De juerga a la fuerza

En la calle del Embajador Vich, en pleno coraz¨®n de Valencia, se producen con una frecuencia que enerva a los vecinos escenas dantescas. Hace poco, una chica le clav¨® a otra en la frente el tac¨®n de su zapato. La bronca comenz¨® en el interior del Ave Nox, un garito de los llamados afterhours, y continu¨® fuera. Ocurri¨® un s¨¢bado, pero los vecinos y comerciantes de la zona hablan de reyertas tambi¨¦n entre semana; de "gente meando y drog¨¢ndose" en los patios; de trapicheo de estupefacientes. El conserje de un edificio pr¨®ximo al Ave Nox recuerda "batallas campales entre extranjeros". "He visto c¨®mo a uno le abr¨ªan la cabeza con una silla. La polic¨ªa viene aqu¨ª asustada", asegura.

"Un hombre persegu¨ªa a una chica pistola en mano", cuenta una vecina

La Delegaci¨®n del Gobierno cerr¨® antes de verano el Ave Nox despu¨¦s de una escandalosa bronca entre clientes del bar. Hace unas semanas, y tras permanecer tres meses precintado, volvi¨® a abrir. Los vecinos han recogido firmas contra el pub y presentado escritos de queja en el Ayuntamiento. Todos los fines de semana, la polic¨ªa recibe decenas de llamadas denunciando que hay veh¨ªculos mal estacionados, que los coches de los clientes del pub bloquean el acceso a los garajes, que hay gente "haci¨¦ndose rayas" en la calle... El pasado domingo, los empleados de un supermercado de la avenida de Peris y Valero llamaron a la polic¨ªa para denunciar una pelea "a pu?etazos" entre dos tipos a las puertas del afterhours Punto y Aparte. Uno de los tipos acab¨® amenazando al personal de seguridad del comercio. Cuando la polic¨ªa lleg¨®, el tipo hac¨ªa tiempo que se hab¨ªa marchado en taxi con la cara ensangrentada y fuera de s¨ª.

Los afterhours son los llamados bares sin horas. Permanecen abiertos durante toda la semana. Son la ¨²ltima parada de los juerguistas, centro de reuni¨®n de quienes no ven la hora de irse a casa. A menudo l¨²gubres, estos locales son un incordio para los vecinos, que confiesan su impotencia y aseguran sentirse "desprotegidos" por la Administraci¨®n. "No s¨®lo es el ruido, el alboroto y el trasiego de gente drogada", cuenta el inquilino de un edificio contiguo al Ave Nox, "es la inseguridad. Sales a la calle un domingo a mediod¨ªa y te encuentras a un grupo de personas haci¨¦ndose rayas en los coches. A m¨ª me han llegado a increpar. Pasas miedo. Y eso en el centro de Valencia. Es incre¨ªble". Los afterhours tienen licencia de bar con ambientaci¨®n musical. A no ser que la polic¨ªa halle indicios de delito, de tr¨¢fico de estupefacientes, por ejemplo, las denuncias de los vecinos caen en saco roto la mayor¨ªa de las veces.

En el n¨²mero 20 de la calle de Luis de Sant¨¢ngel, en el barrio de Russafa, est¨¢ el after Z?bel. En la puerta hay un guarda jurado con un detector de metales. "El guarda", cuenta la propietaria de un despacho pr¨®ximo, "lo pusieron tras una inspecci¨®n de la polic¨ªa". A esta vecina la polic¨ªa le dijo que el pub "incumpl¨ªa todas las normativas habidas y por haber". Los residentes de la zona han presentado escritos de queja tanto al arrendador del local como al Ayuntamiento. "El due?o del bajo nos ha dicho que mientras el alquilado le pague...", se lamenta una vecina que recuerda una reyerta "a ladrillazos" a las puertas del local. "Mire", tercia otro residente, "ah¨ª no entra gente tirada. Hay jueces y gente pudiente que llega en coches de lujo". El Z?bel estuvo clausurado tres meses tras la inspecci¨®n de la polic¨ªa, que se produjo como consecuencia de las denuncias vecinales. Despu¨¦s de verano volvi¨® a abrir. "La polic¨ªa", cuenta un comerciante, "constat¨® que el medidor de decibelios estaba estropeado. El local no est¨¢ siquiera insonorizado. Estamos soliviantados". El a?o pasado, muri¨® un hombre en el interior del pub. Los vecinos tambi¨¦n denuncian que en la trastienda se organizan "timbas con mucho dinero de por medio".

No muy lejos del Z?bel, tambi¨¦n en Russafa, en el n¨²mero 9 de la calle del Arquebisbe Melo, hay un local que no se sabe lo que es si no fuera porque entra y sale gente con frecuencia. En la puerta, un hombre le pasa una papelina a otro. La due?a de un almac¨¦n cercano cuenta c¨®mo una bronca acab¨® "a tiros". "Un hombre persegu¨ªa a una chica pistola en mano", relata. "En otra ocasi¨®n, le pegaron una paliza a un chico joven. Lleg¨® la polic¨ªa, y en vez de llevarlo al ambulatorio, que est¨¢ ah¨ª, a la vuelta de la esquina, le pegaron una bofetada". Los vecinos, seg¨²n esta se?ora, est¨¢n hartos. "Hemos puesto denuncias de todos los colores", protesta un residente; "el local no tiene ni letrero, cuando la ley obliga a identificar cualquier comercio, del tipo que sea. Pero mire, ah¨ª est¨¢n. Hace unos a?os, este local estaba en la cresta de la ola: ven¨ªa much¨ªsima gente. Ahora ya no: est¨¢ de capa ca¨ªda". Un hombre negro se asoma a la puerta. "Es el encargado", afirma el propietario de una tienda; "el que controla el garito es un directivo del Valencia que es confidente de la polic¨ªa. Eso cuenta la gente".