De la guerra cruel
Programar para empezar una temporada -como lo ha hecho la Orquesta Nacional- el War requiem de Britten es toda una declaraci¨®n de principios, y en dos aspectos fundamentales: la m¨²sica es la vida, y la vida es como es, a veces muy dura; los conciertos son algo m¨¢s que un entretenimiento, y deben servir para pensar, precisamente, en las cosas de la vida. Y la muerte forma parte de la vida, como la guerra que la causa y la extiende en nombre de dudosos ideales. La vida y la muerte forman parte de nuestra condici¨®n y la m¨²sica las ha tratado con frecuencia partiendo del pretexto del r¨¦quiem lit¨²rgico, de sus textos y de su esp¨ªritu, con mayor o menor dosis de teatralidad, con unci¨®n y sin ella, hasta desde las dudas en el m¨¢s all¨¢. Britten era un pacifista que vio caer a sus amigos en la II Guerra Mundial y se sirve para su obra de los textos de Wilfred Owen, un joven poeta ingles muerto en la Gran Guerra.
Orquesta y Coro Nacionales de Espa?a
Josep Pons, director. Christine Goerke, soprano. Philip Langridge, tenor. Albert Dohmen, bar¨ªtono. Escolan¨ªa de Nuestra Se?ora del Recuerdo. Britten: War Requiem. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de octubre.
El Coro y la Orquesta Nacional han conseguido este fin de semana una de sus prestaciones m¨¢s brillantes de los ¨²ltimos a?os, m¨¢s emocionante tambi¨¦n, pues aqu¨ª el resultado se mide igualmente por su capacidad para trascender lo que est¨¢ en la partitura. Josep Pons midi¨® a la perfecci¨®n la intensidad de su discurso, dej¨® ese espacio necesario para que el oyente participe de la intensidad de su sugerencia y expuso con claridad admirable, con esa naturalidad que le pertenece, cada zona de la obra.
Excelencia
La ONE son¨® con excelencia y el peque?o conjunto de c¨¢mara que complementa a la orquesta y que acompa?a a los solistas masculinos se desempe?¨® sin m¨¢cula. Excelente impresi¨®n dej¨®, igualmente, el Coro Nacional, flexible, empastado y nunca tirante. Quiz¨¢ tenga que ver ya en ello la mano de su nueva directora, Mireia Barrera. Bien los ni?os en su importante cometido.
Para el War requiem hacen falta grandes cantantes, no en potencia sino en expresividad, y ah¨ª se cont¨® con una tripleta dif¨ªcilmente mejorable. La soprano Christine Goerke dijo su parte como es debido, d¨¢ndole al texto lit¨²rgico esa suerte de expresi¨®n especial para dejarse complementar por el efecto de los poemas de Owen con arrojo e inteligencia. Estupendo tambi¨¦n Albert Dohmen, un bar¨ªtono de amplio espectro, con muy s¨®lida zona grave.
Lo de Philip Langridge es punto y aparte. La suya es una voz perfecta para Britten, ya hist¨®rica. Basta con que abra la boca, acent¨²e una s¨ªlaba, deje un susurro en el aire para comprobar que estamos ante un grand¨ªsimo artista que conoce a la perfecci¨®n el universo del autor brit¨¢nico. Dohmen y Langridge dijeron maravillosamente el d¨²o final de los dos soldados muertos y a ellos se sum¨® el resto de las fuerzas presentes en el escenario para ponernos un nudo en la garganta con el coro final.
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