Espa?a rota
Los pa¨ªses deben ser salvados contra s¨ª mismos, y casi siempre por medio de la fuerza, dec¨ªa en su Nuevo glosario el escritor falangista Eugenio d'Ors, y su idea, por lo que se ve, ha calado de tal modo hasta el subsuelo de estos d¨ªas que una cantidad alarmante de nuestros pol¨ªticos cree que su trabajo no consiste en debatir argumentos en el Congreso y el Senado, sino en pasearse por sus pasillos con un ejemplar de la Constituci¨®n en la mano, enrollado en forma de porra. Son tiempos turbios, estos que vivimos, porque ya se ocupan bien de que lo sean los ex presidentes y ex ministros que s¨®lo creen en la democracia cuando ganan las elecciones, sus correveidiles y unos cuantos calumnistas que de cada diez palabras que escriben cinco son insultos, dos "Guerra Civil" y las otras tres, simples conjunciones. Es raro que esa gente se dedique a hacer desde sus peri¨®dicos y sus revistas digitales algo muy parecido a la apolog¨ªa del golpismo y que, por alguna causa misteriosa, no haya quien los lleve a un juzgado.
La cuesti¨®n es que el proyecto de Estatuto catal¨¢n se acerca a la capital como Manolete a la plaza de Linares, y a los que lo esperaban en la Puerta del Sol con una bandera multiusos en la mano, de esas cuya tela sirve para cubrir a un ni?o muerto en Irak y cuyo m¨¢stil se usa en las manifestaciones para darle en la cabeza a Bono, se han unido el alcalde de Madrid y la presidenta de la Comunidad, que va a presentar al alim¨®n en sus chiringuitos una propuesta para que se censure el proyecto catal¨¢n y se exija al Gobierno que "garantice la unidad de la Naci¨®n espa?ola y la soberan¨ªa nacional." Ya he dicho dos veces "proyecto", pero da igual: podr¨ªa decirlo un mill¨®n porque lo mismo que hay quienes creen que repetir una mentira mil veces la convierte en verdad, tambi¨¦n existen personas que consideran que no decirla nunca la hace desaparecer. "Proyecto, proyecto, proyecto", me dan ganas de decir, pero no lo hago porque sonar¨ªa a Julio Anguita y su "programa, programa, programa"; y ya ven c¨®mo ha acabado ese hombre, que de tanto apretar al PSOE, se le fue la pinza.
?Qu¨¦ hacen ah¨ª Gallard¨®n y Aguirre, y qui¨¦n les ha dado vela en este entierro? Y, sobre todo, ?de qu¨¦ hablan? Con respecto a la primera pregunta, uno se queda a cuadros escoceses al ver que una presidenta auton¨®mica y un alcalde planteen una moci¨®n de censura a un proyecto de otro Parlamento auton¨®mico, votado y aprobado mayoritariamente por sus diputados y que, siguiendo la ley, ahora va a discutirse, y sin duda a cambiar, en el Senado y en el Congreso. Y, en lo que se refiere a la segunda pregunta, ?c¨®mo se atreven a repetir esa retah¨ªla amenazante de que "nuestro pa¨ªs est¨¢ viviendo uno de los momentos m¨¢s graves de su historia democr¨¢tica?". Quiz¨¢ deber¨ªan explicar cu¨¢nto de grave. Si es m¨¢s grave, por ejemplo, que la matanza de los abogados laboralistas de Atocha en 1977; o m¨¢s grave que el 23 de febrero de 1981, con los tanques de Milans del Bosch por las calles de Valencia y la pistola de Tejero dispar¨¢ndole al techo de las Cortes; o m¨¢s grave que el env¨ªo de tropas espa?olas a Irak. ?Es tan grave que, en lugar de hacer lo ¨²nico que en realidad puede hacerse por ahora, que es justo eso, respetar la ley y discutir el proyecto, proyecto, proyecto de la C¨¢mara catalana en Madrid, hay que prohibirlo como dec¨ªa D'Ors, por la fuerza y para salvar a Catalu?a de ella misma? Cuidado con D'Ors, porque tambi¨¦n escribi¨® que en un pa¨ªs no debe haber "ni un d¨ªa sin propaganda, ni un a?o sin deliberaci¨®n, ni un siglo sin dictadura". Y, como ya sabemos, hace tiempo que ya estamos en un nuevo siglo. Hay quien siente nostalgia de la muerte, como escribi¨® el poeta mexicano Xavier Villaurrutia.
Y, en cuanto a esa desmembraci¨®n de Espa?a sobre la que alertan Gallard¨®n y Aguirre en su parte desde el frente, tambi¨¦n deber¨ªan tener cuidado, no vaya a ser que alguno se lo crea y el alcalde de Granada o la alcaldesa de C¨¢diz, digo, es un decir, le declaren la guerra a Marruecos para reconquistar Ceuta y Melilla, sin acordarse de que a¨²n son nuestras. Todo puede pasar, cuando uno empieza a comportarse como si creyese que la realidad se puede barrer debajo de las banderas. Para nada, es justo al rev¨¦s: debajo de las banderas se pueden esconder los mentirosos, pero nunca la verdad.
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