaduras, la opresi¨®n, los produc¨ªan; ser raro era un camino a la libertad. La Inglaterra e Irlanda victorianas produjeron un ej¨¦rcito de ellos; quiz¨¢s por eso tienen una literatura espl¨¦ndida, Sterne, Swift, Wilde y sus sucesores. Cuando viv¨ª en Barcelona, a final de los sesenta y los setenta, me mov¨ªa en c¨ªrculos literarios que rozaban la excentricidad, el juego, ahora cuando los veo son otros, normales, almidonados, convencionales, salvo Cristina Fern¨¢ndez Cubas y Enrique Vila-Matas. En Madrid, ?lvaro Pombo es un exc¨¦ntrico genial.
C. M. ?Hasta qu¨¦ grado la mezcla de ensayo y narraci¨®n en tus textos es una aproximaci¨®n a la idea de la novela como un g¨¦nero habitado por los personajes que ocurren al lado de los Cuatro Jinetes de tu Apocalipsis: la solemnidad, el decoro de vena acad¨¦mica y cub¨ªculo, el respeto al respeto y la vanguardia a c¨®mo d¨¦ lugar?
S. P. La novela es un g¨¦nero que acepta todo. En el Quijote hay discursos de diversas clases. Uno, el de Las letras y las armas, otro, las lecciones del Quijote a Sancho Panza antes de salir a gobernar la ¨ªnsula Barataria son de teor¨ªa del Estado, y tambi¨¦n el discurso a los cabreros sobre un mundo desaparecido de felicidad, arrasado por los intereses mezquinos del poder y del dinero, es una versi¨®n de La Ciudad del Sol, de Campanella, la utop¨ªa m¨¢s importante del Renacimiento. En el siglo XX, La monta?a m¨¢gica y, sobre todo, el Doctor Fausto, de Thomas Mann, y Los son¨¢mbulos, de Hermann Broch, son novelas prodigiosas en las que el ensayo interviene en su estructura de forma espectacular. Pero es raro que un ensayista al escribir un texto incorpore elementos narrativos, con tramas y personajes novelescos. Puede haberlos, pero yo no recuerdo m¨¢s que a Magris y Sebald. Como mis ensayos eran bastante aburridos y tristones, comenc¨¦ a interpolar una que otra peque?a trama, un sue?o, unos juegos y varios personajes.
C. M. ?Qu¨¦ significa hoy para ti el cuento, un g¨¦nero apreciado por los lectores y minimizado por la cr¨ªtica?
S. P. Me inici¨¦ con el cuento y durante quince a?os segu¨ª escribi¨¦ndolos. En el cuento hice mi aprendizaje. Tard¨¦ mucho en sentirme seguro. En los cuatro relatos que est¨¢n en mi libro Vals de Mefisto la narraci¨®n y el ensayo se re¨²nen, a¨²n leve pero firmemente.
"En mis libros abundan los exc¨¦ntricos, pero es natural. Recuerda nuestra adolescencia y ver¨¢s que nos movimos entre ellos"
C. M. Hablas de autores muertos y uno de ellos es Giovanni Papini. ?Eso habla de la necesidad de un Museo de las Sensibilidades Fechadas, en donde habr¨ªa v¨ªctimas para Papini, Axel Munthe, para ya ni hablar de la Pardo Baz¨¢n, Pem¨¢n, Gabriel y Gal¨¢n, etc¨¦tera? A prop¨®sito de esos autores de mausoleos que la alegr¨ªa del olvido preserva, en El mago de Viena te refieres as¨ª a una de las glorias de la cultura de M¨¦xico, don Jaime Torres Bodet, cuatro veces secretario de Estado, director de la Unesco, sin¨®nimo del prestigio multicondecorado, etc¨¦tera: "Si alguien me conminara hoy d¨ªa, pistola en mano, a releer (la novela) Proserpina rescatada, de Torres Bodet, probablemente preferir¨ªa caer abatido por las balas que sumergirme en aquel mar de estulticia". ?Qu¨¦ piensas de esos cementerios del arrobo que fueron homenajes sucesivos?
S. P. La relaci¨®n de un escritor con la sociedad puede ser conflictiva por cuestiones morales, pol¨ªticas, familiares. Pero en eso hay casos casi inexplicables. Papini en los a?os veinte y treinta del siglo pasado era le¨ªdo inmensamente en todas partes. Su fama era universal. Borges lo admir¨® hasta su muerte. Al final de la segunda guerra, a su muerte, declin¨® su fama. En Italia nadie lo lee, ni se publica en ninguna parte. Blasco Ib¨¢?ez fue famos¨ªsimo universalmente; as¨ª pas¨® con Axel Munthe, Huxley, Pearl S. Buck, que fue premio Nobel, el mexicano Jos¨¦ Rub¨¦n Romero, que fue traducido en varias lenguas, Eduardo Mallea, Ciro Alegr¨ªa y muchos otros m¨¢s. En cambio hay un renacimiento de algunas novelas latinoamericanas del XIX.
Rabelais en Chiapas
A prop¨®sito de una convicci¨®n que compartimos (la m¨¢scara es el espejo del alma), recuerdo un viaje que hicimos a San Crist¨®bal de las Casas, Chiapas, en febrero de 1994, cuando los di¨¢logos de paz entre el Gobierno y el Ej¨¦rcito Zapatista. Hab¨ªa agentes policiacos cerca de la catedral, cinturones de seguridad de la sociedad civil, periodistas que se entrevistaban unos a otros, curiosos que recorr¨ªan los caf¨¦s y hac¨ªan recordar la f¨¢bula chestertoniana de El hombre que fue Jueves. La situaci¨®n en San Crist¨®bal era tensa. En el desayuno en el hotel, advertimos a dos se?ores con aspecto de ya no soportar la cercan¨ªa de su jubilaci¨®n, que tomaban notas interminablemente. A lo largo del d¨ªa los vimos sujetos a la grafoman¨ªa. Pitol decidi¨®: "No son agentes policiacos, sino la versi¨®n chiapaneca de Bouvard y P¨¦cuchet, los gloriosos personajes de Flaubert, que redactan un diccionario de voces ap¨®crifas". En la noche, en la cena, los salud¨® muy amables y asegur¨® haberlos visto hac¨ªa tiempo: "?No son ustedes los abogados Bouvard y P¨¦cuchet, que tienen un despacho en la avenida Madero?". Los reci¨¦n titulados, aturdidos, murmuraron su identidad, pero Pitol desde?¨® su confesi¨®n, y los present¨® a un grupo amplio como los abogados que llevaban la defensa de los intereses del rey Carol de Rumania que reclamaba la posesi¨®n de San Crist¨®bal, suya por un convenio con el dictador Porfirio D¨ªaz. Un tradicionalista de la ciudad, no muy versado en fechas, se enfureci¨® y les grit¨® que se largaran, San Crist¨®bal no estaba en venta. Los falsos o verdaderos esp¨ªas negaban todo sin convicci¨®n y, vencidos, le dieron la raz¨®n a Sergio cuando ¨¦ste les asegur¨® que amor era la palabra m¨¢s ap¨®crifa de todas. En los d¨ªas siguientes Bouvard y P¨¦cuchet no reclamaron sus nombres originales. Ya por irnos, se revel¨® la verdad, ese g¨¦nero tan anticlim¨¢tico. Eran dos antrop¨®logos de Tuxtla Guti¨¦rrez que escrib¨ªan un libro sobre transformaciones en una ciudad peque?a causadas por la presencia masiva de extranjeros en ocasi¨®n de un acontecimiento. Sigo con el di¨¢logo.
C. M. Los escritores europeos de las novelas-r¨ªo son uno de tus pilares del entendimiento del mundo, porque su punto de partida es just¨ªsimo: un gran m¨¦rito en la vida es saberse rodear m¨¢s que de personas de personajes. ?Qu¨¦ encuentras hoy comparable al mundo de Dickens y Balzac, o el de Thomas Mann y Musil? ?Ya pas¨® el tiempo de los escritores que demandaban de sus lectores tiempo disponible?
"La situaci¨®n pol¨ªtica de M¨¦xico es interesant¨ªsima, pero peligrosa. La izquierda, la derecha y el centro se despedazan"
S. P. Dickens est¨¢ en un lugar preferente del altar de mis h¨¦roes. Probablemente lo le¨ª de ni?o, en algunas ediciones simplificadas. En sus libros se mueve un ej¨¦rcito de ni?os parias, ni?os hu¨¦rfanos perdidos o abandonados, ni?os maltratados por padrastros o parientes inhumanos, ni?os encarcelados, ni?os obligados por verdugos a llevar una vida criminal, rescatados por unos ancianos o ancianas encantadores, que casi siempre eran personajes maravillosos, generosos, cargados de rarezas y man¨ªas afectuosas. Yo era un ni?o que a los cuatro a?os perdi¨® a sus padres, casi siempre enfermo, cuidado por una abuela magn¨ªfica, y aunque estuviera muy bien tratado, me sent¨ªa muy ligado a aquellos ni?os desesperados creados por Dickens. ?Qu¨¦ existe hoy comparable al mundo de Dickens o Balzac, o de Mann y Musil...? Desde luego, cada ¨¦poca tiene su literatura, y sobre todo la novela ya que es el g¨¦nero que recoge el aliento de la sociedad y acompa?a sus cambios. Los nombres que me das son enormes, no s¨®lo por la extraordinaria factura ling¨¹¨ªstica, la imaginaci¨®n e inteligencia sino tambi¨¦n porque han visto el movimiento del mundo, su ¨¦poca, sus derivaciones, los movimientos que mueren y los que se han incorporado: el mundo, la ciencia, las artes, las formas religiosas, los miedos, y eso no por descripciones sino por detalles, elipsis y sugerencias. Para que se pueda decir que los novelistas lleguen a esa altura, los que van a ser los cl¨¢sicos del presente y el futuro, se necesita la muerte, unos meses, un par de a?os. Los autores que creo ser¨¢n permanentes, los que ya est¨¢n pasando la prueba, me parecen: Andrzej Kusniewicz, polaco; Thomas Bernhard, austriaco; Juan Jos¨¦ Saer, argentino; Roberto Bola?o, chileno; Saul Bellow, norteamericano; George Perec, franc¨¦s, y Julien Gracq, franc¨¦s tambi¨¦n, que aunque no se ha muerto tiene m¨¢s de noventa y cinco a?os y desde hace varias d¨¦cadas no escribe.
C. M. Dice Pellicer en uno de sus sonetos: "Del bosque entero har¨¢s carpinter¨ªa". En El mago de Venecia, m¨¢s que en ning¨²n otro de tus libros, localizo las referencias a tu "carpinter¨ªa", al modo en que observas, memorizas, inventas, borras. ?Por qu¨¦ acercar a los lectores a las entra?as de tu trabajo?
S. P. Por lealtad a los textos y los lectores, la carpinter¨ªa es absolutamente indispensable en mi obra, especialmente en este Mago de Viena. Su escritura es su construcci¨®n. Es un libro que nace bajo la sombra de un lema primordial de los alquimistas: "Todo est¨¢ en todo". En El mago todo est¨¢ en todo, pero en un orden de los elementos, y los tonos tienen que estar en una colocaci¨®n especial para potenciarse y potenciar la unidad.
C. M. La pol¨ªtica (de izquierda) es una de tus obsesiones cotidianas. En M¨¦xico, en esta amenazada, lenta, c¨ªnica, conmovedora transici¨®n a la democracia, la pol¨ªtica es una profesi¨®n degradada y una actividad cercada de suspicacias. ?C¨®mo ves este momento?
S. P. La Pol¨ªtica. Recuerdo, Carlos, que nos conocimos en la universidad cuando se preparaba una marcha de protesta contra el golpe de Estado en Guatemala patrocinado por la CIA. ?ramos muy j¨®venes. Esto fue en 1954. ?Cincuenta y un a?os, carajos! Y en este largo lapso hemos seguido en la oposici¨®n. La situaci¨®n actual de M¨¦xico es interesant¨ªsima, pero peligrosa. La derrota del PRI fue un paso importante hacia la democracia. Se han acentuado la libertad de expresi¨®n y de investigaci¨®n de lo que verdaderamente ocurre. La sociedad civil se ha fortalecido. Estamos ya en v¨ªsperas de la campa?a electoral de 2006. Los narcos est¨¢n por todas partes, como para intimidar al Gobierno, y seguir aterrando a la sociedad. Ayer un ex presidente pri¨ªsta (Miguel de la Madrid) declar¨® que hace doce a?os el PRD, cuyo candidato era Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas, gan¨® las elecciones pero con trampas se le dio la presidencia a Carlos Salinas. D¨ªa con d¨ªa hay desgarrones internos en el PRI. La izquierda, la derecha y el centro se despedazan. Las encuestas dicen que si en estos d¨ªas hubiera elecciones, triunfar¨ªa el candidato del PRD, Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, con ventaja sobre los otros. Al margen de las encuestas, votar¨¦ por ¨¦l.
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