Epidemia
Es algo agotador. Cuantos escribimos en prensa lo sabemos bien, y estamos acostumbrados, qu¨¦ se le va a hacer si mucha gente se empe?a en tomar la parte por el todo, el ejemplo por la norma, el caso por el emblema. Uno critica una decisi¨®n judicial (o varias, tanto da), y recibe cartas muy indignadas de jueces diversos que, de manera harto alarmante, se han dado por aludidos; uno menciona lo desconsiderados que son algunos gu¨ªas tur¨ªsticos con sus altavoces desproporcionados, y le llegan misivas de colegas suyos tremendamente ofendidos y que exigen "respeto para su profesi¨®n"; uno habla de ciertos j¨®venes que causan destrozos y gritan como desaforados a las cinco de la ma?ana, y un buen n¨²mero de "coet¨¢neos" le escupen sus quejas y le comunican que ellos no se comportan as¨ª (y si no lo hacen, se pregunta uno, ?por qu¨¦ se han sentido agraviados?); uno cuenta sus dificultades para mandar un libro a una c¨¢rcel y le llueven furibundas protestas de funcionarios de prisiones (los llamar¨¦ por esta vez como ellos quieren), que lo insultan por "denigrar su sacrificado oficio"; uno, en fin, utiliza coloquialmente el t¨¦rmino "soplagaitas" y le caen considerables broncas por parte de los gaiteros; y si opta con guasa por "soplador de vidrio", entonces son los de este menguado gremio quienes se enfurecen. Y as¨ª hasta el infinito. Es lo que se llama corporativismo o gremialismo, una de las reacciones m¨¢s nocivas y corruptas que en verdad puedan darse. Porque equivale a amparar cualquier abuso, cualquier ilegalidad o delito, cualquier groser¨ªa y cualquier da?o cometidos por alguien del cuerpo o gremio de que en cada ocasi¨®n se trate. Si la denuncia o la cr¨ªtica de la mala pr¨¢ctica de uno son tomadas por ofensa a todos, se est¨¢ justificando al infractor, o al estafador, o al chulo, o al necio, y se lo est¨¢ animando a que siga, a que no se enmiende, que aqu¨ª estamos todos tus troncos para defenderte, aunque tu proceder haya sido indefendible. A eso se lo llama corrupci¨®n o compadreo, no hay otro nombre.
"Se extiende el corporativismo geogr¨¢fico"
Pero lo m¨¢s agotador no es eso, o a eso ya se est¨¢ hecho, como he dicho. Lo m¨¢s agobiante, y lo que d¨ªa a d¨ªa se extiende y crece, es lo que podr¨ªa denominarse "corporativismo geogr¨¢fico", y esto no es s¨®lo nocivo y corrupto, sino que adem¨¢s posee un componente irracional y fan¨¢tico (tanto como el corporativismo religioso) y es extremadamente peligroso. En los ¨²ltimos a?os he censurado a menudo a la administraci¨®n de Bush Jr, y a ra¨ªz de ello me he encontrado con compatriotas suyos que, al o¨ªrme elogiar algo de su pa¨ªs (a un escritor, a un m¨²sico, hasta una tradici¨®n ya remota), se han sorprendido y aun escandalizado: "Cre¨ªa que no te gustaban los americanos" (as¨ª, en general y en universal). Un d¨ªa acus¨¦ de cicater¨ªa a varios suplementos de libros latinoamericanos, y ya me han salido periodistas chilenos o argentinos que en respuesta se han metido con ? Espa?a ? y Europa; dicho sea de paso, errando del todo el blanco, porque soy el primero en admitir que en mi pa¨ªs y en mi continente se practica la cicater¨ªa, lo cual no impide que tambi¨¦n se practique en casi todos los dem¨¢s sitios. Otro domingo, de pasada, tild¨¦ de est¨²pida o sandia la llamada tomatina de un pueblo de Alicante o Valencia (ya me dir¨¢n: se compran y se desperdician -no es que sobren- toneladas de tomates para que la muchachada se embadurne con ellos y se los tire al pr¨®jimo), y no me han faltado injurias por "despreciar" a ese pueblo y a la regi¨®n valenciana entera: demasiadas personas no diferencian entre llamar a un lugar est¨²pido -nunca se me ocurrir¨ªa- y comentar que sus habitantes y visitantes se conducen est¨²pidamente un d¨ªa al a?o (desde mi discutible punto de vista, no deber¨ªa ser necesario a?adirlo). Es una verdadera plaga, y hasta en un lugar como Madrid, tradicionalmente a salvo de las susceptibilidades patri¨®ticas, se me reprocha que se?ale el calamitoso estado de la ciudad, innegable, debido a sus locas obras. "C¨®mo ataca usted a mi ciudad", me ri?en, olvidando que tambi¨¦n es la m¨ªa y que al denunciar la actual situaci¨®n (bueno, ya vieja), lejos de atacarla la estoy defendiendo.
Podr¨ªa no acabar nunca con los ejemplos, pero los agotar¨ªa a ustedes.
La p¨¦rdida de la ligereza y del sentido del humor son en s¨ª graves. Pero m¨¢s lo es que tanta gente no sea capaz de ver lo malo que hay en todas partes, esto es, cada cual en la suya, grande o chica, continental o aldeana. Llevo semanas absteni¨¦ndome de decir que el proyecto de Estatuto salido del Parlamento catal¨¢n me parece que contiene cosas justas y razonables, pero que tambi¨¦n est¨¢ te?ido de vanidad, frivolidad y puerilidad. Supongo que ya adivinan por qu¨¦ me he abstenido, es s¨®lo un ejemplo. Si manifestara eso, no me estar¨ªa metiendo con Catalu?a, a la que tengo agradecimiento y mucho admiro, sino con sus pol¨ªticos vanidosos, fr¨ªvolos y pueriles, que, por mucho que hayan sido elegidos, y que les gustara serlo y aun lo pretendan, no son ni ser¨¢n jam¨¢s "Catalu?a". Pero qui¨¦n explica eso hoy, convincentemente, en medio de esta imparable epidemia de corporativismo geogr¨¢fico.
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