Los olvidados del hurac¨¢n Katrina
La mayor parte de los 1.035 muertos en la cat¨¢strofe de Nueva Orleans permanece a¨²n en la morgue sin ser identificado
Algunos cad¨¢veres no ser¨¢n identificados en meses, o quiz¨¢ en un a?o. Otros no tendr¨¢n nombre jam¨¢s. La morgue de San Gabriel, un m¨ªsero pueblo a las afueras de Baton Rouge, la capital de Luisiana, alberga a gran parte de los fallecidos (1.035) como consecuencia del hurac¨¢n Katrina. "No les doy la bienvenida porque nadie desea estar aqu¨ª", dice el doctor Louis Cataldie. Fr¨ªo como un t¨¦mpano, Cataldie sentencia mirando por encima de sus gafas: "Queda una larga espera para poder dar por concluido este trabajo".
A las puertas de la morgue, las hermanas Nancy y Earline Eleby creen que ya han esperado demasiado. Su madre habr¨ªa celebrado su 80? cumplea?os el pasado viernes si no hubiera muerto de agotamiento y sed a las afueras del Centro de Convenciones de Nueva Orleans tras el desastre el pasado 29 de agosto. Aseguran ambas que su madre, Clementine, perdi¨® la vida el 1 de septiembre. Los equipos de rescate se llevaron a los vivos y dejaron atr¨¢s a los muertos.
El trabajo forense es meticuloso y exige una gran paciencia debido al estado de los cuerpos
"Nos sacaron en tropel del Centro de Convenciones", relata Earline, cuyo hijo de cinco a?os mira t¨ªmidamente al suelo agarrado a su mano. "All¨ª se qued¨® mam¨¢, muerta", confirma esta mujer de raza negra. Ambas hermanas est¨¢n convencidas de que su madre est¨¢ en San Gabriel. Y protestan en silencio ante su bien guardada puerta. Nancy porta una pancarta que dice: "Liberad a un alma presa en la morgue de San Gabriel". Su hermana reparte un poema que ha escrito ella misma. Su t¨ªtulo: Los olvidados. Ni el presidente ni la gobernadora del Estado ni el alcalde de la ciudad han puesto sus pies en San Gabriel. A las orillas del r¨ªo Misisipi, las hermanas Eleby reclaman el cad¨¢ver de su madre para poder enterrarlo y que "est¨¦ con Dios". "Es un peso que arrastramos desde hace ya muchos d¨ªas", dice una de ellas inundada en l¨¢grimas. Pero mientras lloran, quieren saber.
No son las ¨²nicas. Las cifras hablan de muchas familias esperando en medio de la desesperaci¨®n. Un total de 842 "individuos" -las 135 personas que trabajan en San Gabriel no hablan de "cuerpos" ni de "cad¨¢veres"- han pasado por las c¨¢maras frigor¨ªficas de la morgue desde que fue inaugurada hace seis semanas. De ellos, 294 son "completos desconocidos", seg¨²n informa Cataldie; 82 ofrecen "algunas pistas" que podr¨ªan llevar a determinar su identidad; 132 han sido entregados a sus familias; 128 permanecen en las c¨¢maras, a la espera de poder contactar con sus familias para darles la fatal, pero tranquilizadora, noticia. Otros 206 fallecidos est¨¢n identificados y sus cad¨¢veres permanecen en la morgue para serles practicada la autopsia, y mientras tanto sus familiares rozan la locura, porque no saben cu¨¢ndo recibir¨¢n los restos de padres, madres, hermanos, novias, maridos, hijos...
El doctor Cataldie califica de "horrible" y "doloroso" el trabajo. No ha sido f¨¢cil enfrentarse a cad¨¢veres descompuestos despu¨¦s de d¨ªas flotando en el agua o enterrados en el barro. Ha sido imposible determinar en muchos casos "el g¨¦nero o la raza", manifiesta Cataldie. No llevaban encima identificaci¨®n alguna. Cuando alguien decide quedarse esperando el hurac¨¢n, confiando en su buena suerte, y luego tiene que huir a la desesperada, es f¨¢cil olvidar la cartera.
Los animales tambi¨¦n jugaron su papel. Se comieron parte de los cad¨¢veres. Ni rastro de huellas dactilares. No existen las manos. Queda la esperanza de las radiograf¨ªas dentales, pero la mayor¨ªa se guardaban en el centro m¨¦dico de la Universidad de Luisiana, y s¨®lo las que se apilaban en las estanter¨ªas superiores se salvaron de la inundaci¨®n.
El trabajo en la morgue es meticuloso y exige una paciencia infinita. En una tarde, los especialistas lograron s¨®lo tres identificaciones con rayos X. A ellos les pareci¨® una victoria. A las familias, una eternidad de dolor.
El 'doctor Jazz'
A sus 76 a?os, el doctor Frank Minyard, tambi¨¦n conocido como doctor Jazz, deber¨ªa estar contemplando atardeceres sobre el r¨ªo Misisipi. Pero ha cambiado el porche de su casa de Nueva Orleans por una caravana en la parte trasera de la morgue en San Gabriel.
Minyard es el forense jefe de la ciudad desde 1974. A?o tras a?o, cada vez que ha habido elecciones ha sido elegido para el cargo. No puede haber mejor ejemplo de la ¨ªntima relaci¨®n que se vive en Nueva Orleans entre la m¨²sica y la muerte. Minyard ha diseccionado miles de cad¨¢veres, v¨ªctimas de asesinatos, de accidentes de aviaci¨®n o de tr¨¢fico, de naufragios e incluso de la brutalidad policial. Ha hecho autopsias a alcaldes y gobernadores, y tampoco han faltado amigos en su fr¨ªa mesa de disecci¨®n.
El p¨®ster con el que hizo campa?a en 1980 le presenta con traje blanco, tocando la trompeta sobre el fondo de la ciudad de Nueva Orleans. Ama en igual medida el jazz que su trabajo, del que se despedir¨¢ despu¨¦s de practicar las autopsias de los 1.035 fallecidos en Luisiana.
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