Cinco apuntes del oeste 'cool'
Claves para descubrir caf¨¦s, mercados y calles de Kreuzberg
En la lista de barrios hacia los que cierto sector de la burgues¨ªa arrugar¨ªa la nariz al encontrarlos repletos de conflictos sociales provocados por artistillas bohemios, inmigrantes y j¨®venes de est¨¦tica punki, Kreuzberg ocupar¨ªa un puesto de honor junto al East End londinense, al Raval de Barcelona y al reci¨¦n llegado Lavapi¨¦s madrile?o.
Los porqu¨¦s de la realidad sociocultural de Kreuzberg se hallan en los duros sesenta berlineses: el hecho de ser el barrio del Oeste con m¨¢s metros de muro alrededor hizo descender el precio de sus alquileres y lo convirti¨® en un hervidero cultural y social a tener en cuenta. Hoy, resituado en una zona c¨¦ntrica tras el desplome del muro, Kreuzberg es un distrito de los que generan chiribitas en los ojos de los visitantes de Berl¨ªn. A su gran atracci¨®n oficial, el Museo Jud¨ªo, con su edificio-rel¨¢mpago obra de Daniel Libeskind, se le suman sus tres principales calles destinadas al ocio y al negocio (Oranien, Wiener y Bergmannstrasse), a las que no les faltan galer¨ªas de arte, tiendas de ropa de segunda mano y bares alternativos al gusto de los j¨®venes rematadamente cool del siglo XXI.
Dos mejor que uno.
Kreuzberg se divide simb¨®licamente en dos subdistritos: el 61 y el SO 36. Ambos nombres proceden de los c¨®digos postales de la ciudad anteriores a la Gran Guerra. SO 36 son las siglas del antiguo distrito S¨¹d-Ost 36, siglas que hoy en d¨ªa lucen con orgullo muchos vecinos del barrio en sus camisetas -en la Wienerstrasse se pueden adquirir por si nos diera el apret¨®n consumista-, pero tambi¨¦n es el nombre de un club m¨ªtico, lugar de acogida de grupos punki en los setenta, que sigue vivo aunque de manera m¨¢s edulcorada en el 190 de la Oranienstrasse, al lado de la estaci¨®n de metro de Kottbusser Tor.
De los bordes de Kreuzberg.
Todo borde genera cierta fascinaci¨®n, y m¨¢s los pertenecientes a una ciudad como Berl¨ªn, que tuvo que sufrir en su interior uno, largu¨ªsimo y postizo, durante casi tres d¨¦cadas. Por ello no es posible visitar Kreuzberg y omitir sus lugares lim¨ªtrofes; por ejemplo, el Oberbaumbr¨¹cke, un puente con dos torres modelo Exin Castillos por donde la actriz Franka Potente corr¨ªa, vaya si corr¨ªa, cuando se llamaba Lola en la pel¨ªcula de Tom Tykwer. Cruzarlo hacia Friedrichshain en plena puesta de sol es altamente recomendable.
Pero el borde m¨¢s trendy para sorprender a esos amigos que s¨®lo se han hecho la foto de rigor en Checkpoint Charlie -otra frontera m¨ªtica de Kreuzberg- es el que linda con el barrio de Treptow y que nos conduce al recinto formado por la sala de conciertos Arena, el Badeschiff -piscina flotante en el r¨ªo Spree-; los talleres de artistas que alberga la Kunstfabrik, con su b¨²nker reabierto como espacio expositivo, y los locales Der Freischwimmer y Club der Vision?re, ambos situados al borde del discreto canal que encontramos al recorrer la Schlesischestrasse hasta el final. En el n¨²mero 7 de esta calle nos toparemos con el edificio Bonjour Tristesse, obra de ?lvaro Siza, bautizado as¨ª por el grafito que corona su fachada, obra de un vecino descontento que no supo valorar la expresividad que figura en las curvas de hormig¨®n gris del inmueble.
Teor¨ªa del bar cutre.
Kreuzberg est¨¢ tan lleno de acogedorc¨ªsimos caf¨¦s con sillones de orejas ra¨ªdos, sillas de oficina y mesas encontradas en la calle, que uno no puede evitar preguntarse si tras ellos no se esconder¨¢ una cadena de franquicias camuflada. Empotrado en los bloques setenteros de Kottbusser Tor se encuentra el Mobel ?lfe, un bar primorosamente desali?ado, con un futbol¨ªn y un excelente ejemplo del kitsch centroeuropeo en forma de gran p¨®ster florido al fondo. Primos hermanos de aqu¨¦l ser¨ªan el Neue Bohnen, con conexi¨®n wi-fi gratuita, o el Montecruz, ambos en las cercan¨ªas de Schlesisches Tor.
Bastante m¨¢s peripuesto que los anteriores es el caf¨¦ Morena, de la Wienerstrasse. En ¨¦l se deja ver la crema de la escena kreuzberguiana, pues todo barrio moderno que se precie tiene su escena propia. Esta vez el sof¨¢ al que se le salen los muelles ha sido sustituido por la denostada sillota castellana con tachuelas en el respaldo, por el parqu¨¦ de toda la vida (de tablillas peque?as dispuestas formando cuadrados) y por la cenefa morisca t¨ªpica del bar de tapas espa?ol, en una resemantizaci¨®n de estos elementos, percibidos como glamourosos por los propietarios de iMacs que vienen a conectarse inal¨¢mbricamente al Morena mientras desayunan, comen o cenan abundantemente. Pero nunca tan abundantemente como en el Morgenland, un grato caf¨¦ de los de me-voy-a-escribir-a-un-caf¨¦, cuyo brunch dominical op¨ªparo impide a los clientes moverse de su silla hasta bien entrada la tarde.
Negocios ins¨®litos.
Adem¨¢s de ser territorio d?ner kebab por excelencia, Kreuzberg es sede de cientos de negocios relacionados con la infancia: guarder¨ªas, tiendas de ropa de segunda mano o incluso bares para ni?os (en Waldemarstrasse hay uno bien simp¨¢tico). Tampoco le faltan peluquer¨ªas: casi en cada esquina hay un friseursalon con su decoraci¨®n particular que te da las claves de lo que le podr¨ªa ocurrir a tu pelo minutos despu¨¦s. El Barcellos Salon Sucr¨¦ es un buen ejemplo: una peluquer¨ªa-sal¨®n de t¨¦ atendida por la pareja que forman el franc¨¦s Ren¨¦ y la brasile?a Katia. Ella, que aprendi¨® con Llongueras, lava, corta y peina. ?l hornea, en horario de 10.00 a 18.00, tartas, quiches y cruasanes tan apetitosos como hipercal¨®ricos.
Y los mercados al aire libre.
No podemos olvidar los negocios port¨¢tiles que se montan y desmontan a lo largo del barrio. Los martes y viernes, en Maybachufer, a orillas del canal Landwehr, la comunidad turca planta el suyo. All¨ª se venden las hojas de parra que envolver¨¢n el arroz de los futuros dolmas, as¨ª como mil variantes de queso fresco, dulces, panes y telas con estampados cuando menos sorprendentes. Los productos ecol¨®gicos tambi¨¦n se comercializan en mercadillos llamados germ¨¢nicamente ?ko-M?rkte: los viernes, a partir de las 12.00, en Lausitzer Platz, y los s¨¢bados, hasta media tarde, en la tranquila y burguesa Chamissoplatz del Kreuzberg 61.
Y para alojarse a juego con el barrio, sin duda, Die Fabrik es la opci¨®n ad hoc. La palabra f¨¢brica nos muestra aqu¨ª su lado m¨¢s acogedor al servir como soporte para un hostal econ¨®mico y, al igual que Kreuzberg, muy particular.
Mercedes Cebri¨¢n es autora de El malestar al alcance de todos (Caballo de Troya, 2004)
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