Maragall y la gravedad
Como escribi¨® de modo certero Julio Cer¨®n en aquellos sueltos inolvidados aparecidos en el diario Abc, "la ley de la gravedad no es nada en comparaci¨®n con lo que nos espera". Por ah¨ª deber¨ªan discurrir las reflexiones del presidente de la Generalitat de Catalu?a, Pascual Maragall, cuando dos de los componentes del tripartito y despu¨¦s el tercero se han opuesto a la remodelaci¨®n de su Gobierno por "inoportuna e innecesaria". La resoluci¨®n acordada por la Comisi¨®n Ejecutiva del PSC, reunida en ausencia de Maragall, ha lanzado un ?basta ya! Ha optado por ponerse una vez colorada en lugar de seguir poni¨¦ndose amarilla cien veces m¨¢s.
Cuando el problema del Estatuto hab¨ªa sido transferido al Congreso de los Diputados y Maragall iba en moto, parece como si estando a los mandos del veh¨ªculo hubiera decidido estrellarse, justo en v¨ªsperas del debate de pol¨ªtica general que se abre hoy en el Sal¨®n de Sesiones del Parlament. El famoso talante ha llegado a un l¨ªmite infranqueable: el de la supervivencia en Moncloa del presidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero. La serie de desencuentros con Maragall hab¨ªa seguido un ritmo creciente. Primero fue el desaf¨ªo del 27 de enero de 2004 a prop¨®sito del mantenimiento de Carod Rovira en el Gobierno catal¨¢n, despu¨¦s de aquel encuentro del conseller en cap con ETA en Perpi?¨¢n. Est¨¢ tambi¨¦n el episodio de la denuncia del 3% de comisiones ilegales sobre los presupuestos de las obras p¨²blicas, que habr¨ªa percibido el Gobierno precedente de CiU, en el pleno dedicado al hundimiento del Carmel. Denuncia retirada en aras de sumar los votos de esa formaci¨®n nacionalista al proyecto de Estatuto. Otras muestras son la petici¨®n de incorporar a Catalu?a a la Francofon¨ªa y el episodio lamentable en Jerusal¨¦n de la Corona de Espinas. Por no hablar de la final de hockey en Macao o el dominio .cat en Internet.
Por eso, en Moncloa, en Ferraz y en el PSC han decidido ayer poner fin al v¨ªa crucis en el que se estaba desangrando el cr¨¦dito electoral de Zapatero, seg¨²n ven¨ªan reflejando con tozudez un¨¢nime las encuestas disponibles. El presidente dec¨ªa disponer hace unos d¨ªas de al menos ocho f¨®rmulas para sortear las dificultades planteadas por la inclusi¨®n del vocablo naci¨®n en el pre¨¢mbulo y en el articulado del proyecto de Estatuto, pero a Maragall s¨®lo le quedan tres opciones en este momento. Las dos primeras incluyen volverse atr¨¢s de sus pretensiones unilaterales de remodelaci¨®n, con independencia de que el nombramiento y la destituci¨®n de los consellers sea una competencia exclusivamente suya a tenor del texto del Estatuto vigente. A partir de ah¨ª, una le llevar¨ªa a hacer de la necesidad virtud e intentar la continuidad en su puesto, y la otra salvar la cara presentando la dimisi¨®n como president. Y la tercera, ser¨ªa emular a don Tancredo, proceder impert¨¦rrito a los cambios deseados y atenerse a las consecuencias previsibles. Pero, en todo caso, Maragall deber¨ªa abandonar ya la idea de seguir desempe?ando el papel de ni?o consentido porque ya es improrrogable que se le toleren las ma?as como hasta ahora.
Se preguntaba ayer muy temprano un buen amigo periodista en el programa Hoy por hoy de Carles Francino en la cadena SER por qu¨¦ el presidente Zapatero hab¨ªa apostado tan fuerte a favor de un Maragall capaz de abrir una crisis en el peor momento. Pero si escribi¨¦ramos desde el punto de vista del president, la cuesti¨®n a plantear ser¨ªa inversa, dado que es ¨¦l quien se considera el hacedor de ZP, como si le debiera su instalaci¨®n en Moncloa, y en consecuencia estima que debe mantenerse bajo la dependencia de quien lleg¨® primero y le abri¨® las puertas del triunfo. Ahora las deudas se declaran caducadas y empieza un tiempo nuevo en el que se cumplir¨¢ aquello de que cada palo aguante su vela. Las dificultades del tiempo nuevo, que ahora se abre, son de las que consagran de modo definitivo a un torero o le obligan a apartarse de los ruedos.
Por el bien de la fiesta muchos buenos aficionados querr¨ªan a¨²n el triunfo del diestro, precisamente con esta ganader¨ªa que tan poco se presta al lucimiento. Pero ya se ha producido el cambio de la seda por el percal y la cuadrilla s¨®lo puede permanecer atenta a la faena desde el burladero m¨¢s cercano para hacer el quite al diestro empitonado o llevarlo a la enfermer¨ªa. A?o y medio despu¨¦s de las elecciones, la ley de la gravedad cobra de nuevo plena vigencia. Veremos.
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