Altolaguirre, el coraz¨®n invitado
El m¨¢s joven de los poetas de la n¨®mina del 27 muri¨® en un accidente de autom¨®vil, junto a su mujer mexicana, por la provincia de Burgos, camino de Madrid, en julio de 1959. Ven¨ªa de presentar una de sus pel¨ªculas en el Festival de San Sebasti¨¢n, y su objetivo era retornar despu¨¦s a M¨¦xico, donde viv¨ªa exiliado, tras la Guerra Civil, tras un breve tr¨¢nsito por Cuba.
Manuel Altolaguirre, malague?o, era un nombre que conoc¨ªan todos los poetas, de mucho tiempo atr¨¢s, apod¨¢ndole "el poeta impresor" o mucho m¨¢s familiarmente, "Manolito". Cuando muri¨® hac¨ªa apenas un mes que hab¨ªa cumplido 54 a?os.
Junto a su coterr¨¢neo, algo mayor, Emilio Prados hab¨ªan representado un alto tono menor en la poes¨ªa del 27, pero su nombre (extra?amente) siempre son¨® m¨¢s que su obra. Todos conocen a Altolaguirre, pero ?cu¨¢ntos sabr¨ªan decir uno de sus t¨ªtulos? Hay poetas que pertenecen al 27 y que por diferentes y explicables motivos (la calidad podr¨ªa ser s¨®lo uno de ellos), durante m¨¢s o menos tiempo, no han aparecido -o siguen sin aparecer en la antolog¨ªa oficial-, digamos Jos¨¦ Mar¨ªa Hinojosa, Juan Jos¨¦ Domenchina, Juan Gil Albert, Concha M¨¦ndez -la primera y consabida mujer de Altolaguirre- o Ernestina de Champourcin. ?se nunca ha sido el caso de Manuel Altolaguirre. Su nombre siempre ha estado en el sacro rosario de los ilustres (la Edad de Plata de nuestra poes¨ªa) pero su obra era -y temo que sigue siendo- una ausencia. Para muchos, su labor como tip¨®grafo, en M¨¢laga primero y luego en Par¨ªs, Londres o Madrid, creando revistas y colecciones (pensemos en la m¨ªtica Litoral o en Caballo Verde para la Poes¨ªa), ser¨ªa la causa principal del brillo del nombre y de la ocultaci¨®n de sus versos.
Vicente Aleixandre -hablan
do de Altolaguirre- recordaba siempre el d¨ªa que lo conoci¨® y no cesaba de ponderar su encanto y simpat¨ªa. Gala (raptada a ?luard) y Dal¨ª le debieron a Altolaguirre su luna de miel en un pueblito llamado Torremolinos, en 1929. Stephen Spender, que lo conoci¨® en Londres, y que le dedic¨® luego un poema a fines de los a?os treinta -To a spanish poet-, qued¨® subyugado por la fascinaci¨®n de Manolito, ?no tapar¨ªa ese reiterado encanto al hombre m¨¢s hondo, al poeta? Tal es la tesis de Luis Cernuda en el poema de Desolaci¨®n de la quimera (1962), 'Supervivencias tribales en el medio literario', que comienza: "Acaso ¨¦l mismo fuera en parte responsable, / por el af¨¢n de parecer un ¨¢ngel, eterno adolescente, / de aquel diminutivo familiar... callando al poeta admirable que en ¨¦l hubo". Para Cernuda era su simpat¨ªa, su gusto en caer bien, lo que fosilizar¨ªa aquel "Manolito", que tanto cel¨® suyo. Como sea, parece claro que el centenario de Altolaguirre tiene como tarea fundamental no tanto recordar una obra conocida, sino dar a conocer -crear motivos de inquietud- una obra que la mayor¨ªa (si es que la sabe) la conoce apenas de refil¨®n y m¨¢s categorizada por el nombre del autor que por s¨ª misma.
Manuel Altolaguirre public¨® su primer libro de poemas en 1926, con el t¨ªtulo, que mantendr¨ªa en sucesivos cambios y ampliaciones, de Las islas invitadas y otros poemas. (Todav¨ªa en 1946, y en M¨¦xico, Nuevos poemas de las islas invitadas). En medio, libros tan notables como el amoroso Soledades juntas (1931), Fin de un amor (1949), Poemas en Am¨¦rica (1955) o el p¨®stumo Vida po¨¦tica de 1962. Poeta de la soledad del amor, aficionado al molde de la canci¨®n renovada y tambi¨¦n al poema de arte menor, de verso corto, su primera poes¨ªa tiene ese claro sabor de im¨¢genes y l¨ªneas, donde se est¨¢ conjugando lo m¨¢s nuevo -la vanguardia- con una relectura de lo tradicional, como tambi¨¦n hicieron Lorca y Alberti; pero el tono (sin exceso de fulgores, algo asordinado) es siempre propio: "?Qu¨¦ m¨²sica del tacto / las caricias contigo! / ?Qu¨¦ acordes tan profundos! / ?Qu¨¦ escalas de ternuras, / de durezas, de goces!". Son versos de un poema de Soledades juntas. M¨¢s adelante (en Poemas en Am¨¦rica) podemos encontrar el viejo gusto por la asonancia y una poes¨ªa acaso m¨¢s llana, no menos propia: "Huyo del mal que me enoja / buscando el bien que me falta. / M¨¢s que las penas que tengo / me duelen las esperanzas" (...). El poeta profundo no era un poeta del gozo, sino un poeta de la zozobra y de la soledad.
?Despu¨¦s del exilio su poes¨ªa
se separ¨® de lo que se hac¨ªa en la Pen¨ªnsula? Es evidente. Les pas¨® tambi¨¦n a otros poetas de su grupo y fue tenido como un signo m¨¢s de voz propia, de mundo vivido personalmente. Altolaguirre hab¨ªa sabido el relativo retorno clasicista que supondr¨ªa el centenario de la muerte de Garcilaso, cuando en 1933 -adelant¨¢ndose- public¨® su Biograf¨ªa de Garcilaso de la Vega. Pero no es menos evidente que sin la Guerra Civil (sin la derrota de lo que era m¨¢s nuevo) ese retorno al soneto nunca hubiera sido el "garcilasismo" que fue. "Y dudo de mi vida, / temo ser un rescoldo, / entre tantas miserias / que ni siquiera existen". ?Dificultades hoy de la poes¨ªa de Altolaguirre? Un claro sabor de ¨¦poca (nada que no termine ocurriendo a todos) y ese dir¨ªa que voluntario tono menor -pero de muy firme trazo- que le separa algo de los m¨¢s altos y llamativos poetas del grupo: Lorca, Cernuda, Guill¨¦n, Aleixandre, incluso Alberti. Altolaguirre es perfectamente parangonable (hablo de calidad, no de estilo) con Gerardo Diego o D¨¢maso Alonso, pero ellos fueron mucho tambi¨¦n en la posguerra y Altolaguirre no. Ellos han sido le¨ªdos y Altolaguirre muy escasamente y durante bastante tiempo quiz¨¢ nada.
Pocos centenarios se pueden encontrar con un problema como ¨¦ste. El nombre del homenajeado (poeta, impresor, cineasta, productor) no es desconocido para nadie. ?Manuel Altolaguirre, pese a su juventud, uno de los padres del 27! Pero si a continuaci¨®n se le dice a ese auditorio, d¨ªgame el t¨ªtulo de uno de sus libros ni siquiera sabr¨¢ decir el reiterado de Las islas invitadas. Cernuda tuvo raz¨®n, otra vez. El hombre, plural y amigo, tap¨® a un poeta que pide, impecablemente, luces tenues. Eso es lo que debe remediarse. Recordar al hombre e ir, por fin, a su obra.
Exposici¨®n Viaje a las islas invitadas. Manuel Altolaguirre (1905-1959) hasta el 27 de noviembre en la Residencia de Estudiantes de Madrid (www.residencia.csic.es).
BIBLIOGRAF?A
Poes¨ªa (Caballo Griego para la
Poes¨ªa).
Fin de un amor (Ayuntamiento
de Madrid).
Manuel Altolaguirre, tres revistas del exilio: Antolog¨ªa de
Espa?a en el
Recuerdo, La Ver¨®nica, Atentamente (Residencia de Estudiantes).
Viaje a las islas invitadas. Manuel Altolaguirre (1905-1959) (Residencia de Estudiantes).
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