Hero¨ªna entre naranjos
Camellos y toxic¨®manos campan a sus anchas por la huerta de Campanar, uno de los mercados de la droga de Valencia
Cualquier d¨ªa de la semana, la huerta de Campanar es un gran supermercado de la droga, hero¨ªna y coca¨ªna, principalmente. Cualquier d¨ªa de la semana desde hace meses, centenares de drogodependientes acuden a la huerta de Campanar a comprar su dosis diaria. Entre naranjos y campos de cebollas pisoteados se mezclan drogadictos y camellos, ¨¦stos de origen africano. La polic¨ªa patrulla por los aleda?os del coraz¨®n del mercado, ubicado en medio de los campos, a la sombra de los naranjos. All¨ª se refugian quienes trapichean y quienes se inyectan o fuman, con el s¨ªndrome de abstinencia a cuestas, su dosis de hero¨ªna o coca¨ªna. Tambi¨¦n de basuco, un derivado de la coca¨ªna que engancha r¨¢pidamente y causa estragos en la salud y el aspecto de sus usuarios. A este hipermercado acuden diariamente unas 2.000 personas, seg¨²n c¨¢lculos de Medicos Mundi y la asociaci¨®n de vecinos de Campanar.
"El mercado de la droga de Campanar funciona desde 1993, no es nada nuevo", denuncia Eduard P¨¦rez, presidente de la Asociaci¨®n de Vecinos del barrio afectado. "Me extra?a que esto trascienda de nuevo ahora, cuando ya hace muchos a?os que est¨¢ activo. La responsabilidad es del Ayuntamiento y la Delegaci¨®n de Gobierno, que lo consienten".
Los techos de lona y pl¨¢sticos de un campamento improvisado asoman entre los naranjos. Decenas de hombres y mujeres se dirigen a las tiendas. Entran y salen. A pocos metros, un grupo de agricultores del este de Europa recoge una cosecha de cebollas. Son los ¨²nicos en cien metros a la redonda que trabajan la tierra. Muchos agricultores han abandonado los campos ante el panorama existente: los cultivos chafados, hogueras provocadas por los drogadictos, jeringuillas en el suelo, inseguridad...
Jos¨¦ Monta?a, de 58 a?os, tiene seis hanegadas de naranjos en la partida de Cantarranas. Hace tiempo que s¨®lo va de vez en cuando a sus tierras. "Vivo del campo y lo tengo que dejar, ya me dir¨¢ usted... El otro d¨ªa fui y a¨²n sal¨ªa humo de una colchoneta que hab¨ªan quemado. Me voy a quedar solo, porque la mayor¨ªa de agricultores de la zona est¨¢ harto". Monta?a cuenta que "esa gente" limpia las jeringillas en las naranjas: "Yo no tengo nada contra los drogadictos, pero s¨ª contra las autoridades. Son enfermos, pero yo tengo mi modo de vida y ahora no puedo trabajar. He hablado con la polic¨ªa y me dicen que tienen ¨®rdenes de no entrar para desmantelar el mercado".
"Desde el movimiento vecinal", explica Eduard P¨¦rez, "hemos denunciado que existe un consentimiento pol¨ªtico y policial en mantener este mercado. Hay una Valencia de grandes lujos y otra que conviene que no se vea, la trastienda". P¨¦rez aclara que desde la asociaci¨®n vecinal "nunca" se ha criminalizado a los toxic¨®manos, "pero s¨ª a las mafias". "Los senegaleses controlan el mercado de la hero¨ªna", asevera.
"Es un esc¨¢ndalo", asegura Josep Esteve, de la plataforma Per l'Horta; "es sospechoso c¨®mo los focos de la droga aparecen y desaparecen en sitios estrat¨¦gicos de la ciudad". Esteve apunta a la especulaci¨®n urban¨ªstica como causa de la degradaci¨®n "consentida" de la huerta de Campanar. En la misma l¨ªnea abunda Eduard P¨¦rez: "La gran mayor¨ªa de los agricultores son arrendatarios hist¨®ricos. La mejor manera de que los propietarios puedan recuperar las tierras es que la zona se deteriore. Aqu¨ª se ha procurado la especulaci¨®n urban¨ªstica. Hace cuatro a?os quedaban 72 hect¨¢reas; ahora no hay m¨¢s de 50".
Los toxic¨®manos acuden al hipermercado a pie o en coche. En los caminos se agolpan los autom¨®viles, algunos de lujo. Dos hombres se fuman un chino en el interior de un coche a plena luz del d¨ªa. Decenas de drogadictos deambulan por la cuneta de la carretera que va de Valencia a Paterna. Una patrulla de la polic¨ªa pasa despacio, pero nadie parece inquietarse. A cientos de metros se adivina el trapicheo de drogas.
"Sabemos que es un tema muy delicado", afirma P¨¦rez; "hay que remontarse tres o cuatro a?os para recordar la ¨²ltima gran acci¨®n policial. Fue cuando Juan Cotino era director general de la Polic¨ªa. Por las experiencias que tenemos, las acciones policiales s¨®lo sirven para espantar a los toxic¨®manos por la ciudad en busca de los camellos. A los dos d¨ªas esto est¨¢ igual".
Adem¨¢s de los agricultores, los principales afectados por el hipermercado de la droga en que se ha convertido la huerta de Campanar son los propios vecinos. Alguno de ellos vive en la propia huerta. "Hay una se?ora mayor que est¨¢ secuestrada en su casa muchas horas al d¨ªa porque teme salir fuera", cuenta un agricultor. "El barrio de Campanar", lamenta P¨¦rez, "es la puerta de entrada al hipermercado de la droga. Se han producido robos, agresiones... El cura del barrio debe revisar la parroquia todos los d¨ªas. Adem¨¢s, desde 1993 han aparecido una decena de muertos por sobredosis, reyertas o congelaci¨®n".
De 102.000 a 600.000 euros la hanegada
Llorens Ferriol tiene seis hanegadas en la partida de Canyaret. Seis hanegadas de cebollas. "Aquello da miedo, ?qu¨¦ puedo hacer?, ?qu¨¦ podemos hacer?", pregunta como resignado; "me las chafan y me las roban. Ya no s¨¦ si son drogadictos o gitanos". Ferriol, como su cu?ado, Luis Marques, contin¨²a labrando los campos. "Yo ten¨ªa naranjos, pero los arranqu¨¦ hace tiempo para tener cosecha baja", cuenta Marqu¨¦s; "pens¨¦ que as¨ª, quitando los ¨¢rboles, no se refugiar¨ªan bajo los ¨¢rboles. Pero ni as¨ª: por mi campo tienen que pasar para llegar hasta donde compran la droga. Y claro, me lo pisan todo. Pero yo sigo yendo. No me meto con nadie. Hace siete u ocho a?os, cuando mi suegra me dio esto, ya hab¨ªa droga. Pero ahora se ha desmadrado".
Eduardo P¨¦rez revela que hace cuatro a?os la hanegada en las zonas m¨¢s pr¨®ximas a las avenidas se pagaban 102.000 euros (17 millones de pesetas) y ahora se ofrecen 601.000 (100 millones de pesetas). "Eso", dice Marqu¨¦s, propietarios de cinco hanegadas y media, "se paga en las parcelas de fuera. Dentro se est¨¢n pagando ahora, que yo haya o¨ªdo, 180.000 euros (30 millones de pesetas)".
Entre los vecinos y agricultores corren rumores sobre futuros e hipot¨¦ticos compradores. "Se dice que gente importante, ha comprado tierras", afirma un vecino.
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