Bernat sube, Vassiliev baja
Uno. De un tiempo a esta parte, Roger Bernat ha radicalizado su po¨¦tica, centrada, sumariamente, en "mostrar la vida en un escenario". Para el director catal¨¢n, seg¨²n se me alcanza, la vida no tiene argumento ni narraci¨®n; la vida es pura deriva, con breves estallidos epif¨¢nicos. La gran baza de ese enfoque radica en rastrear y atrapar la autenticidad del "momento", su cristalizaci¨®n m¨¢s o menos espont¨¢nea; su gran peligro, elevar a categor¨ªa dram¨¢tica el "todo vale": la torpeza expositiva, el apunte insuficiente, el tedio. Mi visi¨®n difiere de la suya en un art¨ªculo: creo que el teatro ha de mostrar "vida", no la vida. Mostrar vida quiere decir seleccionar, reconstruir y destilar. Con la po¨¦tica de Bernat no suele haber t¨¦rminos medios: cuando pilla verdad no hay quien le iguale y cuando afloja la mano har¨ªa bostezar a una estatua. As¨ª, sus ¨²ltimos espect¨¢culos han derivado del vigor comunicativo y la tensi¨®n formal (Bones intencions y la serie de las Imposibilidades) al ombliguismo (ciertas partes de La la la la) o la banalidad sopor¨ªfera de aquella Amnesia de fuga del pasado a?o, que hizo honor a su t¨ªtulo suscitando ambas cosas en p¨²blico y cr¨ªtica. Bernat ha vuelto al Lliure (s¨®lo por cuatro d¨ªas, en lo que se dir¨ªa una suerte de precauci¨®n programadora) con una nueva funci¨®n, Tot es perfecte, en la que las epifan¨ªas acaban ganando la partida, en el recuerdo, a las escenas plastiformes. Cinco chicos y chicas, de entre 14 y 16 a?os, deciden representar un relato caballeresco con reyes, princesas y dragones. Todo tiene el aire destartalado y conmovedor (telones pintados, espadas de madera, coronas de cart¨®n) de una funci¨®n de fin de curso o, mejor, de fin de verano, en el garaje de una mansi¨®n de la costa, como si esa humilde funci¨®n fuese la ¨²ltima burbuja que les separa del mundo exterior. Quiz¨¢s eso explique las dilataciones del juego: se comprende que la pandilla no quiera salir de esa arcadia imposible, casi un sketch de los Monty Phyton a c¨¢mara lenta aderezado con m¨²sica de ¨®pera y coreograf¨ªas marciales de pel¨ªcula china; pero los pobres adultos, para bien o para mal, vivimos y percibimos a otro ritmo. Felizmente, el relato mismo, muy a la manera de Bernat (y de su dramaturgo, Ignasi Duarte) se resquebraja a cada paso, porque los protagonistas pasan una y otra vez del personaje a la persona, entrando y saliendo de la ficci¨®n. Y eso es lo que permanece y brilla en el recuerdo: las fisuras, los puntos de fuga, la maravillosa escena del grupo intercambiando confidencias bajo una tienda de campa?a (otra burbuja), hablando de todo y nada, de los padres, del sexo, del ominoso futuro, es decir, el impepinable fin de la adolescencia. Pese a su irregularidad, Tot es perfecte es un indudable paso hacia adelante, fresco y comunicativo, en la trayectoria de Roger Bernat, y tambi¨¦n un retorno al pasado. A mi modo de ver, el montaje enlaza con la lenta melancol¨ªa de ?lbum (1998), que versaba "sobre la p¨¦rdida, sobre nuestra infancia y vuestra juventud", y tambi¨¦n con el incomprendido Flors (2000), que se defin¨ªa como "un espect¨¢culo pornogr¨¢fico para todos los p¨²blicos", porque juega con la sexualidad omnipresente de los adolescentes en un doble y astuto mecanismo: la extrema naturalidad con la que se manifiesta en escena, contemplada por el ojo inevitablemente perverso del espectador. Por encima de po¨¦ticas y estrategias, lo mejor de Tot es perfecte son los actores, es decir, su elecci¨®n y direcci¨®n. Cuando se pone las pilas, como aqu¨ª sucede, Bernat es un maestro a la hora de detectar "actores naturales", sin experiencia previa, y ponerles a jugar, en igualdad de condiciones, con int¨¦rpretes m¨¢s curtidos. El rey indiscutible de la funci¨®n es Nao Albet, un muchacho que ya est¨¢ dando que hablar: vel¨® sus armas con Belbel y Rigola y se ha convertido en una de las estrellas del serial catal¨¢n Ventdelpla, toda vez que est¨¢ en los ant¨ªpodas del t¨ªpico y t¨®pico "joven actor televisivo". Tiene una naturalidad densa y liviana al mismo tiempo, un humor con much¨ªsima trastienda, y la cualidad esencial del gran int¨¦rprete: reaccionar, en todo momento, a los env¨ªos de los otros. La reina es, por lo que me cuentan, una actriz "de la calle", seleccionada tras una charla de caf¨¦. Se llama Hekla Magnusdottir y protagoniza uno de los momentos culminantes de la velada: la enfebrecida arenga a favor de un carpe diem er¨®tico a velocidad de crucero porque, como todo el mundo sabe, "a los 25 a?os los genitales se secan". C¨®mo suben estos chicos.
A prop¨®sito de Tot es perfecte, de Roger Bernat, y Medeamaterial, de Vassiliev, en el Lliure
Dos. Huyan a escape, en cambio, del ¨²ltimo Vassiliev, que tambi¨¦n ha aterrizado brevemente (por suerte) en el Lliure para convertir Medeamaterial, el minicl¨¢sico de Heiner M¨¹ller, en una temible lecci¨®n pr¨¢ctica de c¨®mo tomar a una espl¨¦ndida actriz, Valerie Dreville, formada con Vitez, recluirla durante dos a?os en su laboratorio de taimado cient¨ªfico ruso y devolverla al mundo convertida en un robot gargarizante. Lejanos los d¨ªas felices de aquel Seis personajes (1988) con el que desembarc¨® en Espa?a y de la posterior belleza entre latosa y m¨ªstica de Las lamentaciones de Jerem¨ªas (1996), Anatoli Vassiliev parece embarcado en un nav¨ªo sin retorno, cimentado en tres nociones entre pasmosas y espeluznantes para cocinar una sopa de ajo holoc¨¢ustica: a) "El teatro actual se encuentra en su fase terminal, porque las ideas y la visi¨®n del mundo sobre las que se construy¨® han muerto"; b) "la entonaci¨®n contiene una ideolog¨ªa, m¨¢s que la palabra en s¨ª", y c) "el espect¨¢culo -habla de Medeamaterial- es una frase que turba la experiencia evidente del lenguaje y lo deconstruye en un proceso que lleva a la liquidaci¨®n del autor". Antes de la liquidaci¨®n te cascan el texto de M¨¹ller en una pantalla: todo un detalle. Para ¨¦l y para nosotros, porque la ¨²nica palabra que alcanc¨¦ a entender del mon¨®logo (mascullado, ronroneado, aullado y regurgitado por la Dreville) fue "Jas¨®n". Hubo que lamentar desgracias personales.
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