D¨ªa del espectador
Han cerrado tambi¨¦n los cines Luna, entre Callao y la Corredera Baja, y, como cada vez que cierra un cine en Madrid, me acuerdo de lo que a m¨ª me pas¨® en su interior. No me refiero a lances extraordinarios, como ligar o ser robado o sufrir un s¨ªncope en la butaca, que es algo que yo s¨ª vi en un cine de Par¨ªs mientras proyectaban la pel¨ªcula de Oliveira No o la vanagloria de mandar, nunca estrenada en Espa?a: la v¨ªctima del s¨ªncope muri¨® en el suelo de baldosines coincidiendo con la palabra fin en la pantalla.
Me refiero a las cosas que me pasaron por la cabeza, y a trav¨¦s de los ojos, siendo yo espectador en ese cine Luna o en el cine Imperial o en el cine Fantasio o en el cine Vel¨¢zquez (cito s¨®lo algunas bajas del parte de la guerra entre la especulaci¨®n inmobiliaria y la industria del cine, que no se acaba nunca, como la de Irak, y en la que el segundo bando lleva todas las de perder). En los Luna he visto rarezas que duraron menos en la programaci¨®n que en mi memoria, como la pel¨ªcula de Edgardo Cozarinsky Dans le rouge du couchant, pero tambi¨¦n vi obras de fama y ¨¦xito, como el filme p¨®stumo de Kubrick Eyes Wide Shut; recuerdo que en la cola nadie ped¨ªa la entrada diciendo el t¨ªtulo ingl¨¦s, intraducido aqu¨ª e impronunciable, sino con per¨ªfrasis: "?Me da dos para la de Kubrick?", "una para la de Nicole Kidman y Tom Cruise, por favor". Curiosamente, mi ¨²ltima vez en los Luna tuvo tambi¨¦n un fuerte aroma kubrickiano; la pel¨ªcula era La int¨¦rprete, y la vi acompa?ando a Christiane Kubrick y Jan Harlan, la viuda y el cu?ado del director de El resplandor, que hab¨ªan venido a Madrid a presentar, entre gentes del cine y admiradores del cineasta como, entre otros, Guillermo del Toro, Agust¨ª Villaronga y yo mismo, el monumental libro de Taschen Los archivos de Stanley Kubrick. Por la tarde, despu¨¦s de un agradable almuerzo, los hermanos Christiane y Jan quisieron ver, al saber que era en versi¨®n original, esa ¨²ltima realizaci¨®n de Sydney Pollack, buen amigo de la familia y actor destacado en Eyes Wide Shut.
De lo que no voy a hablar en esta columna es de la crisis del cine ni de la muerte de la pel¨ªcula en su formato y su espacio de proyecci¨®n tradicionales. Suficientes agoreros y enterradores hay ya. S¨®lo quiero ponerme sentimental, sin llegar a las l¨¢grimas. S¨¦ que el futuro pasa por el DVD y el cine en cable, los aparatos caseros de alta definici¨®n y mucha plasma, por las pel¨ªculas descargadas en el PC o comprimidas en la pantallita del m¨®vil, por la burda copia del manta, que ha sustituido al cine de las s¨¢banas blancas remendadas. Yo seguir¨¦ yendo a las salas, mientras ¨¦stas sigan abiertas. Soy un poco dinosaurio, ya se ve, pero hay quien me gana. El s¨¢bado pasado muri¨® en Madrid el abogado Jacobo Echeverr¨ªa-Torres, muy conocido por su compromiso con las causas de la libertad, cuando aqu¨ª no la hab¨ªa, y la solidaridad con el Otro, cuando m¨¢s se necesita. Las necrol¨®gicas hablaron de todo ello y no de cine, siendo Jacobo no s¨®lo un gran aficionado sino un admirable promotor; cre¨® con varios amigos entusiastas la productora Metrojavier, responsable, entre otros proyectos, de la excelente pel¨ªcula de ?lvaro del Amo Una preciosa puesta de sol (interpretada por Marisa Paredes y Ana Torrent), y Jacobo en solitario coprodujo otra apuesta de riesgo, Le¨®n y olvido, de Xavier Berm¨²dez. En el ¨²ltimo a?o, mientras combat¨ªa valerosamente contra el c¨¢ncer, Jacobo Echeverr¨ªa tuvo a¨²n un empe?o -o visi¨®n- m¨¢s heroico respecto al s¨¦ptimo arte: alquilar un cine en el barrio de Salamanca, que encontraba con toda raz¨®n muy desabastecido en ese aspecto, y programarlo con las pel¨ªculas que a ¨¦l y sus socios les gustaban, es decir, las buenas. El cierre de su vida se suma a la p¨¦rdida de tantas pantallas donde ¨¦l aprendi¨® a amar el cine.
Anteanoche, volviendo a casa, pas¨¦ por delante del Pe?alver, uno de los cines cerrados que Jacobo Echeverr¨ªa-Torres tuvo en su lista de candidatos a la resurrecci¨®n. La imagen de esa sala larga y estrecha donde se estren¨®, por ejemplo, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del mont¨®n, es hoy desoladora. Detr¨¢s de la verja de hierro se vislumbra el hall o sus escombros, y bajo el polvo de la taquilla a¨²n queda el precio (700 pesetas) que los ¨²ltimos espectadores tuvieron que pagar por ver la ¨²ltima pel¨ªcula all¨ª exhibida, la francesa Romance. Tambi¨¦n se lee que los mi¨¦rcoles no festivos era en el Pe?alver el d¨ªa del espectador. ?Est¨¢n los d¨ªas contados para el espectador?
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