Portugal pide la palabra
Los nuevos valores de la arquitectura lusa se llaman Jorge Figueira, Nuno Grande o Ana Vaz Milheiro. Pero que nadie vaya a buscar edificios suyos en las p¨¢ginas de las revistas especializadas con difusi¨®n internacional, porque apenas los encontrar¨ªan; estos arquitectos de carrera incipiente construyen con palabras. Tal cosa no excluye que lleven a cabo proyectos, aunque s¨ª es muy reveladora la manera portuguesa de ver la arquitectura que pasa por el debate y la digesti¨®n de las ideas antes que por la mera importaci¨®n de argumentos o formas. Adem¨¢s de constituir un rasgo de car¨¢cter propio -e inusual en un contexto generalizado de adhesi¨®n acr¨ªtica a modas y tendencias-, esa afici¨®n generalizada de los arquitectos portugueses al di¨¢logo, al intercambio de pareceres y al an¨¢lisis de lo que acontece se refleja directamente en la excelencia de su producci¨®n, gran parte de la cual es obra de autores noveles y pr¨¢cticamente desconocidos fuera de su propio pa¨ªs.
Junto a la imagen dom¨¦stica e ¨ªntima se dibuja un mapa de Portugal punteado de realizaciones relacionadas con su esfuerzo de modernizaci¨®n e incorporaci¨®n plena a Europa
Uno de los edificios finalistas en los recientes premios europeos Mies van der Rohe fue el estadio municipal de Braga, una pieza significativa en la carrera de Eduardo Souto de Moura por su escala y su imagen ins¨®lita, e igualmente un emblema del Portugal que acogi¨® el Campeonato Europeo de F¨²tbol en 2004. Pero hab¨ªa otra obra portuguesa entre las seleccionadas para el premio, el Centro de Arte de la Casa das Mudas en Calheta, Madeira, que result¨® una sorpresa. Construido como un baluarte p¨¦treo al borde de un acantilado, este conjunto muse¨ªstico ofrece unos interiores modelados por la luz y abiertos puntualmente al horizonte costero, que se prolongan en un recorrido exterior de patios y terrazas ajardinadas para la exposici¨®n de esculturas y la contemplaci¨®n de la naturaleza. Su autor es Paulo David, un arquitecto que se form¨® en Lisboa y volvi¨® a su Madeira natal para fundar un estudio propio. Esta y otras realizaciones suyas invitan a prestar atenci¨®n a lo que acontece en las islas, actualmente uno de los escenarios cambiantes de la arquitectura portuguesa con proyectos como la biblioteca y los anfiteatros de la Universidad de las Azores en Punta Delgada, dise?ados por el Atelier Santos e In¨ºs Lobo y Pedro Domingos, respectivamente, o las casas de Pedro Maur¨ªcio Borges en San Vicente, Azores, y Jo?o Favila Menezes en Funchal, Madeira.
Precisamente la coexistencia de las fuentes de encargo p¨²blica y privada contribuye a equilibrar el paisaje construido, facilitando el camino a los profesionales m¨¢s j¨®venes. Porque junto a los clientes institucionales aparece un cliente privado que es capaz no s¨®lo de distinguir la arquitectura de calidad, sino de demandarla. En este resquicio del cliente particular discurre por ejemplo buena parte de la trayectoria de Jos¨¦ Paulo dos Santos, formado en la Architectural Association londinense y una de cuyas obras ¨²ltimas es la casa Jo?o en Antes, donde el presupuesto parec¨ªa eximir al arquitecto de ofrecer una soluci¨®n elaborada. Aunque la peque?a construcci¨®n no parece a primera vista ser diferente de sus vecinas, alberga bajo la cubierta a dos aguas que se prolonga al efecto un espacio intermedio, en parte cobertizo y en parte zagu¨¢n, a partir del cual el momento de entrada al hogar se transforma en rito. Por su parte, las casas de Nuno Brand?o Costa en Afife, de Paulo Gouveia en Sintra, de Luis Tavares Pereira y Guiomar Rosa en Louro o de Jo?o Pedro Ser?dio e Isabel Furtado en Crescido, Vouzela, tampoco pretenden establecer una relaci¨®n problem¨¢tica con su entorno: la fragmentaci¨®n del programa, la evocaci¨®n ir¨®nica de una imagen vern¨¢cula, la exposici¨®n franca de la estructura y la precisi¨®n del trabajo de marqueter¨ªa que complementa la piedra hablan de la pluralidad de voces de la arquitectura portuguesa.
Junto a esta imagen dom¨¦stica e ¨ªntima se dibuja con perfiles n¨ªtidos un mapa de Portugal punteado de realizaciones relacionadas con su esfuerzo de modernizaci¨®n e incorporaci¨®n plena a Europa. A Francisco y Manuel Aires Mateus se les conoce como "los Mateus derechos", mientras que Nuno y Jos¨¦ Mateus, que estudiaron en Estados Unidos y trabajaron con Peter Eisenman, son "los Mateus torcidos". Si los primeros han llevado a cabo con un lenguaje abstracto pero f¨¢cilmente comprensible y atrayente edificios universitarios publicados y premiados, que les han otorgado visibilidad internacional y encargos como el acceso a la autopista en S?o Bartolomeu de Messines, los segundos han ido enderezando su biograf¨ªa construida con proyectos como el del Museo Mar¨ªtimo de ?lhavo o el Centro Regional de Sangre de Oporto, que manifiestan un tr¨¢nsito cuidadosamente medido desde la devoci¨®n desmembrada a la coherencia program¨¢tica. Jo?o Lu¨ªs Carrilho da Gra?a, equivalente generacional en Lisboa de la talla siempre creciente de Eduardo Souto de Moura, ha encontrado su propio camino de delicada depuraci¨®n formal en proyectos como los del puente peatonal de San Pedro o el edificio de control de tr¨¢fico en Carcavelos. Y a figuras veteranas como Gon?alo Byrne y el Atelier 15 de Alexandre Alves Costa y Sergio Fern¨¢ndez les corresponde emplear su talento y experiencia en la recuperaci¨®n de n¨²cleos hist¨®ricos como los de Alcoba?a e Idanha-a-Velha.
En la n¨®mina de proyectos con
memoria se encuentra el Museo de la Aldea de la Luz, de Pedro Pacheco y Marie Cl¨¦ment, con el que se mantiene vivo el recuerdo de un pueblo sumergido bajo un pantano; en la de intervenciones con ambici¨®n territorial, la de Manuel Salgado y su estudio Risco a las afueras de Oporto, donde se levanta el nuevo estadio del Drag¨®n; y en la de colaboraciones con artistas pl¨¢sticos, la remodelaci¨®n de un centro comercial en Oeiras a cargo del estudio lisboeta Promont¨®rio. Personajes con un lenguaje propio son Jo?o Mendes Ribeiro, arquitecto y escen¨®grafo que recupera con la misma sensibilidad el Colegio de Artes de Coimbra como centro de creaci¨®n visual que un viejo pajar de Cortega?a como vivienda; o Cristina Guedes y Francisco Vieira de Campos, autores de pabellones prefabricados y modulares, exquisitamente implantados a orillas del Duero.
Colaborador asiduo en prensa y radio, y director hasta 2004 del Jornal Arquitectos, Manuel Gra?a Dias encarna bien a ese Portugal que pide la palabra. Autor junto a Egas Jos¨¦ Vieira de proyectos excesivos como el pabell¨®n portugu¨¦s en la Expo 92, termina ahora en Almada un teatro azul, locuaz y coreogr¨¢fico, como su bloque de viviendas en Guimar?es. Cuando Portugal era ese territorio que Kenneth Frampton defini¨® como lac¨®nico, un reducto de observancia moderna y respeto por las tradiciones propias, Gra?a Dias cultivaba la disidencia expresiva posmoderna; y puede hoy recoger los frutos de aquella discrepancia. Portugal ya no est¨¢ hoy arquitect¨®nicamente dividida entre la l¨ªrica de la Escuela de Oporto y la pragm¨¢tica de los arquitectos de Lisboa. Y la floraci¨®n de otros lenguajes se constata en las realizaciones de j¨®venes como Cristina Ver¨ªssimo y Diogo Burnay, Bernardo Rodrigues, Fl¨¢vio Barbini y Maria Jo?o Silva, Telmo Cruz, Pedro Soares y Maximina Almeida, o Pedro Bandeira, Paulo Monteiro y Miguel Figueira.
La llegada al pa¨ªs de edificios extranjeros no altera en Portugal la coexistencia feliz de distintos puntos de vista. Si el holand¨¦s Rem Koolhaas ha dejado en Oporto una espectacular Casa da M¨²sica, no lo ser¨¢ menos el tr¨ªo de teatros que Frank Gehry proyecta construir en Lisboa; mientras, Siza y Souto de Moura dise?an una instalaci¨®n temporal para la Serpentine Gallery en Londres. Hu¨¦rfana de un maestro conciliador, tras la muerte de Fernando T¨¢vora el pasado septiembre, la comunidad de arquitectos portugueses mira hacia el futuro en paz con su pasado: pronto veremos terminado, tal y como se proyect¨® a principios de la d¨¦cada de 1970 por Siza, el conjunto residencial de Bou?a en Oporto, unas viviendas asociadas al programa SAAL (Servi?o de Apoio Ambulat¨®rio Local) surgido tras la Revoluci¨®n de los Claveles y del que s¨®lo se construy¨® una parte. Y pronto tambi¨¦n leeremos un art¨ªculo que extraiga conclusiones de esta experiencia-homenaje. Portugal no grita, pero tampoco se calla; ni con las palabras ni con las obras.
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