Un modelo social europeo vivo
Tony Blair, en su calidad de presidente del Consejo de la UE, propone como base del debate del Consejo Informal de finales de octubre en Hampton Court Palace las preguntas que formul¨® en el Parlamento Europeo en junio: ?c¨®mo mantener y reforzar la justicia social y la competitividad en el contexto de la globalizaci¨®n?, ?cu¨¢l debe ser el puesto de Europa en el mundo?, ?c¨®mo lograr la seguridad de nuestros ciudadanos? Preguntas que se hacen con preocupaci¨®n muchos ciudadanos europeos en un ambiente de crisis y que explican algunas de las reacciones negativas en el proceso de ratificaci¨®n de la Constituci¨®n europea. Bienvenidos sean, pues, el debate y la reflexi¨®n.
La impetuosa vuelta a la escena mundial del drag¨®n chino y el elefante indio, a?adidos a los tigres asi¨¢ticos, con el surgimiento de potencias regionales como Brasil, Sur¨¢frica y otros nuevos pa¨ªses industrializados, est¨¢n creando un nuevo escenario global. Como plantear una pregunta supone, cuando menos, orientar la mitad de la respuesta, es de esperar que no se reitere la f¨¢cil receta neoliberal del desmantelamiento del modelo social con la flexibilidad como palabra m¨¢gica. Para tener futuro en cada uno de los Estados europeos, la respuesta es m¨¢s Europa y modernizar un modelo social que ha hecho de Europa el mayor mercado, el mayor agente comercial y el ¨¢rea de mayor desarrollo social del mundo.
La cumbre debe partir, pues, de reafirmar los valores del modelo social europeo, as¨ª como su papel central en el proceso de integraci¨®n. Es evidente que Blair no se va a limitar a ser el anfitri¨®n, sino que tratar¨¢ de desplegar todas sus dotes de seducci¨®n pol¨ªtica para propugnar el modelo brit¨¢nico de crecimiento econ¨®mico, con un paro muy bajo y una pol¨ªtica social concentrada en fuertes inversiones en educaci¨®n, salud e infraestructura de transportes para recuperar los estragos del thatcherismo. Tambi¨¦n hay otros modelos progresistas eficaces como el llamado c¨ªrculo virtuoso n¨®rdico, con el modelo de "flexiseguridad", Finlandia -miembro del euro-, Suecia y Dinamarca, que figuran como pa¨ªses de cabeza en la clasificaci¨®n del World Economic Forum de Davos, organismo nada sospechoso de veleidades socializantes. Tambi¨¦n Espa?a puede presentarse como modelo, si sabemos superar nuestra incontenible pasi¨®n por la autoflagelaci¨®n: un pa¨ªs que triplica el crecimiento econ¨®mico medio en la Europa de los Veinticinco, crea mucho m¨¢s de la mitad de sus empleos y hace pol¨ªticas de redistribuci¨®n social, puede defender un modelo que en 20 a?os le ha hecho pasar de una renta per c¨¢pita del 67% de la media comunitaria a alcanzarla pr¨¢cticamente, gracias a la solidaridad bien administrada y al esfuerzo propio.
Sin duda, hay un problema de crecimiento econ¨®mico en la tripleta Alemania-Francia-Italia, que representan el 60% del producto interior comunitario. Pero el inesperado resultado de las elecciones alemanas ilustra la pertinencia de la afirmaci¨®n del canciller Schr?der: "Mercados abiertos, moneda ¨²nica y Europa social son partes indisolubles de nuestro proyecto europeo".
Los alemanes han mostrado comprender y aceptar la necesidad de reformar y modernizar su modelo de econom¨ªa social de mercado, no de desmantelarlo.
Ahora bien, no basta con reafirmar el modelo social como un dogma de fe o considerarlo el chivo expiatorio de todos los males. ?Qu¨¦ es en realidad el modelo social europeo? Anthony Giddens, padre de la tercera v¨ªa, recurre al h¨¢bil expediente de citar a un an¨®nimo eur¨®crata para afirmar la tesis de que no es ni modelo, ni social ni europeo. Frente a ¨¦l, un defensor estadounidense del sue?o europeo como Jeremy Rifkin defiende Europa como "el sitio donde quieren que no se deje a nadie en la cuneta" y el modelo europeo como de superior calidad al de los EE UU, lo cual es innegable desde el punto de vista de los llamados "fundamentales" econ¨®micos. De hecho, es la ¨²nica regi¨®n del mundo en donde los gobiernos aceptan ser responsables del crecimiento econ¨®mico, el bienestar social y la sostenibilidad ambiental. Modelo fruto de una concepci¨®n ¨¦tica de la sociedad que no es exclusiva de un pa¨ªs ni de una familia pol¨ªtica, sino que tiene sus ra¨ªces en las luces de la raz¨®n, la solidaridad socialista y el humanismo cristiano, que parti¨® de un pacto t¨¢cito de cooperaci¨®n interestatal e interclasista iniciado para que hubiera paz y prosperidad para que Europa fuera gobernada por la voluntad pol¨ªtica y no s¨®lo por la mano ciega del mercado. En su medio siglo de existencia, ha ido desarrollando pol¨ªticas con objeto de implementar los objetivos comunes, como son las normas m¨ªnimas de garant¨ªa de derechos, seguridad y condiciones de trabajo, el di¨¢logo social, el m¨¦todo abierto de coordinaci¨®n y los recursos financieros de los fondos europeos.
En la historia del modelo europeo, Lisboa es un nombre obligado. All¨ª se aprob¨® en la primavera de 2000 bajo presidencia portuguesa una ambiciosa estrategia de modernizaci¨®n para que la Uni¨®n se convierta en diez a?os en la econom¨ªa m¨¢s competitiva y din¨¢mica del mundo, basada en el conocimiento, capaz de crecer econ¨®micamente de manera sostenible, con m¨¢s y mejores empleos y mayor cohesi¨®n social. El informe Kok ha hecho un balance cr¨ªtico constructivo a mitad de camino. Conviene que los miembros del Consejo Europeo la tengan a mano para no redescubrir el Mediterr¨¢neo.
Ahora hemos llegado al momento en que el modelo social europeo ha pasado a ser expl¨ªcito con la Constituci¨®n europea. En Maastricht se intent¨® incluir la Carta Social en los tratados y hubo que aprobarla entre once como un protocolo ante la cerrada oposici¨®n de John Major. Precisamente, una de las primeras medidas del Gobierno de Blair fue suscribirla. Despu¨¦s, la primera Convenci¨®n elabor¨® la Carta de Derechos Fundamentales en paralelo con la Conferencia Intergubernamental de Niza, y la segunda consigui¨® integrarla en el proyecto constitucional, no sin una tenaz resistencia brit¨¢nica. Por fin tenemos en Europa un texto que recoge los principios, valores y objetivos, y en el que aparecen por primera vez los perfiles del modelo social europeo, adem¨¢s de sus tres primeros art¨ªculos en la Carta de Derechos Fundamentales, especialmente en sus t¨ªtulos relativos a la igualdad y la solidaridad: igualdad entre g¨¦neros; derecho a una vida digna para ni?os, ancianos y discapacitados; solidaridad intergeneracional; condiciones de trabajo dignas; derechos colectivos y sindicales; prestaciones sociales y sanitarias; cobertura del desempleo, y servicios p¨²blicos. (?sta es, sin duda, una de las razones por las que voces tan autori
zadas como la de Ulrich Beck y Anthony Giddens [EL PA?S, 2-10-2005], despu¨¦s de proclamar la muerte de la Constituci¨®n, parad¨®jicamente proceden a la defensa a ultranza de su contenido).
Evidentemente, el modelo social europeo no es un Estado del bienestar europeo. Los sistemas sociales y de protecci¨®n est¨¢n profundamente arraigados en la idiosincrasia de cada Estado miembro. Adem¨¢s, ser¨ªa ut¨®pico hablar del tema con un Presupuesto del 1% de la renta comunitaria. No obstante, es innegable que la UE tiene funciones importantes en este campo adem¨¢s de las declarativas, como son las protectoras, en manos del Tribunal de Justicia, as¨ª como reguladoras. En este campo, hay normativas como las relativas a los derechos de los ciudadanos europeos viviendo en otro Estado distinto al suyo, la seguridad e higiene en el puesto de trabajo, el permiso de maternidad, los derechos de informaci¨®n y participaci¨®n de los trabajadores, el trabajo temporal, el horario m¨¢ximo de trabajo o la libertad de prestaci¨®n de servicios, que son piedra de toque de la voluntad de construir efectivamente un espacio econ¨®mico y social com¨²n. En particular, las dos ¨²ltimas directivas est¨¢n en proceso de elaboraci¨®n en codecisi¨®n en el PE con posiciones contrastadas entre su mayor¨ªa y el Gobierno brit¨¢nico.
Por ello, m¨¢s que proceder a un nuevo debate fundacional, lo importante es conseguir salir de la actual sensaci¨®n de estancamiento e impotencia, consiguiendo traducir el potencial de crecimiento europeo en realidad, con una gobernanza econ¨®mica que refuerce la Uni¨®n Monetaria, una mayor implicaci¨®n de los Estados miembros en la estrategia de Lisboa y saber convertir el desarrollo social y medioambiental en fuente de ventajas competitivas. Los frentes energ¨¦ticos y clim¨¢ticos pueden ser importantes en una Europa defensora de Kioto.
Consagrar los valores y objetivos del modelo social, aplicar las pol¨ªticas elaboradas conjuntamente, conseguir un resultado positivo en la cumbre de Hong Kong sobre la ronda de desarrollo de Doha y motivar positivamente a nuestros conciudadanos son elementos importantes para que la cita del palacio de Hampton Court no sea un evento social m¨¢s de la trashumante escena pol¨ªtica europea.
Enrique Bar¨®n Crespo y Alejandro Cercas Alonso son eurodiputados socialistas.
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