Rabin en la memoria
Hace diez a?os de aquella tarde aciaga del 4 de noviembre de 1995 y en Israel han cambiado muchas cosas, pero nadie puede evitar la impresi¨®n de que todo sigue igual. Hizo ayer una d¨¦cada de aquel incre¨ªble atentado en pleno centro de Tel Aviv, abarrotado de polic¨ªas, tras una manifestaci¨®n nada menos que por la paz y la conciliaci¨®n entre ¨¢rabes e israel¨ªes. Un fan¨¢tico religioso jud¨ªo llamado Igal Amir acab¨® aquella tarde con la vida del primer ministro israel¨ª, Isaac Rabin. Tres tiros a quemarropa mataron a quien representaba mejor que nadie la esperanza de un mundo en el que el Estado de Israel pudiera vivir en paz, seguridad y cooperaci¨®n con sus vecinos ¨¢rabes.
Rabin simbolizaba, como primer gran l¨ªder israel¨ª nacido en Palestina, hijo de colonos y h¨¦roe militar en las guerras contra los ¨¢rabes, el duro pasado de luchas de Israel. Y a un tiempo, era s¨ªmbolo de una promesa de futuro de concordia en el que quedaran enterrados los odios entre israel¨ªes y palestinos y ¨¢rabes en general. Rabin ya hab¨ªa recibido el Premio Nobel de la Paz junto al l¨ªder palestino Yasir Arafat y a Sim¨®n Peres, y ten¨ªa el poder y el prestigio que le otorgaban un margen de actuaci¨®n pol¨ªtica tan ins¨®lito como prometedor. En la plaza de los Reyes de Tel Aviv, con su muerte, se frustr¨® aquella esperanza y desde entonces puede decirse que no ha habido otra similar.
Israel tiene hoy a un primer ministro, Ariel Sharon, muy distinto a Rabin, pero tambi¨¦n amenazado de muerte por quienes no admiten ni una concesi¨®n al adversario. Si en el caso de Rabin, el pecado a ojos de los fan¨¢ticos eran los Acuerdos de Oslo, en el de Sharon es la retirada de Gaza. Aquel primer ministro y el actual dirigen un pa¨ªs que no logra salir de la espiral del odio que lo acecha desde fuera y lo corroe por dentro. Israel no puede ganar la paz por medios militares ni hacer dejaci¨®n de su seguridad ante sus enemigos. Nadie sabe si la esperanza de paz con aquel dirigente asesinado era algo m¨¢s que un fugaz sue?o. Pero s¨ª se conocen bien las tr¨¢gicas alternativas que siguieron a su muerte.
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