El aliento de la bestia
Creo que fue en las entonces j¨®venes p¨¢ginas de este diario donde, hacia finales de 1976 o durante los primeros meses de 1977, el gran Forges public¨® una espl¨¦ndida pieza que tratar¨¦ de describirles de memoria. Arriba, en el firmamento de la vi?eta, ocupando tres cuartas partes de su superficie, campeaban diversos esl¨®ganes de un estilo muy voceado por aquellos tiempos: "?Curas rojos al pared¨®n!", "?comunistas a Mosc¨²!", "?masones a Masonia! (sic)", "?progresistas a la hoguera!", etc¨¦tera. Debajo, dos de esos muchachos r¨²sticos con los que Antonio Fraguas ha querido representar al espa?olito de a pie -Blasillos, me parece que los llama su progenitor- caminaban por el p¨¢ramo, casi aplastados por aquellas siniestras consignas, y uno de ellos dec¨ªa, con amarga iron¨ªa: "Ya se oyen los cantos de la libertad". "S¨ª", asent¨ªa el otro.
Pues bien, casi tres d¨¦cadas despu¨¦s, esos l¨²gubres cantos vuelven a sonar a todo volumen de un extremo a otro de la piel de toro. Y no lo hacen como reacci¨®n a un ataque exterior, a una matanza terrorista, a una ruptura interna de la legalidad vigente. Lo hacen tomando como pretexto la iniciativa de una comunidad aut¨®noma que ha utilizado los pac¨ªficos cauces de la ley para, desde una mayor¨ªa democr¨¢tica abrumadora, proponer la ampliaci¨®n sustancial de su autogobierno, dentro del marco del Estado espa?ol.
En este sentido, la campa?a publicitaria contra el proyecto de Estatuto iniciada el pasado lunes por el Partido Popular resulta tan light, tan cauta, tan esterilizada y pasteurizada, que m¨¢s bien parece una cortina de humo del PP para pasar por moderado. La verdadera campa?a de la derecha y parte de la izquierda espa?olas contra la propuesta estatutaria catalana no pasa por esos anuncios facturados en 500.000 euros, sino que fluye desde antes del 30 de septiembre a trav¨¦s de las arengas radiof¨®nicas diarias, los cientos de soflamas en forma de art¨ªculo, los miles de mensajes intoxicadores puestos en circulaci¨®n a lo ancho de la red... Por capilaridad, ese discurso ha alcanzado ya de lleno el tejido social. Y sus efectos, despu¨¦s de algunas semanas, empiezan a ser muy alarmantes.
As¨ª, los medios de comunicaci¨®n se han hecho amplio eco del violento altercado que provoc¨®, en un reciente pleno del Ayuntamiento de Getafe, la irrupci¨®n de manifestantes escudados tras pancartas que rezaban "no al estatuto separatista" y "ZP vende Espa?a". Tambi¨¦n en la Asamblea de Madrid, el pasado d¨ªa 20, izquierda y derecha se abroncaron a cuenta de la reforma estatutaria, y tanto en el Congreso como en el Senado las ¨²ltimas comparecencias del presidente Rodr¨ªguez Zapatero han estado salpicadas de pateos, abucheos e interrupciones, con las bancadas del PP gritando "?Espa?a, Espa?a!" cual corifeos de Manolo el del Bombo.
Por su parte, el alcalde de M¨®stoles ha querido emular a aquel ilustre predecesor suyo -Andr¨¦s Torrej¨®n, se llamaba- que, en 1808, llam¨® a los espa?oles a levantarse en armas contra "la perfidia francesa", y ha publicado otro bando en el que requiere "la implicaci¨®n valiente y generosa del pueblo espa?ol", llama a "los municipios, las provincias y las islas espa?olas" a movilizarse contra el nuevo enemigo, "la desmesurada ambici¨®n insolidaria de los nacionalismos", cuyos "duros retos y graves provocaciones" pretenden "desvirtuar o alterar la naturaleza de una Historia de m¨¢s de 500 a?os". Simult¨¢neamente, en Internet, varias webs han puesto en circulaci¨®n listas a doble columna de marcas, productos y empresas: a un lado, las que tienen "origen o sede en Catalu?a"; al otro, posibles "alternativas" de acrisolada espa?olidad. "Tras la aprobaci¨®n del estatut", explican los an¨®nimos promotores de la campa?a, "mientras al comprar los productos de la segunda columna, ese dinero se puede reinvertir en un hospital en Sevilla, un colegio en Valladolid, una carretera en Cantabria o un centro de acogida en Murcia, al comprar los de la primera columna, ese dinero se lo quedar¨¢n exclusivamente en Catalu?a".
Al calor de esta histeria antiestatutaria y anticatalana, la ultraderecha espa?ola anda crecida como no lo estaba desde lustros atr¨¢s.
El jueves 20 de octubre trataron de reventar el homenaje universitario a Santiago Carrillo. Tres d¨ªas despu¨¦s, un millar de falangistas se manifestaban en Madrid gritando -copio del despacho de Efe- "esl¨®ganes contra el presidente del Gobierno, el tripartito catal¨¢n, Santiago Carrillo, Juan Jos¨¦ Ibarretxe, los negros, los moros, los rojos y los periodistas".
Por cierto: ?a nadie le parece preocupante que los bramidos de un hatajo de fascistas coincidan casi al pie de la letra con los exabruptos diarios de la emisora de los obispos?
Aunque, bien pensado, ?por qu¨¦ deber¨ªa alguien preocuparse de eso? En un pa¨ªs donde alt¨ªsimos y saneados representantes del PP -verbigracia, el vicepresidente del Parlamento Europeo, Alejo Vidal-Quadras- emplean impunemente un lenguaje guerracivilista, tachan al adversario de "enemigo", califican de "fel¨®n" al presidente del Gobierno y describen "el maldito Estatuto" como una "infamia", una "tremenda mentira", una "monstruosidad" y un "golpe de Estado incruento" (La Raz¨®n, 21 de octubre), ?qu¨¦ tiene de extra?o que el discurso de extrema derecha est¨¦ haciendo veloz met¨¢stasis sobre el espacio de lo que fue una derecha democr¨¢tica?
Desde una perspectiva catalana estricta, el espect¨¢culo es deprimente, desolador, e induce a augurios muy negros sobre el futuro del Estatuto. Pero, desde una perspectiva espa?ola global, lo que est¨¢ zozobrando es la democracia misma, son aquellas normas b¨¢sicas de convivencia y respeto mutuo que pusimos en marcha en 1977. No percibir, detr¨¢s de la fiebre antiestatutaria, el aliento de la bestia fascista es tener los sentidos pol¨ªticos completamente atrofiados.
es historiador.
Joan B. Culla i Clar¨¤
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