Mestizos
En Espa?a se han puesto de moda las series televisivas de vecinos. Se comprende su popularidad en un pa¨ªs cuyo principal problema parece ser la convivencia con el de al lado; y digo parece porque, aunque la vida pol¨ªtica gire o se enrede b¨¢sicamente en torno a la cuesti¨®n territorial, una simple ojeada a la vida diaria y a las opiniones ciudadanas permite constatar que las necesidades y las prioridades de la gente son otras. Se entiende tambi¨¦n el ¨¦xito de esas series de televisi¨®n porque all¨ª las relaciones vecinales se representan en clave de humor, de comedia llena de gui?os y complicidades, mientras que en la vida real (aunque ?es realmente vida la vida pol¨ªtica? ?es realmente real?) el tono predominante es grave y oscuro.
Pensando con humor en los vecindarios he desembocado en un libro estupendo del periodista norteamericano Bill Bryson. Se titula Breve historia de casi todo y es un fluido, divertido e instructivo paseo por la historia cient¨ªfica del mundo. Trata el tema de los vecinos a escala c¨®smica: "Podemos ser s¨®lo una entre millones de civilizaciones avanzadas. Por desgracia, al ser el espacio tan espacioso, se considera que la distancia media entre dos de esas civilizaciones es, como m¨ªnimo, de doscientos a?os luz". Lo que sencillamente significa que aunque en teor¨ªa los seres humanos no estemos solos en el universo, en la pr¨¢ctica lo estamos. Abismal y vertiginosamente solos.
Semejante aislamiento deber¨ªa conducirnos a actuar como una pi?a, a juntar y compartir recursos, afectos y conocimientos. Pero de eso nada; el mundo anda permanentemente a la gre?a consigo mismo, empe?ado en alambradas concretas y en todo tipo de muros abstractos, para separar. Para parcelar, dividir, mantener apartados a unos seres humanos de otros.
Esta semana las noticias terrestres han sido mayormente las de siempre; las del cielo, en cambio, extraordinarias. Hac¨ªa 241 a?os que no se ve¨ªa en Espa?a un eclipse como el que el lunes atraves¨® la pen¨ªnsula en diagonal, en una banda ancha que entr¨® por Galicia y sali¨® por Valencia, atravesando en el camino catorce capitales, esto es, varias comunidades aut¨®nomas. Mientras el debate pol¨ªtico insist¨ªa en las l¨ªneas divisorias habituales, el sol compon¨ªa un mapa auton¨®mico alternativo, formado por las que podr¨ªamos denominar "comunidades auton¨®micas del eclipse" o "comunidades del alineamiento perfecto". El sol ha alumbrado una propuesta de ordenaci¨®n territorial no s¨®lo plural sino cruzada.
Este cruce que me ha hecho recordar las palabras con las que la poeta rusa Marina Tsvietaieva resum¨ªa su deslumbrante proceso creativo: "S¨¦ la palabra que es por las cien que no son". La aplicaci¨®n de esta frase al debate auton¨®mico espa?ol parece un tanto gal¨¢ctica, pero le encuentro un sentido. Tratar¨¦ de explicarlo. Entre las palabras m¨¢s barajadas por nuestros pol¨ªticos y medios de comunicaci¨®n -pluralidad o unidad o (con)federal o naci¨®n o identidad o com¨²n o comunitario- siempre echo a faltar una. Dir¨¦ entonces que s¨¦ la palabra que es porque no est¨¢, que comprendo su valor por su ausencia. Me refiero al mestizaje. Echo de menos entre tanto pa¨ªs plural o federal o unido o auto-decidido o (in)dependiente... o¨ªr pa¨ªs mestizo, sociedad mestiza.
?Por qu¨¦ se habla tan poco (nada) de mestizaje? Del mestizaje evidente, audible en nuestras lenguas, culturas, biograf¨ªas personales y colectivas; en nuestra riqueza (el bienestar de aqu¨ª y all¨¢ se ha conseguido con ideas, esfuerzos y recursos procedentes de todas partes). ?Por qu¨¦?, si el mestizaje, adem¨¢s de uno de los argumentos m¨¢s s¨®lidos y reales de nuestra identidad com¨²n, es un concepto tan estimulante; algo as¨ª como un elixir de la eterna juventud para los cuerpos (literales y sociales) y las ideas. Si tiene tanto futuro por delante. Porque el futuro es cruce. El sol del eclipse tiene raz¨®n y no hay vallas que valgan. El dibujo del mundo ser¨¢ cada vez m¨¢s transversal, m¨¢s ¨ªntimamente mezclado.
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