La econom¨ªa es f¨¢cil
La historia carece de buen sentido. Si el parlamento de Jorge III hubiera concedido a sus primos del Nuevo Mundo todas las libertades otorgadas a los ingleses nacidos libres, quiz¨¢ el mundo habr¨ªa sido muy, muy distinto en el siglo XXI. Inicialmente, desde luego, la superioridad de Estados Unidos sobre Reino Unido (o Francia o Alemania) no fueron las matem¨¢ticas. La Revoluci¨®n Industrial de alta tecnolog¨ªa -la m¨¢quina de vapor de Watt, los telares autom¨¢ticos y las m¨¢quinas de hilar- la importamos de Europa. Posteriormente la electricidad y el tel¨¦grafo inal¨¢mbrico, de los que tanto dudaron los te¨®ricos ingleses y alemanes, se convirtieron en rentabilidad en los Estados Unidos del siglo XIX. Estados Unidos instaur¨® una novedosa cultura de empresa competitiva al estilo Schumpeter. Los inteligentes artesanos estadounidenses se convirtieron en grandes inventores y empresarios. Como los japoneses a finales del siglo XX, ¨¦ramos grandes copiadores, imitadores, mejoradores.
La econom¨ªa sabe c¨®mo aliviar sus problemas. La geopol¨ªtica, la sociolog¨ªa, el nacionalismo y la delincuencia son desesperadamente dif¨ªciles
Los EE UU continentales lo ten¨ªan todo: extensas praderas de cultivo; minas de cobre, hierro, carb¨®n, esta?o, e incluso petr¨®leo. S¨ª, la Rusia zarista de 1890 tambi¨¦n ten¨ªa espaciosas hect¨¢reas de tierra de cereales. Pero el zar constitu¨ªa en s¨ª un lastre para el potencial productivo de Rusia. Los siervos agricultores del pa¨ªs eran pr¨¢cticamente esclavos. Los ge¨®logos rusos y extranjeros sab¨ªan poco o nada sobre los ricos recursos mineros y petrol¨ªferos de Siberia. Las aristocracias son buenas para las cocinas de los caf¨¦s y los ingresos de los casinos de juego. Pero por lo general reducen en lugar de aumentar el nivel de PIB y la tasa de crecimiento. La econom¨ªa es de hecho una materia f¨¢cil. Sabe c¨®mo mejorar sus propios problemas. La geopol¨ªtica, la sociolog¨ªa, el nacionalismo y la delincuencia son materias desesperadamente dif¨ªciles.
Hagamos una comparaci¨®n objetiva. La producci¨®n del mundo real ha crecido de manera sostenida desde 1995 hasta 2005. Y donde m¨¢s ha aumentado es en las regiones m¨¢s pobres de Europa del Este y Asia Occidental. ?Se ha producido esto a expensas de la tasa de crecimiento de Estados Unidos en 1995-2005? No. La tasa anual de crecimiento estadounidense ha oscilado entre el 2% y el 5%. En comparaci¨®n con las tasas de desempleo en Alemania, Francia e Italia -el n¨²cleo del Mercado Com¨²n despu¨¦s de la II Guerra Mundial- nuestra tasa de desempleo es casi la mitad. Durante la Guerra Fr¨ªa, en Naciones Unidas, UNESCO y el Banco Mundial, economistas faccionarios hablaban de "tres modos econ¨®micos". El primero, el modo de mercado de Estados Unidos; el segundo el modo comunista de Stalin, Castro, Mao y Corea del Norte; el tercero, el modo cooperativo de la Yugoslavia de Tito.
La despiadada competencia darwiniana ha estrechado el campo. No sobrevive ninguna segunda v¨ªa comunista con un rendimiento digno de elogio, que proporcione a las masas un nivel de vida decente o un patr¨®n de libertades democr¨¢ticas. Yugoslavia se ha unido a Afganist¨¢n, Somalia y otros casos perdidos de limpieza ¨¦tnica y holocausto masivo. Y no hablemos de ning¨²n triunfo del "modo estadounidense". El mercado no tiene Made in America escrito en la etiqueta. El modo de mercado presenta distintas formas.
El modo var¨ªa desde los pa¨ªses escandinavos igualitarios hasta el almirante Pinochet de Chile, convertido en director gerente del capitalismo fascista impuesto. En Estados Unidos, el p¨¦ndulo de Franklin Roosevelt, John F. Kennedy y Lyndon Johnson en 1933-1980 oscil¨® hacia la izquierda para crear un Estado social mixto. Desde la victoria electoral del republicano Ronald Reagan en 1980, el p¨¦ndulo ha oscilado hacia la derecha, alej¨¢ndose del altruismo y el laicismo hacia una forma plutocr¨¢tica de pol¨ªtica basada en los grupos de presi¨®n, en la que cada votante tiene un voto, pero cada grupo de presi¨®n de las empresas y los magnates puede comprar la mente de miles de votantes.
El fin no est¨¢ a la vista. Convertir los Estados de Oriente Pr¨®ximo en democracias al estilo Woodrow Wilson, con libertad de creencias, es un problema irresoluble. Ning¨²n especialista en la teor¨ªa de los juegos tiene una soluci¨®n para evitar la expansi¨®n de las armas nucleares de destrucci¨®n masiva. En comparaci¨®n con esto, la econom¨ªa es f¨¢cil. Greenspan no es un analista perfecto, pero ¨¦l y muchos de los libros de texto actuales saben la manera de evitar que el futuro papel de l¨ªder estadounidense acabe mal.
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