Madre de acogida
Ten¨ªa 23 a?os cuando se convirti¨® en primera dama de M¨¦xico. Junto al general C¨¢rdenas, presidente del pa¨ªs entre 1934 y 1940, organiz¨® la acogida de miles de refugiados republicanos. Ahora, a sus 94, do?a Amalia ha recibido en Madrid el reconocimiento y la gratitud de los espa?oles.
Naci¨® en 1911. Apenas hab¨ªa cumplido 17 a?os cuando conoci¨® al general L¨¢zaro C¨¢rdenas del R¨ªo, un hombre 16 a?os mayor que ella, hu¨¦rfano de padre, que llevaba media vida combatiendo en las filas revolucionarias. Los padres la internaron para protegerla del pretendiente. Ten¨ªa 21 cuando sali¨® del colegio de monjas; 21 cuando se cas¨® ante un juez amigo del novio, contra la voluntad de sus padres y con sus hermanos menores como testigos; 23 cuando su marido fue elegido presidente de la Rep¨²blica de M¨¦xico; 25 cuando estall¨® la Guerra Civil espa?ola; 26 cuando llegaron a la ciudad mexicana de Morelia 460 ni?os espa?oles, los primeros refugiados de la guerra; 29 cuando su marido dej¨® la presidencia; 47 cuando el matrimonio sali¨® por primera vez de M¨¦xico para conocer el mundo; 59 cuando se qued¨® viuda; 61 cuando empez¨® a trabajar con los ind¨ªgenas de La Mixteca, una zona paup¨¦rrima cercana a la ciudad de Oaxaca; 78 cuando abandon¨® esa tarea. Ahora tiene 94 a?os, un hijo de 72 (Cuauht¨¦moc C¨¢rdenas Sol¨®rzano, tres veces candidato a la presidencia de M¨¦xico), tres nietos (uno de ellos, L¨¢zaro, gobernador del Estado de Michoac¨¢n) y dos biznietos. En su pa¨ªs la conocen como do?a Amalia. Y en Espa?a no la conoce casi nadie. Ni siquiera su marido ha gozado de mucho reconocimiento. Hasta tal punto es as¨ª que en 1993, cuando Herminio Trigo, el que fuera alcalde de C¨®rdoba por Izquierda Unida entre 1986 y 1995, quiso rendirle un homenaje al general C¨¢rdenas y levantar un busto suyo en una nueva calle c¨¦ntrica y peatonal, se produjo un incidente muy ilustrativo.
"El general C¨¢rdenas me pidi¨® que formara un grupo de se?oras para acoger a los ni?os republicanos espa?oles"
Cuando se destap¨® la estatua, Cuauht¨¦moc Cardenas repar¨® en que el flamante busto no correspond¨ªa a L¨¢zaro C¨¢rdenas, sino a Benito Ju¨¢rez (1806-1872), antiguo presidente mexicano muerto 23 a?os antes de que L¨¢zaro C¨¢rdenas naciera, all¨¢ por 1895. A los pocos meses se repar¨® el equ¨ªvoco. Hay otra estatua suya en el parque Norte de Madrid, erigida en 1983 por Enrique Tierno Galv¨¢n; un busto en Alcal¨¢ de Henares; una plaza en Valencia, inaugurada el mes pasado?, y poco m¨¢s para quien fuera presidente de M¨¦xico entre 1934 y 1940; el hombre que se atrevi¨® a nacionalizar la industria petrolera de M¨¦xico, a expropiar a los latifundistas y emprender la reforma agraria del pa¨ªs, y sobre todo a recibir a miles de refugiados espa?oles, enfrent¨¢ndose a parte de la opini¨®n p¨²blica de su pa¨ªs y a miembros de su propio Gobierno.
Tal vez porque la clase pol¨ªtica espa?ola ten¨ªa cierta conciencia de que no se hab¨ªa rendido el debido homenaje a la figura de C¨¢rdenas, la primera semana del pasado octubre Amalia y su hijo fueron agasajados y homenajeados por cantantes, pol¨ªticos (del PSOE, PP e Izquierda Unida), sindicalistas, actores y ni?os de Morelia. Justicia hist¨®rica. A¨²n viven cientos de espa?oles repartidos por el mundo que hablan de do?a Amalia como de un pariente lejano a quien se le profesa tanto respeto como cari?o. A muchos de ellos se les conoce como ni?os de Morelia. En realidad eran ni?os de Sevilla, Barcelona, Madrid, Valencia? Algunos de ellos eran hu¨¦rfanos, y la mayor¨ªa, simplemente pobres, tan pobres como para que los padres quisieran alejarlos de las bombas y llenarles el est¨®mago durante unos meses. Porque estaba claro que la guerra iba a durar s¨®lo unos meses, los fascistas ser¨ªan derrotados y los ni?os contar¨ªan a sus padres c¨®mo se lo pasaron en M¨¦xico. Pero la cosa se torci¨®. A M¨¦xico iban llegando barcos y m¨¢s barcos cargados de espa?oles. Hasta sumar m¨¢s de 20.000 refugiados. Las voces cr¨ªticas contra aquellos refugiados no amainaban. Que si iban a sembrar el comunismo en M¨¦xico, que si por culpa de ellos M¨¦xico se iba a indisponer contra otras potencias mundiales, que de d¨®nde iba a salir el dinero para atenderlos? Pero L¨¢zaro C¨¢rdenas y Amalia Sol¨®rzano abrieron los brazos a los republicanos.
Do?a Amalia advierte de que ella es parca en palabras. Cuando han pasado tres cuartos de hora avisa: "Ya hemos platicado mucho, ?no?". Pero sigue hablando. Se refiere a L¨¢zaro C¨¢rdenas siempre como "el general". La cabeza no le juega ninguna mala pasada en m¨¢s de hora y media de entrevista. Simplemente no se acuerda de qu¨¦ parte de Espa?a eran los Sol¨®rzano, la familia de su padre, ranchero y comerciante. "Lo ¨²nico es que procure hablarme un poco alto porque ando agripada y oigo un poco mal", previene. Esposa, madre y abuela de pol¨ªticos, do?a Amalia no puede evitar medir cada palabra que pronuncia. Y en m¨¢s de una ocasi¨®n hace hincapi¨¦ en que no quiere que nadie se moleste por lo que dice.
?Recuerda c¨®mo fue el d¨ªa en que vio por primera vez a L¨¢zaro C¨¢rdenas?
Yo ten¨ªa 15 a?os y ¨¦l estaba de gira pol¨ªtica en su campa?a para la candidatura de Michoac¨¢n. ?l era ya general, y gobernador del Estado de Michoac¨¢n, y secretario de Gobernaci¨®n, y presidente del PRI. Un grupo de chamacas fuimos a conocer al candidato. ["El d¨ªa en que entr¨® en la plaza del pueblo", ha escrito do?a Amalia en su libro de memorias Era otra cosa la vida, "yo estaba con unas siete amigas en el balc¨®n de mi casa, que da a la plaza principal, para aventarle confeti a su paso. Desde que nos vimos, yo del balc¨®n y ¨¦l que salud¨® como cualquier persona que saluda de abajo, desde la plaza, a unas personas que est¨¢n en un balc¨®n, desde ese momento fue mutua la simpat¨ªa"]. ?l me envi¨® una tarjeta donde me dec¨ªa que ten¨ªa que salir hacia algunos lugares, pero regresar¨ªa a las seis para verme. Despu¨¦s de tres tarjetas, ya ¨¦ramos novios. Fue una cosa muy inesperada. Se lo comuniqu¨¦ a mi mam¨¢, y entonces mis padres me dijeron que me internaban en un colegio. Mi pap¨¢ era comerciante, ten¨ªa sus ranchos. Pero de pol¨ªtica nunca quiso saber nada.
?No quer¨ªan a L¨¢zaro C¨¢rdenas para usted?
Pensaban que el general me iba a abandonar de un momento a otro. Mi pap¨¢ me dijo: "Te vas a casar con un soldado y vas a andar de soldadera, con un perico en el hombro". Y por eso me internaron. Y nos comunic¨¢bamos por carta. Un hermano m¨ªo que tambi¨¦n estudiaba hac¨ªa de mensajero a veces. Siempre tuvimos una comunicaci¨®n constante de correspondencia.
?Cuando se casaron, tambi¨¦n?
Tambi¨¦n, porque ¨¦l nunca tuvo descanso. Terminaba una comisi¨®n y empezaba otra. No paraba en casa. Cuando no estaba de jefe de operaciones en un Estado, estaba en otro. A mi hijo tambi¨¦n le escrib¨ªa cartas.
En el colegio ser¨ªa usted la envidia de las otras chiquillas, ?no?
Pues yo creo que s¨ª. Aunque como no le¨ªamos peri¨®dicos, ni o¨ªamos la radio, ni nada, pues no sab¨ªan en realidad qui¨¦n era ¨¦l. Yo cargaba con una foto de ¨¦l vestido de militar. Pero en el colegio no sab¨ªan de qui¨¦n se trataba. Ellas o¨ªan que me escrib¨ªa el se?or gobernador y no sab¨ªan de qui¨¦n se trataba. ?l era secretario de Gobernaci¨®n, eso es el segundo puesto despu¨¦s del presidente de la Rep¨²blica. Era gobernador del Estado de Michoac¨¢n y presidente del Partido Revolucionario Nacional. Pero yo todo eso me lo perd¨ª, lo viv¨ª de noche, no sab¨ªa qu¨¦ significaba todo eso.
?Se casaron en cuanto usted sali¨® del colegio?
S¨ª, un 25 de septiembre. El general habl¨® con mi madre. Y pap¨¢ dijo que yo era muy joven para casarme. El general llam¨® a un juez y nos casamos. Entre la gente que iba con ¨¦l, uno hizo de testigo. Y la concurrencia fueron mis hermanos, que eran menores de edad. La nuestra era una familia de ocho hermanos, seis mujeres y dos hombres, todos nacidos en Tac¨¢mbaro, en el Estado de Michoac¨¢n. ["En nuestra casa nacimos todos con la misma comadrona, do?a Susana Palacios. El mayor de mis hermanos era Idelfonso, que muri¨® a los 18 a?os. Estaba en el colegio y estuvo enfermo del ri?¨®n desde muy jovencito"]. Y el mismo d¨ªa en que nos casamos fuimos a la casa de campo que ¨¦l ten¨ªa en P¨¢ztcuaro.
"Llegamos por la noche a La Quinta Er¨¦ndida", recuerda en Era otra cosa la vida. "La Er¨¦ndida [en la hermosa lengua tarasca significa risue?a] se empez¨® a construir en 1928, el a?o en que nos conocimos. Siempre pens¨¦ que ser¨ªa nuestro hogar. La Er¨¦ndida ten¨ªa una casa peque?a y una huerta con frutales y caballerizas. El general montaba todos los d¨ªas por los cerros cercanos. Los d¨ªas con ¨¦l comenzaban muy de ma?ana. ?ramos muy tempraneros. Nosotros, de seguro, a las seis de la ma?ana ya est¨¢bamos fuera de la cama. A eso de las ocho ven¨ªa a desayunar".
?C¨®mo era el general?
F¨ªsicamente, yo le dec¨ªa que era muy exitoso. Hab¨ªa sido secretario particular del primer general con el que se encontr¨® [el zapatista Guillermo Garc¨ªa Arag¨®n] para darse de alta en el ej¨¦rcito. Le vio aptitudes, aparte de su buena letra, porque hab¨ªa trabajado en una imprenta. Y este general le hizo secretario particular. Hab¨ªa nacido con una estrella. Era bastante bien parecido. Ve¨ªa el futuro, ten¨ªa mucha perspicacia. Si hubiera tenido un poco m¨¢s de tiempo?
Ten¨ªa una paciencia y una tolerancia enorme. Toleraba a una persona que repet¨ªa lo mismo durante una hora. ?l dec¨ªa siempre que hab¨ªa que aprender a escuchar, que de eso se sacaba mucho.
"Le gustaba bordear de ¨¢rboles los caminos. En todas las avenidas de nuevo trazo pon¨ªa jacarandas, laureles de la India (?). Dec¨ªa que el ¨¢rbol creaba su propio suelo, y es verdad, sus hojas secas se pudren y se vuelven humus. Ve¨ªa adem¨¢s en los ¨¢rboles una fuente de ingresos para el pueblo si se respetaban las reglas para su explotaci¨®n". As¨ª recordaba do?a Amalia a su general.
Era m¨¢s hombre de acci¨®n que de lecturas, ?no?
S¨ª, ¨¦l se form¨® solo porque de muy joven se fue con el general de secretario. Era muy disciplinado.
A usted le llamaba Chula. ?Y usted a ¨¦l?
S¨ª, ¨¦l siempre me escrib¨ªa las cartas dici¨¦ndome Chula. Y yo le dec¨ªa Mi'ijo. Nos entend¨ªamos bastante bien. Me llevaba 16 a?os. Pero nunca sent¨ª esas edades. Fuimos muy afines en todo. ["Los dos ¨¦ramos del mismo Estado, com¨ªamos los mismos alimentos, ten¨ªamos los mismos h¨¢bitos y nos gustaba mucho montar. Am¨¢bamos las plantas, todos los ¨¢rboles, las lluvias, aunque fueran tormentas"]. En 1968, con las manifestaciones estudiantiles, yo me iba de inc¨®gnito. Le dec¨ªa: voy a la costurera. Y ¨¦l me contestaba: no vayas a ir por tal parte porque va a haber esto. Y por la noche, cuando regresaba, me dec¨ªa: ?c¨®mo estaba la manifestaci¨®n, Chula? ?l sab¨ªa que eran unas mentiras muy piadosas.
En los seis a?os en que L¨¢zaro C¨¢rdenas ejerci¨® como presidente, ?qu¨¦ medidas destacar¨ªa usted como m¨¢s importantes?
Yo creo, aparte de la acogida a los refugiados espa?oles, que el general pasar¨¢ a la historia por haber emprendido la nacionalizaci¨®n del petr¨®leo y la reforma agraria. Pero yo no s¨¦ mucho de eso, mejor que se lo explique mi hijo Cuauht¨¦moc.
A lo largo de la entrevista, do?a Amalia insistir¨¢ varias veces en que debemos hablar con su hijo Cuauht¨¦moc. Cuando ¨¦ste llega explica que la reforma agraria fue algo m¨¢s que la mera expropiaci¨®n de los latifundios a los terratenientes: conllevaba todo un sistema de educaci¨®n, de construcci¨®n de colegios y hospitales en las zonas m¨¢s necesitadas. Y en cuanto a la nacionalizaci¨®n de la industria petrolera, se efectu¨® el 7 de junio de 1938. El detonante fue que las 15 compa?¨ªas que operaban en el pa¨ªs se negaban a acatar el veredicto de la Suprema Corte de Justicia de M¨¦xico por el que ten¨ªan que pagar varios millones de pesos a los trabajadores, incrementar los salarios y mejorar las condiciones laborales.
Su casa de M¨¦xico est¨¢ llena de recuerdos de cuando su marido era presidente. ?Fue ¨¦sa la ¨¦poca m¨¢s feliz de su vida?
No. Tal vez despu¨¦s de la presidencia, ¨¦sa puede que sea la m¨¢s bonita. Yo no fui una persona a la que le gustara todo esto de la diplomacia, estar toditico el d¨ªa de un lado para otro. Despu¨¦s fui m¨¢s libre.
?Cu¨¢ndo empez¨® usted a trabajar con los ind¨ªgenas?
Cuando falta el general, en 1970, empiezo a recibir correspondencia de mucha gente, del Estado de Oaxaca, donde hab¨ªa trabajado ¨¦l muchas veces. Entonces pens¨¦ que no deb¨ªa quedarme sentada. Fui a visitar los lugares. Pero no a acompa?arles en sus rezos y lloros, sino a ver en qu¨¦ pod¨ªa yo servir. Entonces trabaj¨¦ 18 a?os en La Mixteca, una parte muy pobre de Oaxaca. Me vi motivada a trabajar con algunas amigas. Invitaba a los estudiantes para que se dieran cuenta de lo que es la miseria. El principio fue duro. ["La gente no sab¨ªa si lo que le obsequi¨¢bamos se lo cobrar¨ªamos", escribe en sus memorias. "Nos tiraban al suelo los rebozos, las cobijas, los comestibles. Con los ni?os, aunque eran hura?os y t¨ªmidos, fue m¨¢s f¨¢cil relacionarnos. Con el tiempo vimos que lo que quer¨ªan era cari?o y atenci¨®n"].
Hicimos grupos de cien personas. Consegu¨ªamos caminos vecinales, escuelas, hospitales? Hicimos dos colegios de secundaria? Salinas [el presidente Carlos Salinas de Gortari] tom¨® este trabajo como que yo andaba haciendo propaganda a favor de Cuauth¨¦moc. Entonces, para no perjudicar la vida pol¨ªtica de mi hijo, me sal¨ª de ese trabajo. Y fue tremendo, porque nadie volvi¨® a ocuparse de esa pobre gente. Ten¨ªamos costureros p¨²blicos y nos dedic¨¢bamos mucho a la cuesti¨®n de las escuelas. Que no tuvieran profesores s¨®lo de paso, sino fijos. Llegamos a traer m¨¦dicos americanos que no nos cobraban nada.
?C¨®mo son sus relaciones con el comandante Marcos?
Eran buenas. Tengo un libro -ahora mando a que se lo traigan a usted- donde aparezco en la portada junto a Marcos. Pero Cuauth¨¦moc y yo apoyamos una ley que se llam¨® la ley ind¨ªgena [Ley de Derechos y Cultura Ind¨ªgenas, aprobada en 2001], y Marcos se resinti¨®. Las leyes se tienen que respetar de alguna forma. Ahora ¨¦l habla muy mal del Partido [de la Revoluci¨®n Democr¨¢tica, al que pertenece Cuauth¨¦moc C¨¢rdenas]. Y yo creo que sin raz¨®n.
?Cu¨¢ndo se produjo su primer contacto con los ni?os de Morelia?
En 1937 me dijo el general que yo formara un grupo de se?oras para acoger a los ni?os. ?l sab¨ªa que las esposas de los soldados cargaban con la familia, y los ni?os no ten¨ªan escuela. Y pens¨® que iban a tener el mismo problema los soldados espa?oles con sus hijos y sus esposas. No quer¨ªa que se diera esa desuni¨®n de familia. Entonces, el general me dijo que formara un grupo. ?Por qu¨¦ a Morelia y no a la capital de M¨¦xico? Porque casi todos ellos eran ni?os de provincias. Quer¨ªan que estuvieran en una parte muy chica, pero era la capital del Estado de Michoac¨¢n. Cerraron una escuela de artes y oficios para cederla a los espa?oles.
?Es cierto que hubo gente en M¨¦xico que dec¨ªa que los ni?os mexicanos padec¨ªan mucha miseria, que se pod¨ªa socorrer a ellos antes que a los espa?oles?
En el propio gabinete del Gobierno, algunos ve¨ªan que los ni?os s¨®lo pod¨ªan acarrear problemas. Alguien preguntaba por qu¨¦ no les dieron la nacionalidad mexicana. Pues porque no se pensaba que fuera a durar tanto la guerra. Muchos de ellos llegaron a estudiar. No se ha sabido de uno que se diga que mat¨® a fulano, que rob¨® a mengano. Los que se portaban mejor ven¨ªan a veces los fines de semana a nuestra residencia. El general visitaba los Estados, y entonces se iba para Morelia muchas veces. Cuando ya hab¨ªan pasado unos 15 a?os desde que el general no era presidente de la Rep¨²blica, alguien pens¨® en reunirlos. Y nos pusimos a ello. Algunos se hab¨ªan ido a California; otros, al norte de M¨¦xico? Otros hab¨ªan formado una comunidad y viv¨ªan juntos en el mismo bloque de pisos.
Cuando el general dej¨® de ser presidente, ?se sinti¨® deprimido ante la falta de poder?
Al contrario. Entonces empez¨® a visitar las tierras para ver qu¨¦ se hab¨ªa quedado pendiente. Por eso acept¨® cargos que pod¨ªa haber aceptado cualquier abogado. Abarca la regi¨®n del Pac¨ªfico en la ¨¦poca de la II Guerra Mundial. Y vuelve a aceptar puestos militares. La vida de ¨¦l sigui¨® despu¨¦s de la presidencia de la Rep¨²blica. Los presidentes que le sucedieron vieron la necesidad de su persona. Pidi¨® comisiones de trabajo para el ¨¦xito del campo; desarrollo de los r¨ªos, las escuelas, las cl¨ªnicas. Se propuso ver qu¨¦ problemas se hab¨ªan quedado m¨¢s incompletos.
?Viajaron mucho por el mundo?
Menos a Espa?a y a Inglaterra, a muchos pa¨ªses. Fuimos a Alemania; de all¨ª a Mosc¨², a China, desde octubre a febrero de 1958 a 1959 recorriendo el mundo. Era la primera vez que ¨¦l sal¨ªa. Cuauht¨¦moc estaba viendo algunos trabajos en Alemania para la sider¨²rgica. A Madrid vine hace unos 20 a?os, cuando pusieron el monumento en el parque.
?Cree que hay menos machismo en M¨¦xico que hace cincuenta a?os?
Yo creo que ya no existe? Se ven diputadas, senadoras, toditito esto ya? Est¨¢ saldado? Y cuando yo trabajaba con los ind¨ªgenas tampoco lo padec¨ª. Eso s¨ª, el ind¨ªgena no consiente que le des cosas a la mujer. Tiene que ser por conducto de ¨¦l. Pero, por lo general, no hubo machismo. Tuvimos una respuesta tan generalizada, tan buena?
?C¨®mo era el M¨¦xico de entonces?
Entonces era otra cosa la vida. Tengo escrito un libro que se titula as¨ª: Era otra cosa la vida. Y en verdad, lo era. La gente ten¨ªa m¨¢s tiempo para todo. Ahorita la vida es muy r¨¢pida, los hijos caminan muy r¨¢pido, se separan m¨¢s de la familia. Ahorita en la ciudad tenemos miles de marchas, de protestas? Est¨¢ todo muy movido.
En su libro, do?a Amalia rememora los d¨ªas de Tac¨¢mbaro, el pueblo donde siempre se o¨ªa m¨²sica y los paisanos tomaban el fresco por la ma?ana; la fuente de la plaza, donde la gente se remojaba para ver si era cierto que en una mitad estaba el agua caliente y en la otra fr¨ªa, y el obelisco de la fuente, con una fecha en un lado (28 de julio de 1867) y tres frases en los otros tres: "La constancia vence todos los obst¨¢culos", "El trabajo es la base de la industria y de la moralidad p¨²blica" y "El esp¨ªritu p¨²blico forma la fuerza y la felicidad de los pueblos". Su casa de techos altos, largos corredores y patios con malvas, begonias y buganvillas. Las excursiones con las hermanas para regresar cargadas con fresas silvestres, frambuesas, peras y manzanas; la madre comiendo guayabas y pl¨¢tanos a la sombra de un limonero.
Hoy todo aquello parece muy lejano. Pero no tanto. En medio de uno de los multitudinarios homenajes que recibi¨® do?a Amalia en Madrid, un anciano de aspecto humilde se abri¨® paso hacia ella entre una nube de pol¨ªticos, cantantes, escritores y periodistas, s¨®lo con la intenci¨®n de expresarle el cari?o y el agradecimiento que ¨¦l y muchos como ¨¦l sienten por los C¨¢rdenas. El anciano, que es un ni?o de Morelia, regres¨® a su casa en las afueras de Madrid, y do?a Amalia, a la suya en Ciudad de M¨¦xico, una casa de techos altos con las paredes llenas de recuerdos del general.
Francisco Peregil es autor de 'Manuela' (Espasa Calpe), donde se recoge la historia de los ni?os de Morelia.
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