Profe, se r¨ªen de m¨ª
La detecci¨®n de brotes de violencia en primaria previene el matonismo entre los adolescentes, dicen los expertos
Tienen cinco, seis u ocho a?os y cada d¨ªa, en el recreo, mientras juegan, ensayan una coreograf¨ªa. Nadie los dirige, pero en cada grupo hay jefes, amigos de la conciliaci¨®n y chicos en la cuerda floja: en cualquier momento, los cabecillas pueden expulsarlos del juego. "Lo que no saben es que los papeles que representan ahora pueden prolongarse el resto de su vida", se?ala Mar¨ªa Jos¨¦ D¨ªaz Aguado, catedr¨¢tica de Psicolog¨ªa Evolutiva y de la Educaci¨®n de la Universidad Complutense. Ah¨ª est¨¢ el reto. Es en primaria donde pueden aprender a convivir o a reproducir el matonismo que eclosionar¨¢ en secundaria.
"Se agreden, se insultan, se roban... A los seis, los siete y los ocho a?os se produce ya la misma dial¨¦ctica de agresores y v¨ªctimas que en secundaria", afirma el profesor Javier Ortega-Rivera, miembro del grupo de investigaci¨®n psicopedag¨®gica de la Universidad de Sevilla. "Hemos conocido incluso casos de maltrato a edades precoces", explica. "A la v¨ªctima le cuesta poner palabras a lo que le pasa y suele acudir al profesor para que solucione el problema. Pero no siempre se escucha con atenci¨®n: lo habitual es volcar la responsabilidad en el ni?o o recriminar sin m¨¢s a los agresores, sin ir al fondo", dice.
?ngela Serrano, investigadora del Centro Reina Sof¨ªa para el Estudio de la Violencia, ofrece pistas a los profesores para detectar agresiones: "Si a un ni?o empieza a aisl¨¢rsele en el recreo, ha tenido dos o tres problemas con el mismo compa?ero en un corto espacio de tiempo, no quiere ir solo a otras dependencias del centro y sale el ¨²ltimo del aula, podr¨ªa estar siendo v¨ªctima de acoso".
Si, adem¨¢s, el peque?o muestra nerviosismo cuando participa en clase, "como si esperara que alguien le autorizara a hacerlo, y entra en el aula con moratones y con la ropa rasgada, la probabilidad aumenta", afirma Serrano.
"Profe, se r¨ªen de m¨ª", plantea ya una petici¨®n de socorro. No siempre el excluido es un ni?o distinto o vulnerable. "Son los matones los que eligen a las v¨ªctimas", afirma Ortega-Rivera. "Al final de primaria e inicio de secundaria hay un repunte de la violencia y hay que estar atentos", a?ade.
"La escuela tiene una asignatura pendiente: abordar las relaciones interpersonales entre los ni?os", se?ala la educadora de la Universidad de Murcia, Fuensanta Cerezo. La especialista recuerda que muchos ni?os se muestran ambivalentes ante la violencia: "Saben que es condenable, pero ven que algunos de los que la ejercen son considerados h¨¦roes. Y aprenden que quien da primero da dos veces", argumenta. Al final, "alrededor de un 30% de los ni?os de finales de primaria acaba implicado en agresiones (mofas, insultos, peleas): o eres el mat¨®n o el que las sufre. Pero el mat¨®n acapara protagonismo, y no siempre es percibido como algo negativo", contin¨²a. Cerezo recomienda potenciar el papel del tutor para frenar esta espiral.
El Centro Reina Sof¨ªa ha elaborado una gu¨ªa para que los padres descubran si su hijo est¨¢ siendo agredido. "Hay que prestar atenci¨®n si el ni?o acusa cambios repentinos, si se deprime o est¨¢ m¨¢s irritable que antes, manifiesta nerviosismo al ir al colegio o elude encontrarse con alg¨²n compa?ero del centro", afirma Serrano. "La aparici¨®n de s¨ªntomas psicosom¨¢ticos como trastorno del sue?o o dolor de cabeza sin que el pediatra halle la causa, es otro indicio", se?ala.
Los padres pueden observar si su hijo es un hipot¨¦tico agresor si "en las relaciones con primos o amigos se muestra dominante; busca llamar la atenci¨®n sin que haya alguna carencia que lo explique, y si disfruta mof¨¢ndose de los dem¨¢s", apunta Serrano. La participaci¨®n en pandillas conflictivas conforme crece es otro factor de riesgo, al igual que encararse con los padres para eludir responsabilidades. No hay que olvidar que hay v¨ªctimas que alternan tambi¨¦n el papel de agresores o provocadores.
"La labor del educador es desalentar a los primeros abusadores y acosadores", advierte D¨ªaz Aguado. "El rechazo a los compa?eros a los ocho a?os predice situaciones futuras de dominaci¨®n", pronostica. Incluso a edades tan tempranas, el profesor puede conocer qu¨¦ roles predominan en una clase. "Basta con contar una historia o representar una obra con personajes violentos, perdedores y defensores de la justicia, y pedirles que relacionen por escrito la historia con su entorno", propone Ortega-Rivera. "Es vital fomentar el liderazgo de los que tienen sentido de la justicia", agrega. "La escuela debe proporcionar claves de autoprotecci¨®n a las posibles v¨ªctimas", sugiere Cerezo. La agresi¨®n no siempre es evidente. "El agresor se cuida de atacar ante un adulto". En cambio "es sorprendente lo que puede pasar en una clase cuando se ausenta el profesor", advierte Ortega-Rivera.
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