Desconfianza

Una torpe gesti¨®n ha convertido en un fiasco lo que pod¨ªa haber sido una buena idea: remodelar el Gobierno tripartito catal¨¢n para impulsar su actividad. El presidente de la Generalitat, Pasqual Maragall, ha conseguido exactamente lo contrario de lo que pretend¨ªa. Su m¨¦todo, relegando al final lo que debi¨® hacer en un principio -consultar con su propio partido y principal socio de la coalici¨®n, el PSC-, ha sido peor que imprudente. Su calendario ha interferido temerariamente con el debate auton¨®mico de pol¨ªtica general, con la admisi¨®n del Estatuto en las Cortes y con la elaboraci¨®n de los presupuestos. Y ha hecho, al fin, un c¨¢lculo de apoyos fallido, en un pulso para afirmar su autoridad impropio de quien se debe a su partido y depende de las reglas y equilibrios de una coalici¨®n de gobierno.

Los resultados de la operaci¨®n son negativos en su totalidad, sin matices. La autoridad presidencial ha quedado erosionada. Por los suelos la credibilidad del Gobierno y sus consejeros, cuestionada por su propio jefe de filas. La relaci¨®n del PSC con su presidente, averiada. La discusi¨®n general del Estatuto, la prioridad del tripartito para esta legislatura, entorpecida por tanto ruido. Todo ello en un contexto que ya estaba lleno de sombras sobre la eficacia de su Gobierno y que el presidente se ha encargado de confirmar. Es cierto que la cohesi¨®n del tripartito se ha reforzado, pero en negativo, haciendo causa com¨²n contra quien lo encabeza. Y proyectando para colmo una imagen hacia la opini¨®n p¨²blica espa?ola en general que perjudica a Catalu?a y lesiona tambi¨¦n la imagen del partido socialista para regocijo y beneficio de la oposici¨®n popular.

Las sucesivas correcciones y vaivenes, entre la marcha atr¨¢s, la huida hacia delante y la rendici¨®n, han acabado por dar la raz¨®n al jefe de la oposici¨®n, Artur Mas, quien ha definido a su rival como "el mejor agente electoral" de CiU. Entre un presidente que desconf¨ªa de su Gobierno y una coalici¨®n tripartita que desconf¨ªa de quien han elegido para que les presida, s¨®lo queda lugar para el desconcierto y la desconfianza de los ciudadanos ante esta descabellada ceremonia de la confusi¨®n. En democracia hay un remedio contra esos males: la moci¨®n de confianza. No parece probable que el presidente la presente, ni tampoco que el l¨ªder de CiU cumpla su prop¨®sito de entablar una alternativa moci¨®n de censura. De modo que Catalu?a -con efectos en toda Espa?a- afronta un periodo de Gobierno en precario en el preciso momento en que lo que m¨¢s conviene a todos es la estabilidad ante la tormentosa discusi¨®n estatutaria. Esta magna dilapidaci¨®n de los recientes esfuerzos de consenso tiene un ¨²nico responsable y es Pasqual Maragall. Aunque ahora el tripartito haga de tripas coraz¨®n y se esfuerce por cerrar unas heridas de sutura realmente dif¨ªcil.