Doctor en violencia
Yazid Kherfi, delincuente arrepentido que trabaja para rebajar la tensi¨®n social en los suburbios, lamenta que los poderes p¨²blicos s¨®lo reaccionen cuando hay disturbios
Le encanta el actor Robert de Niro y los padrinos mafiosos de las pel¨ªculas estadounidenses, pero no tiene pinta de granuja. En realidad, al tenerlo enfrente es dif¨ªcil averiguar a qu¨¦ se dedica este hombre que se llama Yazid Kherfi (nacido en Triel-sur-Seine, Francia, en 1958) porque en realidad no trabaja en nada. Su empleo es su vida, una vida que supo convertir en una herramienta de supervivencia. Ex delincuente de suburbio, ex preso, ex soldado en Argelia y ex trabajador social en la localidad de Mantes-la-Jolie. Kherfi trata de resumir su ocupaci¨®n en una tarjeta de visita: consultor en prevenci¨®n urbana.
Y es verdad porque le llaman para ejercer de mediador y prevenir los estallidos sociales en los suburbios. Pero tampoco es del todo cierto, porque es imposible clasificar bajo una ¨²nica etiqueta a esta especie de duende de 1.000 vidas, que no reniega de ninguna.
"Los chicos aprendieron bien la lecci¨®n: no tienen inter¨¦s en ser ciudadanos y es mejor romper"
"?En Estados Unidos le llevar¨ªan a todas partes, le pagar¨ªan por participar en conferencias y ser¨ªa muy rico! En Francia, con la gente como ¨¦l, no se sabe qu¨¦ hacer", comenta una de sus antiguas compa?eras de trabajo, la soci¨®loga Maria do Ceu Cunha. Basta con haberlo visto hablar con los j¨®venes para medir su "impresionante fuerza de convicci¨®n", a?ade.
A pesar de ser un gran orador, Yazid Kherfi tambi¨¦n tiene defectos: "No sabe escribir informes. En Francia es lo que se pide primero, un informe", se lamenta Do Ceu Cunha. Aunque no sepa redactarlos, Kherfi encontr¨® a alguien para contar su vida, V¨¦ronique Le Goaziou. De sus conversaciones surgi¨® Repris de justesse (Salvado por los pelos) un libro que public¨® en 2000 y se reedit¨® tres a?os despu¨¦s en formato de bolsillo.
Lo que Kherfi contaba hace cinco a?os en ese texto suena ahora como una premonici¨®n o una advertencia no escuchada: "Empezamos a preocuparnos cuando hay heridos o muertos. Mientras no hay violencia en los barrios, se olvida a sus habitantes. Muchos j¨®venes han aprendido la lecci¨®n. No tiene ning¨²n inter¨¦s comportarse como ciudadanos. Es mejor romper". Kherfi se refer¨ªa a "los disturbios y los coches incendiados" de los a?os noventa en Mantes-la-Jolie, Sartrouville ou Mureaux, en las cercan¨ªas de Par¨ªs.
Los disturbios de Clichy-sous-Bois y de las otras barriadas o ciudades dormitorio del norte de Par¨ªs no le han sorprendido. Las tensiones son tan fuertes y permanentes que "basta cualquier incidente; es como tirar una cerilla en un charco de gasolina...". Los j¨®venes de ahora, "m¨¢s individualistas y m¨¢s violentos que antes" se burlan de los mayores. "Nos dicen: 'Vosotros, con vuestras manifestaciones pac¨ªficas, no hab¨¦is conseguido nada. Nosotros, con tres noches de disturbios, hemos logrado cosas: salimos en la televisi¨®n y van a dar pasta a los barrios". "Lo peor", explica el antiguo delincuentes, "es que tienen toda la raz¨®n. Por suerte y por desgracia a la vez, lo que est¨¢ pasando va a hacer sin duda que cambien las cosas".
Tras los disturbios de las Minguettes, en las cercan¨ªas de Ly¨®n, en 1983, se pusieron en marcha "los primeros mecanismos de ayuda a los j¨®venes", recuerda Kherfi. Y despu¨¦s de los de Vaulx-en-Velin, tambi¨¦n en las cercan¨ªas de Ly¨®n, en 1991, el Gobierno cre¨® un Ministerio de la Ciudad.
?Hay diferencia entre la izquierda o la derecha? "No es lo m¨¢s importante", asegura el antiguo inquilino de las c¨¢rceles francesas. "Todo es cuesti¨®n de gente y de confianza. Una persona como Pierre Cardo [diputado del departamento de Yvelines y alcalde conservador de Chanteloup-les-Vignes], por ejemplo, no llama a la gente 'chusma'. Favorece el di¨¢logo", insiste Kherfi. Cardo fue quien le anim¨® a crear una asociaci¨®n de barrio para j¨®venes.
Tambi¨¦n elogia al alcalde socialista de Mantes-la-Jolie, Paul Picart, o al trabajador social G¨¦rard Gu¨¦rinet, una de las pocas personas que supieron escuchar a Kherfi sin recordarle su pasado.
Delincuente y (durante mucho tiempo) satisfecho de serlo, Kherfi sinti¨®, como todos los fuera de la ley, la "subida de adrenalina", el "goce" que rima con atracos y dinero f¨¢cil. Lo cuenta en el libro. Relata un atraco frustrado en el sur de Francia, la muerte de su amigo Naser, la fuga, la huida a Argelia, donde hizo el servicio militar durante dos a?os, el regreso a Francia, la detenci¨®n y la condena a cuatro a?os de c¨¢rcel.
Pero Kherfi no explica lo m¨¢s sorprendente. Por qu¨¦ renunci¨® a esa vida tan agitada que le hac¨ªa despreciar la de sus familiares, por aburrida y demasiado corriente.
Durante el juicio, decidi¨® pasar p¨¢gina. Por primera vez, escuch¨® la voz de los que declararon en su defensa y sostuvieron en p¨²blico que era "un buen tipo" y, adem¨¢s, "inteligente". Lo que m¨¢s le conmovi¨® fue que esas personas eran "gente honrada, blancos, franceses de origen; es decir, enemigos" de siempre. "Entend¨ª que les ca¨ªa bien", dice. Y decidi¨® cambiar de vida aquel d¨ªa, no "por convicci¨®n", sino porque quer¨ªa que los que hablaron a su favor se llevaran una alegr¨ªa, "que tuviesen raz¨®n".
Licenciado en el Instituto Nacional de Altos Estudios en Seguridad (INHES, que depende del Ministerio del Interior franc¨¦s), casado con una asistente social de origen argelino y padre de dos chicos, Kherfi es fiel a los suburbios. A¨²n vive all¨ª. Los polic¨ªas son "las personas menos preparadas para la violencia en las barriadas", asegura. "?C¨®mo comunicar con chavales que les odian y les tratan como a enemigos".
Apoya la "tolerancia cero" defendida por el ministro del Interior, Nicolas Sarkozy, pero con matices: "Que se aplique a los delincuentes, pero tambi¨¦n a los polic¨ªas racistas y a las localidades que olvidan sus obligaciones en materia de vivienda social".
? Le Monde / EL PA?S
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