Estatutos
Las afirmaciones son categ¨®ricas. Catalu?a es una naci¨®n. Catalu?a no es una naci¨®n. No parece posible conciliar las posturas respecto a un t¨¦rmino que hasta los juristas, historiadores y dem¨¢s estudiosos o expertos consideran de dif¨ªcil definici¨®n. Resulta curioso que algo tan ambiguo pueda resultar anticonstitucional y moleste a tanta gente que, como yo, no tiene mucha idea de estas cosas. En todo caso no veo en qu¨¦ se puede ver afectado ning¨²n ciudadano de ninguna otra comunidad aut¨®noma si Catalu?a se define as¨ª o as¨¢. Tambi¨¦n han levantado ronchas fuera de Catalu?a algunos otros contenidos de la propuesta catalana A juzgar por los comentaristas al uso, no solo ponen en peligro nuestra intocable Constituci¨®n, consecuencia de una transici¨®n pactada con sectores franquistas, ahora aparentemente inexistentes, sino que desguazan Espa?a, ?caramba!, rompen el principio de solidaridad y convierten a los ciudadanos en desiguales en derechos, por m¨¢s que todas las autonom¨ªas acaben siendo "nacionalidades hist¨®ricas" que parece ser el camino emprendido. Como si ahora fueran iguales. No hay m¨¢s que observar las diferencias en servicios sociales, nivel de vida, educaci¨®n, y otras muchas ventajas o carencias que se dan en determinadas comunidades. La Constituci¨®n puede conceder los mismos derechos a un ciudadano navarro y a uno extreme?o, las condiciones de la econom¨ªa de cada comunidad y el presupuesto de su administraci¨®n particular se encargar¨¢ de establecer las diferencias, en mucha mayor medida que el texto de los estatutos. Sin pensar de entrada en la desigualdad constitucional y aceptada que supone el fuero vasco.
Entre las afirmaciones que llaman la atenci¨®n y provocan debates y controversias en relaci¨®n con los misterios de la identidad, est¨¢ aquella que cuestiona los derechos de los territorios, de los pueblos. Son los ciudadanos los poseedores de derechos no los pueblos, se viene a decir: los derechos son siempre de los individuos no de las colectividades, no de los territorios. Reconozco mis dificultades para comprender eso. Dudo incluso de que los ¨¢rboles, los parajes, los bosques o las costas no tengan derechos, casi nunca respetados. Pero, sin irme por las ramas, no acabo de entender que una determinada conquista o una concesi¨®n, un reconocimiento (un derecho) que logre una comunidad, que afecte a todos sus ciudadanos, no pueda antes ser considerado como un derecho colectivo. Los ciudadanos tienen derecho a definir su futuro, pero no s¨¦ c¨®mo se come eso, si previamente no se gana o se concede para su pueblo la posibilidad del derecho a su autodeterminaci¨®n. Los ciudadanos de Gibraltar decidieron (si se quiere uno a uno), sus preferencias cuando el conjunto, es decir su territorio, su pueblo, su colectividad, o lo que sea, pudo ejercer el derecho de hacerlo. Tampoco veo claro que el derecho de autodeterminaci¨®n se haya aplicado hist¨®ricamente solo a las colonias, como afirmaba J. L. Cebri¨¢n en este peri¨®dico. No estoy muy enterado, pero creo que olvidaba a noruegos y, m¨¢s recientemente, a checos, canadienses o b¨¢lticos, naturalmente con sus propias caracter¨ªsticas, resultados y diferencias, pero ejerciendo, en la pr¨¢ctica, el mismo derecho. En realidad, los comentarios son prematuros e intencionados. Como todo el mundo sabe las Cortes espa?olas se encargar¨¢n de liquidar los aspectos no constitucionales y algunos otros que no gusten a sus se?or¨ªas. Por m¨¢s que disfruten con la escandalera organizada, los ciudadanos reticentes con Catalu?a pueden estar seguros y tranquilos.
A pesar de los complejos que conducen a desear lo mismo que consiga el mejor estatuto, seg¨²n la divertida formula Camps (por lo que debiera desear un excelente y m¨¢ximo estatuto para Catalu?a) no creo que el nuevo estatuto valenciano sirva para mucho. No puede frenar la tremenda especulaci¨®n inmobiliaria que sufre el Pa¨ªs Valenciano, la destrucci¨®n de su litoral o de su huerta. M¨¢s bien parece que proporciona cierta impunidad y descontrol a nuestros pol¨ªticos. Tampoco pienso que mejore la ag¨®nica situaci¨®n de nuestra lengua, ni que resuelva el d¨¦ficit democr¨¢tico, e incluso constitucional, que supone su ¨²nica circunscripci¨®n electoral para las tres provincias, excepcional en el marco estatutario general. Ser¨ªa l¨®gico, aunque irreal, que a los valencianos les preocupase m¨¢s su estatuto que el de Catalu?a, pero como en muchos otros aspectos no ser¨¢ as¨ª. El anticatalanismo que ha despertado en Espa?a el proyecto catal¨¢n, est¨¢ presente siempre entre nosotros. Muchos de nuestros pol¨ªticos y comentaristas tienen m¨¢s pr¨¢ctica y m¨¢s visceralidad en el tema. No es extra?o que aqu¨ª, la propuesta catalana y sus pol¨ªticos provoquen m¨¢s histeria y rechazo. Y, desde luego, m¨¢s pasi¨®n que la componenda estatutaria (no el consenso, que es otra cosa) entre Pla y Camps, recibida con visible indiferencia por la ciudadan¨ªa.
Doro Balaguer es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.