Torear marmolillos
Se fueron las c¨¢maras y soltaron mandanga. Con ellos regresaron pancartas y protestas de las pe?as taurinas. Un encierro justo de presencia, falto de fuerzas, descastado y manso no es de recibo para plaza y afici¨®n de primera. Para torear trajeron marmolillos.
Miguel Abell¨¢n mulete¨® al primero de los mermados desde la cercana plaza del Portillo. As¨ª de despegado estuvo. Tanta fue la precauci¨®n que desde la grada se le hizo notar que podr¨ªa lastimar con el extremo de la muleta o pico una lente al animalillo. Finaliz¨® encimista ante toro moribundo. Quiso enmendar la plana en el cuarto, primero con larga cambiada y luego brindando. Dio distancia pero sigui¨® en las afueras. Pinturera, adornada, variada y aplaudida por la masa result¨® la cosa. A la salida de estoquear recibi¨® un varetazo en la pierna derecha. Lo que no le impidi¨® dar la vuelta al ruedo. Pas¨® a la cl¨ªnica Quir¨®s para examen radiol¨®gico.
Ventorrillo / Abell¨¢n, Fandi, Castella
Cinco toros de El Ventorrillo, justos de presencia y fuerzas, descastados y mansos; 3? devuelto por inv¨¢lido. Uno de Alcurruc¨¦n, descastado y manso; sobrero de Lorenzo Hermanos, manso. Miguel Abell¨¢n: dos pinchazos, estocada (aviso), se echa el toro (silencio); media estocada, dos descabellos (vuelta). El Fandi: estocada (oreja); estocada (saludos). Sebasti¨¢n Castella: pinchazo, estocada (saludos); dos pinchazos, estocada (saludos). Plaza de Zaragoza. 13 de octubre. S¨¦ptima de feria. Casi lleno.
A El Fandi lo anterior al segundo tercio le sobra. Ni una ver¨®nica. No se fue tan lejos para muletear. Lo de un tranv¨ªa entre los dos se hizo realidad. A destacar de su faena los innumerables molinetes que recet¨®. En su fuerte tampoco estuvo a la altura. Puso el primero de los pares a la moviola y a cabeza pasada. El segundo, de la misma guisa, lo prendi¨® en el aire. El torico hab¨ªa pasado hace rato. Lo arregl¨® al viol¨ªn. A pesar de colocarlo trasero y a cabeza pasada, caus¨® conmoci¨®n popular. La plaza puesta en pie, le aclam¨®. En su segundo tampoco en banderillas estuvo afortunado. El tercero de los pares por los adentros los clav¨® en la arena. El oportuno permiso presidencial le permiti¨® subsanar el desacierto consinti¨¦ndole poner un cuarto par. Su faena result¨® pesada, despegada, aunque voluntariosa, tanto al natural como por redondos, sufri¨® innumerables enganchones. Por citar desde las afueras en alguna de las suertes sali¨® cuando no avisado, trompicado.
Las ver¨®nicas de Sebasti¨¢n Castella ganando terreno y rematando con media en la boca de riego sacaron del sopor a los aficionados. Siguieron unas ce?idas chicuelinas sin enmendar zapatilla. Se trunc¨® la fiesta al declararse inv¨¢lido el marmolillo tercero. Corri¨® turno y el bis sali¨® manso. Nada fue lo mismo. No est¨¢ la torer¨ªa actual para lidiar pregonaos, los de a caballo menos. Acostumbrados a carioquear tullidos, son incapaces de aplicar el recurso al que realmente lo precisa. Un correcalles result¨® la lidia en ese tercio. Tanto desprop¨®sito dej¨® lista para la muleta del joven torero todo un regalo. No arredr¨® la circunstancia ni a la voluntad ni al valor del espada. Por intentar hacer faena y justificar su presencia en la feria se jug¨® el tipo. Tampoco tuvo suerte en el ¨²ltimo del festejo, otro manso descastado. Su disposici¨®n y maneras ilusionan al aficionado.
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