Las tallas grandes desaf¨ªan la pasarela
Todo empez¨® el pasado mes de septiembre en la jornada de cierre de la ¨²ltima Pasarela de Mil¨¢n. El desfile de clausura oficial, por primera vez, estaba encargado a una firma de tallas grandes, eso que despectivamente el propio sector llama ropa para gordas y alrededor de la cual se hacen sin el menor pudor los chistes m¨¢s crueles.
La idea rondaba hac¨ªa varias temporadas, ante una evidencia innegable: la realidad biol¨®gica y antropom¨¦trica del cuerpo medio de la mujer europea actual, a la que se a?ade la realidad de las ventas. Y en eso las estad¨ªsticas no mienten: un 35% (en alza) de las mujeres en Europa viste por encima de la talla 46.
Durante mucho tiempo, un poderoso sector de la moda italiana y su mercado se neg¨® en redondo a que las tallas extra entraran en el circuito sagrado de la moda de tendencias: el ¨²ltimo grito, la pauta a seguir, segu¨ªa reservada a un reino tan falso como fronterizo, tan irreal como enga?oso: la muy apurada talla 36 era y sigue siendo la abeja reina de ese mundo que se han encargado de glorificar, en una connivencia de dudosa pero rentable ¨¦tica, modistas, estilistas, fot¨®grafos, publicistas, firmas implicadas y revistas especializadas.
Durante mucho tiempo, un poderoso sector de la moda italiana se neg¨® a que las tallas extra entraran en el circuito sagrado de la moda de tendencias
Las rebosantes chicas de Elena Mir¨® salieron al cadencioso golpe de 'Rapsody in blue'. En cada silla del desfile esperaba una minitarta de chocolate
Los servicios editoriales y reportajes de moda glorifican continuamente no s¨®lo la delgadez, sino un cierto maltrato de la carne magra: ojeras, est¨¦tica basura, abandono en una "po¨¦tica del desaliento" que es entendido como lo m¨¢s in; un ¨¦xtasis dentro de una visi¨®n de la mujer derrotada por las circunstancias, v¨ªctima de su propio glamour. Lo de las tallas extra es la ant¨ªtesis de tales presupuestos, la otra cara de la moneda.
En otras pasarelas de renombre antes que en Mil¨¢n, algunas actividades en tal sentido se hab¨ªan intentado siempre alrededor de ese segmento que va, b¨¢sicamente, de las tallas 46 a la 52; pero la mayor¨ªa de las veces no ha pasado de ser un acto marginal de consolaci¨®n o de un pedestre tono comercial, nunca un desfile en toda regla donde los looks de pasarela pretenden algo m¨¢s que ense?ar un muestrario de ventas puro y duro. Es decir, expresar sobre esos metros m¨¢gicamente iluminados de la pasarela las posibilidades est¨¦ticas de las mujeres de metrajes orondos, a las que siempre, tradicionalmente, se les ha negado el pan y la sal en el olimpo de lo chic o lo glamouroso.
Finalmente ha sido Mil¨¢n, que siempre ha representado la avanzadilla de muchas cosas en tantos ¨¢mbitos del dise?o (desde el mueble hasta la arquitectura, desde el objeto hasta la decoraci¨®n), quien dio el paso. Y fue la firma Elena Mir¨®, uno de los emblemas del poderoso grupo Miroglio, quien asumi¨® la responsabilidad y de donde hab¨ªa partido la iniciativa: una idea por la que ven¨ªan apostando desde hac¨ªa varios a?os y a la que ha sido dif¨ªcil dar su justo eco.
Botero, fuente de inspiraci¨®n
El asunto ten¨ªa mucho de reivindicativo. Miroglio posee una amplia colecci¨®n de arte moderno, que viene formando desde hace casi diez a?os, donde abundan las obras de Botero y donde hay hasta una de Paul Delveaux, entre otros artistas -algunos consagrados y otros emergentes-; donde las mujeres llenitas son la fuente de inspiraci¨®n, el motivo central de los cuadros en cualquier estilo. Este discurso tem¨¢tico como eje de la colecci¨®n es el mismo que anima al equipo creativo que lidera Elena Miroglio (el ap¨®cope de su nombre ha servido como se?a de la marca), y donde se cuidan hasta los m¨¢s m¨ªnimos detalles: "Donde no se trata de ocultar a la mujer que usa esas tallas, sino de algo tan l¨ªcito como embellecerla".
El desfile milan¨¦s se program¨® como broche de clausura un s¨¢bado por la ma?ana, y alg¨²n malpensado err¨® al comentar que qui¨¦n ser¨ªa capaz; que nadie mover¨ªa a la severa cr¨ªtica milanesa, y su exigente y muy puesto p¨²blico habitual de pasarela, un s¨¢bado de oto?o a las once de la ma?ana. Se equivoc¨®. La sala grande de la Feria estaba a rebosar: donde hay un aforo ordinario de 900 personas se api?aban m¨¢s de 1.300, y las primeras filas conten¨ªan de sobra el qui¨¦n es qui¨¦n b¨¢sico para considerarlo un ¨¦xito antes de que saliera la primera modelo con talla 46. Si hasta el d¨ªa anterior hab¨ªamos estado viendo, en lo corporal, arte g¨®tico, de golpe, el s¨¢bado, pasamos a Rubens: 20 espectaculares mujeres venidas b¨¢sicamente de Canad¨¢, Norteam¨¦rica y Escandinavia; peinadas y maquilladas con preciosismo, y vestidas de manera elegante y moderna.
Seg¨²n cuentan los del equipo Miroglio, lo m¨¢s dif¨ªcil fue encontrar un cast de altura, de primera l¨ªnea, comparable orgullosamente en todo con las otras bater¨ªas de modelos que desfilan habitualmente en Mil¨¢n, que est¨¢n tenidas como las m¨¢s potentes del mundo. "Mil¨¢n es un escaparate f¨ªsico y virtual donde todo lo que se exhibe con ¨¦xito se vende y se globaliza enseguida", comenta un ejecutivo de la Feria Milano. Hab¨ªa expectaci¨®n y hasta risas por lo bajo. El d¨ªa anterior, en la prensa milanesa apareci¨® un anuncio a toda p¨¢gina de Greenpeace con la leyenda "Salvemos a las ballenas", con lo que alguien dijo: "Esto tambi¨¦n lo paga Miroglio", que se hab¨ªa gastado una fortuna a su vez en p¨¢ginas completas con ocasi¨®n de su desfile. Las bromas a la italiana quedaron en nada despu¨¦s de que las modelos pusieron en evidencia el por qu¨¦ de un mercado espec¨ªfico que mueve el 30% global del producto moda femenina. Tras Norteam¨¦rica, son Italia y los pa¨ªses n¨®rdicos los que se han puesto las pilas para caracterizar estos productos y colecciones, darles su dosis de autoestima, envolverlos en la ilusi¨®n de que son realmente moda, darles su sitio.
Exuberancia y rotundidad
Una reputada gur¨² milanesa sentenci¨®: "Lo est¨¢bamos esperando: es una respuesta profesional adem¨¢s de humana". Las rebosantes chicas de Elena Mir¨® salieron al cadencioso golpe de Rapsody in blue. En cada silla del desfile, al espectador le esperaba una minitarta de chocolate a la vienesa plena de calor¨ªas, y el consejo subliminal de que el chocolate es sano; despu¨¦s invitaron a lasa?a y mortadela. La primera sensaci¨®n del desfile fue de extra?eza: el ojo no est¨¢ habituado a tales redondeces, a tal exuberancia y rotundidad. L¨ªneas potentes, colores que iban sin miedo del fresa al verde, rayas verticales, el negro como gran refugio y protagonista. Aberturas, escotes, siluetas en una ropa preciosista donde tambi¨¦n tuvieron lugar la seda salvaje y el bordado en lentejuelas y cristal: todo lo que est¨¢ de rabiosa actualidad en unas mujeres que recordaban los c¨¢nones de belleza de otras ¨¦pocas; en Italia se piensa en Eleonora Rossi-Drago, Silvana Mangano o Gina Lollobrigida; en Suecia, en Anita Ekberg; en Norteam¨¦rica, en Debbie Reynolds.
El desfile de Elena Mir¨® en Mil¨¢n ha sido, adem¨¢s de una pica en Flandes, una severa advertencia sobre un respeto esencial al que la moda de post¨ªn ha vivido de espaldas.
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