La melancol¨ªa, de Hip¨®crates al Prozac
Una exposici¨®n con 300 obras celebra en el Grand Palais de Par¨ªs la fluctuaci¨®n hist¨®rica y art¨ªstica en Occidente de un estado de ¨¢nimo o enfermedad
El origen griego del t¨¦rmino melancol¨ªa remite a "bilis negra", es decir, al peor de los "humores", seg¨²n la interpretaci¨®n cient¨ªfica que se hac¨ªa en la antig¨¹edad del funcionamiento de nuestro cuerpo. La melancol¨ªa era para Hip¨®crates uno de los cuatro humores que compon¨ªan ese cuerpo humano; para el cristianismo, asociada a la pereza o a la introspecci¨®n, s¨®lo puede ser causa de pecado; para el Renacimiento es la enfermedad del genio o del artista; los rom¨¢nticos la asociar¨¢n a la soledad de un mundo que se ha quedado sin Dios; el cientifismo de las Luces o de finales del XIX la califica de neurastenia, depresi¨®n o esquizofrenia. En 1988 se trata con Prozac.
Esa evoluci¨®n, contada a trav¨¦s de creaciones art¨ªsticas, es el eje de una gran exposici¨®n parisina en el Grand Palais (abierta hasta el 16 de enero, informaci¨®n y reservas en www.rmn.fr y www-fnac.com).
El comisario bajo cuya direcci¨®n se han reunido casi 300 obras que, luego, entre febrero y mayo 2006, ser¨¢n presentadas en la Galer¨ªa Nacional de Berl¨ªn es Jean Clair, conservador del museo Picasso de Par¨ªs y autor de un buen n¨²mero de trabajos te¨®ricos sobre la evoluci¨®n del arte. La importancia de la melancol¨ªa dentro de la tradici¨®n occidental ha sido el objeto de su investigaci¨®n desde hace diez a?os.
"La melancol¨ªa es un signo distintivo de Occidente. No conozco expresiones art¨ªsticas de la melancol¨ªa en el mundo isl¨¢mico o chino. Esa forma postrada, con las manos en la mand¨ªbula, el cuerpo intentando protegerse del mundo exterior, no se encuentra ni en la India, ni en China. El dualismo entre el alma y el cuerpo no existe, bajo una forma id¨¦ntica, en otras culturas", dice Clair.
La figura meditabunda y ensimismada ser¨ªa pues propia de una tradici¨®n que nace en Grecia -?no era Arist¨®teles quien asociaba genialidad cient¨ªfica, filos¨®fica, art¨ªstica o pol¨ªtica a la melancol¨ªa?-, que el cristianismo recicla de acuerdo con la l¨®gica del pecado original y que ya nunca deja de ocupar un lugar privilegiado en la iconograf¨ªa y la reflexi¨®n occidental. Si durante siglos aparece asociada al diablo que acecha, luego lo es a la lucidez. En cada caso se renueva la paleta de atributos o situaciones que permiten imaginarla. El infierno, los monstruos, conviven con los instrumentos de medida del espacio o el tiempo, las calaveras que nos recuerdan la finitud humana con los talleres de artistas inmortales.
Las exposiciones tem¨¢ticas, cuando son fruto de un trabajo riguroso y coherente, acostumbran a ser muy interesantes en el terreno del discurso pero decepcionan en el plano art¨ªstico. No es el caso de esa M¨¦lancolie. La calidad de las obras reunidas est¨¢ a la altura de la interrogaci¨®n filos¨®fica. Clair dice solo echar en falta una escultura, L'Esprit moderne , de Raoul Haussmann, "una cabeza de madera en la que se han incrustado instrumentos de c¨¢lculo".
Se puede ver en el Centre Pompidou, dentro de la gran antol¨®gica Dada. Si Clair la quer¨ªa es porque simboliza bien su pesimismo ante la creaci¨®n contempor¨¢nea, ante la multiplicaci¨®n de obras que se empe?an en profundizar en el callej¨®n sin salida propuesto por Duchamp, Malevitch o Pollock, cada uno a su manera. Imposible olvidar que Clair, en 1977 organiz¨® una antol¨®gica Duchamp en el Pompidou, que en ese mismo centro ha firmado dos exposiciones de referencia -R¨¦alismes, entre r¨¦volution et r¨¦action en 1980 (un precedente de la actual propuesta de Tom¨¤s Llorens en Realismos modernos en el Thyssen y Caja Madrid) y Vienne, l'Apocalypse joyeuse en 1986-, que en 1993 se interes¨® por la irresistible y creciente divergencia entre el discurso cient¨ªfico y el art¨ªstico en L'?me au corps que hab¨ªan marchado en paralelo durante siglos o que es el autor de libros como Eloge du visible (1996), La Barbarie ordinaire (2001) o Consid¨¦rations sur l'¨¦tat des Beaux-Arts (1983) que son jalones en la reconsideraci¨®n del legado art¨ªstico moderno y contempor¨¢neo.
La exposici¨®n se abre con una sala que re¨²ne la cabeza de Pericles esculpida por Cresilas, varios vasos y bajorrelieves griegos y romanos y una figura de Ajax pensando en su suicidio, la primera que se conoce en la historia que prefiere el momento de la duda a la c¨®lera o la acci¨®n. Medea tambi¨¦n prepara el asesinato de sus hijos, Democleides lamenta la muerte de un amigo, dos mujeres el car¨¢cter perecedero de la belleza de una flor.
Luego nos topamos con los cristianos que buscan la santidad en el desierto. Sus sue?os y reflexiones son acechadas por los diablos. Jeronimus Bosch, Lucas Cranach, Martin Schongauer, Max Ernst, Bruegel, Botticelli, Monsu Desiderio, Deodato di Orlando o Vittore Carpaccio figuran entre quienes nos muestran el mal intentando ampararse de las almas que se han cre¨ªdo capaces de navegar solas por el mar proceloso de las ideas. El desastre puede desembocar en situaciones como la de Saturno devorando a sus hijos pero tambi¨¦n abre la puerta a Durero o a los gabinetes de curiosidades cient¨ªficas, a Goya (se expone un retrato de Jovellanos) y sus can¨ªbales o a Giorgione y su imagen del amor plat¨®nico.
Ante el vac¨ªo del mundo, dos v¨ªas para escapar a trav¨¦s de la comprensi¨®n: la de la sensualidad y la de la inteligencia. El melanc¨®lico va de una a otra, duda. Lotto, La Tour, Zurbar¨¢n, Poussin son algunos de los convocados tras que el pastor Robert Burton, en 1621, volviese a imponer una concepci¨®n m¨¦dica de la melancol¨ªa. Watteau, Piranesi, F¨¹ssli preferir¨¢n que el melanc¨®lico se pierda, solo, entre la naturaleza. Goya lo pintar¨¢ como un igual. Y B?cklin, Delacroix, G¨¦ricault o Caspar David Friederich lo ven fr¨¢gil y peque?o ante la inmensidad helada del universo.
Charcot o Freud contribuyen a la naturalizaci¨®n de la melancol¨ªa, que va a probarse, como quien lo hace con trajes, distintos nombres: hipocondr¨ªa, neurastenia, lypeman¨ªa antes de llegar a la psicosis man¨ªaco-depresiva o a la actual depresi¨®n bipolar.
Otros artistas, como Masserschmidt, Munich, Van Gogh, Hopper, Dix, Rodin, Picasso, Artaud, Kiefer, Mueck o Parmiggiani nos ofrecen visiones que corresponden -de manera literal o ir¨®nica, asumiendo o criticando, desde la empat¨ªa o desde una fr¨ªa perspectiva hist¨®rica- a las distintas y sucesivas maneras de calificar y definir al genio o al loco, al tipo que no se siente a gusto en el mundo y que quiere saber por qu¨¦. La visita a la exposici¨®n que ofrece el Grand Palais, de Par¨ªs, proporciona m¨²ltiples respuestas sin permitirse la facilidad del Apocalipsis.
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