Los encantos del cisne
Su expresividad, su elegancia, su fuerza, su movimiento, sus brazos? la convirtieron en gran figura de la danza cl¨¢sica del siglo XX. Esta rusa de 79 a?os, que lo fue todo en su pa¨ªs, en el Bolsh¨®i y en otros escenarios del mundo, acaba de recibir el Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes.
Nacida en Mosc¨² el 20 de noviembre de 1925 del encuentro entre los Plisetski y los Messerer, esta mujer menuda, fibrosa, de porte elegante, ojos gris verdoso y cuello altivo, hered¨® la vena art¨ªstica de los segundos y qued¨® as¨ª predestinada para lucir un cuerpo dotado para el baile, para ejecutarlo con un estilo inigualable que iba a convertirla en estrella de la danza cl¨¢sica del siglo XX. La historia de su vida es la de un tiempo turbulento repleto de guerras y dictaduras, de personajes sanguinarios (Hitler, Stalin?) cuya influencia tr¨¢gica llegar¨ªa hasta el ¨²ltimo rinc¨®n de su existencia familiar (su padre fue ejecutado en 1938, y su madre, deportada a Kazajist¨¢n) y art¨ªstica. Cada uno de sus pasos como bailarina dentro y fuera del teatro Bolsh¨®i -donde debut¨® con 11 a?os (La bella durmiente)-, en giras y galas que hicieron internacional su nombre, estuvo marcado por la pol¨ªtica -"ahora, pasaporte s¨ª; ahora, pasaporte no"- hasta el ¨²ltimo aliento de la era sovi¨¦tica.
"El ballet actual se ha olvidado de la m¨²sica y la expresividad. El del futuro va a ser m¨¢s atl¨¦tico, nada l¨ªrico"
La vida de Maya Plis¨¦tskaya es pura danza, un continuo de pasos y m¨²sicas -"no hay que bailar con la m¨²sica, hay que bailar la m¨²sica", dice-. O quiz¨¢ es que de todo lo dem¨¢s se abstra¨ªa a trav¨¦s del baile. Del miedo, el dolor, la humillaci¨®n, la falta de libertad. As¨ª fue muchas mujeres. Y siempre las hizo apasionadas: Myrtha, en Giselle; Odette y Odile, en El lago de los cisnes; Carmen, en Carmen; Julieta, en Romeo y Julieta; Kitri, en Don Quijote; Frigia, en Espartacus? "Bailar es algo que hago por y para el p¨²blico. Por m¨ª misma, quiz¨¢ ni lo har¨ªa", asegura, sin embargo. Y tambi¨¦n: "No me march¨¦ de la URSS porque el Bolsh¨®i era, es, para bailar lo mejor del mundo". Porque era el ¨²nico lugar donde nadie pod¨ªa controlarla, dicen otros. O por no darles el gusto a los que as¨ª lo vaticinaban. O por su padre -"nunca quiso ser un traidor y se dej¨® matar"-. Y por supuesto, por su marido, el compositor Rodion K. Shchedrin (Lolita, El caballito jorobado, Carmen?), al que est¨¢ apegada con amor adolescente desde hace 47 a?os. Con la llegada de la perestroika, con la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn, se cerr¨® su era Bolsh¨®i. "All¨ª se qued¨® el teatro, en manos enemigas", escribe en su autobiograf¨ªa (Yo, Maya, 1994; se editar¨¢ en castellano en 2006, editorial Nerea). Y as¨ª se romp¨ªan sus ataduras con aquel r¨¦gimen que la explot¨®, la export¨® y, parad¨®jicamente, le dio mucho de lo que ha sido y es. La gran diva del ballet cl¨¢sico viaj¨® y actu¨® luego sola por el mundo. "As¨ª pasaban y pasaban los a?os. Interesantes. Turbulentos. De vez en cuando, fascinantes. Nunca aburridos. Pero a veces yo quer¨ªa volver a casa, para recuperar la respiraci¨®n, para descansar. Pero ?d¨®nde est¨¢ en verdad mi casa, nuestra casa?", se pregunta en el libro.
Su hogar est¨¢ ahora en M¨²nich (Alemania), donde una Maya Plis¨¦tskaya de 79 a?os, de voz poderosa, nos habla s¨®lo en ruso -"soy demasiado vaga para estudiar idiomas, y voy a vivir s¨®lo 100 a?os, as¨ª que todo no puede ser"-. Conserva gestos arrogantes, pero es tierna cuando mira y r¨ªe; escenifica movimientos con sus manos y brazos, tan expresivos, cuando quiere ilustrar algo? Y no cuenta mucho. No quiere. Conocida es su capacidad de perderse en sus pensamientos, en su tormenta o su cielo interior; de no explicar, responder o definir. Quedarse en la distancia. En otra dimensi¨®n. En las alturas.
Prefiere observar desde su modesto apartamento (repleto de fotos, partituras, libros, un sof¨¢ cubierto con una manta, dos pianos, muebles de madera oscura en la cocina?) lo que sucede con su pa¨ªs, la danza y la vida. La entrega del Premio Pr¨ªncipe de Asturias de las Artes, que comparte con Tamara Rojo, primera bailarina del Royal Ballet Covent Garden de Londres, la trae de nuevo a Espa?a, donde dirigi¨®, de 1987 a 1989, el Ballet L¨ªrico Nacional. El jurado en Asturias resalt¨® que Maya Plis¨¦tskaya "ha convertido la danza en una forma de poes¨ªa en movimiento". "Su talento es tan poderoso que cualquiera que la ve fuera o dentro del escenario cae rendido ante su magnetismo", se dice en la introducci¨®n del libro de fotograf¨ªas Ave Maya, que se acaba de editar en Nueva York (Val G. Productions). Alabanzas, muchas. Pero es Shchedrin, su hombre tierno, quien mejor define con una frase todo lo que es esta mujer rusa. "Estoy tan orgulloso de ella?", dice mientras la contempla. Sentada en su sill¨®n, Maya mira la libreta repleta de preguntas: "Necesitar¨ªa otra vida para responder a eso, y mucho ya lo he contado en mi autobiograf¨ªa. Bien, ?por d¨®nde empezamos?".
?Por el Premio Pr¨ªncipe de Asturias??
?Uh!, estoy orgullosa. Es muy prestigioso. Y a¨²n m¨¢s importante porque es la primera vez que se concede al ballet. Ya se sabe, los Premios Nobel no son para los artistas? A m¨ª me han dado muchos, del Lenin a la Legi¨®n de Honor francesa; pero ¨¦ste es especial para m¨ª, que quiero tanto a Espa?a.
?Por qu¨¦?
No s¨¦. Desde ni?a es as¨ª. En la escuela estudi¨¢bamos todo tipo de danzas no cl¨¢sicas. Y para m¨ª la mejor era la espa?ola. Lo dem¨¢s era como infantil. Lo espa?ol ha estado siempre ah¨ª. He bailado los mejores papeles, Don Quijote, Laurencia, Carmen? Y Shchedrin, mi marido, escribi¨® una m¨²sica para m¨ª, un homenaje a Alb¨¦niz. Y ah¨ª estaba Espa?a otra vez. He trabajado all¨ª, he dirigido, tengo nacionalidad espa?ola desde 1989? Hace no mucho impart¨ª en Madrid unas clases magistrales?
?Por qu¨¦ no vive en Espa?a?
No hay ballet cl¨¢sico. Son tan buenos bailarines los espa?oles, y se tienen que ir fuera, porque si no ?qu¨¦ hacen?? Tienen buenas piernas, buenas formas. Los japoneses no tienen nada y, sin embargo, tienen un ballet magn¨ªfico. Que injusticia?
?Recuerda el tiempo en que dirigi¨® el Ballet L¨ªrico Nacional? ?La trataron bien?
Algunos, bien; algunos, no tan bien.
?Qui¨¦nes?
No me acuerdo de los nombres, pero s¨ª [se r¨ªe] hubo intrigas. Es muy f¨¢cil ir contra m¨ª porque yo no hablo espa?ol.
A Espa?a le dedica un apartado en su autobiograf¨ªa: "Mientras estuve en Nueva York aprovech¨® la corte madrile?a alrededor de mis asistentes para iniciar todo tipo de intrigas. Cada uno aspiraba a obtener el mejor puesto cuando yo abandonara el teatro de la Zarzuela? Como a todos los reinantes de la Tierra, importantes o no, s¨®lo me comunicaban lo que consideraban conveniente, premiaban o castigaban en mi nombre y sin mi conocimiento? Comenc¨¦ a cansarme? Me doli¨® irme. Era mi pa¨ªs, a ¨¦l pertenec¨ªa mi Carmen".
?Qu¨¦ es lo que fall¨®, por qu¨¦ no se qued¨®?
Hubo un alto cargo que invit¨® a Nacho Duato para reemplazar al ballet cl¨¢sico. Nacho es un hombre de gran talento, pero no pod¨ªa reemplazar nada, ten¨ªa que ir por otro camino? Porque un ballet no sustituye a otro. Habr¨ªa que haber dejado el cl¨¢sico y seguir con el contempor¨¢neo? Fue una mala decisi¨®n. Hab¨ªa sitio para dos. Bueno?, as¨ª ahora no tienen problema con los zapatos, porque bailan descalzos. Isadora Duncan maldec¨ªa a Ana Pavlova y le dec¨ªa: "Tonta, eres tonta; te est¨¢s machacando los dedos de los pies, ?para qu¨¦?".
?El p¨²blico la quer¨ªa?
El p¨²blico fue ?fant¨¢stico! [lo dice en castellano], ?fant¨¢stico!
Usted le ha dado todo al ballet. ?Qu¨¦ le ha dado ¨¦ste a cambio?
"Yo bailo, actu¨® para m¨ª mismo?". ?sa es una frase t¨®pica. Pues no, yo no. Yo siempre he bailado para el p¨²blico. Personalmente no lo necesito.
?No necesita bailar cada d¨ªa?
No. Por m¨ª nunca habr¨ªa bailado. A veces lo hago para mi marido, cuando ¨¦l toca el piano. Un pase privado. Nadie nos ve.
?No sinti¨® nunca el gusanillo??
Nunca lo sent¨ª.
Pero hay una an¨¦cdota de cuando, con cinco a?os, se puso a bailar en medio del bulevar Stretenski de Mosc¨². "Cuando dentro de cincuenta o sesenta a?os a alguien se le ocurra la locura de rodar una pel¨ªcula sobre mi vida, le ruego desde ahora a ese se?or director del futuro que se abstenga de incluir este episodio", dice.
?Era lo art¨ªstico una tradici¨®n familiar?
S¨ª, pero yo quer¨ªa ser actriz dram¨¢tica. Mi t¨ªa lo era, y mi madre [Rachil Messerer] hacia filmes mudos. De muy ni?a me llev¨® a ver una de sus pel¨ªculas; la mataba un caballo, y ella, a mi lado en las butacas, intentaba consolarme: "Que estoy aqu¨ª, que no me ha pasado nada?". S¨ª, estuve rodeada de drama, de cine?
Sobre todo de drama. "Detuvieron a mi padre de madrugada. Algo as¨ª ha sido descrito infinidad de veces en la literatura, en el cine, en el teatro?, pero es terrible vivir algo as¨ª. Hombres desconocidos. Grandes palabras. Revuelven la casa. Buscan. Mi madre, llorosa, embarazada. Mi hermano peque?o, asustado. Mi padre que se viste con manos temblorosas, porque a ¨¦l le resulta doloroso, por nosotros. La sorpresa de los vecinos. Las palabras de la administradora de la casa: 'Lo mejor era pegaros dos tiros a todos, enemigos del pueblo".
La marca de hija de un enemigo del pueblo no le impidi¨® encontrar y desarrollar su profesi¨®n. "Mis viejos camaradas se acordar¨¢n de lo que Stalin le dec¨ªa al mundo en sus discursos: 'No detendr¨¦ al hijo por el padre'. No nos deten¨ªan, pero nos vigilaban constantemente? Sin embargo, le estoy agradecida al destino: aprend¨ª el trabajo que quer¨ªa, actu¨¦, se hicieron coreograf¨ªas para m¨ª, no necesit¨¦ morirme de hambre".
?C¨®mo vivi¨® el hecho de ir convirti¨¦ndose en una estrella?
Fue un proceso. Estudias, y ese estudio te conduce a algo? Fue algo acad¨¦mico.
Al verla bailar no se tiene la impresi¨®n de que sea algo acad¨¦mico. Usted est¨¢ llena de emoci¨®n y expresividad?
Es que yo nunca he trabajado, he bailado. Y eso para m¨ª es un divertimento. Cuando me preparo no puedo decir que trabajo duro, no. Me encantaba bailar y me encantaba el escenario. Pero decir que he trabajado como una negra, jam¨¢s?
?? nunca ha estado cansada?
Nunca. Por eso quiz¨¢ he bailado durante tanto tiempo, por eso sigo bailando. Mis piernas no est¨¢n cansadas.
?Su cuerpo no est¨¢ forzado?
No lo s¨¦. Pero yo veo a bailarinas que con 40 usan muletas. Esto puede llegar a ser una tortura y yo nunca me he torturado. Nunca fui contra la naturaleza. Quiz¨¢ porque ten¨ªa unas piernas muy capacitadas.
?Por qu¨¦ fue la naturaleza tan generosa con usted?
Es una pregunta extra?a. Te lo voy a preguntar yo a ti? ?Por qu¨¦ Cervantes fue buen escritor? No se sabe. ?Por qu¨¦ hubo un Pushkin? Nadie lo sabe?
?Bueno, si se trata de algo f¨ªsico, de condiciones f¨ªsicas, siempre es f¨¢cil decir??
Es muy dif¨ªcil contestar a eso. Te voy a contar algo. Iba un viejo por la calle, ten¨ªa una barba larga y blanca, y detr¨¢s de ¨¦l corr¨ªan los cr¨ªos y se burlaban. "Abuelo", dec¨ªan, "cuando duermes ?colocas la barba debajo o encima de la manta?". Y el viejito empez¨® a pensar y a pensar? Y dej¨® de dormir.
?No hay que interrogarse sobre las cosas que uno hace?
No, porque quien las hace no lo piensa. Si piensas, dejas de hacerlas; no duermes.
?Viaja usted mucho a Rusia?
Vivimos en Alemania desde 1991. Tenemos tres casas, vamos por temporadas. Una en Lituania, un apartamento en Mosc¨², y ¨¦ste alquilado?
?All¨ª en Mosc¨² tendr¨¢ a sus amigos del ballet, del Bolsh¨®i?
No. No tengo amigos en el ballet [se r¨ªe]. No vivo en el c¨ªrculo teatral de Mosc¨². Nunca los tuve. Trabajamos cada segundo, trabaj¨¢bamos much¨ªsimo. Sin tiempo ni d¨ªas libres para ver a los actores, a compa?eros? Sabes, los amigos en el ballet no existen. Hay que buscarlos fuera.
?La ¨²ltima vez que bail¨® all¨ª??
Fue recientemente con el solo del Ave Mar¨ªa, que B¨¦jart llam¨® Ave Maya? ?l me regal¨® esa coreograf¨ªa para mi ¨²ltimo cumplea?os. Es lo de los abanicos [lo escenifica con los brazos].
Usted ofreci¨® toda su vida al teatro Bolsh¨®i y?
Vi pasar a 12 directores, imag¨ªnate. ?Y directores art¨ªsticos?, ?uf!, much¨ªsimos.
? viv¨ªa en un r¨¦gimen pol¨ªtico que no le gustaba, pero ese r¨¦gimen la hizo famosa?
[Hace caso omiso]. Y la gente que ven¨ªa a Mosc¨², todos los jefes de Gobierno, y fueron muchos, eran obsequiados con una gala, una velada en el Bolsh¨®i. ?sa era nuestra riqueza. Y la ofrec¨ªamos?
Pudo haberse marchado, como otros (Nureyev, Baryshnikov?), y no lo hizo?
No lo hice por el teatro mismo. Porque quer¨ªa seguir bailando en ¨¦l. Era un lugar incre¨ªble? El escenario, el ¨¢ngulo, las maderas, las medidas. No he visto nada igual en ning¨²n sitio, est¨¢ hecho para la danza cl¨¢sica. Ahora est¨¢ cerrado por obras. Durante dos a?os. No s¨¦ lo que va a pasar? Si estropean la ac¨²stica, se acab¨®. ?Cruz y raya!
Y sali¨®, al fin, en 1959, con 33 a?os, tras muchas negativas, de gira a Estados Unidos y Canad¨¢. ?Qu¨¦ pens¨® cuando la gente la recib¨ªa tan entusiasta?
No me acuerdo [se r¨ªe]. Sabes, yo estuve en Occidente en mi infancia. Iba con mis padres a la isla de Spitzbergen, porque mi padre era ingeniero jefe de minas. ?bamos a trav¨¦s de Polonia, Alemania, Noruega? As¨ª que no es que saliera de Rusia para ir a Am¨¦rica, no; ya hab¨ªa visto mundo antes. ?bamos en tren, el viaje duraba semanas. Y recuerdo que tom¨¢bamos un barco, luego otro; era un rompehielos, el Krassin, que hac¨ªa ese marat¨®n polar con pasajeros dos veces al a?o? As¨ª que, para m¨ª, Am¨¦rica no fue una sorpresa. Cuando regresamos en 1934 empec¨¦ a tomar clases de danza, a¨²n el pa¨ªs no viv¨ªa ese boom del ballet posterior.
?Ni siquiera Nueva York, su modo de vida; ni siquiera eso le sorprendi¨®?
Cuando no me dejaban salir a Occidente, durante la democracia popular, yo hab¨ªa visitado ya Yugoslavia, Polonia, Checoslovaquia, Hungr¨ªa? Muchos pa¨ªses del Este. He tenido la suerte de ver Berl¨ªn en toda su ¨²ltima historia?
Aunque no lo recuerde ahora, la gira, 73 d¨ªas a trav¨¦s de numerosas ciudades americanas, fue impactante para Plis¨¦tskaya, seg¨²n cuenta en su libro. Primero, por las condiciones: "Pod¨ªamos ir a pie desde la S¨¦ptima Avenida hasta la Metropolitan Opera, pero ?en grupo! Salir s¨®lo estaba prohibido, ?categ¨®ricamente! El pueblo neoyorquino, nos dec¨ªan, est¨¢ lleno de agentes del FBI? Y mi euforia viajera se disip¨® al llegar al hotel? Me vigilaban desde todas partes". Una constante. Luego, por los muchos famosos que acudieron a admirarla: Gene Kelly, Ella Fitzgerald, Humphrey Bogart, Frank Sinatra, Henry Fonda, los Kennedy?
?Dice que no est¨¢ en contacto con los artistas de Mosc¨², pero sigue en Europa la evoluci¨®n de los m¨¢s j¨®venes? ?C¨®mo ve la danza actual?
S¨ª, a menudo doy clases aqu¨ª y all¨¢, como hice en Madrid. Veo que el ballet de hoy es diferente. La est¨¦tica ha cambiado. Y me gusta. Lo que pasa es que ahora se han olvidado de la m¨²sica y de la expresividad. Es todo m¨¢s acrob¨¢tico. Una pena. Porque la acrobacia es acrobacia, y el deporte, deporte. Los ejercicios son diferentes para un bailar¨ªn; los m¨²sculos, la orientaci¨®n, la idea? Ahora es importante dar muchas vueltas y levantar mucho las piernas. Y en el salto, abrirse por completo? Pero la danza no es s¨®lo eso. A nosotras, los maestros nos dec¨ªan: "Chicas, no partiros". Y ahora no es as¨ª.
?C¨®mo cree que va a ser en el futuro?
Va a ser m¨¢s ballet deportivo, atl¨¦tico; nada l¨ªrico. Quiz¨¢ alguna bailarina se dedique a esto y destaque. Hay una rusa, Paulina Simeonova, que tiene 20 a?os y baila en Berl¨ªn; es maravillosa, y salta, y baila, y hace de todo. Es mi preferida ahora.
?Recuerda a alguno de sus maestros?
No tuve ninguno bueno.
?Le hubiera gustado tener escuela, la escuela Maya Plis¨¦tskaya?
No lo s¨¦. No s¨¦ para qu¨¦.
Quiz¨¢ porque ya que nadie baila 'La muerte del cisne' como usted?
Y qu¨¦ se le va a hacer? [ella lo llama, ir¨®nicamente, "la inmortal muerte del cisne", dado el n¨²mero de veces que lo ha interpretado].
? para ense?arlo.
Pero eso no se puede ense?ar. Todo el mundo me copia, es verdad. Nadie hace lo que hizo Fokine, el core¨®grafo; todos me siguen, y lo m¨ªo es una improvisaci¨®n. Todos salen de espaldas, todos se sientan dos veces en el suelo?
?Y transmitir ese dramatismo, el dolor, la emoci¨®n??
Es lo ¨²nico. Pero eso no se ense?a. Si una cantante no tiene voz, no la tendr¨¢. Si un actor no tiene la emoci¨®n necesaria para congelar la sala? Te voy a contar otra historia. Hay una casa de reposo para compositores, y all¨ª est¨¢ Shost¨¢kovich. Un d¨ªa, mientras comen, se le acerca un compositor muy joven y le dice: "Por favor, ens¨¦?eme a escribir sinfon¨ªas". ?l le mira y responde: "Acabo mi sopa y le ense?o".
?C¨®mo se prepara para representar, por ejemplo, la muerte de un animal?
Hay muchas cosas que me influyen. Ante todo qui¨¦n toca la m¨²sica. Si es un violonchelo, o un viol¨ªn, u orquesta? Violonchelo es as¨ª [mueve los brazos, tararea]? Y es important¨ªsimo el suelo, el estado de ¨¢nimo, los zapatos? Es curioso, los tengo del 37, del 38 y del 39. Son un problema, no todos son c¨®modos.
Entones, le influye la m¨²sica, los zapatos? ?el p¨²blico?
No hay p¨²blico bueno o malo. El p¨²blico siempre es igual. Si bailo mejor, el p¨²blico es mejor. Toda la gente tiene los mismos sentimientos, est¨¦s donde est¨¦s? Les gusta mucho que haya una historia dentro. Por ejemplo, en la India, donde estuve en los cincuenta, cuando bailaba un paso a dos me preguntaban: "?Eso qu¨¦ significa?". Y sin embargo, La muerte del cisne no genera preguntas. Ninguna. Todo el mundo sabe lo que est¨¢ pasando. Todos lo sienten.
?Esta pieza es lo que m¨¢s le gusta??
Lo que no me gusta, no lo bail¨¦. Todo lo que bail¨¦ o bailo me gusta. ?pocas diferentes, gustos diferentes?
Coreograf¨ªa decisiva en su vida fue El lago de los cisnes. "Lo bail¨¦ m¨¢s de 800 veces y durante 30 a?os, de 1947 a 1977. Estos n¨²meros recuerdan a las fechas de nacimiento y muerte en una estela funeraria, 30 a?os son una vida entera", escribe Maya. Para ella, este ballet lo tiene todo: "Todos los colores y las t¨¦cnicas? Exige toda la fuerza espiritual y corporal. A medio gas no se puede bailar".
?Admiraba usted a alguien en concreto cuando empezaba en el ballet?
De joven me gustaban Semionova, Ulanova, que son leyendas; pero tambi¨¦n una bailarina de Leningrado, no muy conocida, Alla Schelest? No s¨¦ si me gustar¨ªan hoy, la verdad. El a?o pasado editaron un DVD con actuaciones de antiguas bailarinas, y Shchedrin me dijo al verla: "No me vas a convencer de que Semionova era buena. Nunca". Pero entonces ella era el no va m¨¢s. Es como les suced¨ªa a los actores dram¨¢ticos. Antes aullaban en escena as¨ª [a¨²lla ella] y ahora la gente saldr¨ªa corriendo ante eso. Dios m¨ªo, eso ser¨ªa tremendo.
?Todo es m¨¢s natural?
Es verdad. El tiempo y los gustos han cambiado. Pero los genios quedan. Rembrandt siempre ser¨¢ Rembrandt?
?Y bailarinas contempor¨¢neas??
Ana Pavlova se qued¨® en la historia por ser muy expresiva. En cada foto, aunque sea mala, ves que ella est¨¢ posando, pero es muy natural. Todos la imitaron y no hubo una segunda Pavlova.
?C¨®mo es su relaci¨®n con grandes como Alicia Alonso, Margot Fonteyn??
No soy su admiradora; ni de una, ni de la otra. No tienen expresividad.
No han bailado nunca juntas; en galas de estrellas, por ejemplo. ?Por qu¨¦?
No, o ellas, o yo. Es que no puede haber dos Toscas en Tosca? [se r¨ªe].
?Y con Martha Graham?
Fue una tarde incre¨ªble aqu¨¦lla [se refiere a la gala junto a Baryshnikov y Nureyev en Nueva York en 1988]. Fue la primera y la ¨²ltima vez que sucedi¨® algo as¨ª. ?ramos Baryshnikov, Nureyev y yo. A m¨ª me cost¨® salir de Espa?a, donde estaba. Me prohibieron ir a bailar con ellos. Pero fui. Y entre ellos no se hablaban. Jam¨¢s coincidieron; ni en los camerinos, ni en nada.
"Entonces escrib¨ªan los periodistas americanos: '?C¨®mo se nota la influencia de la perestroika, que deja bailar a estos tres juntos!'. ?Qu¨¦ ingenuos! Si supieran cu¨¢ntas c¨¦lulas nerviosas me habr¨ªa de costar?! Esa noche, en el hall se vend¨ªan camisetas con las caras de Martha, Rudi, Mischa y la m¨ªa. Me record¨® a Marx, Engels, Lenin y Stalin?", bromea.
Esa noche, tres grandes juntos? Fue un acontecimiento sensacional para el p¨²blico, y el p¨²blico es lo fundamental, ?no? ?Por qu¨¦ no repetir galas as¨ª m¨¢s veces?
Pero el p¨²blico no sab¨ªa nada de todo lo que pasaba detr¨¢s, entre ellos. Y lo hicimos s¨®lo por Martha. Adem¨¢s, hubo luego un esc¨¢ndalo, eso no lo cont¨¦ ni en el libro. Se celebr¨® una fiesta. A m¨ª me sentaron en una mesa con Baryshnikov. La decisi¨®n fue del director de la compa?¨ªa de Martha. Nureyev estaba en otra, y no le gust¨® su ubicaci¨®n porque cuando aqu¨¦l se le acerc¨®, le derram¨® la copa de vino tinto en la camisa blanca? Bueno, en el teatro tambi¨¦n es as¨ª; los grandes actores dram¨¢ticos tambi¨¦n se odian. Y los de ¨®pera, y los escritores [se r¨ªe]. S¨ª, esto es como un nido de culebras. Pero es la condici¨®n humana, lo acepto como tal?
Dicen que usted es muy libre, que nunca firma contratos?
Era el Estado sovi¨¦tico el que firmaba y controlaba todo [Goskonzert se llamaba la entidad que organizaba las giras]. Incluso cuando estuve en Espa?a fue as¨ª, hasta la perestroika. Fue un horror? La esposa de Gorbachov despidi¨® a todos los bailarines del Bolsh¨®i.
Cuenta Maya Plis¨¦tskaya que en 1959, cuando pis¨® por vez primera Estados Unidos, ganaba 40 d¨®lares por representaci¨®n. "Si no bailaba, no cobraba nada. Los del cuerpo de baile recib¨ªan s¨®lo cinco d¨®lares. En una representaci¨®n posterior de La dama del perrito, el animal que nos acompa?aba en el escenario cobraba unos 700. Las condiciones financieras de los artistas eran un secreto en la URSS. Estaba prohibido cualquier comentario sobre el tema". Y recuerda c¨®mo todos, en los viajes, se llenaban las maletas de comida, de perfumes, de ropa? "Empresarios de todos los continentes saben mejor que nadie c¨®mo nos trataba el Estado sovi¨¦tico a los artistas? Pero tambi¨¦n para ellos no hab¨ªa nada m¨¢s rentable que los artistas rusos?", cuenta. Y sigue: "Si un d¨ªa se celebrara un proceso de N¨²remberg contra los asesinos del comunismo, entonces me gustar¨ªa, caso de que a¨²n viviera para verlo, levantarme y decir bien alto: 'No se olviden de los colaboradores, los c¨®mplices? Sin su ayuda, el comunismo habr¨ªa salido mucho antes de escena".
?En qu¨¦ estado se encuentra el ballet ahora en Rusia?
Tenemos nuevo director, Alex¨¦i Ratmansky; tiene 36 a?os y gran experiencia. Es de Mosc¨², pero toda su vida trabaj¨® en Occidente. Cuando le invitaron al Bolsh¨®i abandon¨® todo y acept¨®. Una persona con talento, fresca, con ideas?
?Siguen teniendo escuelas como antes?
S¨ª. Las escuelas deben ser obligatorias en todas partes. Hay que saber primero el abecedario y luego escribir. No todo el mundo ser¨¢ escritor, pero para que alguno lo sea debe seguirse el proceso.
Alguien me cont¨® que usted hab¨ªa dicho una vez que enamorarse interfiere mucho con el baile, que quita energ¨ªa?
No. Nunca pude decir eso. Nunca. Seguro que te lo ha dicho alguien muy enamoradizo?, al que le influyen mucho estas cosas? No quita energ¨ªa, no.
Para otros, sin embargo, el ballet cl¨¢sico es un desahogo l¨ªrico del sexo; dicen que por eso resulta tan sensual?
Pensar demasiado es la ruina? [se r¨ªe]. Cuando sales al escenario, lo ¨²nico que importa es la m¨²sica. Tienes que escucharla. Un director de orquesta me dec¨ªa: "Sabe, no puedo satisfacer a las bailarinas, se quejan siempre. Que si r¨¢pido, que si lento? ?Qu¨¦ hago?". Y yo: "Bueno, usted tiene una partitura, ah¨ª est¨¢ todo escrito, y si ella no puede, bueno, pues que se vaya a casa?".
Pero el p¨²blico hace sus interpretaciones?, y no digamos los cr¨ªticos?
Los cr¨ªticos siempre piensan cosas raras, est¨¢n llenos de ideas raras.
Alguno dijo de usted que era la Maria Callas de la danza?
S¨ª. Y yo a¨²n no sab¨ªa qui¨¦n era Maria Callas, y dije aquello de: "Espero que esa Maria sea buena". "Maya, no muestres tu ignorancia", me preven¨ªan los de alrededor? Nunca la vi en directo. Luego, s¨ª, luego la escuch¨¦ en discos.
"Recorro al galope lo que ha sido mi vida. Y cada vez est¨¢ m¨¢s claro que apenas puedo llegar a dibujar sus contornos. ?Ha sucedido esto o lo otro? S¨ª, mis diarios lo confirman. En mi mente se mezclan las vivencias? Estrenos, flores, lucha, odio, preocupaciones, sentimientos contradictorios, encuentros, maletas, trabajo diario? ?Qu¨¦ m¨¢s quiere saber el lector sobre m¨ª? ?Que siempre he sufrido de insomnio? ?Que nunca me dieron miedo los conflictos? ?Que estuve marcada por las contradicciones? Pude ser desprendida y taca?a, valiente y cobarde, una reina y una mendiga? ?Son todo esto nader¨ªas o dicen mucho de m¨ª?", escribe Maya.
?Y c¨®mo se siente uno con tantos a?os?
Igual. Pero, bueno, no son veinte ya.
?Su secreto para conservarse tan bien?
Los secretos no se cuentan; a los esp¨ªas los fusilan, ya sabes [se r¨ªe]. Nada de nada es mi secreto. Dar paseos, sentarme en un caf¨¦, estar tumbada, leer?
?Qu¨¦ sacrificios f¨ªsicos ten¨ªa que hacer una bailarina, qu¨¦ dieta??
Ninguna. Nunca hice ning¨²n sacrificio. Hay bailarinas que engordan enseguida. Pero, en el caso de Rusia, hay pocos ni?os gordos. S¨ª, est¨¢n de moda ahora esas chicas que desfilan, que son como cad¨¢veres? No me gusta. Mira las viejas pel¨ªculas, las actrices de anta?o, las bailarinas; estaban fuertes. Ahora s¨®lo las de la ¨®pera lo est¨¢n, y tampoco.
La verdadera Maya, la que se queda aqu¨ª al cerrarse la puerta, ?c¨®mo es? ?Se deprime, le cuesta seguir adelante?
Uno no puede ser algo extraordinario siempre. Hay alegr¨ªas, tristezas, toda la gama de estados de ¨¢nimo? No tengo sue?os. No soy pesimista ni optimista.
?Ha tenido siempre, adem¨¢s, el apoyo de su marido, Shchedrin?
Nadie tiene un marido como el m¨ªo. Jam¨¢s he visto una relaci¨®n parecida. Ni en la literatura? Es una persona incre¨ªble. El 2 de octubre es nuestro aniversario de boda, 47 a?os.
?Le hubiera gustado tener hijos?
No. O los ni?os, o la profesi¨®n. Prefer¨ª mi profesi¨®n. Todo el mundo puede tenerlos, pero no todos pueden bailar?
?Hasta cuando vivi¨® su madre? ?Vio bien como usted triunfaba?
Muri¨® en 1991 y ten¨ªa 91 a?os. Ten¨ªa un gran ojo profesional. Me criticaba. Dec¨ªa: "Ahora, mejor; ahora, peor". Siempre con raz¨®n. Cuando estuvo exiliada, yo iba a verla a Kazajist¨¢n. Hab¨ªa pocos kazajos; s¨®lo rusos obligados, claro. Organizaban actos, mi madre era directora art¨ªstica; bailaban El lago de los cisnes, se cos¨ªan los tut¨²s de gasa, con vendas los hac¨ªan? Horrible. Un tiempo duro, una generaci¨®n desgraciada. No se puede explicar, hace falta vivirlo?
?Aqu¨ª, en M¨²nich, salen mucho?
S¨ª, pero me cuesta. No hablo alem¨¢n? Tenemos amigos muy buenos, salimos a cenar, pero siempre con int¨¦rprete. Y esto me recuerda que una vez, cuando estuve en la India, vivo Nehru a¨²n, est¨¢bamos sentados comiendo arroz. Ellos lo hac¨ªan con las manos, y a m¨ª me dieron cuchillo y tenedor. Nehru me mir¨® y dijo: "Comer esto as¨ª es ?como amar a trav¨¦s de una int¨¦rprete!". Y cuando fui joven, aprender idiomas era peligroso? Do you speak english?? [pone la voz de interrogadora malvada] ?Por qu¨¦? ?Para qu¨¦? Y pasabas a ser sospechosa? Nadie hablaba ingl¨¦s en el Bolsh¨®i.
Ahora en Rusia?
Ahora hay libertad de expresi¨®n. Puedes decir lo que quieras y, al menos, no te meten en la c¨¢rcel directamente.
?Qu¨¦ es lo que le hubiera gustado hacer a Maya Plis¨¦tskaya que no ha hecho?
He hecho muchas cosas. Claro, que siempre puedes hacer m¨¢s. Pero creo que conoc¨ª muy tarde a B¨¦jart. ?l dijo una vez: "Si hubiera conocido a Plis¨¦tskaya hace veinte a?os, el ballet ser¨ªa hoy muy diferente". Yo tambi¨¦n lo creo.
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