El honor de Carrillo
"A mis 20 a?os, yo y otros como yo hicimos cosas que entonces nos parecieron justas y que hoy considero atroces", hubiera podido decir Santiago Carrillo en su investidura como doctor honoris causa por la Universidad Aut¨®noma de Madrid, el pasado d¨ªa 20, frente a unos j¨®venes ultraderechistas que trataban de boicotear el acto con gritos y carteles alusivos a los fusilamientos de presos franquistas en Paracuellos del Jarama, en 1936.
Habr¨ªa sido heroico que Carrillo reconociera a sus 90 a?os tener conocimiento de aquello que siempre ha negado saber. En La batalla de Madrid (Cr¨ªtica. 2004) Jorge M. Reverte reproduce el acta, nunca antes publicada, de una reuni¨®n celebrada en noviembre de 1936 entre las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) y la CNT en la que se decidi¨® la "ejecuci¨®n inmediata" (sin juicio) y "cubriendo la responsabilidad" (con garant¨ªa de impunidad) de una parte de los 8.000 presos del bando franquista que hab¨ªa en ese momento en la capital. Las organizaciones que toman parte en esa decisi¨®n "que costar¨¢ la vida a cientos de personas" -concluye Reverte- "est¨¢n dirigidas por Santiago Carrillo y Amor Nu?o: los dos tienen 20 a?os". Es posible que veteranos como el agente sovi¨¦tico Kolstov manipulara a los adolescentes convertidos en responsables del Orden P¨²blico en una situaci¨®n extrema. Pero dif¨ªcil de creer que ¨¦stos no se enteraran de lo que estaba pasando.
El doctorado honoris causa le fue concedido a Carrillo por su "contribuci¨®n a la pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional y su decisiva aportaci¨®n a la Transici¨®n democr¨¢tica". Es un reconocimiento justificado. Desde 1956 Carrillo defendi¨® la necesidad de suturar la brecha abierta por la guerra. Seg¨²n la tesis de Santos Juli¨¢ (Historias de las dos Espa?as. Taurus. 2004), esa pol¨ªtica fue en parte inspirada por la influencia de una nueva generaci¨®n socializada en el primer franquismo que, frente al mito de la Cruzada, inventa un nuevo relato de la guerra como tragedia in¨²til y matanza fratricida, y que, contra la idea de revancha, plantea la necesidad de difuminar la frontera entre vencedores y vencidos. Muchos de esos j¨®venes se acercan al Partido Comunista como reacci¨®n al contraste entre lo que han o¨ªdo -en casa, en los campamentos del Frente de Juventudes- y lo que ven. Convertida en pol¨ªtica, la idea de reconciliaci¨®n har¨¢ su camino y se convertir¨¢, 20 a?os despu¨¦s, en fundamento de la transici¨®n, cuya expresi¨®n institucional ser¨¢ la Constituci¨®n integradora de 1978.
?Se est¨¢ reabriendo esa brecha? Hace un a?o, en el aniversario del fusilamiento de Llu¨ªs Companys en Montju?c, Pasqual Maragall dijo que alg¨²n d¨ªa habr¨ªa que a?adir a los nombres de los ejecutados por el franquismo que se recuerdan en ese lugar, los de las personas que "fueron asesinadas y aqu¨ª enterradas como consecuencia de los pase¨ªllos republicanos". Sin embargo, lo m¨¢s decepcionante del proyecto de nuevo Estatut es la ausencia de cualquier voluntad integradora de quienes no compartan la fe nacionalista, lo que se subraya en las referencias a la "memoria hist¨®rica" incluidas en el Pre¨¢mbulo y en el art¨ªculo 54.
La amnist¨ªa de 1977 fue rec¨ªproca: los que hab¨ªan padecido c¨¢rcel, tortura y exilio durante la dictadura amnistiaban a los franquistas, sin exigirles que se reconocieran culpables por tanta desolaci¨®n como sembraron. Por eso habr¨ªa sido heroico que Carrillo hubiera reconocido ahora lo que siempre ha negado. Habr¨ªa sido su contribuci¨®n m¨¢s emocionante a la reconciliaci¨®n por la que se le honraba. "La victoria", escribe Michael Ignatieff en El honor del guerrero, "envenena al vencedor en un olvido que le libra de la verg¨¹enza y el remordimiento". Pero ?no ocurre lo mismo con el vencido que convierte su derrota en velo de su propio pasado?
A veces la reconciliaci¨®n tiene formas parad¨®jicas. "En 1970, a mis 18 a?os, fui uno de aquellos j¨®venes que sal¨ªan a la calle reclamando pena de muerte para los etarras procesados en el juicio de Burgos", escrib¨ªa un tal R. Graells en La Raz¨®n el 3-9-03, tres d¨ªas despu¨¦s del fallecimiento de Mario Onaind¨ªa, uno de los condenados en ese juicio. Explicaba su ulterior evoluci¨®n ideol¨®gica hasta convertirse en un admirador ferviente de Onaind¨ªa, al que hab¨ªa conocido personalmente; y relataba c¨®mo, ante la noticia del fallecimiento de ¨¦ste, su propio hijo le hab¨ªa interpelado dici¨¦ndole que si le hubieran hecho caso y hubiesen ejecutado a Onaind¨ªa en 1970 "se habr¨ªa perdido todo lo que ha hecho despu¨¦s".
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