Exilios
Me asaltan voces de p¨¢nico y palabras de angustia que oigo de todas partes: "sin pasaporte", "salir de Barcelona", "llegar¨¢s demasiado tarde", "huir", "represalias". Estoy entrando en las tinieblas de un t¨²nel apenas iluminado por unas bombillas de luz temblorosa. De este modo se inicia la exposici¨®n Literatures de l'exili -cuyos comisarios son el cr¨ªtico literario Juli¨¤ Guillamon, el cineasta Joaquim Jord¨¤ y el artista pl¨¢stico Francesc Abad-, que se presenta en el CCCB. La recreaci¨®n del angustioso desasosiego que vive el refugiado es potente: de repente me invaden el desconsuelo y el agobio que conocen todo exiliado, y que yo misma experiment¨¦, hace tiempo, como refugiada pol¨ªtica de un pa¨ªs comunista, la entonces Checoslovaquia.
El siglo XX, con sus ideolog¨ªas esclavizantes, guerras civiles y mundiales, dictaduras y totalitarismos, ha generado olas de exiliados
Sumida en un estado de ¨¢nimo aturdido y meditativo, porque la primera sala de la exposici¨®n recrea con mucha fuerza la miseria f¨ªsica y mental del primer tiempo del exilio que tan bien conocemos todos los que hemos pasado por esa experiencia, pienso en el siglo XX, ese siglo del exilio pol¨ªtico por excelencia. El siglo XX con sus ideolog¨ªas esclavizantes, guerras mundiales y guerras civiles, dictaduras y totalitarismos ha generado olas de exiliados, que en algunos casos cambiaron el mapa ¨¦tnico de las grandes urbes europeas y americanas. Alemanes, rusos, espa?oles, jud¨ªos... todos en su momento huyeron de alg¨²n horror. El totalitarismo, la guerra, el holocausto, el exilio: he aqu¨ª cuatro fen¨®menos que definen el siglo XX.
Sin embargo, el exilio no es nada nuevo en la historia de la humanidad, pienso mientras observo la recreaci¨®n, por medio del v¨ªdeo, del paso de la frontera y las sombras de los soldados con fusiles, la miseria de los campos de concentraci¨®n y los archivos de la polic¨ªa francesa llenos de papeles amontonados por las paredes hasta el techo. Mois¨¦s y Jos¨¦ eran exiliados, me digo, al igual que Lot, ese s¨ªmbolo de la fidelidad a s¨ª mismo llevada al l¨ªmite de la obstinaci¨®n; 20 a?os dur¨® el exilio de Ulises; Edipo se autoexili¨® y, arranc¨¢ndose los ojos, se conden¨® a ser, al mismo tiempo, un exiliado al interior; Ovidio era el primer poeta expulsado de su pa¨ªs, el primer caso de la violaci¨®n de la libertad de creaci¨®n po¨¦tica y le sigui¨®, entre muchos otros, Dante; algo parecido le sucedi¨® a Goya por su pintura.
Paso por la sala del exilio republicano en Francia, que muestra la extrema dureza de las condiciones durante la ocupaci¨®n nazi, pero tambi¨¦n deja entrever la gran riqueza cultural que ofrec¨ªa una ciudad como Par¨ªs. Y entonces recuerdo que en el siglo XX los escritores de expresi¨®n inglesa generaron una importante ola de exilio voluntario (James Joyce dec¨ªa que el exilio es una de las armas del escritor), aunque para muchos intelectuales y artistas no fue necesario emigrar porque se exiliaron en su interior (Kafka) o en el interior de su obra (Proust, Shostak¨®vich, Giacometti). Tambi¨¦n las ciudades biling¨¹es o multiling¨¹es (Praga, Trieste, Barcelona) crearon en sus escritores una sensaci¨®n de desarraigo (Juan Goytisolo apunta: "Catalanes en Madrid y castellanos en Barcelona, nuestra ubicaci¨®n es ambigua y contradictoria, amenazada de ostracismo por ambos lados").
Como Ulises, que conserv¨® su personalidad resisti¨¦ndose a las tentaciones que los dioses le enviaron durante su largo viaje, los exiliados del siglo XX huyeron de las dictaduras y reg¨ªmenes totalitarios para mantener su identidad. Y el exilio es largo; bajo una fotograf¨ªa de Xavier Benguerel, que adem¨¢s de gran escritor era gran traductor, leo esta frase breve y escalofriante: "El exilio no tiene final". Benguerel ten¨ªa raz¨®n: un exiliado sigue si¨¦ndolo aunque regrese a su patria, como era el caso de muchos escritores catalanes. Ulises tampoco se salv¨® de ese destino: al regresar a ?taca, de buenas a primeras nadie le reconoci¨®, ni siquiera su mujer. Me pregunto si esa gran pl¨¦yade de escritores catalanes que se presenta en la exposici¨®n hubiera llegado a ser lo que era sin la experiencia del exilio.
Paseando por las salas de la exposici¨®n observo a esos escritores en lengua catalana en su exilio franc¨¦s, mexicano, chileno y muchos otros, y pienso que para un refugiado uno de los problemas m¨¢s graves es el de verse enfrentado a diario con una lengua que no es la suya; esa cuesti¨®n se agrava en el caso de un literato. La lengua ?es o no una se?a de identidad? Nabokov, al igual que Joseph Conrad, Tahar Ben Jelloun o Cioran son escritores que optaron por el dif¨ªcil camino de cambiar de lengua de expresi¨®n. Tristan Tzara, Pana?t Istrati y Eug¨¨ne Ionesco han enriquecido las letras francesas. Los escritores catalanes, algunos, enriquecieron las letras del pa¨ªs de su exilio y al mismo tiempo hicieron una gran aportaci¨®n a la literatura de su origen.
Saliendo de la exposici¨®n, profundamente conmovida por la experiencia de los literatos catalanes refugiados que acabo de testimoniar, me digo que el exilio del siglo XX se ha convertido en una de las manifestaciones fundamentales de la crisis de la civilizaci¨®n europea. Ante esa tr¨¢gica experiencia vivida de las dictaduras y guerras y exilios, una pregunta me surge a la mente como un desaf¨ªo: ?Servir¨¢ lo vivido para evitar su repetici¨®n? Cuando no haya testigos vivos de lo que ha sido el siglo XX, ?ser¨¢n capaces, la filosof¨ªa, la historia, la literatura y las artes, de mantener la memoria colectiva hasta el punto de prevenir las cat¨¢strofes? Exposiciones como la que acabo de contemplar intentan evitar que el siglo XX europeo se repita.
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