Sobre el pacto de 1978
Me correspondi¨® en su d¨ªa defender en el Pleno del Congreso de los Diputados lo que hoy es el t¨ªtulo octavo de la Constituci¨®n frente al se?or Fraga Iribarne. Viv¨ª muy directamente el pacto del 78. Con car¨¢cter general debo se?alar que no debemos olvidar que la Constituci¨®n es algo m¨¢s que una Carta Magna: es casi un armisticio en virtud del cual una larga historia de convivencia incivilizada y violenta de los espa?oles trata de ser orientada por los derroteros de la libertad y la tolerancia, comenzando por un amplio pacto sobre los principios y las reglas del juego que deb¨ªan ordenar nuestra vida en com¨²n. En una sociedad de identidades complejas, se trataba tambi¨¦n de establecer "un suelo c¨ªvico" a partir del cual poder desarrollar en libertad y desde la solidaridad los hechos diferenciales y singulares que conflu¨ªan en un territorio-Estado com¨²n llamado Espa?a.
Cuando discutimos si Catalu?a es o no una naci¨®n estamos desenfocando el debate. En el ¨¢mbito te¨®rico o en el de los sentimientos podemos encontrar razonamientos s¨®lidos que abonan una u otra posici¨®n. Pero la discusi¨®n no puede ser doctrinal ni debe invocarse la polisemia. La cuesti¨®n reside en si, una vez que se ha decidido no modificar el art¨ªculo 2? de la Constituci¨®n, cabe construir una arquitectura pol¨ªtica del Estado en la que se puedan incluir m¨¢s naciones adem¨¢s de la espa?ola.
Lo primero que hay que descartar para hacer una aproximaci¨®n rigurosa al problema es que no se trata, como se dice en ocasiones, de un debate "nominalista" y por lo tanto secundario, m¨¢s o menos irrelevante. La cuesti¨®n de fondo es de suma importancia porque afecta al ¨¢mbito de la soberan¨ªa, a la regulaci¨®n del derecho de autogobierno y a la atribuci¨®n con car¨¢cter exclusivo de un marco estatal a la naci¨®n espa?ola.
Del entramado pol¨ªtico formado por los art¨ªculos 1? y 2? creo que se deduce con claridad que la voluntad de los constituyentes fue identificar Naci¨®n con Estado y con Espa?a, formando parte de ¨¦sta nacionalidades y regiones con derecho al autogobierno. No caben varias naciones en esta estructuraci¨®n del Estado en el que la soberan¨ªa reside en el pueblo espa?ol y ¨¦ste se organiza en un Estado que se llama Espa?a. En el debate constitucional, cuando utilizamos la expresi¨®n "nacionalidad" est¨¢bamos refiri¨¦ndonos a pueblos con se?as de identidad propia, la m¨¢s acusada quiz¨¢ sea la lengua, que desarrollan su personalidad dentro de un ¨²nico Estado junto a otros pueblos, siendo todos ellos sujetos del derecho a la autonom¨ªa, lo cual supone la renuncia expresa a disponer de un Estado propio, opci¨®n que est¨¢ cegada por el art¨ªculo 1? cuando hace referencia a la "indisoluble unidad de la naci¨®n espa?ola".
En otro orden de cosas, puede existir un pueblo sin territorio definido, pero no una naci¨®n, ya que ¨¦sta requiere de una delimitaci¨®n territorial concreta. En el supuesto de que Catalu?a se defina como naci¨®n, ¨¦sta deber¨¢ ser identificada con un territorio que parece no ofrece dudas ser¨ªa el actual integrado por Barcelona, Lleida, Tarragona y Girona. En esta hip¨®tesis, al ser Espa?a al mismo tiempo una naci¨®n, ?cu¨¢l ser¨ªa su territorio? ?El actual menos el de Catalu?a o el actual en su integridad? En este ¨²ltimo supuesto, ?el territorio de la naci¨®n catalana ser¨ªa un subterritorio del de la naci¨®n espa?ola?
Mi opini¨®n es que si no se modifica el art¨ªculo 2? de la Constituci¨®n no cabe en el marco jur¨ªdico actual otra naci¨®n que no sea la espa?ola. No se debe tampoco argumentar que naci¨®n y nacionalidad es lo mismo porque en la Constituci¨®n espa?ola son sujetos de derechos diferentes: la soberan¨ªa y el Estado, por una parte, y de otra, el derecho al autogobierno.
Dicho lo que antecede, s¨ª creo que con buena disposici¨®n ser¨ªa posible alcanzar una redacci¨®n que, respetando los art¨ªculos 1? y 2? de la Constituci¨®n, permita cohonestar las posiciones encontradas, como fuimos capaces de hacerlo en 1978, cuando se suscit¨® este mismo debate.
En esta recurrente controversia sobre qui¨¦nes somos no alcanzo a entender c¨®mo con reiteraci¨®n se sostiene que el modelo federal ser¨ªa la soluci¨®n para todos los problemas de Espa?a. Cuando se hace esta afirmaci¨®n se ignoran, o no se quieren asumir, varias cosas. Una, que por sus or¨ªgenes Espa?a no puede ser un Estado federal. Dos, que no existe un modelo federal un¨ªvoco, las variantes que se reclaman de este sistema son tan amplias y variadas que la invocaci¨®n generalista del federalismo es necesariamente difusa e inconcreta. Tres, que el modelo actual espa?ol es fruto tambi¨¦n de un laborioso pacto mediante el cual se efectu¨® la s¨ªntesis entre tres posiciones, que confluyeron en el debate constituyente: la regionalista, la nacionalista y la federalista. Fruto de ese acuerdo surgi¨® un modelo sui g¨¦neris espa?ol que es el Estado de las Autonom¨ªas. No existe ning¨²n Estado federal que permita un modelo similar al de los conciertos econ¨®micos o que contemple la posibilidad que ampara el art¨ªculo 150.2 para que competencias exclusivas del Estado pudieran ser delegadas o transferidas a las comunidades aut¨®nomas. Son dos muestras de que el Estado auton¨®mico va m¨¢s all¨¢ que los Estados federales en sus posibilidades de descentralizaci¨®n pol¨ªtica, al margen de cualquier valoraci¨®n que de los conciertos econ¨®micos o del 150.2 se pudiera tener. Salvo que estemos hablando de otra cosa (confederaci¨®n, cosoberan¨ªas, derecho a decidir, libre asociaci¨®n, etc¨¦tera), deber¨ªamos defender el Estado de las Autonom¨ªas como un modelo propio de descentralizaci¨®n pol¨ªtica m¨¢s flexible y adecuado a nuestro pa¨ªs que otros.
Actualizar no supone remover los cimientos de un sistema que ha funcionado satisfactoriamente. No debemos tener miedo al debate en el Congreso. Si se hace con calma, cordialidad y rigor pol¨ªtico puede ser adem¨¢s de interesante, fruct¨ªfero y enriquecedor. Al Estatuto de Gernika, que se aprob¨® casi por unanimidad en la Asamblea de parlamentarios vascos, se le presentaron por parte de los grupos en el Congreso de los Diputados m¨¢s de doscientos "motivos de desacuerdo", as¨ª se llamaban entonces las enmiendas. Todos aceptamos que esa posibilidad estaba dentro de la propia esencia de las reglas establecidas. Negociamos, pactamos e hicimos un buen Estatuto, que ha permitido que hoy el Pa¨ªs Vasco disponga del mayor nivel de autogobierno que se conoce en el marco de un Estado.
Creo que ha llegado la hora de la Pol¨ªtica con may¨²sculas. Tenemos la oportunidad de culminar el proceso de elaboraci¨®n de un buen Estatuto para Catalu?a mediante un amplio pacto en el Congreso de los Diputados. Si as¨ª fuera, habr¨ªamos avanzado significativamente en el asentamiento del autogobierno de los pueblos que componen Espa?a. En caso contrario, har¨ªamos buena la frase de Ram¨®n Rubial: "Espa?a ha estado siempre, desde que yo la conozco, y la conozco desde mi nacimiento en 1906, como empezando siempre".
Jos¨¦ Mar¨ªa Benegas es diputado por Vizcaya y vicepresidente primero de la Comisi¨®n de Exteriores en el Congreso de los Diputados.
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